Adiós Vannen
Pevnost, una isla que funcionaba como un refugio para aquellos sin un camino, sin un credo, con la única misión de sobrevivir y vivir de placeres. En su centro, un distrito que tenía en su extremo más alejado del bullicio el burdel más famoso, que había visto mejores días. Y sin embargo, aún era el mejor de los mejores en cuanto a pagar por placer carnal se refería, en todo el distrito de Wisterllois.
De entre las mejores meretrices, resaltaba una coneja de largas orejas y esponjoso pelaje, la cual pese a su corta trayectoria como sexoservidora del negocio se había vuelto la más popular y el dulce más codiciada de entre todos los bombones que ahí había para satisfacer necesidades carnales como ninguna. La mayoría de clientes eran del extranjero, por lo que la fama de aquel lugar era muy grande, y los grandes clientes venían de tierras algo lejanas: ya que Pevnost tenía una posición geográfica un tanto curiosa y única en contraposición a otras islas y penínsulas del mundo. Aunque, con la presencia de Sachiel, un conocido ex militar que decidió fundar su propio imperio y expandirlo hasta donde este quisiera y pudiera obtener, las cosas en el Burdel Charlotte no iban tan bien, haciendo que la misma fundadora se fuera de la isla y dejando su negocio en otras manos. El conquistador de tierras y fortunas estaba empezando a colonizar aquella isla llena de refugiados, y que deseaban un negocio libres de impuestos ni alguna otra deuda por el uso de la tierra. El encargado y dueño del negocio era Charles, un Aggron que, pese a la creencia popular de que estos no tenían madera para manejar capital, había sostenido con mucha facilidad el burdel; fácil porque era un gran socio y antiguo miembro de la armada de Sachiel el Feraligatr.
El nombre de aquella hermosa coneja, era Vannen, de apellido Tikai. La única Lopunny en Pevnost, y variocolor. Una belleza sin igual, única y con un carácter que provocaba en sus clientes emociones como ninguna. A esta le desagrada la condescendencia, algo que abundaba en su trabajo, pero eso, solo elevaba aún más las ganas de los clientes en pedir un momento con ella, porque aún cuando por una gran suma de dinero complaciera a cualquiera, pocos eran los que podían enorgullecerse de tener el mejor servicio dado por aquella divinidad bajada de los altos en forma de meretriz. Eso, era lo que la llenaba de misticismo en el boca a boca de los clientes que atendía y contaban su experiencia con esta singular chica en muchos y alejados puntos del planeta.
Por suerte para ella, el hecho de costar tanto, le permitía tener más ratos libres que cualquiera de sus compañeras, porque solo se veía con gente de grandes bolsillos, y a lo mucho solo eran dos o tres al día.
Y aun con esa comodidad acerca de su trabajo, la tristeza era la forma más sencilla de describir su vida. Sin hogar, su cama, mesita de noche, ventana; el lugar donde podía dormir y estar a solas era el burdel, a diferencia de otras chicas que tenían casa propia, o dormían en alguna posada. Aún habiendo un sin fin de habitaciones de grandes dimensiones para poder albergar a los clientes, le daban la más pequeña, aunque al menos era acogedora. La altura del burdel era de cinco pisos, y uno subterráneo donde estaban las habitaciones más baratas de pagar, el primero era todo un pabellón a la depravación con tubos puestos en escenarios para bailarinas y mujerzuelas que incitaban a los que pasaban. Y el último, el más alto, era donde cierto Aggron manejaba su negocio y tenía su dinero bien guardado como maníaco en una caja fuerte de cinco contraseñas. Y al lado, el dormitorio de Vannen, un mísero cuarto de dos metros de ancho por tres metros de largo; aunque de alto eran tres metros y medio, casi el doble de su altura, eso le permitía tener sus estantes y cajoneras para guardar sus cosas sin tener desorden.
