Hayreddín «Barbarroja», fundador del reino de Argel.

Te traigo aquí el caso concreto de dos hermanos y piratas berberiscos. Oruch fue el primero que se lanzó a la aventura del mar, quizá en la marina del Imperio Otomano o tal vez en algún navío mercante o corsario. Pero en 1503 un galeón de la orden de los caballeros hospitalarios —asentada en la isla de Rodas— asaltó el barco en el que viajaba. Lo capturaron y pasó dos años como galeote en un navío de los caballeros, hasta que consiguió fugarse y se reunió con su hermano Hayreddín, de quien te hablé un poco en la entrada anterior.

     Ambos se establecieron en la isla de Djerba, justo enfrente de Túnez. El sitio era una madriguera de corsarios, por lo que allí se sentían igual que peces en el mar. Además, los ataques contra las galeras cristianas que navegaban en la zona —en especial las españolas— les generaron importantes ganancias y atrajeron la atención del señor musulmán de Túnez, con el que formaron una asociación. Así, la flota creció. Se componía ahora de una docena de navíos y con ellos los hermanos se atrevieron a atacar las plazas españolas del norte de África —como Bugía— donde Oruch perdió un brazo por un tiro de arcabuz.

     En 1516, a la muerte de Fernando el Católico, las autoridades de Argel consideraron que era el momento de quitarse de encima el yugo de la Corona española, de la que eran vasallos. El gobernador le pidió ayuda a Oruch para expulsar a los soldados españoles del vecino Peñón de Argel porque disponía de una importante flota y había protagonizado abundantes hazañas que le habían dado fama, entre ellas la de capturar una flota pontificia. Oruch se tomó más atribuciones de las que le habían concedido, porque no solo expulsó a los españoles, sino que también asesinó al jeque argelino y se apoderó de la ciudad, proclamándose señor de Argel.

     Con la toma posterior de Tenes y de Tremecén, Oruch creó un poderoso reino en el norte de África. Representaba un desafío para la monarquía española del emperador Carlos V y la reacción se produjo enseguida. En 1518 una armada hispana partió de Orán, asaltó Tremecén y acorraló a Oruch. En la huida este se refugió en un corral de cabras y allí un soldado español lo alcanzó con una lanza y lo decapitó. Pero Hayreddín —conocido como Barbarroja— ocupó el lugar del hermano como jefe.

     El golpe de estado realizado en Argel significó mucho más que una simple conjura de palacio como tantas otras. Porque si bien Oruch murió en el contraataque de los españoles, su hermano terminó el trabajo. Demostró su aguda inteligencia, primero, cuando se sometió al vasallaje de Solimán el Magnífico, el sultán del Imperio Otomano, con lo que logró su protección frente al emperador Carlos V. Y luego, cuando para dominar a las tribus bereberes, extendió su poder por la costa en torno a Argel y en el interior. Gracias a su labor y a la de los sucesores fue que se formó el reino que dio origen a la moderna Argelia.

     Pero la principal amenaza seguía estando a las puertas de Argel, en el Peñón ocupado por los españoles. Por eso en 1529 —mientras Carlos V se hallaba en Italia para coronarse emperador y Solimán asediaba Viena— Hayreddín asaltó la fortaleza cristiana. Fueron 15 días de bombardeos contínuos hasta que, diezmada, la guarnición española se rindió. Las crónicas españolas cuentan que Barbarroja mandó matar a palos en su presencia al capitán del fortín, Martín de Vargas.

     ¿Cómo fue posible que un puñado de aventureros, con una flotilla menor que la de sus rivales, consiguieran consolidar un estado musulmán a las puertas del poderoso Imperio Español y se convirtiesen en una auténtica pesadilla para sus barcos y sus costas durante los siglos XVI y XVII? Porque, encima, los otomanos nunca los defendieron de modo activo y gozaron de gran autonomía interior y también exterior. Tres fueron las causas del éxito de Argel: la actividad de sus corsarios, la presencia de los jenízaros y la valiosa ayuda de los renegados cristianos convertidos al Islam, de los que te hablé en la parte anterior.

     Hayreddín solicitó una partida de soldados de élite al Imperio Otomano —los jenízaros— en el momento en el que le rindió vasallaje. Este cuerpo militar tenía fama de invencible y se hallaba compuesto por los niños que los países cristianos ocupados debían entregar anualmente en calidad de impuesto. Estos niños se educaban en la más absoluta lealtad al sultán y la mayoría seguían la carrera de las armas. Constituían un instrumento militar de confianza para los sultanes. Los jenízaros enviados a Argel consiguieron durante los primeros años someter a los habitantes bereberes autóctonos.

