TEMA 5. LA VESTIMENTA DE LA ÉPOCA ISABELINA.

La mujer se consideraba distinta al hombre en todos los aspectos y por eso durante los siglos XIV y XV empezó la diferenciación de la vestimenta de ambos géneros. Las ropas masculinas se acortaron y se inventaron las braguetas mientras que las femeninas eran largas y voluminosas, con una cintura que el corsé hacía más pequeña. Tenía por objetivo, al igual que los gestos de la dama, remarcar la delicadeza y la ternura que se le atribuía, por oposición a la enérgica virilidad del hombre.

     Además, el Renacimiento neoplatónico estableció que la belleza femenina era un signo visible de la bondad interior, una cualidad física que reflejaba el carácter moral y la posición social. La codificaba una producción masiva de poemas de amor, libros de buenas maneras y colecciones de recetas para cosméticos. En Inglaterra la mujer ideal tenía la piel blanca, el pelo rubio, los labios y las mejillas rojos y las cejas negras. El cuello y las manos tenían que ser largos y finos, los pies pequeños, la cintura graciosa, los pechos firmes, redondos y blancos, con pezones rosados. Los ojos podían variar de color, aunque se preferían los claros. Este canon de belleza se mantuvo durante tres siglos y tanto la vestimenta como los afeites se enfocaban en perseguir este ideal.


Las mujeres por debajo llevaban camisolas elaboradas en lino fino y por encima un rígido corsé que les aplastaba los pechos, haciendo que estos parecieran los de las adolescentes.

     Por supuesto las medias no podían faltar y las sostenían por medio de ligueros. También utilizaban pantaloncillos con volantes y el verdugado, que le daba esa forma tan amplia a la falda. Se utilizaba, concretamente, el verdugado francés, que le daba la apariencia de tambor.

     Luego iba un vestido amplio —también aplastado en la zona del pecho— elaborado en terciopelo o en brocado para el invierno o en seda o satín para el verano. Los corpiños se ajustaban por arriba del corsé. Las mangas, decoradas con pieles, se hallaban separadas y se adornaban el cuello con amplias gorgueras.

     Las gorgueras eran de origen español y se utilizaban en todas las cortes europeas. Al principio era un cuello blanco con pequeños pliegues, hecho en lino almidonado y a veces adornado con encaje, pero muy pronto llegó a proporciones descomunales y tuvo que ser sostenido por una estructura metálica llamada rebat, que mantenía la gorguera al nivel de la nuca.

     ¿Por qué se utilizaba la gorguera? Porque era un símbolo visible de estatus, que mostraba a simple vista la riqueza y la posición de una persona, ya que para confeccionarla se necesitaban muchos metros de tela de alta calidad. Además, al ser blanca requería que se tuviera un recambio y también los medios para pagar para que la limpiaran y para que le volvieran a dar forma.

     En este cuadro de Elizabeth I podemos ver el lujo y cómo el vestido cae por detrás como una robe à la française:

     El uso de la seda en la vestimenta representaba un símbolo del status también. Era el tejido más lujoso debido al alto coste y a la brillantez que adquiría al ser teñido, que determinaba que quien lo llevaba puesto resaltase todavía más. La seda tenía una gran variedad de derivados: el terciopelo, el damasco, el brocado. Podían bordar la seda, incrustarle piedras preciosas o agregarle hilos de oro a los tejidos para enriquecerlos aún más. 

     Se adornaban con perlas, con rubíes, con esmeraldas, con oro, con plata cada centímetro de la tela que cubría el cuerpo de los cortesanos y de los miembros de la alta burguesía, cada vez más enriquecida, de ahí las leyes suntuarias a las que me referiré en este tip.

     Para ejemplo, este detalle de la ropa de Elizabeth I:


 Los aristócratas usaban medias sostenidas con ligas también y por encima la bragueta —una especie de pantaloncillo corto y abullonado— para cubrir los genitales y para al mismo tiempo acentuarlos, dando la imagen de hombría.

     Utilizaban una camisa, un jubón —prenda rígida que cubría desde los hombros hasta la cintura—, de mangas separadas y muy adornadas. El jubón era una especie de chaqueta ceñida que le daba volumen al pecho porque se rellenaba de lana o de algodón. Esta prenda se inspiraba en el traje militar, porque al principio se utilizaba debajo de la armadura para proteger el cuerpo del metal.

     Al igual que las damas usaban gorgueras alrededor del cuello, y, por encima de todo, una capa. 

     Te dejo los nombres de las prendas en este retrato de sir Walter Raleigh:

     Y este otro donde sir Walter aparece más como favorito de Elizabeth —mira el retrato de la reina en la pared— y menos como marino:


     Tienes aquí la evolución de los estilos en la bragueta masculina:


La ropa de la época era adornada y regia, especialmente en la corte. Las leyes suntuarias prohibieron ciertos materiales y colores para aquellos que no fueran nobles de nacimiento. Incluso las clases más elevadas tenían prohibido utilizar ciertos colores y determinadas pieles en específico, que eran solo de uso real. Por ejemplo, la familia real podía utilizar todos los colores y las pieles que le apeteciera. Las duquesas podían usar abrigos de piel y las prendas que correspondían a otras clases, pero nada púrpura por ser el color real.

