Capítulo 4

No pude dormir bien. Quise, lo intenté una y otra vez sin éxito. El millón de emociones y sentimientos distintos que se arremolinaban en mi interior lo impidieron.

Esa nueva sensación que había experimentado por primera vez hoy, no paraba de darme vueltas en la cabeza. El calor cuando Evan se acercaba, el ardor en mis mejillas por sus palabras, los nervios y la vergüenza...todo ello se mezclaba en una nueva sensación, que si era lo que iba a sentir durante toda mi vida, estaba más que feliz.

Acababa de escapar por fin de aquel ambiente de mentiras y melancolía que suponía mi familia, por primera vez sabía que no saldría de mi habitación para encontrarme los ojos tristes de madre o la frialdad de padre...lo que me esperaba fuera era mi apuesto, inteligente y considerado prometido que me había convertido en una sola tarde, en la dama más dichosa de Inglaterra

Echaba de menos a William y todo terminaría de ser perfecto si el estuviera a mi lado, pero era un pequeño sacrificio a cambio de una vida plena lejos de la desdicha que me producía estar presenciando la infelicidad de mis progenitores 

La puerta de mi alcoba se abrió y Martha, la sirvienta de ayer entró con rostro afable.

―Buenos días, lady Elisabeth ¿Ha dormido bien?― se acercó y abrió las cortinas de mi cuarto

―Excelentemente, gracias― mentí, desperezándome lentamente

―Lady Wellington os invita a desayunar en veinte minutos. Desea conoceros.― se me había olvidado por completo esa parte...la suegra. Madre siempre dice que peor que conocer al prometido es conocer a su madre y más cuando una está condenada a pasar su vida junto a ella en la misma propiedad como era mi caso. Aunque ella nunca lo tuvo que vivir, ya que mi abuela Lady Camille Couserans condesa de Labourd, parisina de nacimiento, murió años antes del enlace de padre con madre . A pesar de ello el amor que mi abuelo y mi padre le profesaban fue tal que a mi nacimiento se me decidió poner como segundo nombre Camille, en su honor. Supongo que el hecho de heredara sus ojos fue lo que me convirtió en la favorita de mi abuelo, hasta su muerte. Aún puedo oírle repitiendo una y otra vez lo mucho que nos parecíamos.

―¿Le traslado que aceptáis?― siguió Martha y yo asentí

―Sí, por favor y transmitidla mi agradecimiento

Había estado tan distraída con conocer a Evan que no me había acordado del momento de conocer a su familia. Saqué de mi baúl mi mejor vestido de mañana y le dejé en la cama, esperando a que alguien me ayudara a cambiarme. 

Una muchacha y una mujer de mediana edad entraron charlando animadamente. La más joven, de baja estatura, pálida, con el pelo castaño claro recogido y unos vivaces ojos marrones. La segunda algo más baja, con gesto afable, el pelo canoso en otro recogido y los mismos ojos que la muchacha

Suspiré aliviada― ¿Alguna de las dos es mañosa en los peinados?― pregunté

―Por supuesto que sí milady― respondió la mujer― sabemos que va a conocer a lady Wellington, descuide, la dejaremos esplendida 

―¿Podéis no apretarme el vestido en exceso? No quiero que se marque mucho el escote― no quería repetir lo de ayer nunca más, sentirse deseada no es una mala sensación ni mucho menos, pero quería evitar que volviera a convertirse en el centro de las miradas de Evan.

―Mmm os entiendo, después de como os lo miró el futuro duque ayer, entiendo que os incomode

―¡Madre!― le regañó la más joven y yo me quedé comida por la vergüenza y sin palabras pero me puse de pie para facilitar el trabajo de colocarme el vestido

― ¿Llevan muchos años trabajando aquí?― cambié de tema rápidamente, no pensaba hacer de mi escote, el tema de conversación, no otra vez

La muchacha negó pero la mujer rio― La mitad de mi vida, veinte años que se dice pronto, y mi hija aquí presente hace apenas unos meses, pero tranquila a pesar de parecer patosa hace bien su trabajo, o por lo menos casi todas las veces

―Madre...― se quejó bromeando y yo reí

―No lo dudo. ¿Lady Wellington es...?

