Capitulo 12: Noche eterna

El escenario que se estaba viviendo parecía ser sacado de una película de zombies en la que la horda de zombies hambrientos se abalanzaba hacia los sanos, mientras ellos intentaban por todos los medios conservar sus cerebros poco funcionales dónde deben estar: en la cabeza y no en la sucia boca de unos asquerosos y torpes zombies.
Sólo que a ellos no los perseguía ningún muerto viviente ni nada parecido, sólo un pequeño gatito, y diganme, ¿quien le tiene miedo a un pequeño gatito? Exacto, nadie. Y menos si es una enorme e inofensiva pantera, sí, inofensiva en todos los sentidos, se le notaba que no les quería hacer daño, puesto que le sonreía mostrando sus enormes y afilados colmillos, ¡por favor! Sí se veía a mil kilómetros a la redonda que sólo les quería para charlar alegremente con ellos mientras se los comía vivos, ¿qué tan malo podría ser eso?
Parecía una muy buena y tentadora idea tirar a alguien como carnada para que lo devoraran mientras los demás escapaban Pero, ¿quién se sacrificaría por los demás? Nadie, nadie quería hacerlo y eso se confirmaba pues corrían tan rápido que Flash se veía como un completo fracasado al lado de ellos.

Es increible lo rapido que funcionan tus piernas cuando estás a punto de ser comida de un gato gigante.

Para la sorpresa de los chicos, llegaron sanos y salvos al pueblo, ¿pero se salvaron todos?

—Nunca mas... volvere a molestar... a las panteras en el Zoo... —jadeo Kassandra, cogiéndose el pecho con una mano, intentando que su respiración se regularice.—Karma...

—No había corrido tanto desde que intentaron matarnos—dijo Daniel, dejando caer su cuerpo en el suelo.

—¿Y que paso esta vez? ¿Esa cosa nos invito la cena y nos negamos porque, oh sorpresa, íbamos a ser nosotros el platillo principal?—preguntó Carolina, con un tono sarcástico.—¿Aun quieren ir a la fiesta?—nadie respondió y se lo tomó como un ''no''—Jess, lo siento, pero mayoría gana.

Carolina esperaba escuchar las súplicas de Jessica, rogandoles que la siguieran, pero no oyó su dulce voz por ningún lado. Levantó la vista para buscarla, pero no la encontró.

—¿Jessica?

No estaba, ella no estaba allí.

—Jess, está en una broma de muy mal gusto, no te hagas la graciosa.

Más silencio.

—¿Qu-que pa-pasará con noso-nosotros?—tartamudeo Daniel, muerto de miedo y aferrándose al brazo de Rachelle.

—Ana tampoco está aquí...—informó Leonardo, al mirar por todos lados y no ver a su prima.

—Ni Maria, Thomas, ¡Alex tampoco!—Carlos estaba aterrado al notar que ninguno de los nombrados estaba con ellos, que habían desaparecido como por arte de magia.

—¡Ya se los comió el gato!—gritó Kassandra, cubriéndose el rostro con las manos.

Daniel soltó un grito muy agudo, que parecía de niña, al escuchar eso y le clavó las uñas en el brazo a Rachelle, que se mordió el labio para evitar gritar; Carlos palideció de repente; las piernas de Fabrizio fallaron provocando que él caiga al suelo y Marcela empezó a temblar de pies a cabeza, abrazando a Rafael por el miedo que la consumía. Supongo que ahora ya saben porque Kassandra se tapó la cara, ¡se estaba riendo la desgraciada!

—¡No le hagan caso!—les recrimino Carolina, mirándolos a todos—Estan bien, solo tenemos que encontrarlos.

—¿Encontrarlos? ¿Encontrarlos en dónde?—preguntó Rafael.

—No lo se y no me importa como, pero tenemos que encontrar a Jessica y los demás.

—Y salir de aquí, este lugar no me da buena espina, así no era cuando lo vimos la primera vez—murmuró Richard, levantándose del suelo.—¡Levanta el culo, Daniel! ¡Morirás si sigues de miedoso!

xxx

Tétrico.

Esa era la palabra perfecta que describia el pueblo.

No era para menos, si de la noche a la mañana se había convertido en el escenario perfecto de una película de terror.

Caminaban. Nadie aparecia, las calles estaban vacías. Las puertas y ventanas de las casas estaban cerradas, al principio quisieron llamar a la puerta de alguna casa, pero tenían el presentimiento de que eso era un suicidio y desistieron.

—No hay ninguna señal de vida, ya deben ser comida de gato—dijo Kassandra, con aire despreocupado.