     Solo la realeza y las duquesas podían adornar las ropas visibles con oro, pero una vizcondesa únicamente podía engalanar así sus túnicas. Las esposas de los barones solo podían poner oro en las enaguas.

     En cuanto a los hombres, los abrigos de piel en púrpura y con adornos de oro, solo podían usarlos los miembros de la realeza. Los duques, los marqueses y los condes podían utilizar estos revestimientos en las capas, en los jubones, en las ropas y en varios otros elementos. Los caballeros con el orden más alto de caballería eran los únicos que podían utilizar capas púrpuras.

     Nadie por debajo del título de vizconde o de barón podía adornar su ropa con oro o con plata y había que cumplirlo porque se esta violación se castigaba con la muerte.

     Quiero aprovechar este tip para mencionar dos casos curiosos. El primero es el de Matthäus Schwarz (1497-1574), un contable bávaro que vivió durante el siglo XVI y al que se considera el primer influencer  de la moda porque documentó durante cuatro décadas todos los trajes y todos los complementos que se mandó hacer. Existen 137 dibujos con comentarios que reunió en un volumen. Fue, en realidad, un adelantado a la época: vestía colores vivos, modelos extraordinarios, hacía dieta y se hizo dibujar desnudo.

      Empezó en 1520, a los 23 años, cuando encargó la primera serie de 36 dibujos que recogían algunos de los modelos que había vestido hasta ese momento. Matthäus se desempeñaba como contable para un importante comerciante de la ciudad y por eso tenía acceso a telas poco comunes. Se convirtió en un adicto a la moda en una sociedad en la que predominaba la austeridad, pero las normas suntuarias no lo detuvieron. Ni siquiera lo frenó el hecho de que estuviera mal visto que se vistiera mejor que su jefe.

     Las prendas que usaba requerían el trabajo de varios artesanos y la confección llevaba alrededor de una semana de labor: estampados de colores vivos, jubones que llamaban la atención y con complejos bordados. A veces tenía que hacer dieta para ponérselos y se lamentaba de su tendencia a la obesidad. Cuando tenía 29 años se mandó hacer un dibujo desnudo y un comentario a pie de página reza: «esta es mi figura real desde atrás, porque me he convertido en gordo y grande».

     Concebía la vestimenta para transmitir sensaciones e ideas sociales y políticas. Asociaba el verde a la búsqueda de la suerte. El rojo y el amarillo en él hacían referencia a la felicidad. El blanco, a la fe y a la humildad. El uso de plumas de avestruz, en cambio, al coraje masculino. Cuando regresó a Baviera el emperador Carlos, que era católico en un momento histórico en el que muchas zonas cambiaban hacia la fe protestante, Matthäus se vistió con un modelo rojo y amarillo, como símbolo de su felicidad por la vuelta del soberano y para mostrarle fidelidad. El gesto funcionó porque en 1541 el emperador le concedió un título nobiliario, algo impensable para el hijo de un comerciante de vinos y un contable como él.

Matthäus Schwarz (1497-1574).


     Otro caso curioso es el de la ropa de la época que encontraron en un barco hundido en la isla de Texel —ubicada a 100 kilómetros al norte de Ámsterdam— después de estar 350 años debajo del mar. Se recuperó en excelentes condiciones un vestido de seda, medias, corpiños, un monedero bordado. 

     Una carta que describe cómo el equipaje se perdió en 1642 mientras viajaba desde Inglaterra a Holanda, un libro con tapas de cuero y la marca de la casa Estuardo hacen sospechar que pertenecían a la cuñada de Henrietta Maria, la consorte del rey Carlos I de Inglaterra y heredero de Elizabeth I. 


🎥Si deseas saber más puedes ver en YouTube el documental del Museo de Trajes, LA MODA EN EUROPA Parte I: Siglos XVI Y XVII.

     Y puedes leer:

📚Historia de las mujeres. Del Renacimiento a la Edad Moderna. Tomo 3, bajo la dirección de George Duby y Michelle Perrot. Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2018. Lee el artículo titulado El cuerpo, apariencia y sexualidad, de Sara F. Matthews Grieco, páginas 75 a 121.

 📚El artículo de Diana Fernández titulado El lujo del traje cortesano de los siglos XVI y XVII, publicado en Vestuario Escénico, actualizado al 15 de junio de 2014.

📚Schwarz: un 'influencer' del siglo XVI, artículo escrito por Félix Badía para La Vanguardia de fecha 10 de diciembre de 2016.

📚El hallazgo de ropas del siglo XVII nos muestra cómo vivían las élites de la época, artículo de Kristin Romey publicado en National Geographic. No dice la fecha.


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