―Es una mujer severa― se anticipó la mujer mientras apretaba el corsé

―Madre no la dejáis acabar la pregunta

―Eso es, Rose, por qué ya se que va a preguntar― me sonrió y ayudo a pasarme el vestido por los brazos― lady Wellington es una mujer un poco fría, pero en fin con el marido que tiene yo también lo sería. Evan es su único hijo así que si de primeras no está muy contenta con vuestra presencia no se lo tengáis en cuenta. Además ayer el duque de Wellington― bajó el tono de voz― durmió en un burdel de la aldea cercana aunque creo que ella prefiere eso antes que visite su cama

Abrí la boca, pero nada salió de mi boca. Con que estos son los chismorreos del servicio de los que siempre hablaba Anne. "Si tienes preguntar pregunta a la criada siempre, les encanta hablar, prende una pequeña mecha con una pregunta y tendrás un gran fuego con cien respuestas".

―¡Madre!― Rose se frotó la frente nerviosa― dejad que la peine yo. Seguro que Vivian necesita ayuda en la cocina

―Pero...

―No se preocupe señora...― esperé a que me dijera su apellido

―Becher―contestó

―Señora Becher seguro que su hija puede ocuparse de mi peinado sola y...― recordé la conversación que tuvieron Evan y su amigo el día anterior y miré a Rose

―Rose Becher― susurré. Era la muchacha de la que hablaban. 

―Sí, esa soy yo, ahora iros madre.― refunfuñando la mujer abandonó la estancia y yo me tensé al pensar en el marqués de Salisbury hablando de ella

―No hagáis caso a mi madre, lady Wellington es una buena mujer, recta y a veces un poco distante pero no tendréis ningún problema. Además vuestro prometido quedó prendado de vosotros tras el paseo

―¿Cómo lo sabéis?― pregunté ― temo haberle agobiado

―Sé de primera mano que le encantasteis― alcé una ceja curiosa mientras las finas manos de Rose comenzaban a peinar mi cabello. Solté una pequeña sonrisa, el marqués se lo ha dicho, eso quiere decir que Evan quedó realmente complacido conmigo.

―¿Os lo dijo él?

Rio y negó― Tenemos... un amigo en común que ayer después de que volviera del paseo y hablara con él me dijo que parecía medio embrujado 

Solté una carcajada y ella empezó el recogido―Solo me queda que me acusasen de brujería. Decidle al marqués de Salisbury que...―maldije ante mis palabras poco pensadas y ella paró en seco

―¿Cómo sabéis que fue él?― preguntó mientras se enrojecía

Mi mente maquinó un argumento― Ayer le vi junto a mi prometido al acabar mi paseo, he supuesto que se trataba de él

Rose continuó haciendo mi recogido, algo más nerviosa y yo callé hasta que terminó. ― Ya está, lady Wellington os espera. Ha sido un placer milady― salió corriendo antes de que yo pudiera agradecérselo y salí de estancia

Me dejé guiar por el instinto hasta los jardines, admirando cada esquina de tan maravillosa arquitectura, como era aquel castillo. Las grandes estancias decoradas ricamente, los grandes pasillos cubiertos por estandartes del ducado Wellington con hilos de oro, el olor del mar inundando todo...

Me dejé guiar, como era de esperar, lo hice erróneamente y me perdí por la inmensidad del edificio. Merodeé nerviosa por los pasillos, lo último que necesitaba era llegar tarde a tan importante citación. Todos los rincones de aquel castillo me estaban empezando a parecer iguales hasta que oí unas voces provenientes de un gran despacho

―Tengo que aguantar que mancilléis mi hogar una vez al mes con vuestra presencia, más no permitiré ninguna amenaza sobre mi hijo y su prometida ¿Entendido?

