5) Edward Teach, «Barbanegra»: el terror de los mares.

Lo llamaban Barbanegra debido a la abundante y enredada barba, de un intenso color negro. Según cuentan, la adornaba con mechas de cañón que él mismo encendía durante los abordajes para infundir más terror aún entre los enemigos, si bien resultaba innecesario porque ya de por sí imponía con los dos metros de altura y el aspecto y la mirada demoníacos. Además, solía lucir un tricornio tocado de plumas y exhibía ante las aterrorizadas víctimas las espadas, los cuchillos y las tres pistolas de distintos calibres.

     Hay que quitarse de la cabeza, por tanto, la imagen de los piratas que aparecen en las novelas de Emilio Salgari o de Rafael Sabatini. La vida de los piratas reales transcurría en un torbellino continuo de alcohol, de sexo y de sangre.

     Cómo sería que en el único fragmento que pervive del Diario de a bordo de Barbanegra este deja asentado:

     «Tal día se acabó el ron; la compañía andaba algo sobria. ¡Demasiado descontento entre nosotros! Parecía una conspiración; no hablaban más que de separarse. Así que me apresuré a buscar una presa; el mismo día cogimos una con gran cantidad de licor a bordo; resultado: la compañía agarró bien, condenadamente bien, y las cosas volvieron a marchar perfectamente».

     ¿Pero cómo comenzó su carrera pirática? Edward Teach se inició como marino durante la guerra entre Francia e Inglaterra por el control de Estados Unidos. Actuaba como corsario inglés y atacaba barcos franceses. Al terminar el conflicto se quedó sin trabajo, por lo que dejó de ser corsario y se convirtió en pirata. Navegó en compañía de otro conocido forbante —Benjamin Hornigold— y fue por esta época cuando empezó a vestirse de manera peculiar.

     La isla de Nueva Providencia se convirtió en el escenario de las primeras fechorías de Barbanegra. Allí capturó un carguero español procedente de La Habana, otro de las Bermudas y un tercero de Madeira. En 1717 apresó el mercante francés Concorde, que se convirtió en su buque insignia, y al que rebautizó como Queen Anne's Revenge. La venganza de la reina Ana, toda una declaración de intenciones, porque lo transformó en una formidable máquina de guerra a la que armó con más de cincuenta cañones.

     Perpetró la proeza que le dio celebridad en la base naval de San Vicente —situada en las islas de Barlovento— donde apresó la nave Great Allen, que transportaba un valioso cargamento. Tras la escaramuza asesinó a la tripulación e hizo quemar el barco. Al conocerse la noticia, el buque de guerra inglés Scarborough  zarpó enseguida para darle caza y castigar esta osadía, pero el navío sufrió también una sonada derrota ante el poderío de Barbanegra y tuvo que retirarse. Tal acción lo convirtió en el enemigo público número uno del Imperio Británico.

     Con la finalidad de erradicar la piratería de la zona, el rey Jorge I decretó una amnistía para todos los piratas que abandonasen las actividades. En el caso de que no quisieran aceptar las condiciones del edicto, las penas que se contemplaban iban de la horca a las amputaciones de miembros. Barbanegra hizo caso omiso de las condiciones estipuladas por el monarca y siguió con sus actividades delictivas. Es más, como si esto lo hubiese incitado a ser peor, se dedicó a un auténtico frenesí de ataques y asaltó tanto posesiones francesas como británicas y españolas. Sus incursiones en la península del Yucatán, en México, le valieron el apodo de «El gran diablo».

     La situación económica en Carolina del Norte no pasaba entonces por el mejor momento y el gobernador de la colonia, Charles Eden, llegó a un acuerdo con Barbanegra por el cual el pirata y su tripulación serían perdonados si se acogían al Acta de Gracia. El gobernador lo dejaba actuar con total impunidad a cambio del pago de una parte del botín que Barbanegra obtuviera con sus fechorías. Durante esta época el pirata prosperó y se casó con una joven de dieciséis años, estableciéndose en la isla de Ocracoke como si fuese una persona de bien.

     Pero la cabra siempre tira al monte y en mayo de 1718 Barbanegra sitió la ciudad de Charleston y mantuvo secuestrada a toda la población. Recién levantó el bloqueo cuando le entregaron un rescate de 1.500 libras. La leyenda cuenta que Barbanegra llevó a cabo esta acción con la finalidad de apropiarse de un lote de medicamentos para curar la sífilis a su tripulación. Dicen que el pirata consideraba fundamental la salud de sus hombres, hasta el punto de que cuando capturó la nave francesa Concorde, se deshizo de toda la tripulación menos de los cirujanos del barco.