—¿Como le dire a mis padres que perdí a Ana?—se preguntó asustado Carlos—¡Van a matarme!

—No creo que estén de ánimos para quedarse sin hijos.

Se miraron entre ellos, bastante confundidos porque esa voz no era de ninguno de los chicos.

Era más ronca y daba algo de miedo.

Luego se escucharon unos débiles silbidos, apenas audibles y que les puso la piel de gallina a todos.

—Hola—saludo un niño, sonriendo de oreja a oreja.

Se relajaron al ver al niño.

—Hola pequeño, ¿estas perdido?—preguntó Rachelle, poniendo una mano en su cabeza queriendo revolver su cabello.

Pero un pequeño sombrero le negó las intenciones.

—No, pero creo que ustedes si.

AVE MARIA PURISIMA.

A estas alturas de la vida, mínimo Kassandra hubiera sufrido de veinte paros cardiacos y asistido a cientos de sesiones de terapia.

Rachelle retrocedió asustada, tenía una vaga idea de quién era ese niño.

—¿Están perdidos, no?—preguntó el niño con una voz extremadamente chillona.—Déjenme que les ayude a encontrar a sus amigos.

—¿Co-como sabes que bu-buscamos a nuestro a-amigos?—preguntó Victor, dando unos pasos hacia adelante, armándose de valor.

El niño solo se encogió de hombros.

—Tenemos que irnos...—dijo Carolina, jalando del brazo a Victor mientras todos los demás retrocedian con bastante lentitud.

—¿Se irán sin sus amigos?—la expresión del niño cambió, su sonrisa se borró y ahora estaba más serio.

—No... los buscaremos...

—Un buen chico nunca abandona a sus amigos cuando ellos están en problemas—razonó el niño.

—¿Es-están en problemas?

—Me temo que sí—contestó el niño y una sonrisa diabólica se dibujó en su rostro—Ya saben, las noches son peligrosas aquí, los niños ya no quieren jugar conmigo. Creo que me tienen miedo, ¿les parezco aterrador?

Antes de que cualquiera pudiera decir nada, el sonido de un gas rompió el silencio. El niño hizo una mueca de profundo asco y se tapó la nariz con una de sus manos.

—Son repugnantes—aseguró el niño, mientras tosía y con una mano intentaba alejar el olor fétido que entraba por su nariz—Vayanse al infierno, los odio.

Les dio una última mirada de profundo asco y desapareció en la oscuridad.

—¡Eres un asqueroso!—regaño Rachelle a Rafael, golpeándolo en las costillas.

—Les he salvado la vida, por si no se han dado cuenta—se defendió el chico, molesto.

Tenían que admitir que ese pedo era un héroe, un asqueroso héroe.

—Callense los dos—gruño Carolina, cogiendo la nota de papel que el niño había dejado en su huida.

Todos se acercaron para leer los jeroglíficos que estaban escritos allí, estaban seguros de que era un idioma antiguo y demoníaco, perdido por los años, tal vez si lograban descifrarlo se convertirían en los dioses del Tártaro, despertarian a todo un ejército de muertos o harian el suyo propio, controlarian la mente de las personas a su voluntad... las posibilidades eran ciertamente infinitas; pero antes de imaginarse conquistando el mundo tendrian que descifrar las palabras escritas y eso podría costarles años...

—Esta al revés, pendeja—Kassandra le dio un golpe a Carolina, que se mordió la lengua.

Carolina chasqueo la lengua y le dio la vuelta al papel.

Mis queridos y estimados chicos (o cobardes, debería decirles):
Amigos míos, sé que son unos inútiles, pero si no son tan estúpidos como me imagino, ya se habrán dado cuenta de que faltan personas en su grupito de frikis antisociales; también sé que son unos gallinas, pero si les tienen un poco de afecto a sus amigos trasero-orinado, dejen a un lado el miedo, o si no ellos se convertirán en comida para gato, (una pantera para ser más específico). Tienen poco tiempo antes de que eso suceda, así es que muevan el culo, que Mitzy está hambrienta y le he prometido un gran banquete para esta noche.
Pd. Para que vean que que no soy tan cruel, les daré una pista ya que los encuentro muy incapaces de encontrar a su gente con sus diminutos cerebros: Busquen lo que quede de sus amigos en la mansión Kepler, antes de que Mitzy los devore.
Les desearía suerte, pero no creo que la necesiten, igual nunca lo lograrán.
Y por adelantado, quiero darles las gracias por no oponerse a que alimente a mi querido felino.

Besos, Mrs. Kepler. 

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