Capitulo 36: La Fragancia Goku
La primera hora del lunes, en el aula de Kassandra, ella y todos sus demás compañeros ya habían ordenado el salón, con sus productos en las mesas, un tríptico que explicaba los beneficios de cada uno de sus productos y un afiche, como propaganda.
Todos se habían esforzado en dar lo mejor de sí (o bueno, a los que les interesaba, los demás solo habían llevado una limonada o algo por el estilo), dispuestos a conseguir la mejor nota. Y claro, los que habían traído algo comestible protegían con su vida sus productos, ya que nunca faltaba el pendejito que fingía leer mientras jalaba para su bolsillo un chocolate.
—La fragancia Goku, para que huelas al sayayin después de concluida alguna de sus épicas peleas. Mil quinientos zenis cada botellita, ¡es una ganga!—decía Daniel.
—Pensé que bromeaban con eso...—murmuró Richard, cogiendo una de las botellitas naranjas.— ¿Mil quinientos? ¿Tan caro?
—Es que eso no es todo, pequeño insecto—contestó Kassandra, sonriendo—No debe faltar en tus días de seducción, atrae a las chicas...
—Y si eres uno de los primeros en comprar te daremos una bolsa de semillas del ermitaño y la ropa de entrenamiento sayayin, ¡para que entrenes como uno de verdad!—siguió Daniel—¡Pero eso no es todo!
—Si llamas ahora se hará acreedor de un radar* que tenemos en stock para que detecte el ki de los insectos con los que vive—continuo Kassandra—¡Pero ahí no termina!
Muchos de sus compañeros de aula se habían detenido a mirar a Daniel y Kassandra, interesados en lo que ellos tenían que decirles, aunque... ¿quién no lo estaría?
—También le daremos capsulas desplegables de la mismísima Corporación Capsula, con todas las revistas cachondas firmadas por el mismísimo Maestro Roshi—dijo Daniel, subiéndose a una silla—¡Con la nube voladora si eres puro de corazón! Pero... ¡aún hay más!
—Creo que ya tenemos nuestra primera cliente, fíjate en la cara que ha puesto Carolina cundo escucho lo de las revistas cachondas... —susurró Kassandra—Ah, sí.... ¡PERO SI ERES EL PRIMERO EN LLAMAR TE HARAS ACREEDOR DE UN GRAN PREMIO! ¡POR EL QUE MUCHOS ASPIRAN!
—¡Oh, sí, pequeño aspirante a guerrero! ¡Si eres el primero en llamar, podrás entrenar, nada más y nada menos que...!
—¡CON EL MÁS FUERTE! ¡MÁS VELOZ!
—Y más tonto... ¡SAYAYIN GOKU!—exploto Daniel, dando un enorme salto (de esos que dan los mexicanos para cruzar el muro, su enemigo natural) y cayendo limpiamente en el suelo, mientras el aula explotaba a aplausos y sus compañeros corrían hacia ellos, buscando dinero en sus bolsillos.
Bueno, al menos su mente fantasiosa les había servido de algo, porque en el recreo estaban repletos de dinero y ya sin existencias de su Fragancia. Pero prometieron hacer más para los que no habían alcanzado.
—Yo no entiendo como la gente quiere apestar a sudor—murmuró Rachelle, sin ánimos, mirando como sus dos amigos contaban su dinero.
—No nos malogres el negocio—le dijo Kassandra.
—Sí, Rachelle, mejor quédate callada—concordó Jessica, acercándose a ello con una caja de galletas—¿Chicos, quieren?—Kassandra y Daniel asintieron con la cabeza y fueron a coger una de las galletas que le ofrecían, pero Jessica ya las había apartado—Si quieren, compren, nada es gratis en esta vida.
—Te aprovechas. Pero bueno... dame dos—pidió Daniel.
Cuando Jessica recibió el dinero, no pudo evitar guiñarle un ojo a Rachelle, que estaba sorprendida de sus habilidades para vender. Pero ahí no terminaba todo, porque ella siguió.
—Oigan, pero miren como esta Caro, ¿no les da pena? Está tan flaquita que con un pedo se va al cielo...
Carolina la miro con los ojos entrecerrados, como deseándole una muerte lenta y dolorosa, pero Jessica ni se inmuto, pues su truco había funcionado a la perfección: los chicos estaban tan contentos que les invitaron a todos sus amigos y ellos aceptaron las galletas sin chistar.
—Y así es como estamos todos felices—le dijo Jessica a Rachelle, cuando le mostro el dinero de sus ventas—¿Vamos al cine el domingo?
—Bueno, si tanto insistes...—acepto Rachelle.
***
Por alguna extrañísima razón, López había dejado de hacer correr a sus alumnos bajo el sol, gracias a lo que le había pasado a Jessica en una de sus anteriores clases. Los alumnos no se quejaban de eso, ya que las carreras en la cancha habían sido cambiadas por deportes, cosa que los tenía la mar de felices... bueno, a unos más que otros.
