Capítulo 20

Me quedé petrificada. 

Algo rugió dentro de mi en cuanto vi como sus labios entraban en contacto con los de Alistair, que confuso se quedó quieto sin mover su boca para corresponderla. Con suavidad la apartó ligeramente.

Quería matarla. Quería coger el puñal que Alistair tenía atado en el kilt y clavárselo el pecho.

―¿Qué haces aquí?― susurró― Yo...yo pensaba que...

―Mi esposo ha muerto Alistair― respondió y su tono aunque en parte apenado era de alivio― nada me retiene ya en esas tierras, yo...tal vez no debería irrumpir sin avisar pero necesitaba verte. Tal vez me hagan regresar para regentar sus tierras pero...

La mirada de ella era de adoración pura. Observaba a Alistair con la mayor de las devociones y buscaba con sus manos todo el tiempo algo de contacto físico de él, como alcohólica con mono que por primera vez en mucho tiempo pudiera volver a consumir. No parecía ni estar percibiendo mi presencia en la estancia.

Tuve la necesidad de dar un paso al frente y aclararme la garganta. Pareció reaccionar ligeramente y reparó en mí. Sonrió y me cogió la mano

―Tenéis que pensar que soy una maleducada...soy Iona MacNab y...― noté como me analizó y cuando pareció adivinar mi identidad soltó un suspiro― La condesa Violeta...―Asentí, ya me había hecho a ese título y me acerqué un poco más a Alistair. Ahora fui yo la que sacó a relucir su mejor neutralidad en el rostro y en sus ojos pude ver que se sentía algo intimidada por mi― No pensaba que fuera real...me negaba a creer que tú harías a alguien pasar por algo así

―Tranquila...mi estancia aquí acaba pronto― me adelanté a Alistair, que me miró de reojo y suspiró

―Os juro que los escoceses no somos así, no vamos...secuestrando ― intentó explicarse ella mirándome como si fuera un cachorrito abandonado que se acabara de encontrar por la calle― siento que hayáis tenido que...

Me aclaré la garganta para interrumpirla― No os preocupéis por mí, como he dicho antes, mi cautiverio tiene los días contados, en breve volveré con los míos, gracias a Dios

Alistair se tensó a mi lado

―Su utilidad aquí ya es poca y tiene una familia que la extraña

Ahora fui yo la que me tensé y le lancé una mirada retadora― Nunca hubo ninguna otra utilidad que no fuera vuestro disfrute, pues sabíais que los Wellington jamás cederían ni un milímetro de tierra

No fui capaz de reparar en lo que había dado a entender hasta que fue demasiado tarde. Iona posaba intermitentemente su mirada en ambos mientras en los ojos de Alistair se veía una rabia que temía que se transformaran en palabras

―Mi disfrute...jamás ha sido la finalidad de vuestra estancia aquí, creedme no os necesito a vos para eso

Fue como un puñetazo en el estómago

―Sabéis perfectamente a lo que me refiero ― dije con rabia

―Alistair...―nos interrumpió Iona

―Os marcháis en unas semanas, creo que ya podéis dejar de quejaros, tenéis lo que queréis

Sus palabras fueron como una daga. Quería matarle. 

Sus ojos se clavaron con fiereza en mi mientras yo le mantenía la mirada sin dejarme intimidar.

―Sois despreciables― susurré

―Suerte entonces que vuestro duque sea un hombre tan honorable― el sarcasmo en sus palabras me enrabietó y me acerqué a él para encararme

―Ya os gustaría ser él

―¿Y teneros a vos de esposa? Habéis colmado mi paciencia en unos meses, no me imagino pasando toda mi vida junto a vos

Ahora sí, lo sentí. Un dolor físico en le pecho, como si me estuvieran apretando el corazón. Contuve las lágrimas que peleaban por salir de mis ojos y dejé escapar a mi boca lo más hiriente que fui capaz de encontrar

―Te odio Alistair MacLaren y de verdad espero que cuando me marche sea la última vez que tenga que estar en vuestra repugnante presencia. 

Su rostro no dejó ver si mi comentario le había turbado, pero algo en sus ojos parecía dolido. Con indiferencia agarró ligeramente a Iona de la cadera y comenzó a guiarla por las escaleras que conducían al segundo piso sin mirar atrás para ver mi reacción.

Ella en cambio que parecía consternada por lo que acababa de presencia, me observó unos segundos con preocupación antes de acompañarle.

Los celos me quemaban. Mantuve mi mirada fija en la mano que el sostenía sobre ella, queriendo cortársela. Le odiaba. Con todo mi ser. Con cada músculo de mi cuerpo. 

Era un mentiroso, que me había llenado de promesas vacías y en el momento en el que había aparecido otra dama, había decidido devolverme como si fuese algo de usar y tirar. Me sentía estúpida. 

