Capítulo 45: ¡Está cayendo gente gay del cielo!

Capítulo 45:

Los chicos estaban perdidos. Completamente perdidos en ese laberinto de barro. Ya llevaban más de una hora caminando sin rumbo. Sin tener ninguna idea de hacia donde debían ir.

Carolina, Richard y Rachelle se encontraban en las mismas circunstancias de Daniel: estaban solos. Al menos los demás contaban con compañía y eso de alguna manera los tranquilizaba, pero ellos no y eso aumentaba su miedo.

Carolina había renunciado por completo a la idea de trepar alguno de esos muros. Ella era demasiado bajita y no tenía ninguna experiencia trepando cosas, además pensó que sería mucho más difícil salir de allí con una pierna rota, así que no lo intento.

Se mantenía calmada, no quería que el pánico se apoderara de ella. Así que caminaba con mucha tranquilidad, agudizando el oído, con la esperanza de escuchar a alguien. Sus suposiciones eran las mismas que las de sus amigos, estaba segura de que Kepler tenia muchísimo que ver con eso, pero esperaba de todo corazón no encontrárselo. Lo principal en esos momentos era encontrar a alguno de sus amigos.

De otro lado, Richard estaba al borde del colapso. Había escuchado muchas historias sobre ese lugar: el laberinto de barro era conocido por la cantidad de turistas despistados que se aventuraban solos. Eran muy pocos los que eran salvados con vida mientras que los menos afortunados eran encontrados meses después, muertos.

Al principio no se había creído ni una palabra, pero en su situación actual tuvo que replantearse sus creencias.

Estaba muy asustado.

Sintió que alguien estaba corriendo muy cerca de él.

De uno de los caminos, salieron Kassandra y Sebastián, pálidos y con una expresión de terror en el rostro. No le dio tiempo de preguntar porque estaban corriendo, porque al instante vio como una araña de uno metro y medio, aproximadamente, les seguía el paso. Richard echo a correr detrás de ellos.

Siguieron corriendo sin detenerse, no se atrevían a mirar atrás para comprobar si el bicho los estaba siguiendo. Solo querían alejarse. Kassandra iba al frente y fue ella la primera en ver como había un hoyo bastante grande en la tierra. Ya era demasiado tarde para detenerse, así que, sin pensarlo dos veces, saltó.

Cayó de bruces, tragando tierra en el proceso.

Sus amigos se le unieron segundos después. Todos estaban bastante agitados y respiraban con cierta dificultad. Sin decir ni una sola palabra, se alejaron arrastrándose de aquel hoyo, temiendo que la tierra debajo de ellos cediera y cayeran.

Estaban demasiado cansados para hablar, así que simplemente intercambiaron miradas alegres.

Estaban felices por estar vivos.

— ¿No has visto a nadie?—Kassandra parecía decepcionada.

— No, ni siquiera sé en qué momento me perdí. No recuerdo muy bien.

— ¿Intentaste llamarlos?—preguntó Sebastián, esperanzado.

Él mismo lo había hecho, pero sin éxito.

— Fue lo primero que se me ocurrió, pero no hay señal. —contestó Richard.

Eso no redujo los ánimos de Kassandra, que estaba decidida a no darle el gusto al viejo chiflado.

— Vamos, tenemos que encontrar a los demás, luego pensaremos en algo.

Para su buena suerte, Rachelle se había encontrado con Carolina en uno de aquellos callejones, ambas se habían abrazado evidentemente felices. Ya no estaban solas, así que se sentían mucho más seguras.

— Hace poco me pareció escuchar a Daniel, fui a buscarlo pero no había nada. ¿Tú no has visto a nadie?—le preguntó Carolina a Rachelle.

— No. Intente llamarlos, pero no tengo cobertura.

— Está bien, será mejor que empecemos a buscarlos.

Ambas chicas estuvieron gritando los nombres de sus amigos a todo pulmón. No perdían la esperanza de que alguno de ellos les contestara, ellas sabían que estaban cerca, tenían que estarlo. ¿Qué tan grande era ese lugar? Esperaban que no lo suficiente.

Caminaban, gritaban, se quedaban silencio esperando escuchar alguna respuesta... hicieron eso por un largo rato, la garganta les dolía y estaban muy cansadas. No sabían cuanto tiempo llevaban caminando sin rumbo, pero calculaban que dos horas o un poco más.

— Me parece o ¿esto se está haciendo más pequeño?—preguntó Rachelle.

— Quizá ya estamos cerca de la salida.—contestó Carolina, sin darle mucha importancia.

— Lo digo en serio,—Rachelle miro hacia atrás y observo con terror como las paredes de barro empezaban a juntarse—¡esta mierda se está encogiendo!