     La fama de Hayreddín se extendió por todo el mundo musulmán. Por eso cuando el condotiero genovés Andrea Doria —a instancias de Carlos V— se adentró en el Mediterráneo oriental y capturó varios puertos del Peloponeso —Corón, Modón y Naupacto— Solimán llamó enseguida a Hayreddín, quien se apresuró a atender la convocatoria. Quiso impresionar al sultán y por eso abarrotó sus navíos con suntuoso presentes, entre ellos tigres, leones, camellos cargados de sedas y de paños de oro, vasos de plata y de oro y doscientas mujeres para el harén de Estambul, así como un número importante de esclavos jóvenes. Solimán, complacido, nombró a Hayreddín gran almirante de la flota otomana.

     Barbarroja comenzó una vigorosa campaña naval al mando de 80 galeras y de 20 fustas a lo largo y a lo ancho del Mediterráneo. Después de reconquistar Corón y Naupacto, esta armada aterrorizó las costas de Italia. En Nápoles intentó capturar a la condesa Julia Gonzaga  —cuya belleza era legendaria— por encargo del sultán Solimán, que deseaba incluirla en su harén, y ella logró escapar por muy poco.

Julia Gonzaga (1513-1566).

     Los invasores saquearon numerosos templos y sepulturas. Barbarroja amenazó Roma, donde el papa Clemente VII agonizaba abandonado por los cardenales, que habían huido tras saquear el erario apostólico. Estas acciones intentaban distraer la atención de la cristiandad de su verdadero objetivo, Túnez, el sitio que tomó por sorpresa.

     Carlos V se puso al frente de una poderosa expedición y reconquistó Túnez, tras semanas de duro asedio y cruentos combates. De vuelta en Argel, Barbarroja se embarcó hacia la isla de Menorca —base de la escuadra imperial española— y al arribar a Mahón hizo colocar en los mástiles los estandartes y las insignias de los barcos españoles hundidos en Argel el año anterior. Así, entró sin resistencia en el puerto. Al darse cuenta de la estratagema, la escasa guarnición intentó defender las murallas, pero se rindió al cabo de unos días bajo promesa de que respetarían las vidas y los bienes de los habitantes. Pero era mentira: Barbarroja saqueó la ciudad y apresó, según las crónicas, a 1.800 personas para venderlas como esclavos.

     En los años siguientes, Barbarroja —con una flota de 150 naves— aterrorizó las costas de los territorios cristianos del Mediterráneo, desde las islas griegas e Italia hasta la península Ibérica. En 1538 derrotó a una gran armada al mando de Andrea Doria cuando este lo había acorralado en el puerto otomano de Préveza —en Grecia— lo que dejó el Mediterráneo oriental en manos de los turcos. En 1541 rechazó la gran expedición dirigida por Carlos V en persona contra Argel. Dos años más tarde Hayreddín saqueó las costas del sur de Italia y capturó cientos de esclavos. Tras tomar la fortaleza de Gaeta, cuentan las crónicas que se enamoró —siendo septuagenario— de María la Gaitana, la hija del gobernador español, y se la llevó consigo.

     Desde Italia, Hayreddín se dirigió a Marsella y a Tolón, donde fue acogido con todos los honores por las autoridades —existía una alianza entre Francia y el Imperio Otomano—, pues a ambos los unía el odio hacia Carlos V. Algunos navíos de Barbarroja recorrieron la costa española y saquearon varias ciudades costeras, como Rosas, Cadaqués, Palamós y Villajoyosa.

     En 1545, Barbarroja se retiró a Estambul, donde vivió el último año de vida dictando sus memorias. Falleció el 4 de julio de 1546. Mimar Sinan, el arquitecto considerado «el Miguel Ángel otomano», construyó su tumba. Esta se conoce con el nombre de Mausoleo Verde, «Yesil Turbe». Aún se alza en la orilla europea del Bósforo, en el barrio de Besiktas. Durante años ninguna nave turca abandonó Estambul sin realizar una salva en su honor.

     Para terminar solo te diré que, a partir de 1560, los arráeces argelinos —capitanes de barco— aceptaron que los jenízaros participaran en las expediciones corsarias, a las que aportaron una fuerza decisiva en las batallas cuerpo a cuerpo. Con el transcurso del tiempo los jenízaros dejaron de provenir del impuesto turco en niños y se aceptaron adultos autóctonos, aunque mantuvieron siempre los hábitos de austeridad y la disciplina, que eran las razones de la eficacia guerrera.

     Si deseas profundizar más puedes leer:

📚Los piratas berberiscos, el terror del mediterráneo, artículo de la Revista National Geographic Historia escrito por Abel G.M., actualizado a 30 de julio de 2021.

📚Corsarios de Argel, artículo de la Revista National Geographic Historia actualizado a 06 de marzo de 2017.

📚Hayreddín Barbarroja, el temible corsario de Argel, artículo de la Revista National Geographic Historia actualizado a 26 de abril de 2018.

📚Un Mediterráneo de piratas: corsarios, renegados y cautivos, de Emilio Sola Castaño. Editorial Tecnos, S. A., Madrid, 1988.


Hayreddín «Barbarroja» (1475-1546).


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