CAPÍTULO V
Gina
Gina miró el rostro de su prometido con impaciencia. Que Edward no hubiera apreciado lo hermosa que se veía no importaba, él no era nadie para ella. Pero en cambio, Chris sí que tenía buen gusto, siempre hacía algún que otro comentario sobre lo que vestía. Seguro que su silencio aquel momento se debía a que estaba buscando la forma más romántica de halagar a su princesa...
—¿Qué demonios llevas puesto? —es lo que salió de su boca.
—¿Perdón? —respondió Gina extrañada, ya que pensó que no había escuchado bien.
—¿Qué haces llevando ese vestido? Por favor Gina, eres una princesa. Deberías ir más elegante no tan...
—¿No tan... qué?
—Tú sabes a lo que me refiero. Apuesto a que ni siquiera llevas cancán. Y el corsé no se ve demasiado ajustado... ¿Es que Emy no estaba para atenderte o qué?
Gina recordó que fue Christian quien recomendó a Emy para ser su sirvienta. Dijo que ella era alguien con mucho gusto. Pero a Gina sí le gustaba aquel vestido, ella sí se veía bonita...
Quizás no tengas buen gusto.
¿Había sido mala idea confiar en Beatriz? ¿Qué había de malo en la ropa que había elegido?
—¿No crees que me veo bien? Como... una noche estrellada. —Gina bajó la mirada hacia su falda, muerta de vergüenza.
—¿Qué tendrán que ver las estrellas con la ropa...? —dijo Christian suspirando —Mañana quiero que ese vestido desaparezca.
Gina se sentía abochornada, no había causado la impresión que esperó... Y Christian se dio cuenta del cambio de actitud de Gina por lo que, sujetando delicadamente la barbilla de la princesa, añadió con un tono más suave: —Pastelito, esa ropa hace que parezcas una cualquiera. Hazme caso, te ves muchísimo mejor en los vestidos que sueles llevar. Los volantes y encajes son lo que deberías llevar una princesa.
Gina, sintiendo aquello como un gesto de cariño, asintió en silencio. Christian se preocupaba por su imagen. Tenía razón: la princesa no podía vestir como alguien cualquiera.
—Gracias por las rosas —susurró.
—Un mero detalle. Y bien, ¿has tenido noticias sobre el asesino? ¿ese guardaespaldas tuyo va a quedarse mucho más?
—Hasta que padre no lo vea adecuado, supongo que seguirá conmigo —contestó Gina fríamente, al recordar su última interacción con Edward. —¿No podemos cambiar de tema? Hablemos sobre nosotros.
—¿Nosotros? Hasta que ese guardia no desaparezca, no tenemos demasiado para hablar. Quizás con un poco de suerte la próxima víctima sea él...
—¡Christian! ¡No digas eso! —exclamó Gina, nerviosa.
—Tú no debes decirme lo que puedo decir o no. Además ¿a ti qué te importa? ¿Acaso ahora aprecias más a un guardaespaldas que a mí, tu futuro marido? ¡¿Si la víctima fuese yo no te importaría?!
Christian había ido aumentando el tono a medida que hablaba a uno más amenazante, además estaba muy cerca de Gina y le había agarrado de la muñeca, obligándola a prestarle atención. Gina sentía su agarre, cada vez más fuerte. No sabía cómo podría controlar la situación.
—Claro que me importaría si alguien tratase de hacerte daño... No deseo eso, solo quiero que seas feliz. Yo...
—¡Eres tú la que me hace daño!. Pasando tiempo junto a otro hombre no me haces feliz. Gina ¿No lo logras comprender? ¡Ni siquiera has sido capaz de decir que me quieres una sola vez! ¿A qué estás esperando? ¿a decírselo a él? —el agarre hacía mucha presión.
—¡No! Yo a él le odio, Chris. No tienes que dudar de mí... Por favor. ¿Alguna vez te he dado motivos para que pienses que no te quiero?
—Entonces, dímelo de una maldita vez. No es tan difícil. Solo dilo.
Dilo.
Dilo.
Dilo.
—Yo... Christian... —la muñeca le dolía. Christian apretaba muy fuerte. —Yo...
"No puedo".
Gina no sabía por qué. ¡Solo eran dos palabras! Pero para ella significaban tanto... En todas las historias que había leído, un te quiero era algo tan especial, que Gina sentía que no podía desaprovecharlo.
Que tenía que sentirlo para ser capaz de decirlo.
Christian, casi leyéndole el pensamiento, soltó bruscamente la muñeca de Gina y se incorporó. Miró con decepción y desagrado a su prometida, y se marchó sin una palabra, dejando a Gina de nuevo al borde de las lágrimas.
Gina se tumbó sobre el césped, mirando al cielo. Ya había anochecido, y las primeras estrellas se comenzaban a dejar ver. Tan brillantes, tan perfectas...
"Desearía ser una estrella" —susurró Gina mientras, acariciada por la brisa nocturna, sintió cómo una lágrima resbalaba por su mejilla. Se obligó a sí misma a no llorar, o se le estropearía el maquillaje, y luego para cambiar de tema, se arropó con su capa mientras daba gracias por tenerla para cubrirse. Aunque, pensándolo mejor, si ese vestido tuviera mangas, al igual que los que Emy solía escoger, no necesitaría tener esa capa.
Christian tenía razón, ese vestido no era adecuado.
Pero ella se veía tan bonita...
