Capitulo 3: ¿Que se hace los domingos?
Capítulo 3:
Para cualquier persona común y corriente, los domingos son días de misa y estar en comunión con el Señor o, por otra parte, los domingos, para las personas pecadoras, son de sufrir la resaca producto de la borrachera del día anterior. Pero para Kassandra (la que estaba segura que si osaba aparecer en la misa, los santos se bajarían corriendo y la Iglesia comenzaría a quemarse allí mismo), los domingos son los días perfectos para salir a estirar las piernas dando una pequeña caminata al campo o ir a la playa. Cualquiera de las dos opciones estaba bien para ella mientras hubiera alguien a quien molestar de por medio.
Pero Carolina ya no quería acompañarla después de la última vez en la que había caído "accidentalmente" a un charco de lodo se había ensuciado de arriba a abajo y no le había quedado de otra que regresar así a su casa, con su querida y adorada amiga tomándole fotos y pasándolas en el grupo de Whatsapp; así que, ante la negativa de su amiga en acompañarla a una caminata por el campo, Kassandra se vio obligada a improvisar una salida a la playa en menos de diez minutos, ya todo estaba listo, solo les hacía falta una cosa: el transporte.
Kassandra tenía una idea de quién podría ayudarlos y sabia la manera perfecta para convencerla si se negaba. Ella era amiga de Lyla, una chica cuatro años mayor, a la que conoció cuando ella y su familia se mudaron a la casa de al lado, que se había mantenido deshabitada por años, algunos decían que allí había ocurrido un brutal asesinato y que el lugar estaba repleto de fantasmas, pero a Lyla ni nadie de su familia se le había aparecido alguna criatura ajena al mundo de los vivos, así que vivían en paz. Como sea, Lyla tenía un auto recién adquirido que podía llevar a la playa a Kassandra y sus amigos.
—Dame una razón por la cual te tendría que prestar mi auto.
—¿Recuerdas cuando me tiraste tu taza de café y me dejaste con quemaduras de primer grado?—pregunto sonriente Kassandra, extendiendo una mano a Lyla.
—Te dije que lo sentía.—recordó Lyla, empezando a jugar con las llaves de su auto frente a su amiga. Kassandra no dejaba de sonreír en ningún momento y eso la obligó a ceder.—Esta bien, pero yo voy.
—Perfecto.—acepto Kassandra y, con un rápido movimiento, le quitó a Lyla las llaves.
Kassandra se subió al auto, se sentó en el asiento del piloto y encendido el motor ante la mirada atónita de Lyla.
—Ni lo creas.
—¿Vienes o no?—pregunto Kassandra, un poco impaciente.—Mi gente está desesperada por irse, Jessica se muere por probar su nuevo traje de baño.
—¿Por lo menos sabes conducir?
—¿Vienes o no?—repitió Kassandra, mientras una sonrisa malévola se formaba en su rostro.—No tengo todo el tiempo del mundo, avanza.
Su amiga trago saliva, dándose cachetadas internas por la idiotez que acababa de hacer, ¿quien le da un auto recién salido de fábrica a una niña que bien podría conducirlas a una muerte segura? Pero era su auto, y el chofer siempre muere con el auto... Que sea lo que Dios quiera.
—Y que la virgen de la santa papaya nos acompañe...—murmuró Lyla, minutos después cuando por fin reunió el valor necesario para ocupar el puesto de copiloto de su auto.
Kassandra las condujo hasta la casa de Jessica (no sin antes haber amenazado con estrellarse unas diez veces), donde estaba ella, junto a Rachelle, Richard, Daniel y Carolina los esperaban para subir al auto e irse a la playa.
No era la primera vez en la que Kassandra conducía un auto, ya lo había hecho antes junto a su hermano mayor cuando sus padres salían a alguna fiesta o reunión, sacaban a escondidas el auto de su padre sin su permiso, así que no era toda una novata conduciendo...
—¡Cuidado!—exclamó Richard, tomando el volante y haciéndolo girar rápidamente.
Oh vamos, Richard eres un miedoso...
—¡Estúpido!—gritó Kassandra, sacándole el dedo de en medio al señor que casi había atropellado.—¡La próxima vez si te pasare el auto...!
—¡Kassandra!—le regaño Lyla, ahora era ella la que movía el volante y evitaba que su auto se estrelle con un camión.
—Solo ha sido un camión...—murmuró Kassandra, restándole importancia.
En los asientos traseros estaban sus demás amigos, luciendo aterrorizados y encomendando sus almas pecadoras a Dios.
Pero vamos, estaban siendo unos exagerados, no es que estrellarse o caer en un precipicio fuera una posibilidad con Kassandra al volante, después de todo ella era una experta jugadora de Gran Turismo, ¡ya podía mantener a su auto en la carretera sin estrellarlo más de cincuenta veces! La chica conducía de una forma que hasta Toreto envidiaría...