―Duque, vos no tenéis ningún derecho a medir mis palabras. Soy Alistair MacLaren no un miembro de su servicio y digo lo que place a quién me place.― la puerta estaba ligeramente entre abierta y se dejaba ver el interior de la sala, donde el duque de Wellington permanecía sentado en su escritorio mientras enfrente sentados en actitud nada amigable se encontraban el guerrero rubio que respondía al nombre de Keith y el hombre de los penetrantes ojos ámbares― Mi clan no es su vasallo, y créeme cuando le digo que  no tengo  ganas de estar aquí sentado frente a vos en el castillo que arrebatasteis a los MacLaren, pero ambos sabemos que no queremos tambores de guerra y menos ahora que vuestro hijo se casa. Así que no volváis a creeros con la autoridad de reprenderme o habrá consecuencias

El duque apretó los puños― Estas propiedades no fueron arrebatadas laird, son nuestras por derecho

―¡La sangre de cientos de inocentes están en vuestras manos!― bramó Keith― ¡Y aún así seguís diciendo que son vuestras por derecho!

―Así quedo sellado en las capitulaciones que firmaron los MacLaren

―Esas capitulaciones son una infamia

Keith y el duque siguieron discutiendo mientras yo contemplaba la escena expectante. Alistair MacLaren que había permanecido posando su intimidatoria mirada ámbar en lord Wellington, notó mi presencia y se giró ligeramente en mi dirección. Nuestras miradas se cruzaron, yo di un respingo, él por su parte complacido por mi susto, dejo ver una media sonrisa. 

―No os tenía por una dama que gustara de escuchar detrás de las puertas― una voz femenina me sobresaltó y al ver a lady Wellington detrás de mi, maldije con todas mis fuerzas

―Lady Wellington, yo...no encontraba el camino a los jardines y he oído voces, yo pensaba que...lo siento― toqueteé nerviosa mi vestido sabiendo la mala impresión que acababa de causar. Su mirada severa se suavizó y sonrió

―Entiendo que os hayan llamado la atención los escoceses. ¿Alguna vez habíais visto un guerrero escocés?― negué con la cabeza mientras me hacía gestos para que la siguiera― desprenden una fuerza, una vitalidad...una pena que sean tan poco civilizados

Negué con la cabeza.― Siento que tengáis que aguantar su presencia en vuestras tierras― respondí tímidamente

―Bueno, al menos entre pelea y pelea pasa algo interesante, a veces la vida aquí puede ser muy aburrida

―Alentadoras palabras, teniendo en cuenta que voy a vivir aquí el resto de mi vida― murmuré y ella sonrió

―Entendedme lady Wessex, solo tengo un hijo y hace mucho que dejó de necesitar de mi― suspiró y volvió a sonreír mientras salíamos a los jardines― Pronto mi hijo y tú llenaréis esta casa de pequeños y reviviré aquellos gloriosos momentos de la maternidad

Sonreí tímidamente. Aunque su tono de voz era aterciopelado por alguna razón lady Wellington desprendía una fuerza impactante. Los mensajes que mi cabeza recibía eran confusos, por un lado la aparente amabilidad y la comprensión que sentí que encerraban un fondo con un gran carácter. Me estaba analizando, era un hecho, cada paso que yo daba, cada movimiento y cada palabra estaban siendo cuidadosamente examinados por ella aunque era normal; yo era una forastera en aquellas tierras y me desposaría con su hijo en breve.

El jardín era pequeño, delicado y de un estilo francés que lo hacía desentonaba ligeramente con los alrededores llenos de praderas, bosques y valles. Los arbustos eran bajos y perfectamente podados en formas cónicas y redondas, carecían de flores, quizá las bajas temperaturas impedían su crecimiento y en el centro se hallaba una pequeña fuente de piedra. 

