Capitulo 14: Llegamos...
Ella por nada del mundo dejaría a Kassandra sola allá afuera, no abandonaría a su amiga por ninguna razón, ¿que Kassandra podía ser irritable?, sí, sí podía, también podía ser molesta, sangrona, estúpida, irresponsable, burlona y todo lo que quieran, pero era su amiga y no la dejaría sola arriesgándose a que algo malo le pasara.
Aprovecho que Rafael estaba distraído para pellizcarle una tetilla y salir corriendo, mientras su primo gritaba como niña tirado en el suelo de tierra.
Corrió lo más rápido que pudo, mirando atrás unas cuantas veces para asegurarse que nadie la siguiera, aunque eso no era necesario de todos modos porque a ninguno de sus amigos se les pasó por la cabeza arrastrarla con ellos otra vez.
Se detuvo unos minutos después y se apoyó en la pared de una vieja casa para descansar, esperando que su respiración vuelva a la normalidad para poder buscar a Kassandra y regresar con todos, asi no quiera, la jalaria de las mechas si fuera necesario.
Para su sorpresa no tuvo que buscarla por mucho tiempo, pues estaba mirándola desde una banca, toda trompuda.
—Hola—dijo Rachelle, sentándose al lado de su amiga.
Por su expresión se notaba que estaba molesta y, sinceramente, no le hubiera importado que empiece a gritarla o golpearla justo ahora, es más, la hubiera entendido.
Pero para su sorpresa abrió los labios.
—No se como sentirme—soltó Kassandra sin dirigirle la mirada a Rachelle—¿En verdad él cree que sólo causó problemas?—aún no se atrevía a decir el nombre de Richard en voz alta.
—Por favor no le hagas caso a Richard, sólo está nervioso, así como lo estamos todos, y si dijo todo eso, es porque no sabe lo que dice en estos momentos. Todos queremos encontrar a los demás, pero tenemos que buscar pistas, ya sabes, tipo película de suspenso, y no podemos estar separados en este momento, se que duele que te culpen de cosas así, pero tú no tienes nada que ver, tú no lo ocasionaste.
Rachelle espero que eso fuera suficiente para convencer a Kassandra de que ella no era la culpable de todo lo malo que les pasaba en ese momento.
—Soy un fastidio.
—Bueno, si quieres sinceridad, la verdad es que a veces eres muy problemática, te peleas con todos sin tener un porque, pero me gusta eso, nunca te dejas de los demás dices lo que piensas y sientes sin miedo a lo que todos piensen, y más que un defecto para mí eso es un privilegio, el no pensar en lo que digan todos.—aseguró Rachelle—Honestamente, no me imagino que hubieran sido mis días si nunca te hubiera conocido, no sería ni la mitad de lo que soy ahora. Eres genial… y gracias por haberte metido en mi vida, en serio.
Eso había sonado demasiado meloso, ¡ella no era así! ¿Desde cuando estar cerca de Jessica era contagioso?
Rachelle miro para todos lados, rogando que nadie haya escuchado eso.
—Que gay.
—Cállate.—murmuró Rachelle, un tanto avergonzada.
Al ver la reacción de su amiga una sonrisa pícara se dibujó en el rostro de Kassandra.
—¿Quieres besarme ahora?
—Ni ahora ni en un millón de años—Rachelle se levantó de la banca y miró a Kassandra—Vamos a buscar a los demás.
****
—...ellos nos contaban esas historias sobre la mansión Kepler, pero creeme que nunca pensé que fueran reales y solo lo hacían para que no los molestaremos más. Digo, la familia Kepler ha estado aquí por años, son raros… pero nunca creí lo de locos psicópatas—decía Rachelle, mientras ella y Kassandra volvían por sus pasos, esperando encontrar a sus amigos.
Pero no había ni el mínimo rastro de ellos, el lugar en el que habían estado antes estaba vacío, ellos se habían ido. Caminaron un poco mas hacia todos lados con la mínima esperanza de encontrarlos. Después de unos minutos se dieron cuenta de que no estaban ahí, ni siquiera estaban cerca, lo que les hizo entrar en pánico. En esas circunstancias, por muy hijos de la mierda que fueran, no serían capaces de hacer una broma así.
—Algo le pasó.—murmuró Kassandra, completamente segura.
—¿Tú crees?—Rachelle tragó saliva, demasiado asustada ante la idea de sus amigos siendo llevados por el loco psicópata.
—Sí, sí no ya hubieran aparecido.
—Tal vez fueron a buscar...
La frase se quedó a medias por el estruendoso golpe de una botella de vidrio estrellándose en una de las paredes detrás de las chicas. Saltaron unos cuantos metros por el repentino sonido, luego, al ver que no había ningún loco con cuchillo cerca, se acercaron a ver y se dieron cuenta de que entre los pedazos de la botella rota había una nota. Kassandra la recogió del suelo y la leyó en voz alta.
