Capítulo 19
Veintiuno.
Recuerdo la sensación que recorría mi cuerpo al imaginarme en dicha edad. Como soñaba con que mi felicidad sería plena, junto a mi esposo, puede que encinta, viviendo con los Wellington en su castillo, disfrutando en paz de la vida tan dichosa que me había tocado vivir.
Solía agradecer todas las noches a Dios, que me hubiera dado el enorme privilegio de vivir la vida que sabía que muchas muchachas matarían por tener y a mi se me regaló en bandeja de plata. A veces no me podía creer la enorme suerte que el azar me había dado y pensaba que todas las inseguridades y miedos se borrarían a medida que fuera creciendo.
Esa es la mayor de las inocencias de los niños, el estar convencidos de que todos los problemas se van resolviendo a medida que vas creciendo y que al llegar a la edad adulta, nada puede turbarte.
Me di cuenta de que esa inocencia y esa candidez solo explotaron cuando llegué a aquellas tierras. Había disfrutado de una vida sin complicaciones, querida por todos los que me rodeaban a pesar de la melancolía de mi madre y los escarceos de mi padre, siempre estuvieron allí para mí, puede que solo por yo representaba la garantía de su ascenso en la pirámide, pero jamás me faltó protección y atención por su parte. Mi hermano y yo uña y carne habíamos vivido la más felices de las infancias, sin tener que preocuparnos de los tan habituales problemas que rondaban a la mayoría de familias en Inglaterra.
Nos construyeron una frágil burbuja alrededor, para protegernos del mundo exterior, por que estaban convencidos de que jamás tendríamos que enfrentar la realidad. Estaba destinada a llevar una vida sin complicaciones, feliz, simple, dictada y orquestada por los demás, pero que sería liviana para mí. Comparaba mi infancia con la de Keith, teniendo que soportar la muerte de sus padres y partir de su hogar a la tierna edad de tres años o incluso la de Evan de cuyo maltrato por parte de su padre yo nada sabía hasta que Evelyn lo confesó y me sentía egoísta por osar a quejarme de nada de mi vida.
Nunca me había planteado que hubiera otro futuro para mí. Uno que yo eligiera, en el que las baldosas que iba pisando en el camino fueran colocadas bajo mi criterio y su destino no fuera señalado por mis padres. Por triste que fuera, jamás había pensando que yo pudiera ser algo más, que algo diseñado a medida para complacer al duque, y el gran dilema era que intuía que su diseño, ya estaba roto.
No había vuelto a bordar, algo que odiaba pero se me había dejado claro que agradaría al duque, pasaba los días montando algo que desagradaría tanto a mis padres que puede que fuera parte del placer de hacerlo. Ya no callaba los pensamientos que cruzaban mi mente, mi cabeza no se cohibía de pensar lo que le placiera, mis modales habían empeorado ligeramente: no me importaban mancharme de barro o hierva , no llevar el pelo exquisitamente recogido, correr...Por primera vez empezaba a separar lo que o disfrutaba de lo que todo el mundo decidió que yo debía disfrutar para agradar al duque.
Mis prejuicios a cerca de los escoceses se habían ido diluyendo hasta que se transformó en admiración. Por su puesto que había hombres descorteses pero no eran diferentes de los que abundaban en la corte inglesa. Admiraba su forma de ver la vida, más libre, como si fuera una aventura, nunca ocultaban lo que sentían o lo que pensaban...era un pueblo mucho más cálido. Disfrutaba de pasear por Balquidder y la mayoría de sus habitantes tenían amables palabras para mí, y detalles como pan recién hecho en cuanto desmontaba de mi caballo o algún ramo de flores.
Cuando pensaba en volver a Berwick mi corazón se encogía, el estómago se me revolvía y unas inmensas ganas de llorar me abordaban. Ya no sabía si a amaba a Evan, en realidad no sabía si alguna vez le había amado o simplemente pensaba que no era posible no amarle.
