Capítulo 8
Tras un par de horas golpeando con todo mi ser la puerta en un intento de que alguien se apiadase de mí y decidiera soltarme me di por vencida y decidí sentarme a esperar.
Pensé en destrozarle toda la habitación: romper la mesilla, tirar el sillón o arrancar las sábanas pero todo ello sólo me enfadaría más y una parte de mi no creía las palabras de Alistair que aseguraba no forzarme mientras durmiera con él y no sabía hasta que punto estaba dispuesto a ver destruida su alcoba
Millones de recuerdos me inundaron y el llanto volvió. No sabía si mi familia sabría ya esa situación, me hizo gracia pensar sus caras y cómo iban a remover cielo y tierra hasta encontrarme y llevarme directamente al altar. Si esto hubiese pasado después de la boda la trama sería distinta, ya que tendrían derecho sobre los Wellington pero ahora estaban igual que hace veinte años cuando sellaron el pacto que me había llevado hasta aquí.
Pensé en Evan, traté de imaginar su reacción al saber que los escoceses me habían alejado de él, tal vez se sintiera liberado de un matrimonio que no eligió. No sabía si yo le había agradado lo suficiente como para permitirme volver a su lado si se sabía que había compartido el lecho con otro hombre. Muy probablemente me repudiará y mi mala fama se extenderá por el país, nadie querrá casarse conmigo y tendré que internarme en un convento. Toda mi perfecta vida destrozada, todo mi esfuerzo, mis clases, la preparación de todos estos años...nada ha merecido la pena, en sola noche ese futuro que tanto trabajo me había costado se había esfumado entre mis dedos sin que haya podido evitarlo.
Me senté en el suelo y apoyé la cabeza en el borde de la cama. Estaba confusa, cansada y sin una posición clara acerca de todo aquello. Quería llorar en una esquina a la vez que deseaba gritar y pegar a los que me habían traído allí pero el predominio de la impotencia me consumía mientras cada maldito minuto parecían horas.
La puerta se abrió y mi carcelero anterior entró con cara de pocos amigos, la mano vendada y un par de prendas de ropa que depositó en un sillón sin querer acercarse mucho a mí.
Ese hombre de mirada enfadada se cruzó de brazos en la puerta y yo al ver su herida noté como la culpabilidad comenzaba a aflorar
―Alistair me ha pedido que os traiga algo de ropa, si necesitáis algo―hizo un parón― encomendaros a Dios igual que yo he hecho con mi malherida mano
Yo le había hecho aquello, como si fuera una salvaje, le había clavado un maldito tenedor y le había herido. Yo era un animal y no había pensando dos veces en que ellos sólo cumplen órdenes y no tienen potestad para decidir nada, hombres como él no tenían la culpa de lo que me había pasado y estaba pagando la falta del propietario de aquella habitación con él. Me mordí el labio intentando no llorar sin éxito
―Lo siento muchísimo― sollocé― estaba asustada yo...
―No me creo vuestras lágrimas, casi me tienen que amputar la mano
―De verdad, no sabéis cuanto lo lamento. No entiendo nada, no sé cuantos días llevo aquí, que pedís a cambio de mí o para que me utilizaréis mientras esté aquí, yo estaba asustada y...― me sequé un poco las lágrimas con la única manga del camisón y él me dedicó una mirada cálida. Su fachada de enfado calló y se acercó a mi
―Tranquila niña, os comprendo, pero no nos tienes que temer. Yo tengo una hija de vuestra edad, se llama Evanna y por ella os juro que nada os pasará.― levanté una ceja asintiendo, sintiéndome algo arropada por sus palabras― no os vamos a hacer daño, en cuanto lord Wellington, Alistair y Keith lleguen a un consenso seréis libre y nadie de aquí os habrá tocado un pelo.
―¿Un consenso de qué?
