Capitulo 26: Pobre Danny y pobre baño.
Kassandra le tiró la mochila a Jessica, que la atrapó antes de que le diera en la cara. Iba a reclamarle por eso a su amiga, pero antes de que pudiera abrir la boca, Kassandra ya se había ido corriendo, siguiendo a Daniel.
Menudo regalo de cumpleaños le iban a dar si lo atrapaban.
Daniel sabía que corría un gran peligro si se dejaba atrapar por sus amigos, porque suponía que ellos hasta tierra le tirarían si era posible. Eso sin mencionar los correazos y golpes por cada año cumplido. Sí, qué feliz cumpleaños.
—¡Lo tengo!—gritó alegre Richard, cuando alcanzó a sujetar la mano de su amigo, que lo miraba con terror, como pidiendo auxilio y que no lo entregue.
—Por la amistad...—suplico Daniel, en un susurro apenas audible.
Nada, ni siquiera así consiguió que Richard sea su cómplice y lo ayude a escapar. Con amigos como esos, ¿para qué necesita uno enemigos?
—Feliz cumpleaños, Danny—dijo Kassandra, con una enorme sonrisa en el rostro, acercándose a su amigo con un huevo en la mano. Daniel no necesitaba ser un genio para saber lo que pasaría después.—No sabes cuanto me duele hacer esto.
Reventó el huevo con todas sus fuerzas en la cabeza de su mejor amigo, disfrutando cada segundo.
Tal vez Marzo no era el mejor momento para nacer, por obvias razones: tus amigos te esperaban afuera del colegio para darte sus nada agradables regalo de cumpleaños. Lo clásico: empezaban matandote las últimas neuronas funcionales a huevazos o lepes (aunque a veces los condenados no lo hacían con las palmas, si no con los puños, en ese momento se demostraba que tan bien le caías a los demás) y terminaban agarrandote a correazos, todos, sin excepción.
Todos los meses se veían ese tipo de escenas, todos sin excepción. Y es que, ya de por sí, era una tarea casi imposible escapar de más de veinte personas, ahora si le sumamos que corres cargando una pesada mochila... pues si, como que ya tenías tus golpes asegurados. Pero eso sí, mantén el cuerpo relajado, porque si lo tensas el dolor es mil veces peor.
—Mamááá... ¿Cómo es posible que alimentes a los que le hicieron esto a tu hijo, tu único hijo?—le preguntó Daniel a Nora, con gesto de dolido, mientras se secaba el cabello con la toalla.
—Danny, aún apestas...—murmuró Landra a su amigo, arrugando la nariz.
El chico no espero una segunda opinión y salió disparado hacia el baño, para ducharse por tercera vez en la noche. ¿Porque? Bueno, resulta que los huevos que le lanzaron estaban un poco pasados y emitían un olor algo fétido, si lo hicieron a proposito o no, es un misterio.
Veinte minutos y treinta pasadas de jabón después, Daniel al fin salió, oliendose el cuerpo y asegurándose de no apestar, como lo hacía hace solo unos momentos.
—Genial, ¡huelo demasiado bien! ¡Creo que me bañe para todo el año!—exclamó alegre el chico.
—No seas asqueroso...—dijo Rachelle—Con este calor, ¿como no vas a querer bañarte?
Sentada en uno de los muebles, Kassandra solo atino a llevarse el vaso de gaseosa a los labios, intentando disimular una sonrisa. Ella lo sabía todo sobre Daniel, eran amigos desde muy enanos, así que ella lo conocía demasiado bien y había sido testigo de todas las veces que, por mas sucio que el chico estaba, se negaba a bañarse.
La madre Daniel negó con la cabeza y salió de la sala, dejándola toda para Daniel y sus amigos.
—¿Y a qué horas llega la torta? Tengo hambre.—Jessica se recostó al lado de Richard, que revisaba su celular sin muchos ánimos.
—¿Tú también? ¿Tú también?—preguntó Kassandra a su amiga, fingiendo asombro—¿Tú también te quieres pasar al otro lado? ¡Eres una mala influencia para el grupo!—añadió, mirando a Carolina.
La nombrada solo atino a sacarle el dedo medio a Kassandra y siguió, como si nada, su conversación con Sebastián. Esos dos eran el uno para el otro cuando hablar de cosas aburridas se trataba.
—No me referia a eso, tarada, ¡la torta de comer!—explicó Jessica, con un tic en el ojo izquierdo.
—¿Y Caro no se come, acaso? ¡Solo mirala!—Kassandra señaló con ambos brazos a Carolina—¿No te resulta deseable? Tan pequeña como un minion, mira su cabello y ojos color caca, tan plana como una tabla de surfear, ¡es la Taylor Swift latina! Oh, por la Virgen, espero no me escuche o me cobrará por decir su nombre...
Jessica negó con la cabeza y siguió mirando el celular de Richard, decidida a no volver a intercambiar palabra con su amiga por el resto de la noche.
—Acusarian a Jessica de pedofilia si la vieran saliendo con Caro...—susurró Rachelle, en la oreja de Kassandra.
—Verdad, verdad que sí—sonrió Kassandra, asintiendo con la cabeza repetidas veces.
—Oigan chicos, ¿y mis regalos?—preguntó Daniel, cruzándose de brazos y pasando la mirada a cada uno de sus amigos.—Si no los han traído no van a comer—advirtió.
Se miraron entre sí. Para Daniel no fue necesario escuchar de sus bocas que no trajeron nada, ya lo sabia solo con mirarlos a los ojos, bueno, casi todos. Los buenos amigos que se acordaban de tu cumpleaños y te traen un presente aún existen.