Lady Wellington me guio hasta una mesa cerca de esta y me señaló uno de los dos asientos. Yo con ojos golosos miré los postres que criados iban acercando, no comía nada desde ayer y estaba hambrienta

―Me sorprende ver estos jardines en un lugar así― dije mientras me servía el té

―Son pequeños, pero es mi lugar predilecto del castillo. Hace muchos años, en mi juventud antes de desposarme―miró al infinito― viajé a Francia y quedé prendada de sus maravillosos jardines. Cuando nos trasladamos aquí decidí intentar recrearlos en un tamaño pequeño aunque el clima no fuera a dejar que se volvieran tan espléndidos como los París.

―Mi abuela― respondí mientras me rozaba los hombros por el frío― era parisina, mi abuelo siempre hablaba de lo maravillosa que es esa ciudad

―La ciudad más hermosa del mundo, mi patria Inglaterra siempre será la dueña de mi orgullo pero París siempre lo será de mi corazón― sonrió y suspiró 

Le di un sorbo a mi taza de té y decidí callar y observar a lady Wellington dejarse llevar por sus pensamientos mientras intentaba idear un nuevo tema del que compartir opiniones, pero a pesar de que el té había calmado levemente mi estómago, el nerviosismo seguía revolviendo mi interior

―Mi hijo, parece embelesado tras vuestro primer paseo, espero que sepáis seguir manteniéndole en ese estado― dijo con un ápice de amargura y yo alcé una ceja

―Lady Wellington yo simplemente cumplo con mi deber

Soltó una carcajada― Querida, un consejo, no habléis de vuestro matrimonio como un deber ante Evan, a pesar de su rectitud y sentido del honor, sé que aborrece ver vuestro enlace como una tarea. En el fondo supongo que los hombres también esperan tener ese final feliz que las mujeres deseamos

―No todos los hombres― susurré al pensar en mi padre e intenté recordar si en algún momento de nuestro paseo el día anterior pude haber alguna alusión a ello.

―Cierto, no todos los hombres― murmuró dándole un sorbo a su taza de té mientras miraba la ventana del despacho de su esposo donde yo había estado husmeando antes― Cuando llegué  yo también me sentí extraña al principio, a la población le costó acostumbrarse a nosotros más ahora no me imagino en otro lugar del mundo y a vos os pasará igual en breve. 

―¿La población de estas tierras es inglesa o escocesa?― pregunté y lady Wellington alzó una ceja, intrigada por mi curiosidad

―Los escoceses fueron expulsados y la buena gente inglesa ocupó su lugar en estas tierras, como era su derecho― lo recitó. Sus palabras estaban desde luego ensayadas por que algo en el noto de voz hizo que me percatara de que ella misma no pensaba lo que había dicho.

―Ayer Evan me hizo saber que sus visitas son frecuentes ¿Es eso cierto?

Lady Wellington asintió. Le dio otro trago a su taza mientras daba un pequeño bocado a un pastel. La elegancia de aquella mujer era envidiable, sus gestos eran gráciles y precisos, su voz era aterciopelada y sus maneras exquisitas. Tenía delante la viva imagen de aquello en lo que mis padres se esmeraron tanto en convertirme. 

―Así es, una vez al mes normalmente. Más no debéis preocuparos apenas se quedan un par de días, probablemente mañana ya no tendréis que soportar su presencia por estos pasillos― hizo un parón, sus mirada fría se clavo en la mía― Tenéis unos ojos...peculiares

Sonreí tímidamente― Herencia de mi abuela Excelencia, tuve la fortuna de nacer con sus ojos

―Gran fortuna la vuestra. Me agradáis lady Elisabeth, creo que comprometeros con mi hijo ha sido una gran decisión― sus palabras me causaron un hormigueo de ilusión en el estómago― estoy segura de que tendréis un matrimonio muy dichoso

Lo único que pude hacer fue asentir y dedicarle una sonrisa― Gracias― murmuré 

―Elisabeth...― la voz de Evan tras de mi hizo que me diera un vuelco al corazón. Su madre le miró acusatoriamente y él se corrigió―...Lady Wessex. Solo quería saludaros antes de la partida de caza. Madre si pudierais excusarnos...