―No os lo puedo decir pero no es algo que os vaya a afectar en gran medida― asentí tranquilizándome. Volvería a casa, solo tenían que llagar a un pacto y saldría de allí. Me levanté mientras el retrocedía poco a poco cómo esperando otro ataque pero simplemente tomé las prendas que había dejado en el sillón y las analicé
Un camisón blanco básico, con un escote de hombros caídos y cuyo único detalle era un pequeño lazo a la altura del pecho. Lo rocé y me encogí de hombros, no era un camisón de seda francesa cómo estaba acostumbrada pero valdría.
A parte de eso, un horrible vestido marrón de una tela áspera y demasiado tosca, demasiado simple y que desde luego no llevaría ni aunque me pusiesen un cuchillo en el cuello, Acostumbrada a los exquisitos vestidos de la corte con esos tactos suaves, vivos colores y ricos encajes aquello parecía una prenda que usaría el más bajo de los criados.
―¿Esto es para que limpie el suelo?― pregunté queriendo recalcar el nulo nivel de la prenda― pues os recuerdo que aunque presa sigo siendo una lady inglesa y como tal habéis de tratarme
―No milady― respondió― es para que lo vista, creo que sus ropajes actuales no son adecuados para que salga de la habitación
Miré mi camisón que se encontraba en un pésimo estado.
―¿Tu laird va a dignarse a sacarme a pasear?― respondí con sarcasmo― que gran honor
―Milady, Alistair MacLaren es....
―Un salvaje― le corté
―Una buen hombre―siguió― puede que en un principio parezca algo duro pero le aseguro...
―No intentéis convencerme de que piense que aquel que me sacó de la cama mientras dormía y me tiene encerrada en su habitación en sus tierras es alguien honorable― respondí bruscamente y el calló― ahora voy a ver que puedo hacer con este maldito vestido o yo misma me encerraré con llave aquí antes que salir con eso encima
Me di la vuelta y mi mirada se fue hasta las preciosas cortinas violetas que se mecían con el viento. Me acerqué y las toqué levemente notando su suavidad.
―Puede que esta sea la mejor tela que he visto en estas tierras hasta el momento
―No creo que a Alistair le guste que rompáis sus cortinas
―Afortunadamente para mi, no me importa lo que piense Alistair. Necesito material de costura
―¡No pienso caer otra vez en vuestro engaño de mujer!― se apartó de mi― no volveré a daros nada puntiagudo y aunque de costura poco sé, necesitáis tijeras y yo no pienso dároslas
―Por favor― le miré suplicante―¿Creéis que os voy a clavar las agujas?―viendo que seguía sin ceder me trague mi orgullo― Me estáis diciendo que un guerrero como vos tenéis miedo de una mujer con una aguja ¿Y qué voy a hacer, coseros?
―Por supuesto que no―levanté una ceja, pareció reflexionarlo unos instantes y acabó cediendo ―Si os lo traigo no me volveréis a atacar y me devolveréis todo ¿Entendido?― asentí y él suspiró mientras salía
No tenía intención de volver a intentar nada, había comprobado por las bravas que era imposible y más sin conocer nada a acerca de dónde me encontraba. Alistair mencionó la fatídica noche que era el señor de Balquhidder con lo cual ese era el lugar pero seguía siendo algo completamente desconocido por más que hiciese intentos por recordar algo que me pudiese ayudar pero me encontraba completamente en blanco. Muy poco de lo que estudié estaba relacionado con estas tierras simplemente se me inculcó el idioma, con lo que mis posibilidades de escapar en unas tierras desconocidas y con mi apariencia era imposible.
La puerta se abrió y Bernlak me tendió una cesta con hilos, agujas y unas tijeras
―Como se te ocurra utilizarlas en mi contra pediré que os encierren en las mazmorras― refunfuñó, cogí las tijeras y me dirigí con malicia hasta las finas cortinas ―¿Sois consciente de que esto no le va a gustar?
