TEMA 19. EL HARÉN DEL PALACIO DE TOPKAPI, EL CORAZÓN DEL IMPERIO OTOMANO.
Hemos visto que Hayreddín intentó capturar a la condesa Julia Gonzaga para entregársela a Solimán «el Magnífico» y que este sultán del Imperio Otomano la incluyera en su harén. Y, también, que sir Walter Raleigh pretendía que Francis condujera a lady Elizabeth hasta Mehmed III en calidad de regalo. Aquí intentaré darte más datos para que la experiencia de leer mi obra te resulte más completa si eres tan amante de la historia como yo.
El Imperio Otomano fue uno de los más extensos espacial y temporalmente de la historia. Una sola dinastía se sostuvo alrededor de 600 años y en su apogeo incluyó los actuales territorios de Bulgaria, Egipto, Grecia, Hungría, Jordania, Líbano, Israel, los territorios palestinos, Macedonia, Rumania, Siria, partes de Arabia y la costa norte de África.
En la literatura y en la historiografía del Renacimiento europeo, se conocía al sultán bajo el apelativo de «Gran Turco», un título que no representaba nada para la corte otomana. El Imperio Otomano no equivalía a la actual Turquía, aunque su capital estuviese allí. Es más, las fuerzas vencedoras de la famosa «Caída de Constantinopla» que acabó con el Imperio Bizantino en 1453 no fueron todas turcas y ni siquiera musulmanas.
En el Palacio de Topkapi, situado en Estambul, está el harén más misterioso y sobre el que se tejieron más leyendas. Allí vivían las mujeres de los sultanes que gobernaron el Imperio Otomano entre los siglos XV y XIX. Se trataba de una sección en la que no podía entrar casi nadie —«harén» deriva del vocablo árabe «haram», que significa «prohibido»— y en la que habitaba la familia directa del gobernante. El sultán también tenía allí a jóvenes concubinas llamadas «cariyeler». Lo habitual era que los sultanes con muchas de ellas jamás llegaran a acostarse, pero Murat II fue muy activo y llegó a tener 112 hijos de las múltiples consortes.
Los eunucos —varones castrados— eran los custodios del harén. Se trataba de esclavos etíopes que guardaban las entradas del complejo y cuyo jefe era una figura de gran autoridad, tan solo por debajo del Gran Visir y del experto en leyes.
Más de 30 de los sultanes fueron hijos de mujeres del harén. Ninguna de esas mujeres era turca y es poco probable que alguno de ellos haya nacido musulmán. La mayoría eran mujeres europeas —serbias, griegas o ucranianas— y es probable que los últimos sultanes fuesen genéticamente mucho más griegos que turcos.
El harén era una institución de vital importancia y estaba regido por el jefe de los eunucos. Las vidas de las mujeres se desarrollaban bajo unas estrictas y rígidas normas y existía una jerarquía. En primer lugar estaba la sultana valida —madre del sultán—, detrás de ella en importancia se hallaba la primera esposa del soberano o la madre del primogénito y después venían las esposas secundarias y las favoritas. El último lugar era el de las concubinas.
Podía estar integrado por más de mil personas entre esclavas, eunucos y los hijos de todas las mujeres. Como en el Imperio Otomano no existía el derecho sucesorio del primogénito, cada uno de los hijos del sultán podía llegar al trono y por esto las intrigas palaciegas estaban a la orden del día: envenenamientos, asesinatos y falsos accidentes constituían la rutina.
¿Pero de dónde provenían las muchachas que lo integraban? Muchas venían de familias no musulmanas de algún lugar del imperio, otras eran trofeos de guerra o regalos para congraciarse con el gobernante. Una vez en el harén se les enseñaba etiqueta, los principios del islam, música y canto. Las más hermosas e inteligentes eran seleccionadas para convertirse en esposas del sultán, mientras que otras se casaban con altos funcionarios imperiales. Sin embargo, la mayoría eran empleadas como sirvientas. Se les pagaba por su trabajo y luego de nueve años de servicio podían irse para casarse. Los gastos de la boda los abonaba el sultán.