Lady Wellington se levantó― Por supuesto que sí, si necesitáis algo de mi, estaré con el duque.

Se llevó con ella a su dama y me quedé a solas con él. Se notaba que acababa de levantarse recientemente por que su cabello ondulado estaba algo alborotado, lo que le dio un aire todavía más atractivo. Me sonrió y me tomó la mano mientras la besaba

―Estáis resplandeciente esta mañana. Necesitaba veros...

―Aquí me tenéis― susurré con la respiración entrecortada

―En breve parto con mi padre y sus hombres, solo será una jornada de caza, estaré aquí al atardecer. 

Recordé que era domingo. "Cada dos domingos el futuro duque acompaña a su padre en su jornada de caza" escuchaba la voz de mi institutriz en mi cabeza "En caso de que os lo mencione animadle a invitaros, dará una buena impresión vuestra"

―¿Creéis que podría acompañaros?― pregunté con una sonrisa

Abrió la boca ligeramente, sorprendido por mi pregunta y al instante sus ojos dejaron ver un brillo especial de ilusión―No sabía que gustarais de cazar, por supuesto que podéis acompañarnos, será un verdadero placer.

Odiaba la caza, profundamente. En cuanto padre se enteró de que el duque gustaba de la caza intentó llevarme con él un par de veces más todo acababa en lágrimas al ver a los animales que mataban, no fui capaz de aguantar ni una sola jornada entera. Pero yo disfrace mis inseguridades en una sonrisa y asentí

Me guió hasta las caballerizas donde para mi sorpresa también estaba Evelyn alistando su caballo

―¡Elisabeth! ¿Nos acompañáis en esta partida?― preguntó emocionada

―Así es― corrió a mi lado

―Os va a encantar, estas tierras están llenas de faisanes

―¡Preparad otro caballo!― pidió Evan mientras montaba el suyo

Yo me acerqué al hombre que sujetaba a los perros y le acaricié a uno la cabeza. El can agradecido por la caricia frotó su hocico en mi mano 

―Le gustáis milady― murmuró el muchacho que estaba al cargo con una sonrisa

Sonreí y seguí tocándoles mientras Evelyn se ponía a mi lado.― ¿Qué os había dicho? Mi primo está encantado...

―Casi no nos conocemos

―Y mirad lo bien que os va― sonreí y le di un pequeño codazo

―¡Lady Elisabeth, es un gran placer que nos acompañe en esta jornada!― exclamó el duque detrás de mi

―El placer es mío Excelencia

―Muy bien, todos a los caballos, hoy intuyo que será un gran día y pienso traerle suficiente carne a la cocinera para el banquete de mañana.

Abrí la boca para preguntar pero Evan insistió en ayudarme subir a montarme y yo fingí no tener tanto dominio del caballo, escondiendo mis grandes habilidades de montura.

Partimos y rápidamente nos adentramos en la espesura de aquel bosque, rodeado de verdes llanuras. Empecé a maldecir por el frío, mi vestido era de mañana y nada apropiado para una jornada de caza. Los ruidos de la naturaleza...los pájaros piando, el viento rozando las hojas de los árboles, y el galope de los caballos, formaron en mi una sensación maravillosa.