El plan está saliendo mejor de lo que esperaba, tenía en mente de que fueran cuatro gallinas las que tuvieran la tarea de buscar a sus amigos, pero para mi fortuna son dos indefensas y ridículas niñas, y una de ellas no sabe más que crear más problemas. Ya no necesito escribir más, saben dónde buscar a sus amigos y las cosas malas que suceden… así es que adelante, espero verlas pronto, mis niñas.
Besos.
Cuando terminó de hablar, sintió que un escalofrio recorria cada centímetro de su espectacular y estilizada figura. Ahora Mister Kepler los tenía a todos y solo quedaban ella con Rachelle, ellas dos tendrían que buscar lo que quedara de sus amigos en la tenebrosa mansión Kepler o morirían en el intento. Viéndolo desde el punto realista y sumandole a eso su nula preparación con temas de secuestro o apariciones demoníacas, las probabilidades de no ser comida de algún bicho raro eran muy, muy bajas…a mil kilómetros bajo tierra, en el subsuelo.
Pero ese no era el momento de acobardarse, era la hora de ser valiente y no orinar los pantalones.
—¿Alguna vez tu padre menciono donde quedaba la dichosa mansión?
—Y que lo digas.—contestó Rachelle, buscando algo en sus bolsillos con desesperación. Al final, suspiró débilmente y saco su celular—No hay señal.
Eso no sorprendió para nada a Kassandra, pues horas antes ella había intentado publicar ‘’Secuestrados, ¿Jessica estará bien?’’ en sus redes sociales.
—¿Querías llamar a Batman o a los Cazafantasmas?
Después de todo, encontrar la mansión no había sido tan difícil como ellas lo habían pensado, en realidad, alguien se había encargado de indicarles el camino con carteles, señales, escritos en las paredes… en fin, innumerables cosas para que dieran con ella. Kassandra suponía que Mister Kepler se había aburrido de esperarlos, o presentía que los diminutos cerebros de esos niños no darían con la mansión ni aunque caminaran en círculos cien veces alrededor de ella.
Sean cual sean sus razones, todo parecía indicar que él se estaba aburriendo y quería terminar el juego de una vez, ya no estaba dispuesto a esperar más porque alguien se digne a salvar a sus nuevos prisioneros, ¿y eso era bueno o malo?
—Entremos.
Rachelle empujo la reja oxidada que les impedía la entrada a la mansión con todas sus fuerzas, esta se abrió con un sonido demasiado agudo.
—¿Porque tanta prisa?—pregunto Kassandra, despreocupada.—Si es cierto que van a ser comida de pantera yo no estaría tan preocupada por ellos, si no por Mitzy. ¿Y si el viejo loco nos obliga a pagarle el veterinario? ¡No tengo dinero!
—Entonces te prostituire para pagar el médico.—respondió Rachelle, jalandola del brazo y llevándola hacia las enormes puertas de madera oscura de la imponente y antigua mansión Kepler.
Ambas, Kassandra y Rachelle, entraron a la enorme mansión después de haber cruzado el tenebroso jardín casi corriendo porque habian sentido que alguien -o algo- las seguía.
Entraron con extrema facilidad pues las puertas de madera antigua estaban abiertas de par en par, esperando su llegada y, ¿esa era una buena o mala señal?
—¿Nos separamos?—preguntó Kassandra a su amiga.—Así los encontremos más rápido.
—¿No ves peliculas de terror?—Rachelle la miró con recelo—¡Cuando los incautos se separan, el fantasma empieza a matarlos uno por uno!—terminó, con un grito que hizo eco en todo el pasillo.
Por alguna extraña razón la mansión dio un pequeño temblor y de las paredes cayo polvo mezclado con telarañas y restos fósiles de insectos, el cadáver de una cucaracha terminó en la cabeza de Rachelle, que soltó un grito que bien se pudo escuchar hasta Inglaterra, mientras Kassandra se partía de risa por su cara de terror.
—Cierra la boca, mejor vayamos por los demás.—dijo Rachelle, respirando hondo y avanzando decidida.
—Tranquila, ya te pareces a Carolina.
Para su suerte si contaba con luz eléctrica y incluso tenían señal de WiFi. Cuando Kassandra cayó en la cuenta de ese detalle de inmediato entró a sus redes sociales y en primera plana le salio una foto de sus amigos, sonriendo. Su última conexión había sido hace una hora.
—Creo que ellos están bien—dijo Kassandra, mostrándole el celular a su amiga.
A Rachelle casi se le caía la quijada al suelo.
—¡Míralos bien, ciega! ¡Mira sus ojos! ¿No ves como suplican por ayuda?—preguntó Rachelle, cogiendo por el cuello del abrigo a Kassandra y mirándola fijamente, ya parecía poseída.
Kassandra le iba a responder, pero Rachelle la mandó a callar cuando escucharon a alguien hablar cerca de allí.
—… esto no va a funcionar si eres demasiado posesivo, Adam, además, tienes más de cien años… lo siento, no salgo con ancianos.
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