Kassandra abrió su mochila y de ella sacó una caja, mal envuelta con papel de regalo de ositos, se lo lanzó a su amigo por encima de la cabeza de Rachelle. Él la cogió sin hacer mucho esfuerzo (ventajas de ser el arquero estrella del colegio) y la abrió con una enorme sonrisa, ya tenía una idea de lo que había dentro.
—¡Te amo!—gritó Daniel, sacando los nuevos audífonos rojos que su amiga le había obsequiado.
—Ese no era ningún secreto, cariño—contestó Kassandra, con fingida dulzura.
Para muchas personas, ellos dos no eran nada más que la pareja perfecta, porque siempre había estado juntos, ambos se entendían con apenas unas miradas y se conocían a la perfección, además los dos estaban guapísimos y encajaban exactamente, ¡sus propios padres ya habían dado su consentimiento! Podían ser la pareja más envidiada de la secundaria con facilidad.
Pero no.
No les mentire, esa idea se les pasó más de una vez por la cabeza y tal vez lo hablaron y lo intentaron (cosa de la que nadie se enteró), pero al final se dieron cuenta que sí, se amaban, pero de la misma manera que Kassandra amaba a Michael, como hermanos.
El timbre sonó y Daniel corrió a abrir la puerta, al fin, la ansiada comida había llegado.
—¡Papá!—saludo y de inmediato se echó a un lado para dejar que Walter, su padre, entraba con una caja en las manos y muchas bolsas colgadas del brazo.
La comida.
Cuando Walter dejo todos los paquetes que traía en la mesa, todos los demás se lanzaron como lobos hambrientos, intentando robar algunas papas fritas. Pero en ese momento, y para frustrar sus planes, llegó Nora y alejo a todos los animales hambrientos a punta de sartenazos, no tuvo ningún reparo en hundirle el cerebro a su hijo, que intentó comerse un poco del dulce de su pastel. Mamá uno, hijo y amigos, cero.
No hubo una super fiesta con música a todo volumen y botellas volando por toda la pista de baile, solo se quedo en casa junto a sus padres y amigos, comiendo pollo a la brasa y pastel de chocolate, viendo Lusers en la televisión. Y eso, al menos para Daniel, fue mejor que cualquier fiesta.
El día siguiente, el estómago de Kassandra la despertó a las cuatro de la mañana, para mandarla directo al baño. Estuvo así por horas, sin poder volver a conciliar el sueño.
Ella sospechaba que todo era producto de las cremas que había comido ayer con el pollo, su madre también opinaba lo mismo.
—Es que tu sabes que no puedes comer cosas así de noche, sabes que te caen mal...—repetía Liliana una y otra vez.
—¿No puedes hacer... nada?—preguntó Kassandra, con un hilo de voz, sentándose en uno de los escalones de la escalera.
—Dejalo todo salir y no vayas al colegio, luego justificare tu inasistencia. Adiós.—Le planto un beso en la mejilla a su hija y salió de la casa, cerrando la puerta con suavidad.
Su padre ya se había ido, él era el primero en ir a trabajar. Angie llegaría en unas horas más.
Tenía hambre, su estómago estaba vacío, pero ella no quería arriesgarse a darle a su cuerpo una excusa para correr al baño. Con las fuerzas que le quedaban, se arrastró a la sala, pues no creyó que sus piernas resistieron subir las escaleras, y se echó en uno de los muebles, esperando con todo su ser, quedarse dormida.
***
—Gamin Leyva—llamó Gianella, sin levantar la mirada de la lista de alumnos, esperando que la nombrada conteste. Ya no tenía el ánimo asesino de la otra vez, ahora estaba como siempre.
Fue Daniel el que hablo.
—No ha venido, profesora, le dio un derrame...
Gianella levantó la vista de sus hojas y miró a Daniel con los ojos como platos, evidentemente preocupada por esa respuesta. Abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera emitir ningún sonido, Jessica se apresuró a añadir.
—Cacal, profesora, le dio un derrame cacal.
Todo el salón explotó en carcajadas, Gianella anotó algo en su lista y siguió llamando a sus alumnos, pero esta vez, con una sonrisa en el rostro.
Muchos de los profesores pensaban que cuando en Quinto 'B' faltaba Kassandra, ese sería un día tranquilo, lleno de paz, pero se equivocaron. Ellos no necesitaban tener a Kassandra para incendiar el aula o mancharse la cara y uniforme con pinturas en clase de Arte.
Castigaron a toda el aula, sin excepción alguna. Les dijeron que, si querían entrar mañana al colegio, debían traer a sus padres.
—Ya, ya, ¿y ella que les dijo?—preguntó Kassandra.
—Se puso como loca, fue muy gracioso en realidad...—admitió Carolina, del otro lado de la línea—Pero mamá va a matarme, ¡y yo no tuve nada que ver!
—Sí, sí, te creo, no tuviste nada que ver.
El sarcasmo con que Kassandra dijo eso se notaba a kilómetros.
—¡Te lo digo en serio!—se defendió Carolina—Mira... ya me están llamando a comer, te hablo más tarde... si sigo viva.
Su madre había llamado a una de sus amigas en el colegio, para informar sobre la falta de su hija por temas de salud y fue ahí cuando se enteró lo que el salón de Kassandra había hecho en las horas de clases. Luego se lo contó a su hija, repitiendo que ella tenía una especie de ángel guardián que la protegía, porque sí que se había salvado de un buen castigo.
Andrés, por su parte, se reía de las imágenes que su hija le mostraba, las mismas que presentaban a todos sus amigos pintados de todos los colores. Esas que habían enviado al grupo de Whatsapp de aula y ya estaban circulando por las redes sociales. Liliana los miraba con desaprobación.
—¿Y ya estas mejor?—preguntó, mientras se sentaba en la mesa.
—Si, lo deje todo salir.
Vale, tal vez esa era mas información de la deseada.
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