IV) Sir Walter Raleigh, el protegido de Elizabeth I.

En la literatura clásica española este corsario era conocido como Guatarral o Guantarral, el azote de los navíos hispanos. Me he tomado una licencia al hacerlo secuestrar a lady Elizabeth para vengarse y para obtener el mapa del tesoro, pero bien podría haber sido realidad.

     Raleigh era un aventurero. Empezó enfrentándose a los españoles como corsario y también los aplastó cuando apoyaron el levantamiento de los irlandeses de 1580. Se rindieron, pero igual los exterminó.

     Porque en 1586 el capitán Whiddon, subordinado a sir Walter, capturó una embarcación española en la que iba el soldado e historiador Pedro Sarmiento de Gamboa, la persona que le habló por primera vez de la leyenda de El Dorado. Se obsesionó con ella y a partir de ahí el corsario decidió saberlo todo sobre lo que los indígenas denominaban «Manoa» y los españoles El Dorado. Todos describían un lago que llevaba hasta la ciudad en la que algunos incas fugitivos habían ocultado inmensas riquezas para que los españoles no se las robasen. Venía de fracasar intentando fundar Virginia en América del Norte, así que convertía esta misión en su nuevo objetivo. Llevó a su prisionero ante la soberana porque podría servir escuchar sobre esta leyenda de primera mano. «Yo espero que se encontrará la manera de corresponder al deseo que todos tenemos de ofrecer a Su Majestad unas Indias mejores que las que posee el Rey de España». En 1594 envió al capitán Jacob Whiddon para que investigara los accesos a la zona de la Guayana, porque estaba convencido de que se hallaba entre el río Orinoco y el Amazonas.

     A tales efectos aprendió español y consiguió la ayuda de otro corsario inglés —George Popham— para asaltar más barcos españoles y obtener nuevos documentos que lo condujeran hacia su objetivo. En el año 1595 llegó hasta el extremo de secuestrar al gobernador Antonio de Berrio. Este hombre era un veterano de las guerras de Italia, de Flandes y del Norte de África y el oficial designado por la corona española para tratar de descubrir El Dorado.

     Intentó encontrar el mítico lugar, pero no lo consiguió. Escribió, también en 1595, un libro titulado El Descubrimiento del vasto, rico y hermoso imperio de las Guayanas con un relato de la poderosa y dorada ciudad de Manoa (que los españoles llaman El Dorado) con el fin de conseguir apoyos para encontrarlo.​ Habla en él de un lago interior salado al que compara con el mar Caspio y dice que durante el verano las aguas descienden y quedan a la vista enormes pepitas de oro.​ Esta obra la escribió para explicar por qué no había podido traer las riquezas a los nobles que lo financiaban, aunque luego se imprimió muchísimas veces a lo largo del tiempo por la fascinación que generaba la obsesión de sir Walter por encontrar este sitio legendario. Es más, quería ser otro Hernán Cortés, otro Francisco Pizarro.

     En esta obra le dice a la reina y a los nobles que si Cristóbal Colón fue ignorado cuando le ofreció su proyecto al rey inglés del momento —con las graves consecuencias que tuvo esto, porque convirtió a los españoles en el imperio más poderoso de la época gracias a los tesoros de América— el no debería ser ignorado porque ya se había demostrado que las desorbitadas promesas no tenían por qué ser irreales. Es más, los hispanos —no conforme con las increíbles riquezas que habían encontrado— lo estaban buscando, Berrio era la persona encargada de hacerlo.

     ¿Por qué quería centrarse en la Guayana? Además de por las riquezas, porque la navegación era corta, con viento normal se podía hacer en seis semanas de ida y seis de vuelta. Además, no había en la travesía costas a sotavento ni se cruzaba ante litoral enemigo ni había bajos rocosos ni bancos de arena, todo lo que era frecuente encontrar en los viajes a las Indias Occidentales y en otros lugares.  

     Decía:

     «En el resto de las Indias el mar es muy molesto por las calmas y las enfermedades; y en el de las Bermudas es infernal, por sus truenos, los relámpagos y las tormentas».

      Con su escrito pretendía convencer a los lectores y al mismo tiempo probar que la iniciativa se fundaba en verdades incuestionables, pero al exponerlo fue creativo porque introdujo en ellas todo lo que entendió que lo podía favorecer. Incluso tradujo mal actas hispanas a conciencia.

     Manipuló la documentación:

1) Al probar que la situación de los españoles en Guayana era muy complicada porque los indígenas se les oponían debido a la crueldad empleada contra ellos, en contraposición a la actitud amistosa que les demostraban a los ingleses por oponerse a sus enemigos.

2) Al probar que era indiscutible la localización en Guayana de El Dorado, para lo cual incluía en las actas la fábula de los indios cubiertos de polvo de oro. En realidad, solo lo hacía el cacique.

     De este modo se amparaba en testimonios de origen español a fin de reforzar la necesidad y la urgencia de atender a su proyecto — y que contrarrestaran a los detractores— antes de que tales tierras cayeran en manos del rey español. 

     Justifica su regreso sin tesoro alguno del siguiente modo: 

     «...espero que Su Majestad todavía acogerá de buena gana mi humilde deseo y la labor que allí he realizado. Pues si no hubiera sido por el respeto al honor y futuro de las riquezas de Su Majestad yo podía haber capturado y rescatado a muchos de los reyes y de los caciques del país y haber así obtenido una porción razonable de oro por su libertad. Pero he preferido mejor sufrir el peso de la pobreza que el reproche, y más aceptar el riesgo de un segundo viaje que haber difamado una empresa de tanta seguridad, hasta saber si Dios quería poner en su real y principesco corazón el deseo de seguir adelante o abandonarlo».