Una mañana fría, como suele serlo cada día en Pevnost a excepción del verano, el bullicio en Wisterllois estaba presente desde que el sol había salido a relucir y llenar de luz los alrededores. Vannen aún seguía dormida, para ella el trabajo comenzaba hasta que Charles tocara su puerta fastidiado de saber que todavía no se levantaba, esa era la rutina de ellos al comenzar el día, aunque otras veces el Aggron mandaba a sus guardias a levantarla o alguna compañera.
De hecho, una compañera, y muy amiga de esta fue la encargada de levantarla, y estaba tocando impaciente la puerta, ya que estaba cerrada, por razones de privacidad más que para generarle problemas al Aggron.
—¡Abre de una vez Vannen! —le gritaba desde el otro lado una Vaporeon con un singular traje de baño muy ajustado. Charles no anda para nada de buenas el día de hoy —le alarmaba preocupada.
Vannen sin embargo, seguiría acostada y disfrutando de lo suave y cómodo de su colchón, ella sabía perfectamente que su amiga Layla era una mujer un tanto insegura, no por nada le costaba parar sus servicios en la hora y chance que tenían los clientes.
—¡Ya abre de una vez, que luego mandará a los guardias a romper tu puerta!
Continuaban los constantes golpes a la puerta, incesantes y llenos de miedo. Aquella insistencia terminó molestando a la Lopunny, aún así, terminó abriendo la puerta por algo más importante: evitar que su amiga tuviera problemas con Charles.
—Entra ya de una vez —le ordenó la Lopunny con un claro descontento—, déjame arreglarme un poco al menos.
—Oh claro, claro –le contestó aún acelerada y fue rápido a su habitación para acercarle el cepillo que tenía en su mesita de noche—, perdón, pero es que él siempre me asusta con esas amenazas...
—Pues no deberías —le contestó sin rodeos y cepillando con un ritmo lento pero constante el suave pelaje de sus orejas—, Charles no podría hacer algo más grave que despedirte, y siendo sinceras, yo te veo más madera de sirvienta que otra cosa. Eres tan complaciente que seguro alguna casa te tendría en un pedestal de la servidumbre.
—Aun así él me da mucho miedo —le mencionó cabizbaja, sentada en la cama mientras Vannen seguía con el tema de su pelaje—, algunas veces sí lo agarras de mal humor se pone muy agresivo y...
—Créeme, Charlotte ahorcaba con mayor fuerza que ese mequetrefe —le respondió con su destacable tono de engreída, esponjando su pelaje con un poco de cera mientras se veía al espejo que tenía frente a ella, riendo un poco—, ¿porque crees que tiene guardias?, a parte de impotente, debilucho. Y aún así, es astuto, y aprovechado.
Terminaría por adornar sus lindos y suaves labios con un labial de tono claro y brillante; un rosa palo.
—Cómo quisiera ser tan segura como tú... O al menos un poco tan siquiera, estoy harta de que los clientes se pasen de tiempo...
—Lay, tú también puedes serlo —una vez que terminó de vestirse, con una minifalda negra, y un top de cuero color blanco, se sentó al lado de su amiga, y la rodeó con su brazo—, admito que eres insegura y miedosa, pero yo sé que tienes una fuerza increíble ahí dentro en ese corazoncillo que cargas, y en el momento correcto, saldrá a relucir tu valentía, o como yo le digo: tu modo cabrona.
Esta se echo un par de risas, seguida de su tímida amiga, que se hicieron poco a poco más intensas, mientras la Lopunny abrazaba cada vez con más fuerza a Layla.
—De entre todas, eres la más bella y la que tiene un corazón tan hermoso —le dedicaba Layla a ella, cruzando ambas sus miradas—, de verdad que no entiendo que sigues haciendo aquí, con esa fuerza tuya y forma de ver el mundo ya tendrías al menos tres fortunas, y no sólo por casarte con ricos fáciles de cautivar.
—Bueno, esas son cosas un tanto difíciles de explicar preciosa —desvío su mirada lentamente a la puerta, era perceptible un rastro de tristeza en esos ojos brillantes suyos—, pero, si las cosas fueran como dices, no tendría la fortuna de estar junto a ti.