―Sí y por ello me da más placer― corté un buen tajo recto poniéndome de puntillas y lo trasladé hasta la cama mientras cogía el vestido y lo colocaba al lado intentando hacer a ojo las medidas. Cuando calculé lo que ocuparía la falda, empecé a cortar poco a poco y fui soltando los puntos de aquella horrible tela para poder sustituirla, manteniendo las capas de abajo intactas
―Se os da bien
―Nunca me gustó coser, pero tuve que aprender y supongo que ahora eso me será de ayuda ― enhebré la aguja, le hice un peque nudo y comencé a unir el tejido.
―Tal vez debemos hacerte un hueco entre las costureras― bromeó y yo fruncí el ceño
―¿Cuantos días han pasado, desde que me tenéis aquí?― pregunté
―ya os lo dije dos, con lady Evelyn no hizo falta usar nada que la durmiese así que lleva consciente todos estos días
Dios mío, Evelyn, me había olvidado de ella completamente― Pues parecía más enfadada que yo― dije
―Cierto pero es consciente de que su alternativa era acabar como usted
―Envenenada― bufé
―Niña, puede que no me creas pero nosotros no somos el enemigo
―¿Y quiénes son?¿Los ingleses?― cosí con más furia― os recuerdo que los que me han raptado no han sido ellos
―No todos son cómo vos creéis, ni sabéis realmente para que fue destinado el dinero de vuestra familia hace años
Levanté la cabeza y alcé una ceja. Aquel escocés creía que yo no sabía la historia― Fue para la guerra que libraron los Wellington contra vuestro clan, cuando intentasteis apropiaros de sus tierras
Suspiró negando con la cabeza y apretó la boca―Esos bastardos ingleses...― se contuvo y resopló
Yo sonreí con satisfacción e hice la última puntada mientras me centraba en el corpiño al que le retiré la primera capa y empecé a sustituirlo
―Os pido paciencia si la gente no es muy abierta con vos a la primera, los ingleses no son muy bien vistos en estas tierras
―No tengo ni la menor intención de que mi estancia se prolongue con lo que espero contar con la suerte de que no tenga que tener que acostumbrarme a vosotros
Con la tijeras abrí un poco la zona de la espalda y le añadí un par de cuerdas trenzadas que crucé del mismo color que se encontraban en el borde de las cortinas. Se hizo el silencio y yo seguía con máxima concentración haciéndolo lo mejor que podía, con la motivación de no vestir como una pordiosera
Cuando lo acabé, solté una diminuta sonrisa de satisfacción y al dejar las agujas en la cesta, rebuscando entre las madejas de hilos encontré unas pequeñas tijeras que habían pasado desapercibidas y rápidamente las escondí debajo de una almohada. Dejé la aguja y las tijeras grandes y volví a sonreír
―Toma― le tendí la cesta― y como puedes comprobar ahí tienes las tijeras y todas las agujas―me miró intentando descifrar si mentía pero se oyeron pasos en el pasillo y con mirada asustada se apresuró a salir
―No voy a quedarme a presenciar su reacción, buena suerte― salió y yo me di cuenta de que había oscurecido. Dejé el vestido en un silla y empecé a temer que ese arrebato me fuese a costar más caro de lo que pensaba. Miré por la venta y vi que estaba anocheciendo.