Rachelle salió corriendo, seguida muy de cerca por Carolina. No era buena idea quedarse allí o morirían aplastadas. Corrieron unos cuantos metros, hasta que pensaron que estaban seguras.

Cuan equivocadas estaban.

Todo fue demasiado... irreal.

Lo que pasó después, ninguna lo recordaba con exactitud. Si todo lo que habían visto antes ya de por si era sorprendente, esto simplemente no tenía ningún tipo de lógica.

Fue como si la Tierra estuviera girando. Rachelle y Carolina se dieron de cara con una de las paredes de barro, que había reemplazado al cielo. Otro giro, Rachelle sabía que de esa no iba a salir viva. Ya no tenían nada en que apoyarse o sujetarse, el mundo estaba al revés.

Las chicas se habían resignado a la muerte, cerraron los ojos.

Carolina sentía que caía, no esperaba estrellarse con nada, aunque quizá lo haría con la Luna o algún tipo de estrella. Tenía la esperanza de no tener una muerte tan dolorosa. No abrió los ojos, no quería ver nada.

Fue grande su sorpresa cuando cayó encima de alguien. Escucho un golpe y un quejido muy cerca de ella, estaba segura de que era Rachelle. Abrió los ojos, sorprendida y feliz de estar entera. Abajo suyo estaba Richard, adolorido. Él había amortiguado su caída.

— ¡Está cayendo gente gay del cielo!—exclamó Kassandra, mirando con los ojos muy abiertos a Carolina.

Rachelle no había tenido tanta suerte como su amiga, pero al menos estaba entera. Se levantó haciendo muecas de dolor y con una mirada amenazante.

— Cuando vea al viejo loco, voy a sacarle cabello por cabello.

— Entonces yo le saco los bigotes—dijo Kassandra.

— Uno por uno—añadió Sebastián. No lo conocía, pero lo odiaba.

Lo bueno de todo eso era que al fin, la mayoría, estaban juntos. Solo faltaban Jessica, Landra y Daniel.

Carolina les explico rápidamente como se había perdido, como había encontrado a Rachelle y como habían terminado encima de ellos. Al principio pensó que nadie le creería nada, por lo inverosímil de la situación, pero sus amigos no dudaron de ninguna de sus palabras y la escucharon atentamente. Rachelle no hablaba mucho, aún se estaba recuperando del golpe que por purita suerte no la había matado.

Claro, lo más lógico era que ninguna de las dos pudiera caminar ni mover ni un solo musculo, esa caída debería haber sido mortal. Ninguna de las dos se explicaba cómo había salido casi ilesas y, más importante aún, ¿cómo es que habían tenido la suerte de caer precisamente encima de sus amigos? Quizá sucedía como hace algunos meses, cuando el viejo chiflado se vio en la necesidad de poner flechas en dirección a su mansión, porque de otra manera no la habrían encontrado esa década.

Quizá él los esperaba con ansias.

Y con alguna desagradable sorpresa.

— Primero encontramos a los demás y luego nos preocupamos por eso.—suspiro Sebastián.

No les pareció una mala idea, así que centraron en la búsqueda de sus amigos.

Kassandra miraba con disimulo el cielo, como esperando ver que alguno de ellos cayera del cielo, pero eso no sucedió.

Empezaba a hacer un calor de los mil infiernos.

A Kassandra se le ocurrió la loca idea de que quizás habían muerto hace rato y ese solo era el camino que debían hacer para que sus almas descansen. Tal vez hacía calor porque estaban muy cerca de la entrada al infierno.

— Estás loca.—fue lo que dijo Richard, cuando ella expuso su idea a sus amigos.

— ¿Estás bien?

— ¿Has fumado?

— Quizá el calor te está afectando.

— Denme una razón que desacredite mi teoría.—dijo Kassandra, mirándolos, seria.

— Dame una razón que refuerce tu teoría.—dijo Rachelle, con una ceja levantada.

— Pues que tenemos a Carolina aquí y ella se va a ir al infierno porque... sin tetas no hay paraíso.

Kassandra fue ágil. Ni siquiera tuvo que esforzarse mucho. Con un rápido movimiento esquivo a Carolina que casi se cae.

Carolina se puso rojísima, mientras que sus amigos se reían a carcajadas.

Al menos eso les había servido para liberarse de la tensión acumulada. A costa de Carolina, claro.

— ¡Aquí están!—grito emocionada Landra, saliendo de una de las paredes de barro. Jessica estaba atrás suyo. Suspiro aliviada cuando los vio.

El sonido de sus risas las había alertado de su presencia.

Ahora estaban todos, menos Daniel.

La persona menos indicada para quedarse sola en un lugar como ese. 

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