Capítulo 13
No sabía ni que hora era, pero los ojos se me estaban comenzando a cerrar por el cansancio del día.
Maldije mientras me incorporaba en la cama. Estaba intentando aguantar despierta para poder hablar con Alistair a cerca de lo ocurrido...puede que para darle las gracias también, tanto por el baño como por haber intercedido por mi ante mi padre.
Pero aquella noche ya era cerrada y Alistair MacLaren no aparecía. Había abierto la cama, me había puesto un camisón limpio que me habían hecho llegar un par de criadas y le esperaba tumbada en mi mitad de la cama, que seguía dividida por la muralla de almohadones que repetí tal y como hice el primer día.
Volví a mirar por la ventana aburrida, preguntándome que le tendría tan ocupado como para no acostarse a su hora habitual. Fue entonces cuando un sentimiento afloró... y maldito el momento: la preocupación. Puede que mi padre le hubiera tendido una emboscada y le hubiera ocurrido algo, tal vez, todo era una trampa para poder entrar en el castillo y atacarles...
Ansiosa me levanté y me comencé a peinar el pelo con mis dedos para intentar calmar el nerviosismo que estaba sintiendo al ir mi cabeza recreando mil escenas en las que Alistair acababa muerto. Pero al contrario de la alegría que debería sentir por que hubiera la posibilidad de que mi padre decidiera poner fin a su mísera vida de captor, no sentía ninguna satisfacción en absoluto. Yo Elisabeth Camile Doyle, estaba preocupada por aquel escocés y aceptarlo no era algo que me agradara.
Intenté pasar de las teorías conspirativas y centrarme en recuperar un poco el sueño que me había faltado esos días, pero no lograba dormirme. Quizá había sido la visita de mi padre, y todas las emociones vividas en un día lo que mantenía en vilo pero definitivamente supe que hasta que no supiera dónde se encontraba Alistair no podría dormir tranquila.
Tal vez podría preguntarle a Evelyn aunque dudo que ella supiera mucho más que yo al respecto de su paradero. Me acordé de su conversación con Keith de aquella tarde...el dolor en la voz y en los ojos de mi futura cuñada cada vez que se refería a él, era algo que aunque no quise darle importancia al principio, ya era tan evidente que no podía ignorar más. Había algo que Evelyn no me quería contar y que desde luego si algo estaba claro es que la historia incluía a Keith MacLaren.
Entendía que Evelyn no quisiera contármelo, teniendo en cuenta que hasta hace unas semanas, estaba a punto de desposarse con William, pero en aquel momento yo tampoco me consideraba en posición de recriminarla nada. Tal vez yo estaba proyectando una imagen demasiado rígida que no casaba con mi verdadera personalidad y tenía miedo de abrirse. Pero la curiosidad de saber que era aquello tan horrible que había cometido Keith como para que la jovial y alegre personalidad de Evelyn se tornara tan amarga en su compañía y tuviera tanto rechazo a todo lo que tenía relación con él.
Dejé que pasaran un par de minutos y no pude aguantar más. Me levanté de la cama, dejándome guiar por un impulso, probablemente estúpido y que en otros momentos de mi vida hubiera reprimido. Ignorando el frío salí de la habitación en dirección a ninguna parte, intentando averiguar dónde estaba metido Alistair MacLaren
Ni si quiera sabía por dónde buscar, a penas me conocía el castillo y empecé a arrepentirme el haber salido del calor del lecho. Vagué por los pasillos sin rumbo, aprovechando para aprenderme la distribución del castillo cuando me topé con Bernlak, el hombre de la guardia de los escoceses al que ataqué el primer día
―¿Milady que hacéis por aquí a estas horas?
Sonreí al verle―¿Qué tal tenéis la mano?― pregunté
Me la enseñó y vi una marca― Entre vos y yo, nunca diré que esta cicatriz me la hizo una dama con un tenedor, si os preguntan es una herida de guerra
Solté una carcajada y asentí― Vuestro secreto está a salvo conmigo
―Os veo de mejor humor de cuando llegasteis
―Simplemente me voy acostumbrando, y parece ser que mi estancia en vuestra tierras tiene para largo― él sonrió y me miró con cariño
―No habéis contestado a mi pregunta ¿Qué hacéis a estas horas de la noche y en camisón por estos pasillos― preguntó como un padre que regaña a su hija
―Estoy buscando a Alistair, normalmente a estas horas suele aparecer por su alcoba y temo que le haya ocurrido algo...tal vez relaciones con la visita de mi padre, no creáis que es hombre que juegue limpio y más si está en entredicho mi posición ante los Wellington
Bernlak solté una fuerte carcajada y me acarició la cabeza cariñosamente― Nuestro laird no está en ninguna emboscada milady
―Pero...― quise rechistar pero él negó con la cabeza
―Escuchadme, lo más probablemente es que ahora esté ocupado en otros...menesteres― dijo en tono insinuativo― cuando haya acabado, regresará a su alcoba no temáis. Si queréis puedo pedirle a alguna sirvienta que os acompañe de regreso
Hice una mueca ante su tono―No os sigo, aunque no os molestéis en explicármelo
―Los hombres de vez en cuando tenemos ciertas necesidades que necesitan ser cubiertas, sé que sabéis a lo que me refiero lady Elisabeth
Me crucé de brazos― Pero si yo ocupo su alcoba...