—Eso es bueno, no aguantaría mucho sin ti —y una vez más, cruzaron miradas y se sonrieron, un cálido momento de entre los pocos que tendrían ese atareado día—, debemos bajar, Charles se debe estar impacientando.
—Y yo con ganas de volver a arruinar mi pelaje contigo —hizo un pequeño puchero, en broma, pero decidió besar la frente de su amiga antes de levantarse—, en otra ocasión tal vez, ya mejor bajo antes de que el maldito arruine aún más el momento.
El Aggron se encontraba supervisando su negocio, eso y yendo al bar de abajo ya que quería un trago de su muy confiable y seductora bartender. La singular Weavile de carismática sonrisa era la encargada, sirvió en la bebida un par de esferas de metal, era el conocido néctar férreo, un trago característico del burdel, que fue inventado por la misma en base al descontento de su jefe con que los hielos arruinaban el whisky y ron que servía. El Aggron se dispuso a beber una vez que terminó de ordenar a sus trabajadoras estar bien arregladas y listas para su labor. Uno de sus guardias se encargó de servir directo en la boca, ya que carecía de dedos, palmas, y pulgares para agarrar aquel recipiente cristalino.
—Tan refrescante y puro, nunca me decepcionas Sasha —le felicitó, con esa voz rasposa y tronca suya—, no olvides el metal, es como un pequeño dulce para mí —le señaló algo gruñón a su siervo, y este dejó caer el par en la boca del coloso.
Vannen al fin había bajado hasta la planta baja, buscaba a su jefe, su disgusto fue verlo en el bar, no dejaba de expresar en sus ojos un descontento total. Pero, aún así debía de ver que se traía entre manos ese día. Se acercó poco a poco hasta la barra, y se sentó al lado de su jefe, mientras que este estaba de pie esperando el siguiente trago que le había pedido a su Weavile.
—¿Me llamaste por algo importante o solo querías desquitarte con Layla?
—Tú deber es venir y acatar, arrastrada —le contestó el rocoso, mientras su sirviente Primeape le servía, subido en la silla que le correspondería a aquel Aggron de no ser por su gran peso y altura. —Un colega mío está de viaje y vino aquí por recomendación mía y de Sachiel, justamente, le mencioné que tenía a una pervertidilla para que pase sus vacaciones en grande.
Vannen ya estaba acostumbrada a esas platicas, donde era denigrada al punto de ser solo una palabra: arrastrada. Aún con su carácter, debía agachar la cabeza en presencia de sus clientes, tanto por la suma de dinero que llegaban a pagar por pasar una hora, dos o incluso por estar por varias horas con grupos de hasta tres. Una vez levantó su voz, y las consecuencias fueron terribles.
Ahora sólo se sentía indiferente y miraba con molestia a la nada, tratando de no poner mucha atención a lo que le contaba su jefe. Sin embargo, entre el monólogo de Charles, que hablaba de su relación con el cliente, una línea le tomó por sorpresa.
—Así que, como es alguien muy ameno para mí y Sachiel, pues le he ofrecido tu compañía por dos semanas, aunque él primero me ofreció una suma tan grande que hasta podría poner sillas de bar decentes para huesos anchos como yo —reía mientras terminaba de masticar el metal de la bebida.
—¡Espera!, ¿cómo que dos semanas? —la Lopunny abrió sorprendida los ojos y miraba enfadada a su jefe—, ¿va a venir a diario acaso?
—Oh, eso hubiera querido —le respondió irritado—, pero bueno, él es importante entre mis amigos, hice una excepción y para que se sintiera más cómodo accedí a que tú fueras a su mansión, está algo lejos del distrito, pero tranquila, dos de los nuestros te van a vigilar más que bien —sonrió maliciosamente.
—Aunque quisiera irme, no podría hacer nada en esta isla que no fuera perderme —le recalcó, aquellas palabras las había pronunciado decepcionada—, ¿a qué hora se supone que va a venir él?
—Medio día, tienes tiempo para alistarte, vas a necesitar mucha ropa, aunque si te soy sincero, dudo que la necesites sabiendo lo entregada que eres.
—Maldito hijo de...
