CAPÍTULO III
Gina
Tendida sobre su colchón, Gina aún recordaba las últimas palabras que intercambió el día anterior con Edward con cierta perplejidad. ¿Aprender a luchar? No sabía cómo tomar aquello.
Por un lado, la idea de ser capaz de defenderse le resultaba intrigante, pero por otro, ¿era realmente necesario? Gina suspiró mientras seguía dando vueltas en la cama, recordando trazos del día anterior. Al entrar a Palacio junto a Edward, su padre había acudido rápidamente a verla, visiblemente aliviado.
—¿Tanto se preocupó por mí, padre? —trató de bromear la princesa para quitar hierro al asunto.
"¿Tanto se preocupó que ahora quiere que sepa luchar?" —es lo que en realidad quiso preguntar.
Edward notó la incertidumbre en la mirada de la princesa y cuando se quedaron solos, de camino a los aposentos de Gina, decidió aclarar un poco más su posición.
—No se preocupe, princesa. Las clases de lucha no significan que esté esperando que entre en una batalla a muerte. Pero en tiempos tan inestables, es importante que tenga al menos algunas habilidades para protegerse en situaciones complicadas. No quisiera que quedara completamente desamparada en caso de peligro.
A lo que Gina solo pudo asentir, comprendiendo la lógica detrás de sus palabras. Pero aún sentía una mezcla de incomodidad y resistencia ante la idea de aprender a luchar. Había vivido en un mundo protegido y aislado, y la idea de enfrentar el peligro le resultaba extraña y a la vez, aterradora.
Mientras caminaban por el corredor Edward continuó hablando, mostrándose sorprendentemente amable, tratando de hacer que Gina se sintiera más cómoda con la idea.
—No se preocupe, no será un entrenamiento excesivamente riguroso. Adaptaré el programa de entrenamiento a su nivel de comodidad y capacidad. Pienso que es importante que tenga un conocimiento básico de cómo protegerse. Puede que no sea una experta en la lucha, pero al menos sabrá cómo reaccionar en caso de peligro.
Gina asintió nuevamente, empezando a ver el sentido detrás de lo que Edward le estaba proponiendo. Aunque seguía sintiendo un poco de aprensión, empezó a considerar la idea de que tal vez aprender algunas técnicas de autodefensa no sería una habilidad completamente inútil.
Pero cuando estuvo a punto de convencerse a sí misma de los beneficios que le suponía el saber luchar, una sombra de preocupación cruzó el rostro de Gina. La conversación con Christian de esa mañana seguía resonando en su mente. ¿Cómo reaccionaría su prometido al saber que Edward se disponía a instruirla? en lucha, nada menos. Las dudas que había tenido sobre su relación se habían intensificado, pero para sorpresa de la princesa, con Edward a su lado se sentía en calma.
El camino que les quedaba juntos terminó en silencio, pero esta vez, la princesa no se sintió tan sola en sus pensamientos. Y pasó toda la noche en vela con aquella reconfortante sensación.
Arrebujada en su cama, cuando los primeros rayos del sol comenzaron a colarse por su ventana, una idea comenzó a burbujear en la cabeza de Gina. Ahora tenía a alguien en quien apoyarse, alguien que estaba dispuesto a protegerla y ayudarla a enfrentar las adversidades que estaban por venir. Y aunque el futuro seguía siendo incierto, por primera vez en mucho tiempo, Gina sintió un pequeño destello de esperanza.
Justo en ese momento, su sirvienta irrumpió en la habitación como hacía cada mañana, y se sorprendió al ver a Gina ya despierta, ya que era ella la que solía encargarse del "un ratito más" de la princesa.
—Mi princesa, ¿está ya despierta? ¡maravilloso! Seguro que se ha olido que traía algo para usted, a que sí... —tras una risita, la sirvienta arrastró el carrito que siempre llevaba consigo, solo que esta vez cargaba también con un enorme ramo de rosas. —me las dio su prometido. ¿No son fantásticas? Seguro que el duque es un buen hombre... —suspiró.
Y así, con ese aspecto soñador, la sirvienta le tendió una nota que acompañaba a las flores.
"Querida mía, lamento la situación de ayer con toda mi alma. ¿Podrías perdonar a este pobre enamorado y reunirte con él donde siempre? Te esperaré ansiosamente allí al atardecer."
Flores de disculpa. Eso eran.
Pero al ver la expresión tan enternecida de su sirvienta, se regañó a sí misma por pensar mal. Todas las parejas tendrían discusiones de vez en cuando pero si a su sirvienta, la cual probablemente habría visto más mundo que ella, aquellas flores le parecían un gesto tan magnífico, seguramente lo sería. Al fin y al cabo estaban hablando de su perfecto y querido Chris, el hombre con quien quería compartir su vida...
Claro que iría a esa cita.
Y todo sería perfecto.
—Esto... —trató de llamar Gina a su sirvienta.
—Emy, mi señora. —respondió ella amablemente.
—Emy, pues. Prepara mis más espectaculares galas, querida. Esta noche tengo una cita y pienso estar radiante. —ordenó con convicción.
...
El resto del día Gina lo pasó en el castillo, disfrutando de su afición preferida desde que era niña: leer.
En su alcoba, en los jardines, de vez en cuando incluso leía en la bañera. Pero sin duda, su sitio preferido era la enorme biblioteca de Palacio, donde guardaba recuerdos muy preciados, desde sus primeras lecturas hasta sus cuentos antes de dormir, aquellos que le leía su madre hacía tanto tiempo. Al entrar en esa biblioteca, a Gina siempre le parecía que volvía atrás en el tiempo, y se sentía querida y reconfortada por lo que podían parecer unos simples muros. Aunque simples había de decir que no eran.