No supo cuánto tiempo pasó ahí sola, contemplando el cielo, pero de pronto, escuchó cómo unos pasos se acercaban hacia ella.
—Vuelve a estar sola. Debería avisarme, princesa.
Esa voz... Gina sintió ganas de abrazar a Edward en cuanto le vio ahí parado, mirándola. Pero no exteriorizó nada. Solo le dirigió una mirada distante, pues no quería tratos con él.
Suficiente había tenido ya, no quería enfadar más a Christian.
—Parece que no está muy habladora... —suspiró Edward resignado.
Gina creyó que se iría. Que la dejaría sola. Y por un lado pensó que merecía aquello, pero por el otro le dio miedo que se fuera. Y ella no entendía por qué: hablar con Edward sólo la había metido en problemas con Christian, además, aquel general ni siquiera le caía bien... Pero se sentía cómoda a su alrededor, por mucho que de vez en cuando sintiera un aleteo en su estómago. Pero entonces ¿por qué se había mostrado él tan cortante hacía un rato? ¿Quizás tampoco estaba conforme con entablar amistad con ella? ¿Había hecho Gina algo para molestarlo...?
—Lo siento.
El torrente de pensamientos que se había desatado en la mente de Gina cesó al instante en el que escuchó aquellas palabras.
¿Una disculpa?
¿Edward se estaba disculpando con ella?
—No debí actuar tan molesto con usted. —el General suspiró, pensando en cómo seguir, mientras se tendía en el césped cerca de la princesa. —Tenía... tenía demasiadas cosas en la cabeza, pero admito que no dirigirle la palabra no soluciona ninguna. Espero que su cita haya ido bien. Iba usted preciosa. Como una estrella.
¿...una estrella?
—¿Qué tendrán que ver las estrellas con la ropa? —susurró Gina, recordando lo tonto que hizo Christian parecer a ese comentario.
—Nada. —contestó Edward como si fuera la cosa más obvia del mundo. —Tienen que ver con usted, princesa. Porque brillas.
Brillas.
Gina observó con más atención el cielo estrellado, esos puntitos brillantes como las más puras joyas, y los comparó consigo misma, como acababa de hacer Edward. Y sintió una agradable calidez en el corazón. Pareció que Edward pensaba añadir algo más, pero de golpe, se detuvo. Se había dado cuenta de algo.
—Brilla. Usted brilla, no brillas. Mis disculpas. No estaba atendiendo a mis palabras y...
—Está bien. Puedes tratarme de tú. —dijo Gina con los ojos brillantes, sin dar la cara a Edward. —Me llamo Gina.
—Edward. —este se puso de pie y tendió una mano a Gina para ayudarla a incorporarse, y esta vez ella sí la aceptó. Tras un instante en el que solo se miraron a los ojos, Gina recordó que la mano que había dado a Edward aún estaba dolorida, pues era la misma que Christian había agarrado, por lo que al hacer fuerza para levantarse, Gina no pudo reprimir un quejido. Algo que a Edward no le pasó desapercibido. Sin preguntar, examinó de carca la muñeca de Gina, pudiendo ver perfectamente la amoratada zona, y algo parecido a la rabia se reflejó en su rostro.
—¿Cómo te has hecho esto? —preguntó deslizando su dedo por la herida.
—No lo sé. Tampoco es tan importante. —respondió Gina en un deje de voz, nerviosa. No sabía si por que descubriera que aquello había sido obra de su prometido o por el contacto con Edward.
Me decanto por lo segundo.
Gina apartó su brazo y se encaminó hacia donde les esperaba el carro. No quería darle más tiempo a Edward para adivinar que ella no era la que se había hecho aquello.
Sin decir nada, Edward la siguió. Quizás no sospechaba nada. Fuera como fuese, continuaron en silencio cuando el carruaje se puso en marcha.
—No creas que por tener la muñeca así vas a librarte de tus clases de defensa mañana, princesa. —trató de bromear Edward. —Nos vemos a las nueve en el campo de entrenamiento, mañana aprenderás cómo...
Edward se calló en cuanto una sacudida golpeó el carro. Él trató de agarrarse a algo y mantener el equilibrio, pero no pudo y en su lugar cayó... sobre Gina. Pero reaccionó rápido y pudo apoyarse en los laterales del asiento de la princesa, para mantenerse a cierta distancia de ella.
Pero aun así estaba muy muy cerca.
Gina estaba confundida. "Yo le odio" pensaba, pero igualmente parecía que iba a perder el sentido al notar el aliento de él suspirando tan cerca de su rostro, su proximidad, su aroma que la envolvía...
Pero en cuando el carro logró parar, segundo más tarde de aquello, Edward bajó precipitadamente a comprobar qué había pasado para que los caballos reaccionaran así.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Gina poco más tarde al bajar ella también del carro. —¿Qué ha podido asustar a los caballos de esa manera?
—Un muerto.
...
He vuelto pececilloss!
Siento los problemillas técnicos que tuve la semana pasada en el momento de subir capítulo nuevo, pero en compensación aquí os dejaré DOS capítulos (o sea, el cinco completito). Y tomad esto como encuesta, pregunta para evaluaros por dentro o lo que queráis, pero ¿Team Edward o team Christian? Y si eres team Christian ¿todo bien contigo?
Seas lo que seas... Edward se ha disculpado :')
*green flag amiga, green flag*
A saber qué le ha pasado para cambiar de opinión tan de golpe. ¡Espera! Si yo soy la autora... Veamos qué ha ocurrido exactamente...
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