Me dirigí a las caballerizas dónde Bernlak estaba ensillando mi montura que no era la habitual. Toqué un poco el hocico del caballo preguntándome por que no era el mismo que había estado montando anteriormente.
―¿Le ha ocurrido algo al anterior?
Bernlak negó y me ayudó a subir― Alistair se ha enterado de el pequeño incidente
Hacía unos días, el caballo que montaba no parecía haberse hecho mucho a mi e intentó tirarme cuando estaba descabalgando.
―Suelo tener gran mano con los caballos no sé que le ocurrió
―Está poco acostumbrado a ser montado, nada más. Alistair por tu seguridad me ha insistido en cambiarte a uno un poco más dócil.
Rocé mi nueva montura y comprobé como aquel caballo era más manejable. Salí de las caballerizas con el guarda que tenía asignado siguiéndome por su puesto y oí el galope que otros dos caballos.
Sienna y Evelyn me alcanzaron y chocaron la mano
―¿Dónde pensabas que ibas sin nosotras?― dijo riendo la primera
―Solo voy a dar una vuelta por Balquhidder, a penas será media hora
―Vamos contigo, tenemos que celebrar esos veintiuno― respondió Evelyn y sacó una botella de champán de su vestido mientras yo soltaba una carcajada
―¿No se os olvida, eh?
Ambas negaron y yo resignada acepté la compañía.
―¿Veintiuno?― se oyó detrás y maldije al darme cuenta de que Bernlak estaba presente
―Vámonos― susurró Sienna― ya os he dicho que Alistair odia olvidar cumpleaños
Apremiamos a nuestros caballos y empezamos a galopar.
Después de la visita de Brochan Mackenzie quedé más confundida de lo que ya estaba, aunque mis miedos a cerca de la opinión pública sobre mi se relajaron. Lo que no tenía tan claro era que opinaba yo de ella y por qué en realidad la idea de que Escocia entera estuviese convencida de que Alistair y yo teníamos una relación no se me hacía para nada repulsiva. Al contrario, hacía que un nerviosismo extraño recorriera mi estómago y tuviera que morder mis mejillas para ocultar una sonrisa.
La sensación del viento, el sonido de la naturaleza a mi alrededor, el ruido de los caballos, las risas de Sienna y Evelyn detrás de mi...me hacía sentirme libre, plena, me hacía sentirme yo. No Elizabeth Camille Doyle condesa de Wessex y futura duquesa de Wellington, simplemente Elizabeth.
―Me acuerdo de cuando cumplí los veintiuno― Sienna llegó hasta mi lado― Alistair estaba tan ocupado que olvidó comprarme algo, se sintió tan mal que la semana siguiente tuve un regalo cada día de la semana y mandó a Keith a elegirlos así que podéis imaginaros el tipo de regalos que eran...
―Hablas como una anciana y a penas serás un par de años mayor que yo
―Tengo veintitrés cumplidos a principios de año, pero créeme pienso en los veintiuno y los veo muy lejanos
―Los veo lejanos yo, que acabo de cumplir hace tres meses los veintidós― bromeó Evelyn― ¿No pensáis casaros nunca?
―Mi hermano tampoco, es siete años mayor y nadie le cuestiona
A veces se me olvidaba que Alistair no llegaba a los treinta a pesar de su apariencia, puede que la gran responsabilidad que tenía como laird le dieran un aura de madurez que le hacía aparentar algo más de edad.
―¿Cumplirá los treinta años este año o el que viene?― pregunté y Sienna rio
―No me digas que estás sacando vuestra diferencia de edad― enrojecí y negué
―Claro que no, es curiosidad― intenté excusarme
―Pues para vuestra curiosidad― volvió a reír― Al igual que yo Alistair cumple a principios de año así que los treinta los cumple el año que viene
Ocho años, esa era nuestra diferencia de edad.
―¿Y vuestros padres nunca os propusieron ningún casamiento?