En cambio, tras pasar por las pesadas puertas de madera, talladas con intrincados motivos florales, recibían al visitante unas inmensas paredes que se alzaban hasta el techo abovedado, cubierto de frescos, al igual que la sala del trono. Pero estos no contaban ninguna historia, el dibujo que se veía aquí era el de un cielo siempre azul, con nubes rosadas de aspecto algodonoso y pequeños angelitos revoloteando. También había detalles dorados por doquier: hojas en el capitel de cada columna, discretas líneas enmarcando distintos elementos de la sala, y cómo no, en las estanterías. Todas de mármol, se fundían con las paredes, y soportaban el peso de tantos y tantos libros, recopilados durante años desde cualquier rincón del mundo. Tal era la cantidad, que la biblioteca contaba con dos pisos y escaleras móviles para poder acceder a los de más altura. Además, separando estanterías, había enormes ventanales que daban al magnífico jardín y dejaban entrar al sol, y bajo estas ventanas había dispuestos mullidos sillones y pequeñas mesas para hacer más reconfortante incluso la sala.
Pero a pesar de haber tanto para elegir, Gina siempre se acomodaba en el que habían bautizado como "el sillón de la princesa" su sillón predilecto desde siempre. Ubicado entre dos ventanales que hacían esquina, en el piso más alto de la biblioteca, podía abstraerse en su lectura u observar tanto la biblioteca como el jardín. Y gracias a esa posición, en un momento dado en que levantó la vista de su lectura, pudo ver a una figura que le resultó conocida husmeando en la sección de poesía, en el piso inferior.
"¿Edward?"
¿Iba en serio lo de que pretendía convertirse en la sombra de la princesa? Gina creyó que las clases de defensa servirían para mantenerlo a raya...
Mosqueda, trató de volver a sumergirse en su lectura, pero al sentir su presencia rondando por allí se le hacía imposible. Él parecía no haberla visto, por lo que Gina aprovechó la ocasión para espiar un poquito. El general deambulaba por las estanterías con un elegante caminar, curioseando y seleccionando algunos títulos, tanto de poesía como de una nueva sección, historia del Reino.
—Poesía e historia... —dijo la princesa para sus adentros. —dudaba de que siquiera supiera usted leer y mírese...
Pero al volver en sí tras evadirse pensando, descubrió que le había perdido la pista. Gina entonces, movida por la curiosidad, dobló una esquina de la página en la que se encontraba para no perderse más tarde y acto seguido se incorporó del sillón, dispuesta a encontrar a su guardaespaldas.
—¿Dónde se ha metido, general...? —susurró la princesa mientras, apoyada en la barandilla, se inclinaba hacia delante para tratar de encontrar a Edward. Repasó todo el terreno que su posición le permitía ver, vigilando cada sillón y estantería. Pero cuando estuvo a punto de darse por vencida...
—¿Me buscaba, princesa?
A su espalda, la voz burlona de Edward sobresaltó a Gina, que avergonzada por haber sido descubierta, reaccionó tratando de recuperar el honor que sentía perdido.
—¿Yo? —dijo, haciéndose la indignada —¿Espiarle a usted? ¿Por qué lo haría? Es más, no quiero saber nada de usted, creí habérselo dejado claro el primer día. Por lo tanto no insinúe que le observo como cualquier persona extraña haría, general, porque yo solo estaba aquí para leer tranquilamente un libro, nada más.
Y tras esas palabras, las cuales dijo acelerada y con las mejillas algo sonrosadas, volvió a sentarse en su sillón y a dar gracias por la bendita doblez que le hizo a la hoja, por la cual pudo simular que volvía a su lectura, muy concentrada.
—Vale, vale —dijo Edward sorprendido por la reacción de Gina, con las manos en alto y una sonrisa socarrona en el rostro. Después, se apoyó en la barandilla de las escaleras para volver al piso inferior, pero antes de bajar comentó: —La verdad princesa, solo le he preguntado si me estaba buscando. Pero si prefiere admitir usted misma que me espiaba...
Tras esto descendió y Gina le perdió de vista, ya que el General salió de la biblioteca y también porque la princesa trataba de ocultarse el rostro con el libro.
"Te ha pillado. Admítelo"
Pero había cosas que Gina se negaba a aceptar. Esa era una de ellas.
Tras superar la vergüenza y lograr calmarse a sí misma, se fijó en un detalle nuevo apoyado en una estantería cercana a Gina. Una nota, colocada estratégicamente para que la princesa no pudiera resistirse a leerla.
"Empezaremos a entrenar mañana a las nueve, su sirvienta está avisada. No trasnoche demasiado, princesa"
"Genial. Ahora además debo madrugar. ¿Qué más piensa cambiar de mi rutina, general?" —pensó Gina aburrida, antes de volver a centrarse en su lectura.
...
Yo creo que Edward va a hacerle cambiar mucho más a parte de su rutina... Ah espera, si yo soy la que escribe esta historia... *risa malévola*
Espero que os esté gustando esta historia y todos sus personajes (salvo Christian) pero aún queda mucho por saber y secretos que desentrañar. Por el momento... ¿qué estaría haciendo Edward en la biblioteca? En media hora lo podréis saber.
Un abrazo, Carla<3
PD.: En mi insta @elpezliterario, subo adelantos de los capítulos que voy escribiendo, por si alguien no puede aguantarse la intriga...
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