El bosque era muy frondoso. El olor de la vegetación húmeda era la fragancia que lo envolvía todo y sonreí mientras el viento alborotaba mi pelo

―Voy a echar esto de menos cuando vuelva a Londres―dijo Evelyn mientras rozaba una rama

―No estéis triste, podréis venir a visitarnos cuando gustéis. Espero que traigáis a mi hermano aquí pronto. A William le encantaría cabalgar por estas tierras― murmuré― aquí se harían buenas carreras

Evelyn rio― Muy buenas, una pena que yo no sepa montar como vos

―Ya os enseñará William es muy buen jinete, y creedme le encantará que le pidáis ayuda

Soltaron a los perros y los hombres se comenzaron a dispersar en grupos

―Nosotras deberíamos ir a la llanura para cuando vuelvan con las presas poder ofrecerles algo de agua― sugerí

―¿Estáis de broma? ¿Y perdernos toda la diversión? El agua lo sirven los criados, nosotras vamos a ver si cazamos una liebre.― gritó galopando más rápido intentando seguir a uno de los perros 

Hice una mueca, no quería cazar nada y mucho menos una liebre. Evan me hizo un gesto para que le siguiera y yo negué con la cabeza.― Yo os espero en la llanura donde están preparando el refrigerio.―no tenía estómago para ver ningún animal muerto. Padre estaría decepcionado.

―¡De acuerdo, si os perdéis gritad!

Reí y asentí mientras la vi alejarse.

Me desvié por uno de los caminos que creí que llevaban al punto de partida. Justo donde el bosque terminaba y comenzaba aquella maravillosa llanura verde que cubría todo. Con el castillo en la lejanía y el pueblo aún mas lejano pero que se podía vislumbrar desde allí. 

Vi un pequeño lago y me desvié para contemplarlo. Las aguas puras, y cristalinas, se revolvían originando un sonido que podría quedarme a oír durante horas. Me bajé del caballo para acercarle y que pudiera beber. 

Rocé con mi mano el agua y la aparté rápidamente, estaba helada. Un pequeño ruido hizo que levantara la vista y vi un pequeño ciervo bebiendo del lago.

Aquel espléndido animal levantó la cabeza para mirarme directamente a los ojos y al ver que yo no me acercaba siguió bebiendo enfrente de mi

―Vete― susurré― vete o te van a matar― intenté ahuyentarlo pero el animal seguía plácidamente bebiendo― No quiero ver como te cazan por favor― me acerqué para alejarlo pero una grave voz me sobresaltó

―Sois una pésima cazadora― solté un grito y el ciervo huyó 

Me giré y vi a Alistair MacLaren ante mi. Montado en su caballo, la fiereza que aquel hombre era sin lugar a dudas singular. Clavó su mirada divertida en mi que contrastaba con su gesto serio. Sus facciones rectas, con aquellos ojos ámbares le hacían un hombre de aspecto intimidante y yo me sentí menuda a su lado.

― Me habéis asustado― susurré, tocando mi pecho que pitaba por mi corazón sobresaltado

―¿Qué clase de cazador deja tan preciada pieza marchar?

―No sé si me confundis pero yo no soy ninguna cazadora

―Ya lo he podido comprobar

Me monté en mi caballo para estar a su misma altura, pero aún así me seguía sintiendo igual de diminuta. Su rostro no se inmutó por mi acción.

―Debo marcharme― dije sin mucha convicción sin querer estar a sola con él ni un segundo más

―¿Os doy miedo lady Elisabeth?

―¿Cómo sabéis mi nombre?― susurré comenzando a estar aterrada por su presencia

―Tenéis un nombre muy común― respondió en un tono neutro y volví a recibir señales confusas. Sus palabras dejaban ver que se estaba burlando de mi más su rostro permanecía completamente serio y su grave voz no se alteraba.

―¿Me habéis buscado en concreto o simplemente buscáis alguien que os de conversación?― pregunté insegura de sus intenciones

―No os hagáis la importante, pasaba por aquí y he visto a una dama hablando con un ciervo, entended mi curiosidad― Si alguien me veía ahí, con un hombre con el pecho descubierto, los dos solos en un lago, mi reputación estaba acabada.

―Bien, pues sí eso es todo―Tragué saliva y con manos temblorosas tomé las riendas del caballo― Que tengáis un buen día― me giré y salí galopando al castillo 





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