Escuché las risas de Sienna Y Evelyn por el pasillo mientras yo intentaba poner todo mi empeño para no llorar

―¡Tenía once años...que pensabas que podía haber hecho!― gritó Evelyn en una carcajada

―¡No me creo que le ataras!

―Te lo juro―Sienna reparó en mi presencia y sonrió―Evelyn me estaba contando que una vez Keith...¿Estás bien?

―Perfectamente

―Parece que has visto un fantasma

Le he visto.

―No, simplemente estoy cansada, voy a meterme en la cama y mañana seguro que me encontraré  mejor

―¿A estas horas? Es tu cumpleaños, vamos a hacer algo divertido, todavía tengo un poco de ese vino inglés que trajeron en la recepción de Brochan― dijo Evelyn bailando a mi alrededor― además ya sabéis lo que ha dicho Alistair vamos a celebrar un baile en vuestro honor por vuestro cumpleaños en unos días

―N-no...no estoy muy animada, la mañana me ha drenado

―¿Qué mosca te ha picado? Antes parecía que te ibas a comer el mundo y ahora parece que se os ha muerto el esposo en la guerra

Solo podía pensar en llegar a mi alcoba, meterme en la cama y no salir en días. Empecé a caminar en dirección a mi cámara, mientras notaba como las lágrimas resbalaban por mis mejillas.

―¿Dónde está mi hermano? No le he visto en todo el día y ahora que Brochan se ha ido no sé que le mantiene tan entretenido

―Está fuera con Iona

La cara de Sienna palideció, ahora era ella la que había visto un fantasma― ¿Perdona?

―Como lo escuchas, ha llegado, su esposo ha muerto y supongo que habrá regresado a buscarse el segundo marido

Se me rompió la voz.

―Elizabeth...― Evelyn me siguió

―Estoy bien...solo necesito dormir

―Es imposible que estés bien, no después de esto...

―¿De qué? De que la ramera de Alistair por fin haya regresado...me da exactamente igual, él y su furcia se pueden ir los dos al infierno

Me dolía. En el pecho algo me quemaba de una manera tan ardiente que no era capaz de pensar con claridad. Solo quería sepultarme en las sábanas y fingir que el mundo no existía. 

―Déjala Evelyn...necesita estar sola

Noté como intentó de perseguirme y en el momento en el que llegué a la alcoba, cerré el portón y me dejé caer al suelo, pudiendo por fin dejar de contener mi llanto.

Mi respiración entrecortada parecía no querer dejarme coger aire y mis lágrimas empaparon mi cara y mis manos. Un calor abrasador inundó mi cara y comencé a ver borroso. 

Por primera vez en semanas, quise marcharme a casa y que aquello terminara. Quería olvidar su rostro, su voz, su nombre...quería poder olvidar que en algún momento estuve cerca de él, que me había rozado, que me había arrancado carcajadas...quería volver a aquel momento en el que no sabía que existía.

Me levanté temblando y busqué algo con lo que limpiar mi cara. Abrí uno de los cajones de la cómoda y encontré una carta con mi nombre.

La carta de Evan.

La abrí con ansia, intentando encontrar en ella algún bálsamo a mi tristeza, algo a lo que aferrarme. Algo que me hiciese olvidar.

Querida Elizabeth

Recibir vuestra misiva fue como un regalo del cielo, que calmó el desasosiego al que mi corazón estaba sometido. Día y noche, pienso en vos y en el momento en el que vuelva a teneros entre mis brazos y pido a Dios que sea pronto.

Estamos haciendo todo lo posible para que todo acabe y podáis reuniros conmigo, pues no soy capaz de imaginar una vida sin vos. Jamás pensé que el amor pudiese causarme este pesar, pero dedico cada momento de mi día en idear formas de encontraros y traeros junto a mi a nuestro hogar. 

Jamás dudéis de los esfuerzos que estoy poniendo en encontraros, pues a penas duermo, intentando hallar maneras de poder libraros de esos escoceses que os estarán sometiendo Dios sabe a que torturas y vejaciones.

Aquellos rumores a los que os referías en vuestra misiva, descuidad, no son atendidos ni por mi ni por nadie de mi familia, que no dudamos en ningún momento de vuestro decoro. Sabemos que solo son calumnias vertidas por unos bárbaros desesperados por disuadirme de nuestro enlace, pero se olvidan del ferviente amor que os profeso y que haré todo lo que esté en mi mano para que esa mirada violeta que me cautivó desde el primer momento que la vi, esté de nuevo junto a mi.

Cuento los días para volveros a ver.