La puerta se abrió y una extraña sensación de nervios me sacudió. Era la primera vez que me quedaba sola con él por la noche e iba a comprobar si lo que horas antes había dicho era cierto o si acabaría la noche deshonrada. Una especie de nervios cosquillearon mi estómago al pensar en que iba a ser mi primera noche a solas con un hombre
Con tranquilidad entró y al darse la vuelta y ver las cortinas sus ojos se abrieron mucho y dirigió su mirada hacia mi
―¡Por la Santa Cruz, mujer que le has hecho a mis cortinas!― gritó en gaélico
― ¿Ahora os preocupa la decoración? Habéis dicho que me divirtiera y eso he hecho― resopló y miró el vestido
―¿Lo has transformado en eso?― su grave voz me intimidó y su acento volvió
―No os he permitido tutearme
―Me referiré a ti como me plazca― me mordí el labio con rabia― y ahora no tengo tiempo para esto, mañana haré que cambien lo que has estropeado pero vuestra pequeña escapada me ha dejado exhausto y me gustaría descansar
―No dormiré a vuestro lado― dije intentando sonar contundente ― pasaré las noches en el sillón― cogí una almohada de la cama y la coloqué en el sillón enfrente de la chimenea
―No, dormirás conmigo en la cama, no se si te has dado cuenta de que no estás en posición de exigir nada
―No me importa lo que queráis, he dicho que no, no me meteré en esa cama contigo a menos que duerma aquí alguien que de fe de que no hemos cometido ninguna actitud pecaminosa y quede intacta mi honra
―Los ingleses y sus malditos puritanismos― masculló― escúchame preciosa, vas a meterte en esta cama, yo no te tocaré os lo juro por los clavos de Cristo
―¿Por qué? Vuestra intención es tenerme vigilada, mientras duerma en esta habitación dentro da igual dónde
Apretó los labios y señaló la cama― He dicho que dormiréis ahí― volvió a referirse a mi sin tutearme y eso significaba que le había enfadado― fin de la discusión, no sé si os ha quedado claro pero soy Alistair MacLaren señor de esas tierras y si digo que no vais a dormir en un sillón es que no vais a dormir en un sillón. Y que esta sea la última vez que me cuestionáis
―Sois el laird de estas tierras pero no el mío, ninguna orden vuestra tiene que ser acatada por mi parte
Me lanzó una mirada dura―Vuestra vida depende de mí, no me pongáis a prueba, por que creedme no queréis verme enfadado
Me crucé de brazos con los insultos que no podía soltar quemándome en la boca pero conocedora de que mi vida si dependía de él. Poco convencida recopilé cojines suficientes como para construir una muralla que dividiera la cama en dos
―¿Vas a hacer un fuerte o algo así? Las murallas de este castillo palidecen al lado de la que vos intentáis construir
―Es por si acaso, no me fio de vos. La palabra de un hombre que secuestra a una dama mientras duerme no es fiable― suspiró se levantó y comenzó a quitarse la ropa ante mi atenta mirada, giró la cara ligeramente y soltó una media sonrisa al ver mi expresión de desconcierto y en el momento en el se quitó los pantalones y se quedó en calzas solté los cojines del susto
―¿Dónde está vuestra valentía ahora, lady Elisabeth?― dijo burlón
―Por favor no os quitéis más ropa― susurré tapándome los ojos
―¿Quitarme más ropa?―respondió riendo. Su risa era grave y no pude evitar taparme toda la cara― ¿Creéis que duermo desnudo?
―Por favor...― murmuró
―¿Nunca habéis visto a un hombre así?―apreté los labios y desvié la mirada lo que fue una respuesta clara y él se humedeció los labios― si os digo que me sorprende mentiría
―Y a mi que hayáis compartido cama con alguna dama sin haber...intimado― contraataqué
―Supongo que esto es algo nuevo para los dos― respondió y yo bajé la mirada e hice ademán de empezar a meterme en la cama ante su atenta mirada
―Os he dejado ahí un camisón para que os cambies, no soy escrupuloso pero lo que lleváis ahora puesto no creo que debáis llevarlo más tiempo― Miré el camisón roto y manchado que apenas me tapaba y suspiré
―No pienso cambiarme en vuestra presencia― Resopló y se giró
―No serías la primera ni la última mujer desnuda que he visto o veré pero si os place, no necesito miraros
―Me da igual que os giréis o salís de la habitación o no me cambiaré
―Lady Elisabeth ya os he dicho que la paciencia no es mi mejor virtud así que cambiaros ya o yo mismo lo haré ― me mordí la lengua para no responderle e intenté una táctica.
Me puse el camisón nuevo por encima del otro vigilando que él no mirara y una vez puesto me quité el otro por dentro. Noté como a pesar de lo prometido no pudo evitar mirar por el rabillo el ojo y yo grité
―¡No miréis! ¡No os giréis hasta que me haya metido en la cama!
