Me he dado cuenta, hace mucho en realidad, que mi confianza tiene matices, y que cuando se trata de la humanidad, mis matices se reducen cada día.

Pero a pesar de todo aún confío; confío en mis héroes.

En quienes me han amado a pesar del tiempo y la distancia, quienes jamás me han defraudado con sus promesas.

En quienes componen y reponen, que si deben algo lo devuelven enseguida. Me encantan, porque se apuran por cumplir sus compromisos, aunque nadie les diga nada.

En quienes respetan mis espacios, porque yo respeto los suyos; quienes no me cuestionan, porque jamás los he cuestionado: que me ofrecen la misma moneda de cambio. Porque hacen lo mismo con todos.

Confío en quienes no quieren nada y dan todo lo que tienen, y para rematar, se olvidan. Son brutales, oro líquido.

Confío en quienes lloran por los demás, ayudan a cualquiera; jamás hieren a nadie. Contemplan el cansancio ajeno y ofrecen el asiento, aunque duelan las piernas. Me parten el alma.

En los que van siempre solos, por no molestar, por no estorbar; pero saben que hay un montón de seres vivos alrededor, que sufren, que necesitan amor y apoyo, y lo dan..., de forma incondicional. ¿Puedes creer eso?

Confío en quienes se enojan por el dolor de otras almas vulnerables. Que comparten su propia fortaleza para que se resguarden de la tormenta, aunque esté hecha de cristal, y protegen; luchan, jamás se rinden... Enseñan lo que es la superación personal, ¿¡dónde hay más!?

Confío en quienes no tienen miedo de morir. Quienes viven detrás de sus sueños cada puto segundo, en quienes se ponen metas y las cumplen, no las postergan, sin quejarse nunca de nada. Santo cielo... me dan esperanza.

Confío en todos estos, porque se esfuerzan por hacer del mundo un lugar mejor; porque no siembran odio, porque iluminan.

¿Y saben qué...? Tengo miedo de que se extingan.