Siempre vuestro

Evan

Había un hombre que me amaba y estaba luchando por mi. Y yo le recompensaba encaprichándome de otro hombre. Una punzada de culpabilidad me cruzó el estómago, pero me hizo revivir esas esperanzas de mi final feliz otra vez. 

Llamaron a la puerta y dejé la carta apresuradamente encima de la cómoda

―Soy yo Elizabeth― Elizabeth siguió dando toques a la puerta

―Pasa― murmuré lo más alto que pude 

Abrió la puerta poco a poco y asomó la cabeza dedicándome una sonrisa dulce

―¿Te encuentras bien?

―Perfectamente

―Has llorado

Señalé la misiva― Con una carta de tu primo, créeme me ha hecho recordar muchas cosas que pensaba olvidadas

Evelyn negó con la cabeza mientras cerraba la puerta detrás de ella. 

―No sirve de nada que te lo niegues a ti misma 

―Yo no...

―Si no te eres sincera, solo vas a agonizar y a luchar contra un sentimiento que sabes perfectamente que sientes pero si no das nombre, no podrás combatir.

Quise contradecirla, pero al abrir la boca ni una palabra salió de mi boca y más lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos

Evelyn me abrazó y me meció en sus brazos

―Tranquila...

―Es un dolor...en el pecho― susurré sin dejar de llorar 

―Lo sé...créeme lo sé, como si te estuviesen arrancando el corazón

Asentí―Yo...Dios mío estoy tan avergonzada

―El amor no es algo de lo que avergonzarse, solo los valientes se atreven a amar

―Esto no es amor...solo pecado, deseo...en cuanto me marche yo...

Evelyn negó con la cabeza― Por mucho que te alejes de él, nunca dejarás de amarle Elizabeth

―Pero es mejor que quedarme y verle amar a otra. Hoy cuando...le he visto como se lanzaba a sus brazos, como le besaba...he querido matarla. Lo juro Evelyn si hubiese podido la hubiese estrangulado 

Evelyn rio― Normal, a eso se le llaman celos

Negué― No quiero sentir celos, no quiero...no quiero sentir nada Evelyn, me quiero sacar el corazón del pecho

―Amar es duro, es algo que es capaz de elevarte al mismísimo cielo y luego dejarte caer. Te obliga a hacer cosas que en otras circunstancias jamás te plantearías, a pensar y sentir cosas que jamás hubieras creído que se podían pensar y sentir. Pero no serás ni la primera ni la última mujer en vivirlo.

―Esto no tendría que haber ocurrido, yo tenía que haberme desposa con Evan y ya está. Jamás tendría que haberle conocido, por que ahora me pasaré toda la vida comparando esto que siento con lo que él me hará sentir.

Y por fin lo dejé salir. Mi mayor miedo. Pasar el resto mis días pensando que no siento lo suficiente por que Evan no me haga sentir igual que Alistair. Desdichada sabiendo que en otro momento de mi vida amé de la manera más inesperada e intensa y no volví a amar así.

―Amarás a Evan, puede que no de la misma manera que a Alistair, pero le amarás. Y serás feliz, y te olvidarás de todo esto, tendréis hijos, viviréis tranquilos y Alistair será un pensamiento intrusivo que se colará alguna vez en tu cabeza pero que poco a poco se hará más pequeño y menos recurrente. ― su tono tampoco sonaba muy convencido y yo lloré con más fuerza. 

"Alistair será un pensamiento intrusivo que se colará alguna vez en tu cabeza pero que poco a poco se hará más pequeño y menos recurrente"

―Otra cosa― continuó― es que no quieras que sea así

―¿Y que otra alternativa tengo? Iona está aquí

―¿Sabe Alistair que no quieres marcharte?

Negué― No cambia nada

―Habla con él Elizabeth, tiene derecho a saberlo

―No pienso humillarme así, conservaré la poca dignidad que me queda al precio que sea

Evelyn se puso en pie negando― De poca dignidad entiende el amor

―No me importa, si él me echa de sus tierras, me iré con la cabeza alta y el orgullo que me caracteriza intacto. 

Resopló― Ahí está vuestro maldito problema

―Evelyn...no puedes juzgarme por querer mantener mi integridad, podré admitir que por desgracia...― intenté buscar un sinónimo― me hace sentir, pero nunca rogaré a un hombre que me deje permanecer a su lado

Evelyn asintió y me dedicó una sonrisa triste― Ojalá yo tuviese esa integridad― murmuró tan bajo que supe que no quería que la escuchase. ― Os dejo, Sienna me va a matar si sabe que me he colado. 

―Muchas gracias...por todo― dije antes de que saliese y ella me volvió a sonreír cerrando la puerta.

Bostecé notando como el sueño invadía mi cuerpo y decidí dar por finalizado el día y meterme en la cama. Abrí de nuevo la cómoda para guardar la carta y me percaté de algo que brillaba escondido entre los papeles.