—Mejor calla esa boca de mamadora y vete arreglando —le interrumpió su murmuró mientras se daba la vuelta—, él no es alguien que disfrute de putas sencillas, vístete decente esta vez, ya que irás en carruaje hasta su hogar.
Aún siendo temprano, la Lopunny tenía mucho que hacer, entre lo principal, era el tener que acomodar ropa entre sus tres maletas con tal de que rindieran dos semanas las prendas. Aunado a eso, cepillos, cera y maquillaje para arreglarse, ya que siempre estaría en presencia de su cliente. Al final, debía bañarse y arreglarse.
—¿Puedo pasar? —le preguntó Layla, estaba tocando.
—Adelante, está abierta.
—Cielos —se sorprendió la chica, empapada todavía en sudor, había ido a toda prisa porque sentía que algo pasaba con ella—, no me dijiste que te ibas de vacaciones.
—Eso quisiera yo que fueran —le contestó molesta—, tengo que ir a la mansión de un tipo a las afueras del burdel, y quedarme con él por dos semanas porque ahora el imbécil de Charles me está vendiendo en promociones —explicaba mientras luchaba por acomodar perfectamente sus pijamas y ropa interior.
—Así que de eso se trata, eso me daría mucho miedo... Nunca se sabe con los clientes, ahora imagina eso pero fuera del burdel y en un lugar extraño sin que nadie pudiera intervenir —la simple idea de estar a merced de alguien en un sitio extraño hacía temblar a Layla.
—Un par de guardias me van a cuidar —le explicó—, aunque tener que tratar con un cliente que ofreció tanto dinero con tal de pagarse semanas conmigo me da mala espina, si tanto dinero ofreció, debe ser un abusivo que está desesperado por compañía.
—Igual, puede que no sea tan malo, siempre estás de mal humor, tal vez estar algo lejos del ambiente del burdel te haga bien —mencionó la Vaporeon tratando de ser optimista.
—Yo le digo carácter a mi mal humor, personalidad, y aún lejos de aquí voy a hacer lo mismo de siempre.
—Al menos vas a dormir mucho mejor que en esta pequeña habitación —la azulada se subió a la cama y trataba de ayudar a cerrar la maleta—, pero siendo sincera, no me gusta la idea de que te vayas a ausentar, te voy a necesitar...
Vannen se sentó al lado de la cabizbaja Vaporeon, y abrazó su costado cariñosamente, con sus pomposas manos acariciaba la espalda de Layla con cariño, quería apaciguar el miedo que sentía esta por saber que se ausentaría.
—Solo serán dos semanas cariño —bajó sus labios a la frente de su amiga y la besó—, solo trata de ser un poco más asertiva, tampoco te pido que tengas el carácter de Charlotte, solo una pizca de coraje.
Layla se acurrucó en su amiga, sintiendo sus latidos aumentar gradualmente, y una sensación cálida inundarla desde las patas hasta la cabeza. Un par de lágrimas cayeron de sus ojos, era difícil para ella no expresar sus emociones, con lo sensible que era. Vannen decidió mirarla a los ojos, para besar de nuevo con cariño su pequeña frente, y sus labios, con un poco de pasión, aunque su amiga ruborizada se despegó de sus labios y trató de girarse hacia otro lado.
—Era para que me recordarás, creí que querrías seguir —le respondió Vannen con picardía.
—Vannen, se la acabo de mamar a alguien —estaba sumamente apenada.
—Oh, así que por eso sabía familiar, no importa, luego me cepillo los dientes.
Volvió a besar a su compañera, esta vez con más energías, y queriendo juguetear con su lengua dentro de la de Layla, con cuidado la sostuvo, y la puso encima suyo mientras continuaban compartiendo aquel sabor amargo de la venida de algún cliente precoz. Estando una sobre la otra, Vannen decidió estimular un poco a su contraria, dedeando aquella flor carnosa suya, y acariciando su punto más fuerte.
Layla también se enfocaba en complacer a su contraria, así que usaba su singular cola para así dar suaves palmadas en el coño de Vannen, y acariciarlo también con la suave textura de esta.