Cuando al fin llegaron a la playa, todos se bajaron y se arrodillaron en la arena, haciendo reverencias al cielo.
—¡Gracias Señor!—gritan todos a coro, ante la mirada perpleja de las decenas de personas que se encontraban allí.
Si no hubiera gente mirando, hace un buen rato que Kassandra les habría pasado el auto por la cabeza, pero asesinar a sus amigos por ser unas gallinas miedosas era ilegal según las leyes de su país y ella no quería pasar los mejores años de su vida en una celda... aunque, era menor de edad así que le darían una pena menor...
—Levántense, imbéciles.—ordenó Kassandra, bajando del auto y amenazando con patearles arena en la cara si no la obedecían.
Pero ellos la ignoraron olímpicamente y siguieron haciendo reverencias al cielo. Era en momentos como esos en lo que deseaba más que nada que cayera un rayo y los mate a todos, pero así no parecía funcionar la madre naturaleza.
Sus amigos eran unos imbéciles, pero eran sus amigos y no podía hacer nada para cambiarlos, por más cobardes y asustadizos que fueran. Eran de las pocas personas elegidas por Dios que la soportaban y no había muchas personas en el mundo poseedoras de tanta paciencia.
—¿Es que vas a estar así todo el día?—preguntó Carolina, acercándose al lugar donde estaba Kassandra y mirándola con el entrecejo fruncido.
Ya habían pasado un par de horas, sus amigos al fin terminaron de hacer el ridículo en público y se habían levantado para buscar un lugar donde pasar la mañana. Pero Kassandra aun estaba un poco molesta y algo avergonzada, porque siempre que alguien pasaba frente a ella y sus amigos se les quedaba mirando y se reía sin pudor alguno. Así que opto por quedarse sentada frente al mar, dejando que las olas mojen sus pies mientras planeaba la mejor manera de esconder siete cadáveres sin ser descubierta. Ah sí, puede que se estén preguntando cómo entraron ocho personas en un pequeño auto, bueno, Kassandra es una maestra jugando tetris...
—¿Es que ahora no puedo sentarme tranquilamente a observar el suave movimiento de las olas mientras la brisa marina acaricia mi cabello con ternura y lo hace ver más perfecto de lo que ya es? Pero claro, tenías que llegar tú con tu cara de culo a arruinarme el día, ahora tendré pesadillas—contraataco Kassandra, sacándole la lengua a su amiga, que empezaba a enrojecer de furia.—¿Has notado lo lindo que está el mar?
Carolina no pudo reaccionar y antes de se diera cuenta de lo que iba a pasar, Kassandra la había empujado en el preciso momento en el que una ola se estrellaba contra la orilla del mar, la chica había caído de cara contra la arena y había sido bañada de pies a cabeza.
—¡Te amo!—fue lo último que dijo Kassandra antes de salir corriendo.
En la vida Carolina hubiera podido atraparla, porque era una enana de piernas cortas que detestaba correr y Kassandra era todo lo contrario, pero igual, ella no iba a arriesgarse sabiendo lo agresiva que resultaba el pequeño aborto de minion.
Ver las caras aterrorizadas de tres niños corriendo aterrorizados por haber encontrado una mano enterrada en el lugar donde ellos hacían su castillo de arena producía una gran satisfacción en Kassandra porque ver a niños asustados era, simplemente, su pasatiempo favorito. Claro que la satisfacción se multiplicaba cuando era ella la causa, pero se daba el lujo de disfrutar sus caritas nerviosas así no hubiera tenido nada que ver con ello.
Camino un buen rato, con una gran sonrisa dibujada en su rostro, sabiendo que ahora tendría que andarse con cuidado si no quería amanecer con una anaconda en el pecho o encontrar algún purgante en su comida, si, así de vengativa era Carolina. Kassandra recordó con nostalgia la primera vez que fue víctima del descontento de su amiga: Tercer Año de primaria, cuando Kassandra y Daniel se comían la lonchera de la niña nueva, Carolina, que, para descubrir al ladrón, había puesto purgante en la comida y, gracias a eso, ambos amigos no habían dejado de ir al baño por tres días. Esas eran las circunstancias por las cuales los tres se habían conocido y ahora, varios años después, eran grandes amigos.
Estaba tan distraída que no vio a un grupo de chicos acercarse corriendo hacia ella, con celular en mano y gritando de emoción. Lo primero que se le paso por la cabeza fue huir de sus nuevos admiradores, que tal vez la seguían para conseguir una foto con ella, pero luego se fijó bien en ellos. Tenía una vaga idea de lo que seguían...