El ancho anillo con la piedra violeta y el que era más fino y pequeño con la piedra ámbar. Sonreí recordando nuestra boda falsa. El tono violeta era muy similar a mis ojos y el ámbar era idéntico a los ojos de Alistair. 

Un pensamiento intrusivo se me cruzó por la cabeza y en un principio lo deseché para dos segundos más tarde volver a coger el anillo y probármele. La verdad es que me quedaba perfecto. Parece que aquella piedra ámbar estaba hecho para llevarla en mi dedo. 

Pasé horas encima de la cama observando mi mano con el anillo puesto. Admirando la extraña sensación que tenía al mirarla. 

Cuando noté que empezaba a anochecer dejé los dos anillos en su localización originaria y me metí en la cama no sin antes volver a construir la barrera de almohadas idéntica al fuerte que construí cuando pasé mi primera noche en Balquidder.

No tenía ningún tipo de esperanza en que Alistair pasara la noche allí y menos después de la aparición de Iona pero mi rabieta era tal, que quería que los criados le comunicaran al día siguiente cuando recogieran la habitación que había vuelto a construir el muro de almohadones. 

Estaba comenzando a quedarme a dormida, pensando en como aquellos no eran ni de lejos los veintiuno que hubiese imaginado, recordando todos mis momentos en aquellas tierras, rememorando cada recuerdo, felices y tristes, sabiendo que dentro de poco, todo formaría parte de mi melancolía y no volvería...pensé en Keith y en Aila...En Bernalck...en Yvaine, en lo mucho que les iba a extrañar...justo en ese momento el portón se abrió y yo cerré los ojos fingiendo el sueño.

Alistair cerró con suavidad intentando no despertarme y resopló al según mi intuición ver que había vuelto a construir una barrera. 

―Esta mujer...― murmuró

Se descalzó y se acercó a la hoguera para encender el fuego cuando reparó en la carta que se me había olvidado guardar en la cómoda. La tomó, se sentó en mi borde de la cama y con gesto serio la leyó en silencio mientras cada músculo de mi cuerpo temblaba de tensión. 

haré todo lo que esté en mi mano para que esa mirada violeta que me cautivó desde el primer momento que la vi, esté de nuevo junto a mi― susurró―.....será Imbécil. 

Hizo además de quemarla pero se contuvo y la depositó donde estaba. 

―Si no fuera por ella le mataría―volvió a susurrar para si mismo. Mi corazón latió con fuerza y cuando noté que se estaba acercando a mi cerré los ojos por completo. 

Sentí que se quedaba observándome unos segundos y yo fingí un cambió de postura tapándome un poco más con la sábana. Rozó con el pulgar mi mejilla ligeramente. Su contacto me hizo arder, en el momento en el que se separó sentí un vacío enorme.

Comenzó a desvestirse y me permití con cierta vergüenza observarle. La espalda ancha y musculada se contrajo mientras se quitaba la camisola, sus brazos fuertes, se quitó el kilt y aparté la mirada para evitar ver más, pero el calor casi asfixiante que sentía en esos momentos no me estaba dejando pensar.

Sentía deseo. 

No sabía que quería, o que era aquello que mi cuerpo parecía buscar pero me tuve que contener para no incorporarme, derribar el muro que separaba la cama y rogarle que por favor me hiciese sentir como aquella falsa noche de bodas.

Se colocó otra camisola y se recostó en la cama.

En ese momento pensé en Iona, en como había estado desposada infelizmente a otro hombre, en Alistair que llevaba amándola todos estos años y como esta era su oportunidad de tener un vida llena de dicha. Y yo estaba durmiendo en su cama. No sabía como se tenía que sentir ella al respecto, pero yo comencé a sentir compasión por ella.

Iona no tenía la culpa de nada. Ni mi deseo pecaminoso, ni de mis sentimientos no correspondidos, ni de mis anhelos de quedarme en aquella tierra. Ella simplemente había regresado a él y yo tenía que aceptarlo o ese sentimiento me iba a consumir durante el resto de mis días.

Maldijo el fuerte de almohadones una vez más 

―De verdad a quien se le ocurre...― comenzó a murmurar en gaélico tan rápido que no era capaz de capté un...― saor sinn o olc. Amen.

"líbranos del mal amén"

Estaba rezando.

―Sabes que la amo, no permitas que me la arrebaten 

recordé las palabras de Iona, querían que regresara a regentar las tierras de su marido difunto y Alistair pedía a Dios por que no la volviesen a llevar de su lado.

Otra vez fue como una daga en el corazón. 

Apagó la vela que alumbraba ligeramente la habitación.

Pero esa noche yo dormí pegada a la muralla que nos separaba. 

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