También se dieron historias de amor, como la de Roxelana y Solimán «el Magnífico»: de simple esclava se convirtió en sultana. La gracia, la inteligencia y la astucia la ayudaron a convertirse en un referente de poder.
Roxelana —también conocida como Roxolana, Roxana o la Rossa, por su cabello color rojizo— se llamaba en realidad Anastasia Lisowska. Era hija de un humilde sacerdote de la iglesia ortodoxa y llegó al harén de Solimán siendo una adolescente, después de que la secuestraran, la trasladaran y vendieran como esclava en Estambul.
La sonrisa radiante y el temperamento juguetón consiguieron que el sultán se prendase de ella y pronto se convirtió en su favorita. Se casaron y la llevó a vivir en sus habitaciones del Palacio Topkapi. No solo fue la madre de seis de sus hijos, sino que también su principal consejera. Si extraño ya era que un sultán contrajera matrimonio con una esclava, más todavía que se volviese monógamo, pues le prometió amor y no tener relaciones sexuales con ninguna otra mujer.
Pero Solimán ya tenía una favorita cuando Roxelana llegó al harén. Mahidevran Gülbahar era su concubina y tenían un hijo, Mustafá. Parecía que sería el heredero al trono, pero Roxelana se encargó de cortarle el paso. Primero alejó a los amigos y a los familiares cercanos que aconsejaban a Solimán. Luego se deshizo de la concubina aprovechando la rivalidad que existía entre ambas. En un encuentro en el Palacio Topkapi, Mahidevran Gülbahar se lanzó sobre Roxelana por los celos y le arañó la cara. Cuando por la noche Solimán pidió que le llevaran a Roxelana, ella le mandó decir que se avergonzaba de que la viera porque la otra mujer la había arañado hasta dejarla impresentable. El sultán se enfureció y expulsó de la ciudad a su antigua amante.
El poder que Roxelana acumulaba molestaba a algunos importantes dignatarios y decidieron conspirar para que desapareciera de escena. Ibrahim —amigo y poderoso embajador del sultán— intentó deshacerse de ella, pero terminó asesinado en su dormitorio de Topkapi. No se detuvo ahí: como Mustafá —el hijo que Solimán había tenido con su antigua concubina— era considerado el heredero, Roxelana convenció a su amado de que estaba conspirando para derrocarlo... Y Solimán lo mandó matar.
Porque Roxelana no era una esposa que se conformase con el solo hecho de ser madre, era una rebelde que iba contra las costumbres de la época que le tocó padecer. Por eso se adentró en la política interior y exterior del sultanato —con el visto bueno de Solimán— que la utilizó por su simpatía y por su poder de seducción para ir abriendo puertas.
Si deseas profundizar más puedes leer:
📚Mitos y realidades del harén otomano, artículo escrito por Daniel Iriarte para ABC Cultura, de fecha 18 de junio de 2012.
📚Los harenes, de Asiria al Imperio Otomano, artículo de National Geographic Historia actualizado a fecha 5 de mayo de 2022.
📚Por qué el sultán Solimán era más magnífico de lo que habrías pensado y otras 3 cosas que quizás no sabías del Imperio Otomano, artículo escrito por Jem Duducu, para BBC History Magazine, de fecha 4 de marzo de 2018.
📚Roxelana y Solimán «el Magnífico», la extraordinaria historia de amor entre una esclava y un poderoso sultán, artículo escrito por Analía Llorente para BBC News Mundo, de fecha 14 de febrero de 2019.
📚«Encuentran» la tumba del legendario sultán Solimán el Magnífico, artículo de BBC Mundo de fecha 10 de diciembre de 2015.
Mehmed III (1566–1603), sultán del Imperio Otomano.
Roxelana (1502-1558) y Solimán «el Magnífico» (1494-1566).
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top