Intentando no mirar coloqué todos los almohadones entre su parte y la mía de la cama, me tumbé medio temblando y cerré los ojos con fuerza.
―No se supone que tendríais que estar celebrando abajo vuestro secuestro, no entiendo que hacéis aquí cuando está anocheciendo
―Soy un buen anfitrión y no quería privaros de mi presencia― respondió sarcástico
―Os odio― susurré con la voz temblorosa
―Desde luego eres sois la compañía más dulce con la que he compartido el lecho en toda mi vida― su sarcasmo me hizo poner los ojos en blanco y bufé
―Si tan tediosa resulto, podéis devolverme al lugar del que me raptasteis
―¿Y privarme de las amables palabras que salen por vuestra boca?
Noté algo de frío y me tapé más con las sábanas. No le veía, la muralla de almohadas le tapaban pero le sentía tan cerca que estaba aterrada. No respondí, simplemente intenté dormir.
Pero por mucho que intentase conciliar el sueño, cada mínimo movimiento suyo me ponía en alarma y vigilé con celo que la muralla siguiese intacta
Bien entrada la noche y sin poder dormir de ninguna manera posible, hundí la mano en la almohada y me encontré con las tijeras. Me pegué un poco a su lado, oí su respiración profunda acompañada de un suave ronquido y llegué a la conclusión de que estaba dormido.
Era mi oportunidad, era de noche, el personal estaría dormido y los guardias no estarían tan atentos. Cogí las tijeras y pasé el muro de cojines, pero me tropecé con uno y tuve que sentarme a horcajadas sobre su torso.
Era el contacto más cercano a un hombre que había tenido nunca. Aquello no era decente ni mucho menos, apoyé una mano en su pecho firme, bronceado y con pelo mientras evitaba sentarme en él. Observé su rostro, el cabello negro ondulado, la nariz recta, sus labios entreabiertos y me sentí horriblemente mal por lo que quería hacer.
Esa posición me generó una sensación extraña, verle ahí, dormido con su torso subiendo y bajando sobre mí me daba poder y eso me gustaba pero a la vez tenía un miedo creciente a ser descubierta y un cambio de postura me delataría.
Levanté la mano pero perdí el equilibrio y la volví a apoyar en uno de sus pectorales y me fui a inclinar para apoyar la punta en su cuello cuando sin abrir los ojos murmuró
―Creía que no querías que os tocase. ¿Ha cambiado de opinión lady Elisabeth? ― su voz vibró en mi por el contacto y un leve rubor subió a mis mejillas pero apoyé el objeto en su garganta y él abrió los ojos.
Ese ámbar, como rayos de sol me paralizó unos segundos y con voz cálida susurró― Hazlo por qué os prometo que como viváis os vais a querer arrepentir
― Sois un guerrero experto y yo sólo soy una mujer con unas tijeras, estoy segura de que podríais apartarme sin dificultad alguna― murmuré
―Podría, tardaría en quitaros las tijeras aproximadamente dos segundos y en otro más os habría dado la vuelta y estaríais debajo de mí, pero quiero saber hasta donde estáis dispuesta a llegar ―sus palabras me petrificaron.
― ¿Aunque eso ponga en duda vuestra vida?
― Vos y yo sabemos que no me vais a matar― apreté más las tijeras contra su garganta pero él tenía razón. No soy una asesina por mucho que quisiera escapar así que tiré las tijeras al suelo frustrada y me di la vuelta
― Mañana hablaremos de las consecuencias
―No habrá consecuencias― dije intentando sonar segura
―¿A no?
―No, vos me habéis secuestrado y yo os he intentado matar, es justo
Soltó una carcajada― Aquí las normas las pongo yo y creedme cuando os digo que estáis conociendo mi faceta más amable. Ahora descansad, ya hablaremos mañana, pero rezad por que os aseguro que en cuanto a castigos se trata soy muy creativo― y con esas palabras se volvió a dormir mientras yo no pude hacerlo en toda la noche
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top