     El gobernador de Virginia —Alexander Spotswood— sabía que el pirata tenía su base en la isla de Ocracoke, y, ante el riesgo que suponía para la economía de la colonia, contactó al teniente de la Marina Real Robert Maynard para acabase con él. El 21 de noviembre, al mando de las balandras Ranger y Jane, este militar inglés llegó al extremo sur de la isla de Ocracoke. Una noche, mientras Barbanegra bebía ron en compañía del patrón de una balandra con la que mantenía algunos «negocios», Maynard aprovechó para preparar el ataque del día siguiente.

     El 22 de noviembre de 1718, Barbanegra, que ya estaba avisado de la llegada del teniente inglés, puso rumbo hacía el interior de los canales de la isla a bordo del Adventure. Maynard ordenó que una chalupa se hiciera a la mar para observar los movimientos de la nave de Barbanegra quien, al darse cuenta, la cañoneó. Tras izar la enseña real, Maynard ordenó a sus naves que se dirigieran tan rápido como pudiesen para interceptar a Barbanegra. El pirata, al apreciar que las naves inglesas se dirigían hacia su posición, ordenó la retirada mientras sus cañones disparaban una y otra vez. Según algunas versiones, todas las naves quedaron varadas por falta de viento, por lo que Maynard persiguió al pirata a golpe de remo. Como las naves inglesas no iban armadas con cañones, el teniente ordenó a sus hombres que disparasen sin cesar las armas cortas.

      Las dos naves inglesas embarrancaron, y, para evitar más muertes, Maynard ordenó a los suyos que se escondieran en las bodegas con las armas preparadas. Solo él y el timonel, al cual también ordenó que se tumbara, se mantuvieron en el puente.

     Cuando Barbanegra vio que no había nadie en cubierta, le ordenó a sus hombres que asaltasen las naves inglesas con las siguientes palabras:

—¡Saltemos y hagámoslos pedazos!

     Abordó la balandra inglesa con la mitad de los suyos, dispuesto a pasar a cuchillo a todos los ocupantes. Tarde se dio cuenta de que había caído en una trampa cuando escuchó a Maynard ordenar a su tripulación que subieran rápidamente a cubierta. Durante varias horas, se enzarzaron en una lucha a muerte en la que Maynard y Edward Teach se enfrentaron cara a cara.

     El pirata, después de una cruenta lucha, fue abatido tras recibir veinticinco heridas, cinco de ellas de pistola. Cuando la otra balandra de Maynard pudo desembarrancar, atacó por un costado y disparó hasta que la tripulación pirata se rindió. El oficial inglés no mostró compasión alguna con el cadáver de Barbanegra: ordenó que le cortaran la cabeza y que la expusieran durante varias semanas en el bauprés, el mástil que sale casi horizontalmente de la proa. A su regreso a Virginia, ahorcaron a trece de los quince prisioneros.

     Sobre la figura de este pirata circulan varias leyendas, como la que cuenta que una vez decapitado el cuerpo flotó alrededor de la nave varias veces o la que dice que su fantasma vaga buscando su cabeza perdida por la zona de Teach's Hole, un lugar en la isla de Ocracoke llamado así en su honor.

     En octubre de 2013, un equipo de arqueólogos norteamericanos —encabezado por Billy Ray Morris— recuperó del fondo del mar cinco de sus cañones, de cerca de una tonelada cada uno, según informaron las autoridades estatales de Carolina del Norte.

     Si deseas profundizar más puedes leer:

📚Barbanegra, el pirata más temido del caribe, artículo de la Revista National Geographic Historia, escrito por J. M. Sadurní, actualizado a 17 de junio de 2020.

📚Mares de Sangre. Historia de la piratería protagonizada o padecida por europeos hasta comienzos del siglo XIX, de Javier Martínez Babón, Editorial Dstoria edicions, 2019.

📚Los cañones de Barbanegra, artículo de la Revista National Geographic Historia, actualizado a 20 de enero de 2014.

📚Mujeres piratas, de Germán Vázquez Chamorro, páginas 17 y 18. Algaba Ediciones, S.A, Madrid, 2004.



Edward Teach, Barbanegra (1680-1718).

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