El semblante de Sienna se oscureció e hizo frenar un poco a su caballo― Mi madre falleció un día después de dar a luz s-se...se desangró así que por su parte ninguna propuesta y mi padre...bueno Alistair y él quedaron devastados con su muerte, padre juró que jamás me obligaría a casarme y que ello pudiera conducir a mi muerte al tener hijos y mi hermano...
―Por eso no quiere hijos― susurré
―Imagina tener su miedo y encima que la dama que dio a luz a la hija de Keith también murió en el parto...
El rostro de Evelyn se contrajo.
Alistair temía perder a la madre de su vástago en el parto, por eso fingía no querer hijos en un futuro. Me asustó la sensación de alivio que sentí.
Entramos en la calle de mercado de Balquidder y desmonté acercándome a la panadería en la que solía parar antes de proseguir.
Irvin, un hombre mayor cuyo pan sabía a gloria bendita salió a recibirme
―Elizabeth, le tengo recién hecho, sabía que hoy vendríais― dijo sonriendo y me tendió una hogaza― tened cuidad que está caliente
― Muchas gracias, ya sabéis que pienso que hacéis el mejor pan de toda Europa―Le tendí una moneda y él negó con la cabeza
―Y vos sabéis que nunca os lo voy a cobrar
Asentí con la cabeza con agradecimiento y con cuidado de no quemarme lo partí en cuatro trozos y lo repartí con Sienna, Evelyn y con el guardia que le tocaba vigilarnos
―No milady, es vuestro― intentó no aceptarlo pero yo insistí con la mano hasta que lo cogió
―Mmmmm― murmuró Evelyn con gusto― tengo que acompañarte más aquí, está exquisito
Volví a montar y seguimos avanzando mientras disfrutábamos del jolgorio del mercado. Los olores, los gritos...nada parecía a los refinados mercados ingleses, pero eso los hacía por alguna razón más auténticos.
―¿Queréis comprar algo para llevarlo a las cocinas?
―¡Mmmm!― gritó Evelyn con la boca llena señalando un puesto― ¡Vamos a comprar unos scones, para merendar por la tarde y celebrar tu cumpleaños!
―¿Vas a poner de excusa para tu antojo su cumpleaños?― respondió riendo Sienna y yo volví a bajar acercándome al puesto haciéndome un hueco entre la gente, que se apartó ligeramente al notar mi presencia
―Buenos días, si fuera tan amable de ponerme unos...¿Scones?― pregunté sin saber muy bien si lo había pronunciado como debía y la mujer asintió primero para después agachar la cabeza al reconocerme
―Sí Scones...vuestro gaélico es mejor de lo que pensáis ,señora.
Señora. Me acababa de dar el tratamiento de señora de aquellas tierras. Notó la sorpresa en mi cara y me sonrió dulcemente mientras me tendía una cesta con los postres.
―Decidle al laird MacLaren que paseé por aquí con vos, le echamos de menos
Asentí intentando que mi sorpresa no fuera tan evidente, tomé la cesta y le di las monedas correspondientes mientras volvía al caballo. Como siempre, escuché los comentarios habituales
La condesa violeta.
Dicen que no quiere marcharse.
Tal vez se quede aquí para siempre.
Excepto uno.
Mi prima trabaja en el castillo, todos creen que se ha enamorado de él.
Enamorarme de él. Pensaban que me había enamorado de él.
Me giré para encontrar la voz que había dicho eso pero no supe distinguirla entre la multitud. Un hormigueo nervioso recorrió mi cuerpo.
Monté el caballo con rapidez
―Volvemos al castillo― dije galopando para salir de allí y ellas me siguieron
―¡Pasa algo! ¡Tienes mis sconnes!― gritó Evelyn detrás atrás y yo solo seguí galopando.