—¡Profesor! ¡Lo está haciendo a proposito!—se quejo Carolina, levantándose por millonésima vez del suelo.
En ese momento tenían un partido mixto de futbol, y Kassandra se había ensañado en hacer caer a Carolina o amenazar con tirarle un pelotazo en la cara. Aunque, hablando con la verdad, a todos les gustaba hacerla caer, un juego dentro de otro juego. Se aprovechaban de que la pobre niña fuera un cero a la izquierda en deporte.
—Oye, contrólate, ¡no lastimes a mi jugadora estrella! —bromeo Daniel, poniendo una mano encima de la cabeza de Carolina.
—¡Eh! ¡Una cucaracha! —grito Carolina.
Daniel dio otro de sus saltos espectaculares y fue a subirse en la espalda de Richard, abrazándose a su cuello como si de eso dependiera su vida. Todos se rieron de él y fue así como Carolina obtuvo su venganza.
—Miedosito—se burló Carolina, sacándole la lengua.
—¡Eh! ¡Pónganse a jugar! —grito el profesor, soplando su silbato.
El resto del día, el aula entera se seguía burlando de Daniel, nadie hacia el más mínimo esfuerzo de contener las risas. Ni siquiera cuando llego a casa el bullying se detuvo, ya que alguien se había encargado de contárselo a su madre. Si la cosa seguía así, iban a provocarle mal de ojo al pobre muchacho.
—¿Se podrías dejar de reír y hacerme caso? —les preguntó Daniel a sus amigos, algo molesto. —Necesito de su ayuda.
—¿Para qué? Yo no participo en crímenes—le advirtió Sebastián.
—¡No es nada de eso! —se apresuró a decir Daniel y de inmediato sus mejillas se encendieron. —Tengo que pedirles dos cosas...—tragó saliva—Dentro de poco será el cumpleaños de la chica que me gusta...
Al escuchar eso, Kassandra hizo cara de ofendida (que Daniel noto), se suponía que ella lo tenía que saber todo sobre él y apenas se iba a enterar que a su mejor amigo de toda la vida le gustaba alguien. Para ella, eso era una grave falta de respeto a la amistad. Daniel solo se limitó a sonreír y Richard miro a la chica, con aires de grandeza. Era más que obvio que él si tenía conocimiento de todo eso.
—¡Que te diviertas!—lo interrumpió Rachelle, como dejando en claro que no quería verse involucrada en ninguna fiesta.
—¡No seas aburrida!—se quejó Jessica—A ver, sigue.
Daniel volvió a tragar saliva y continúo.
—Sera el próximo, próximo sábado. ¿Me acompañarían?—dijo, esperando obtener una respuesta positiva de parte de sus amigos.
Sus amigos se quedaron en completo silencio, luego intercambiaron miradas entre sí.
—Bue... supongo que estaré libre—contesto Sebastián.
Las respuestas de los demás fueron positivas, incluso Carolina, aunque ella no estaba muy emocionada que digamos, pero, ¿de que le serviría decir que no, si, al fin y al cabo, Kassandra la iba a convencer de todos modos? Pero claro, no falto su comentario diciendo que se encargaría de enterrar sus cuerpos de la manera más elegante que fuera posible: tirándolos a algún basural para que sirvan de alimento a las aves carroñeras.
No se podía esperar otra cosa de Carolina.
—Ah... y también...—ahora Daniel movía las piernas sin parar, abría la boca pero no articulaba palabra alguna, cosa que provoco que sus amigos lo miren como si estuviera enfermo. Empezaban a preocuparse, hasta que al fin decidió hablar—Ustedes saben que... yo bailo como...
—¿... foca sufriendo un ataque epiléptico?—ayudo Jessica, conteniendo una risa.
Todo el que conocía a Daniel, sabía que lo que decía Jessica era verdad, así que ya suponían hacia donde se aventuraba el segundo favor que les quería pedir...
—Da risa ver como baila—le confeso Rachelle a Jessica, unos días después de que las clases de baile, instruidas por sus amigos, comenzaran.
Bueno, hablando con la verdad, cuando los chicos se reunían, eran Jessica y Rachelle las que le enseñaban a bailar, los demás solo se sentaban a reírse o a grabarlo todo. Y claro, algunos (Carolina, por ejemplo) también se pasaban de conchudas al burlarse de Daniel, pues ella tampoco sabía bailar y verla hacerlo era... una tortura visual, el peor de los castigos, preferirías que te arrancaran los ojos con pinzas al rojo vivo que ver eso.
Pero bueno, para eso estaban los amigos, ¿no? Para joderte hasta el cansancio, pero también, para estar contigo en las buenas y en las malas.
