TEMA 24. PIRATAS MODERNOS: LOS BUSCATESOROS A LA CAZA DE PECIOS ESPAÑOLES.

No van con sables ni con el loro al hombro, pero muchos se comportan como verdadero depredadores cuando, luego de una intensa búsqueda, se encuentran con algún galeón español hundido junto a sus tesoros.

En julio de 1641, la Flota de Nueva España partió de Veracruz de regreso a la Península. El convoy estaba formado por treinta naves. A la cabeza, como capitana, iba el galeón San Pedro y San Pablo. En la cola se situaba la nave que hoy nos ocupa, Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción. Era un galeón de 600 toneladas que había sido construido en La Habana en 1620 y que se hallaba a cargo del almirante Juan de Villavicencio.

     El Concepción  cargaba bienes de incalculable valor. Entre ellos 25 toneladas de oro y de plata y miles de monedas de Felipe IV, cuyo metal habían extraído los últimos dos años de las minas de México y de Potosí, en Bolivia. Además, en las bodegas transportaban un cargamento de porcelana china de la dinastía Ming, joyas, las pertenencias de la viuda de Hernán Cortés y el inevitable contrabando de oro y de plata, que representaba alrededor de un tercio de la carga oficial. Se calcula que entre el censo y el contrabando, el valor total de la carga ascendería al día de hoy a cien millones de euros

     Hicieron escala en La Habana para reparar algunas averías y luego la flota reanudó el viaje. Salvó con éxito el canal de Bahamas, pero a la altura de Florida los sorprendió un huracán, que hundió a la mayoría de los barcos. El Concepción  se salvó, pero se le rompió el mástil y quedó completamente desarbolado, por lo que el fuerte oleaje lo arrastró. A las ocho de la tarde del 30 de octubre, el navío chocó con unos arrecifes sumergidos a 75 millas náuticas al norte de La Española, a la altura de la actual República Dominicana. Además, las corrientes lo arrastraron de madrugada hasta que impactó contra otro arrecife. La tripulación, aterrorizada, intentó ponerse a salvo, y el almirante ordenó fabricar balsas con la madera del buque, pero se produjo un motín entre los oficiales, que intentaron reflotar la nave a como diera lugar. Las cabezas de coral abrieron varios boquetes en el casco y después de varios días a la deriva —el 11 de noviembre— el Concepción  se partió por la popa y se hundió entre dos aristas de coral hasta llegar a 15 metros de profundidad. De los 500 tripulantes solo 200 consiguieron sobrevivir.

     Debido a la riqueza que cargaba surgió enseguida el proyecto de rescatarlo. Villavicencio trató de organizar varias expediciones, pero la burocracia, los temporales y los piratas franceses se lo impidieron. Unas décadas después, en 1687, William Phips —que era un capitán de barco de Nueva Inglaterra— conoció por casualidad a un superviviente del Concepción y este le reveló la posición del pecio a cambio de una parte del botín. De inmediato Phips fletó dos barcos: el James and Mary, capitaneado por él, y el Henry, al mando de su amigo el capitán Francis Rogers. Se dirigieron a la isla La Española y para engañar a las autoridades el James and Mary  permaneció en el puerto como si su intención fueran las actividades comerciales. Mientras tanto, Rogers fue en busca del pecio en el otro navío. Iban con él unos indios caribes que podían sumergirse a más de 15 metros de profundidad. La tarea resultaba una proeza, porque la madera había desaparecido y solo gracias a los cañones localizaron los restos. Con las riquezas que extrajo Phips volvió a Inglaterra inmensamente rico. Tras repartir las ganancias con la Corona, recibió el título de sir y terminó convirtiéndose en gobernador de la colonia americana de Massachusetts.

     Durante casi tres siglos se olvidaron del Concepción. Fue en la década de 1960 que renació el interés por hallar la carga que Phips no había rescatado. Jacques Cousteau intentó localizarlo en 1968, pero fue el cazatesoros norteamericano Burt Webber quien encontró la pista del galeón. Webber había fracasado en la búsqueda de otros galeones españoles y se hallaba a punto de darse por vencido cuando conoció en el Archivo de Indias de Sevilla a Jack Haskins, un estudioso del Concepción. Este hombre tenía acceso al diario de Phips, y, aunque este no indicaba la posición del pecio, se hallaba convencido de que sí tenía que figurar en el diario de Rogers. En abril de 1978, Webber recibió una carta de Peter Earle, un profesor de Economía aficionado a la historia naval. Earle le proponía escribir un libro sobre el tema y le comentaba que tenía el cuaderno de bitácora de Francis Rogers.

     El capitán Francis Rogers describía la posición del pecio con todo lujo de detalles y lo calificaba como «el barco más rico que jamás zarpó de las Indias». Encima, la relación de lo recuperado en 1687 dejaba constancia de que todavía permanecía en el fondo más de la mitad de las riquezas transportadas por el galeón. Y, por supuesto, también estaba la carga no declarada.

     Webber llegó a un acuerdo con las autoridades dominicanas en el que se establecía que estas se quedarían con las piezas de valor histórico y él cobraría en monedas hasta un cincuenta por ciento de lo rescatado. Los trabajos se desarrollaron con celeridad y recuperaron cerca de 60.000 monedas, joyas, cadenas de oro, instrumentos de navegación y objetos curiosos como un baúl con un doble fondo para esconder las monedas de contrabando. Webber se comportó como un depredador: no siguió ningún tipo de metodología ni de registro científico. Y lo peor: destrozó el yacimiento.

     La empresa de Burt Webber y otros cazatesoros, como Tracy Bowden, siguen excavando allí. Pretenden recuperar el cargamento de cerámica de la dinastía Ming y las monedas que aún permanecen en el fondo.

     Si deseas saber más puedes leer:

📚El Concepción, un galeón presa de los cazatesoros, artículo de la Revista National Geographic Historia actualizado a 17 de noviembre de 2017.


Construyeron el galeón San José  a finales del siglo XVII y lo botaron al mar desde los astilleros de Mapil en Usúrbil, sitio próximo a San Sebastián. En Cádiz le montaron los cañones de bronce y enseguida puso rumbo a América con una tripulación de más de 500 hombres. El 28 de mayo de 1708 zarpó de Portobelo —en Panamá— con destino a Cartagena y lo escoltaban naves militares porque transportaba una fortuna de oro, de plata y de piedras preciosas procedentes del Virreinato del Perú, que los españoles habían creado en el siglo XVI tras la caída del Imperio Inca.

     Por desgracia, se hundió en aguas de la península de Barú —cerca de Cartagena— al ser atacado por una flota integrada por cuatro navíos de corsarios británicos. Estos le ocasionaron una enorme abertura en el casco, el galeón se hundió durante el anochecer del 8 de junio y los tripulantes y el tesoro se perdieron en el océano.

Explosión del San José, de Samuel Scott.


     En medio de un gran secretismo, en el 2015 el gobierno colombiano anunció que lo había encontrado, sin dar ningún detalle de su ubicación, y en el 2022 hallaron dos naves más.


https://youtu.be/Vn5zrE9CRV4

     Si deseas saber más puedes leer:

📚Descubren dos nuevos barcos hundidos junto al galeón San José, artículo de National Geographic Historia escrito por Francesc Cervera y actualizado a 15 de junio de 2022.

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