Entonces me di cuenta de una cosa. la sensación que tenía montando era muy similar a la que tenía con Alistair. Las mariposas en el estómago, esa sensación de libertad, de felicidad recorriendo mi cuerpo desde mi cabeza hasta la punta de mis pies. La intuición de que podía hacer todo lo que me propusiese. Sentir que podía respirar por fin. Que nadie me juzgaba. El corazón a mil.
Pero yo no podía...
Sienna me alcanzó ― ¿Qué pasa?
―¿Alguna vez has estado enamorada?― pregunté de sopetón mientras notaba como empezaba a respirar con dificultad
Su rostro se contrajo y asintió― Una vez
―¿Cómo se siente?
Sienna miró al cielo y sonrió― Sientes que puede hacer y ser lo que quieras, como si estando con él fueras la mejor versión de ti. El corazón...― volvió a sonreír― se te sale del pecho cada vez que le ves y sonríes como una boba por las razones más estúpidas. Todos tus días por muy grises que sean son especiales y hermosos. La idea de separarte de él se te hace insoportable como si estar lejos fuera arrancarte un miembro de tu cuerpo...
Me quedé petrificada― ¿S-seguro? ¿Cómo se puede borrar, tiene que...?
Asintió― El amor es tan impredecible, que ataca cuando menos te lo esperas y te hace pensar, decir y sentir cosas que jamás hubieras imaginado. Es increíble, pero tienes que dejarte sentirlo.
―¿Qué pasó con él?
Sienna suspiró ― Murió
―Lo siento, yo no tenía ni idea...― me sentía horriblemente mal por haberla hecho revivir aquello
―Lo sé, pero aprovecha lo que yo ya no puedo.
Llegamos a las caballerizas y ambas descabalgamos, unos minutos más tarde llegó Evelyn
―¿No podíais ir un poco más despacio? Casi pierdo la vida intentando seguiros el ritmo. Me voy dentro, necesito beber agua
―Te acompaño― dijo Sienna
Me apoyé en una de las puertas de madera de uno de los cobertizos y al girarme me di cuenta de que ese caballo era nuevo. Y decir que era majestuoso era quedarme corta.
Blanco como la nieve, que contrastaba con el negro de sus ojos que reflejaban una mirada inteligente y dócil. Se encontraba perfectamente peinado, con parte de las crines trenzadas. Acerco su hocico a mi y le rocé suavemente.
―¿Te gusta?― la voz de Alistair me sobresaltó detrás de mi y di un respingo mientras me ponía la mano en el corazón. Su boca se torció en una sonrisa divertida, y sus ojos ámabares se achinaron un poco. Se había arreglado un poco, el pelo lo llevaba más peinado que de normal, el kilt con los colores de los MacLarens impecable y se había cambiado la camisola que ya andaba manchada por una nueva
―Me has dado un susto de muerte― noté como había perdido mi tono de formalidad con él― Como no me va a gustar es una criatura muy hermosa
―Es tuyo
―¿Qué?
―¿Hasta cuando ibas a ocultarme que era tu cumpleaños?― su diversión se convirtió en una mueca seria
―No estaba ocultando nada, simplemente no me parecía importante, no pareces alguien que celebre cumpleaños
Siguió serio y fijo su mirada en mi mano rozando al animal― No quiero que vuelvas a montar un caballo que esté mal adiestrado
―¿Por qué podría huir?
―Por que puedes caerte y hacerte daño
Otra vez, el corazón a mil.
―¿Te importa?
―¿Qué te hagas daño? Por su puesto que sí
Dejé de tocar al caballo para echar a andar en dirección al interior de la fortaleza, intentando que no pudiera ver el rojo de mis mejillas
―G-gracias por el regalo― dije entrando por el gran portón principal― ¿Te has arreglado para dármelo?
Sonrió.
―Daremos un baile por tu cumpleaños en unos días, Evelyn me ha comentado que querías ver el salón de baile en su máximo esplendor
―¿Y podré meter al caballo también?― bromeé
―Puedes llevarle a Inglaterra cuando partas― murmuró en un tono que intentaba reflejar neutralidad pero que capté algo incómodo― Brochan me ha hecho pensar y creo que aceptaremos el trato que proponen los ingleses
El mundo se me paró.