***
Estudiante que se respeta, al menos diez mil veces en la vida, ha compartido el mejor de los chismes en plena clase y ante el peligro de ser escuchado por un profesor, pero eso te vale, lo importante es el chisme al que probablemente le pierdas interés en la hora libre.
—Se ha pintado horrible el cabello, te lo juro, seguro ha estado borracho...—le susurro Jessica a Rachelle, mientras fingía estar súper concentrada leyendo el libro, el que ni siquiera había empezado...
—Borracho o en fumanyu, en que cabeza por Dios... —contestó Rachelle, bajito.
—¿De qué hablan? —preguntó Kassandra, desde la mesa de adelante, sin preocuparse en bajar la voz, evidentemente atraída por la curiosidad de los cuchicheos que venían de la mesa de atrás.
Su voz se escuchó en toda el aula, ya que esta estaba silenciosa porque todos leían, o al menos fingían que lo hacían... como sea, Gianella levanto la vista y miro a Kassandra, como pidiéndole una explicación por hacer ruido en su clase, cuando se suponía debía estar leyendo, como todos los demás.
—Estaba...—Kassandra miró a Jessica, que quería reírse, y a Rachelle, que no levantaba para nada la vista de su libro, fingiendo concentración.
—Kassandra me pidió que le preste un lápiz para anotar las ideas principales, profesora—dijo Jessica, enseriándose.
Gianella las miró a ambas por unos segundos y luego volvió a bajar la vista al cuaderno en el que estaba escribiendo, Kassandra suspiro y le agradeció a Jessica, ella solo le guiño un ojo.
—La suerte de las que no se bañan—susurró Carolina, desde la mesa de adelante.
Antes de que Kassandra u otra de sus amigas pudiera decirle algo, Carolina ya estaba nuevamente envuelta en su lectura.
—¿De qué hablan? —repitió Kassandra.
—Te cuento después—le contestó Jessica.
—Tú te olvidas, dale ahorita—insistió Kassandra—Necesito el lápiz.
Jessica levanto la vista y miro hacia donde estaba la profesora, la vio tan concentrada en su cuaderno que pensó no las escucharía mientras hablaban. Luego, volvió la vista hacia Kassandra y, sin hacer ningún ruido, puso su mochila en la mesa.
—Ya, ¿recuerdas a Junior, el que quería con todas?—le preguntó Jessica a su amiga, mientras fingía buscar algo en su mochila. Kassandra asintió. —Lo has visto, es moreno. Pues ya, la otra vez me lo encontré en la calle y te juro que casi me muero ahí mismo, ¡se ha pintado el cabello de rubio! —terminó.
Kassandra se quería reír al imaginarlo, pero tuvo que contenerse o la profesora podría escucharla. Aunque claro, Gianella no estaba sorda: mientras Jessica le contaba a Kassandra, ella se había estado acercando muy despacio a esa carpeta. Carolina ya lo había notado y por eso escondía la cara en el libro, se estaba riendo. Algo similar ocurría con Rachelle.
—A ver si me cuentan, yo también quiero saber—les dijo Gianella a las dos chicas, que se habían quedado de piedra al notar su presencia—Vamos, las escucho.
Ninguna de las dos dijo algo, solo miraron a su profesora con ojos suplicantes, como pidiendo perdón, pero esos truco ya no funcionaban con ella.
—Gamín, lleva tu libro, jala tu silla y te vas a leer en la esquina; Castillo, tu ve a la otra. Serán las primeras en explicar a la clase lo que entendieron, ¿esta bien?
Ambas asintieron con la cabeza, se levantaron de sus sillas y las llevaron hacia ambos rincones, ante la mirada divertida de sus compañeros y el suspiro de derrota de Landra, cuando Jessica pasó por su lado. Pero para ellas, ese el mejor castigo que les hubieran dado.
O bueno, eso creían.
—¡Me olvidaba!—exclamo Gianella, chocando su frente con la palma de su mano—Tendrán que ayudarme con esto también—añadió, tocando con su mano el cerro de folders que tenía en su carpeta—Son de Quinto, ¿no? Pues estos trabajos son de alumnos de Tercero, me ayudaran a corregirlos. Este sábado, tres de la tarde (un minuto más y me las cobro en el registro), en el aula que está al lado de la dirección.
Las chicas miraron los folders, que debían contener decenas y decenas de hojas, tal vez cientos o miles...
—Pero profesora...—murmuró Kassandra, en un último intento de ahorrarse ese trabajo.
—¿Tanto te gusta la idea que también quieres que te traiga más de estos el sábado? ¿Qué dices tú, Castillo?
Jessica abrió mucho los ojos, aterrada. Luego negó la cabeza con energía.
—Ya profesora, vamos a venir...—acepto Kassandra, resignada.
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