De un momento a otro, comenzaron a chorrear por lo candente del momento, Layla chupeteaba los pezones de la Lopunny como si se trataran de los bombones más dulces de Wisterllois, y esta solo se retorcía por la sensación combinada con el constante masaje en sus hinchados labios. Por su parte, Vannen no dejaba de meter sus dedos por completo y sacarlos en un vaivén constante, sus manos y pelaje se iban llenando de una sustancia tan fluida y apestosa, pero enervante.
Layla decidió levantarse, y girarse hacia la entrepierna de Vannen, para comenzar a comerse todo lo que chorreaba, relamiendo y masajeando el rosado coño.
Vannen para ese punto ahora gemía de manera auténtica y suspiraba de gusto al sentir la lengua de su amiga hacer un trabajo maravilloso. No sé quedó atrás, por la anatomía de Layla era difícil pegarle la lengua y servirse también, a menos que cambiaran de lugares, pero para nada quería Vannen interrumpirla, así que decidió ver si cierto juguete seguía bajo su Almohada, siendo podía estirar su brazo hacia arriba de la cama y comprobar si estaba. Efectivamente, tomó el dildo de cuero, y lo chupo un poco, la punta sobre todo, y ya ensalivada comenzó a penetrarla con aquel trozo grueso pero que la hacía temblar desde los adentros a Lay. Apretaba la Lopunny también la gruesa posadera de la Vaporeon mientras sentía su parte derretirse entre la saliva y lengua de su contraria.
—¡Ah, de verdad que yo ya no aguanto Lay!
Layla tampoco podía resistir por mucho, ya estaba rozando con la línea más fina de su clímax, cada que la punta de ese largo trozo de cuero golpeaba con fuerza su cuello uterino sentía sus piernas temblar, aún siendo algo doloroso, ella lo disfrutaba como nadie, algo que Vannen sabía muy bien de ella. Pero aún así no dejaba que se aprovecharan de ella. Ambas, culminaron con una fuerte explosión de chorros, hedionda, acuosa y penetrante, un flujo sano, abundante y caliente.
Más tarde, la hermosa Vannen ya estaba lista para ser recogida por su carruaje, bien vestida con un vestido de encaje azul y zapatos de color negro, con calzas de color blanco y unos detalles de lavanda bordados. Al menos, el gusto que le dio su amiga duraría un tiempo, antes de que el desagradable cliente le pidiera rebajarse.
Uno de los guardias se encargó de subir el equipaje en la parte trasera del vehículo, y el otro iría al lado del conductor, que tenía bien amaestrados a un par de Rapidash.
Y el otro iría justo al frente de Vannen dentro.
Al fin, tras tanto tiempo en ser confinada a nada más rondar cerca del Burdel, fue que la Lopunny podría sentir una bocanada de aire fresco. Ya en camino, se puso a reflexionar un poco, caía en cuenta de que habían pasado más de ocho años desde que llegó a Pevnost, y no había hecho más que trabajar, se preguntaba si en algún momento, las cosas cambiarían, si seguiría bajo el yugo del mequetrefe. Aún si no salía mucho sabía de lo que pasaba afuera, con el dominio de Sachiel, Pevnost podría volverse una gran nación, y eso enriquecería aún más a Charles.
Haciendo cuentas, si así era, tal vez él decidiría dedicarse a otros negocios, todavía más productivos, o tener aún más trabajadoras, y tal vez ella podría ser sustituida algún día.
—Y si así fuera, a donde más podría ir yo... —pensó para sí misma.
Ella, ya no tenía familia, Charlotte había sido lo más cercano a la madre que vio morir un día. Pero, ella ya no estaba, tuvo que irse por el trato que hizo con Charles. Esa era la razón de su resentimiento con el Aggron, a parte de su carácter y egocentrismo.
Le era muy difícil comprender que alguien estuviera dispuesto a ofrecer tanto por ella, en fin, iba rumbo a alguien desconocido con intenciones un tanto obvias. Al menos, las guarradas eran algo que ya conocía muy bien.
Pero eso, es otra historia.
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