―¿Vas a devolverme?― susurré con la voz rota mientras hacía todos los esfuerzos que podía por no llorar.
―No quiero retenerte más Elizabeth, no puedo ser la causa de tu infelicidad más tiempo― dijo mirando al frente como si lo tuviese aprendido de memoria
Me visualicé volviendo con los míos. Viendo a mis padres, a mi hermano, desposando a Evan, volviendo a mi vida, y pensarlo me dio ganas de vomitar. Pensar en estar lejos de Escocia era horrible, la mera idea de alejarme de él era insoportable.
Y entonces caí. Estaba completa, profunda e irreversiblemente enamorada de Alistair MacLaren.
Fue como un mazazo, un terremoto que llevaba intentando no admitir semanas, pero que se hacía tan evidente en esos momentos que engañarme a mi misma no era viable.
―S-supongo que no querrás que sea más una carga― murmuré asimilando la noticia
Alistair se acercó y me rozó la barbilla ― Nunca, ni ahora, ni en el pasado has sido una carga. Pero obligándote a permanecer a aquí, soy egoísta.
―Los Wellington....yo...― una presión en el pecho no me dejaba respirar
―No será inmediatamente, en unos días llegará una comitiva de los Wellington para ultimar y cerrar el trato y tras esos en unas semanas te dejaré marchar― algo en su rostro se contrajo
Quería gritarle que no me dejara marchar, que me quería quedar a su lado. Pero mi boca no fue capaz de articular ni una palabra, por que ahí fui consciente de que él no sentía nada de lo que yo experimentaba, por que mientras que a mi la idea de partir me rompía le corazón, Alistair debía de estar cansado de negociar y simplemente quería deshacerse de mi rápido.
―No me aceptarán y Evelyn...― susurré
―Tendrán que hacerlo, Keith y yo nos aseguraremos de que tu protección esté garantizada― me levantó suavemente la barbilla― hasta mi último aliento te aseguro que velaré por tu seguridad
Mis ojos se volvieron vidriosos y me libré de su contacto para que no pudiera ver las lágrimas que en segundos recorrerían mi rostro
―¿Y Evelyn...?
―Su futuro, es más incierto, pero en eso poco tengo yo que ver― me agarró de la cintura y me dio la vuelta para que no le diera la espalda― sé las ganas que tienes de volver, no tienes que temer a los tuyos
―No lo entiendes
―Sí, todo lo de compartir alcoba y esos puritanismos vuestros, pero hazme caso, en Inglaterra nos hemos encargado de que todo el mundo sepa que tan pura como llegaste te vas
―¿Entonces solo me quedan unas semanas aquí?― dije limpiándome rápidamente una lágrima antes de que él la viese
―Así es, tal y como llevas pidiendo estos meses, tu calvario.... acaba pronto― dijo intentando aparentar seriedad e indiferencia pero por primera vez a Alistair MacLaren se le quebró ligeramente la voz
―Alistair yo...― murmuré rozando su mejilla y dejando mi rostro a escasos centímetros del suyo― yo no sé si quiero...yo...
No pude acabar lo que tanto me había costado empezar a decir por que alguien abrió el gran portón
―¿Alistair?― susurró la voz de una mujer
El pelo negro largo, liso, con los mechones de delante recogidos detrás. La piel pálida con unas ligeras pecas, los ojos castaños claros de un color que recuerda al otoño. Los labios rojos, las mejillas sonrosadas y vistiendo un hermoso vestido ocre que favorecía su figura.
Alistair en cuanto la vio sus ojos se abrieron tanto que parecía que se le iban a salir de la cara, la sorpresa en su rostro me hacía indicar que no esperaba dicha visita. Soltó el agarre de mi cadera y se frotó la cara.
―¿Iona?
Ella corrió hacía él riendo y le besó.
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