Kassandra se dio la vuelta y, misma transformación de los Power Rangers, mágicamente estuvo vestida de maestra pokemon, saco su celular y fue a atrapar al Squirtle que había aparecido, empujando a todos los que se metían en su camino.
—Adivinen quien tiene un Squirtle nuevo.—dijo Kassandra, apareciendo muy sonriente frente a sus amigos, ignorando los rasguños que tenía en el cuerpo.
—¿De verdad? ¿Lo acabas de conseguir?— preguntó Daniel—¡Siempre quise uno!
—Sí, se lo quite a un grupo de fans, como siempre, fui más rápida que ellos—contesto ella con aires de grandeza.
—¡Genial! ¿Dónde crees que encuentre otro de esos?
—Tendrás que meterte en el mar, lo más lejos que puedas llegar, luchar contra tiburones, calamares gigantes y millones de las criaturas más peligrosas que pueden existir en el agua, monstruos, de grandes dientes y con sed de sangre...—respondió Rachelle, con tono tétrico, como si estuviera contando una historia de terror. Le guiño un ojo a Kassandra, que se estaba mordiendo el labio para no reírse de la cara que había puesto Daniel.
El chico empezó a temblar mientras los escalofríos recorrían su cuerpo, se puso pálido y con apenas un hilo de voz, alcanzo a decir:
—No, creo que ya ca-cambie de opinión, mejor lo busco en u-una tina del ba-baño...
—Miedoso—dijo Kassandra, con una sonrisa.
—¡No, claro que no! ¡No soy un miedoso!—se defendió él.
—Ya, ya, dejen de discutir...—intervino Lyla.
—No seas aburrida, deja que se peleen, la última vez ganamos diez mil visitas con el baile de Richard borracho—dijo Jessica, sacando su celular—A ver si con esta súper pelea llegamos al millón, por lo menos. ¿A quién apoyas, Caro?
Carolina, que aun tenia arena la nariz, no dudo en responder.
—A Daniel, obviamente.
—Yo pensé que ya habías borrado ese video...—le dijo Richard a Jessica, pero la chica fingió sordera.
—Pensé que eras más inteligente—Rachelle miro a su amigo, el mismo que tenía las mejores notas en toda la clase, el sabelotodo que exponía sus conocimientos aunque nadie se lo pidiera realmente, sorprendida.—¿Te crees que está va a borrar ese video? Se puede usar para chantajearte en clases, para que pases las tareas y te dejes copiar en los exámenes. —Dijo, luego saco su celular—Aunque bueno, eso es lo que yo pienso hacer.
Richard nunca imagino que sus amigos podían ser tan astutos, hasta que comprobó que todos ellos tenían una copia de aquel video que quería borrar de su mente. Y no era para menos, si había bailado junto al muñeco de Año Viejo, luego empezado a desvestirse y termino haciendo un striptease frente a sus amigos.
Pasaron los minutos y los ánimos se calmaron, Daniel y Kassandra estaban como siempre (tirándoles pequeñas piedras a los desprevenidos veraneantes y luego fingiendo inocencia), Rachelle ayudaba a Lyla a hacer un castillo de arena, que se llevó el mar con una ola bastante fuerte que revolcó a muchas personas (Richard tuvo que coger de los cabellos a Carolina para que no se la lleve la ola), y Jessica consiguió el número de unos cinco chicos.
Esas eran las mejores tardes de todas, en las que los chicos estaban reunidos en cualquier lugar (el escenario no es que les importara mucho), relajados y alegres, riéndose y jugándose bromas entre ellos, haciendo cualquier tontería que se les cruzase por la mente. Eran sus últimas vacaciones escolares, estaban decididos a disfrutarlas al máximo, ya el año que venía, les tocaría lidiar con las miles de responsabilidades que conllevaba el hecho de hacerse mayor, pero ese año no, ese año podían disfrutarlo, no, tenían la obligación de disfrutarlo al máximo.
Al parecer, sus padres habían entendido que pronto ya no les quedaría mucho tiempo para divertirse, así que entregaban los permisos con facilidad, sin pensarlo dos veces, confiando en ellos.
Los primeros días de Enero los habían pasado en la playa, las siguientes tardes viendo películas o jugando algún juego de mesa en la casa de quien la tuviera libre (la preferida de todos, era la Daniel, que tenía la cocina llena de dulces, los mismos que el chico ya estaba cansado de comer y entregaba sin miramientos a sus amigos, que los aceptaban gustosos). Algunas noches iban al cine, para ver los estrenos de películas, las mismas que ya llevaban bastante tiempo esperando y que difícilmente encontrarían con buena calidad en alguna página de internet, al menos por el momento...
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