     Insiste en que:

      «Si dejamos que el Rey de España nos mantenga apartados de las empresas exteriores y no entorpecemos su comercio con las Indias, nosotros seguiremos bajo la amenaza de invasión o de que nos apriete en Britania, Irlanda o cualquier parte y entonces sí que habrá adelantado grandemente en su empeño por debilitarnos, pues los príncipes que poseen grandes tesoros son los que tienen mayores ventajas. En cambio, si le obligamos a una guerra defensiva, en la que tenga que jugarse todos los años o frecuentemente su propia seguridad, será él quien esté privado del comercio e intercambio, con debilitamiento general y empobrecimiento del reino y la pérdida de los territorios a él sometidos». 

     No se puede negar la validez de este argumento, al fin y al cabo la reina utilizaba a Drake y al resto de corsarios precisamente para conseguir esta finalidad.

     Y le proporciona a Elizabeth I más razones: 

     «Además, cuando los hombres se ven obligados a luchar para sobrevivir no llevan la misma moral que cuando están animados y alentados por la esperanza del saqueo y de las riquezas. También es dudoso cómo reaccionarán las naciones vecinas cuando los que aparentan ser invencibles tienen que enfrentarse con su primer infortunio o fracaso».

     Llega casi al final del libro diciendo: 

     «En conclusión, la Guayana es un país todavía virgen, jamás saqueado, ni hollado, ni explotado; la tierra no ha sido roturada, ni gastada en fertilizarla; sus tumbas no han sido forzadas para buscar oro, ni sus minas excavadas, ni las imágenes de sus templos abatidas. Nunca ha sido invadida por ningún gran ejército, como tampoco conquistada ni ocupada por ningún príncipe cristiano. Además, es fácil de defender edificando dos fuertes en una de las provincias que yo vi. La pleamar llega tan cerca de las orillas del canal que ningún barco podría pasar a más distancia de una pica de la artillería. Sería suficiente mantener un buen fuerte o construir un pueblo fortificado para proteger a todo el imperio. Y cualquier tropa que pudiera ser enviada más adelante tierra adentro, aunque se dispersaran en veinte provincias distintas, podrían reunirse en cualquier momento navegando por el río o caminando a través de una tierra sin bosques, pantanos ni montañas».

     Y culmina de esta forma: 

     «Estoy convencido de que la mera presencia de un pequeño ejército de a píe en la Guayana que marchase hacia Manoa, la ciudad más importante del Inca, produciría a Su Majestad por tributos bastantes cientos de miles de libras anuales, que servirían para costear su defensa contra los enemigos de fuera y para atender a los gastos interiores; y, además, el Emperador indígena de Manoa costearía regiamente un destacamento de 3.000 o 4.000 soldados para defenderla contra otras naciones».

     También estuvo involucrado en otro misterio del cual te voy a hablar: la desaparición de los más de cien colonos de la isla Roanoke, el primer asentamiento inglés en el Nuevo Mundo, cuyo patrocinio le correspondía a sir Walter Raleigh. A tales efectos había nombrado como gobernador a John White.

     White dejó a los colonos en la isla —entre ellos su hija embarazada— y regresó a Inglaterra. Tres años después, el 18 de agosto de 1590, cuando volvió para abastecerlos, solo localizó en un poste —el único que quedaba de la empalizada defensiva— la palabra «CROATOAN» escrita en letras mayúsculas. Quizá has visto películas y series paranormales o de terror en las que aparece este vocablo. Y, lo más curioso: por más que investigaron durante siglos, nadie halló la respuesta a este enigma.

     Con el devenir de los años corrieron rumores de que entre los indios croatoan vivían personas vestidas de europeos. White intentó ir allí, pero sir Walter no podía financiarlo porque se hallaba inmerso en la campaña contra Irlanda. Recién en 1993 un huracán dejó a la vista en la zona grandes cantidades de cascotes de cerámica y otros vestigios de un poblado de nativos americanos, entre los que había objetos ingleses de la época isabelina

     También descubrieron que al retroiluminar un mapa de los colonos, estos habían tapado con un parche un asterisco marcado en él, lo que daba más pistas de que el hallazgo era certero. 


     Pese a los intentos de sir Walter de crear el Imperio Británico empezando por colonizar el norte de América, su verdadera obsesión fue encontrar El Dorado. Una obsesión que llevó a la tumba a su hijo en la Guayana y a que a sir Walter lo decapitaran... Pero ya te hablaré del final de Raleigh en otra entrada.

     Si deseas profundizar más puedes leer:

📚Mares de Sangre. Historia de la piratería protagonizada o padecida por europeos hasta comienzos del siglo XIX, de Javier Martínez Babón, Editorial Dstoria edicions, 2019.

📚¿El último mapa a Eldorado? Lope de Aguirre, sir Walter Raleigh y una desconocida mano que dejó una larga carta en el archivo de Hondarribia, artículo de Euskonews escrito por Carlos Rilova Jericó.

📚El Descubrimiento del Vasto, Rico y Hermoso Imperio de la Guyana, con un relato de La poderosa y Dorada Ciudad de Manoa (que los españoles llaman El Dorado) y de las provincias de Emeria, Arromaia, Amapaia y otros países y ríos limítrofes, de sir Walter Raleigh, traducido del inglés por la profesora Betty Moore y con notas críticas al texto del Dr. Demetrio Ramos.

📚Los primeros colonos ingleses en América, artículo de la redacción de National Geographic Historia actualizado a 6 de mayo de 2021.

📚Por fin hemos encontrado indicios de como desapareció la Colonia Perdida de América, artículo de National Geographic escrito por Andrew Lawler de fecha 7 de agosto de 2015.

📚Isabel y Essex, de Lytton Strachey. Editorial Lumen, S.A., Barcelona, 1984.




Sir Walter Raleigh (1552-1618).


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