Se me había olvidado esa parte y nunca me había dado por pensarlo. Alistair al igual que todos los hombres tendría sus escarceos que por mi culpa no podría tener en su cámara desde que era ocupada por mi
Recordé las sensaciones que experimenté la noche que pensé que me había desposado con él. A fuego esta grabada cada caricia en mi cabeza, pues era la primera vez que aunque brevemente, fui tocada de aquella manera por un hombre. Y parecía que tardaría aún más en volver a poder experimentarlo, aunque espera que aquella vez fuera por el hombre correcto
―Aún así― continué― me gustaría dar con él, para tranquilizar a mi conciencia
―¿Alistair MacLaren está alterando vuestra conciencia Lady Elisabeth?― preguntó Bernlak sonriendo y yo negué
―En absoluto ― dije firme y antes de que pudiera rebatirme continué en dirección al piso bajo― buenas noches
Bajé las grandes escaleras de piedra y di al salón, en el que reviví todo lo ocurrido con mi padre por la mañana. La angustia cambió de persona y fue el acordarme de Evan lo que me contrajo el corazón. Aunque las palabras de Alistair surgieron una cierta barrera. ¿Era demasiado precipitado idealizar tanto al duque cuando a penas había pasado unos días con él? Puede, aunque para mi no habían sido días, no en sentido metafórico, para mi el duque había estado presente años
Me rugió el estómago y por alguna razón mi cuerpo pedía por antojo un bollito de azúcar, como los que había desayunado aquel día. Tal vez en la cocina tenían preparados para el desayuno de mañana o sobrantes del de hoy que no había podido degustar. No lo admitiría pero estaban deliciosos, no tan refinados como los pasteles ingleses, pero no eran tan desagradables como las gachas que el primer día se me dio como alimento
Así que decidí tomar la tal vez no acertada decisión de desviarme y bajar hasta las cocinas , moviéndome esta vez por la gula. A penas había cenado, tenía el estómago cerrado por la bonita visitar familiar de la que había sido testigo, así que el hambre acababa de empezar a rugir más tarde. Noté otro rugido en mi estómago y supe que debía comer algo antes del desayuno o no pasaría una buena noche.
Me rocé los brazos intentando ignorar el frío que sentía debido a la poca ropa que llevaba y sin vela alguna empecé a bajar las escaleras, pero unos sonidos me desviaron hasta la despensa.
Eran gemidos, cada vez más claros a medida que avanzaba. Aunque debí haberlo dejado estar, haber ido a la cocina coger mi antojo nocturno y volverme a mi cuarto, mi curiosidad pudo conmigo y quise averiguar el origen del ruido.
Me tropecé con una cesta de manzanas en mi camino, cogí una y le di un mordisco. Quedé ante la puerta de la despensa, medio iluminada por unos candelabros y en la que dentro se oían los fuertes gritos de una dama. Quise entornar un poco la puerta, tal vez no era lo que yo pensaba y la muchahca sufría de algún tipo de mal, ni si quiera sabía si aquellos gemidos eran producidos por la unión entre un hombre y una mujer.
Por ello empujé un poco la puerta y al ver la escena del interior solté la manzana al suelo:
Una muchacha que reconocí de las cocinas de pie, dada la vuelta, con la cara pegada contra la pared, los ojos cerrados, gimiendo, con las faldas subidas. Alistair detrás de ella, con el kilt bajado, embistiéndola gimiendo no tan fuerte como ella, con las manos apoyadas en sus caderas empujándola hacia él.
No pude articular una palabra, no podía moverme, solo contemplaba horrorizada lo que estaba ocurriendo. Alistair tardó escasos segundos en percatarse de mi presencia y frenó en seco, con la respiración agitada, mirándome
―No paréis― gimió su acompañante que parecía no haberme visto
―Yo...― susurré con la respiración acelerada
La muchacha abrió los ojos y al verme chilló y se colocó las vestiduras
―L-lo siento, no he debido....― se me rompió la voz y no pude acabar la frase. Al separarse de él, me había dejado las vistas de la virilidad de Alistair que con tranquilidad se empezó a subir el kilt. Cerré los ojos rápidamente, pero esa imagen mental ya estaba grabada en mi recuerdo.
Muerta de vergüenza me di la vuelta, con el corazón a mil y ganas de llorar por la sobrecarga de información.
―Elisabeth― me llamó Alistair en tono neutro, pero yo ya estaba corriendo.
Subí las escaleras a toda velocidad mientras intentaba recordar el camino de vuelta a mi alcoba. Estaba procesando lo ocurrido, desconcertada, asustada. Nunca lo había visto, ni si quiera sabía como se hacía. Y en ese momento deseé que mi noche de bodas no tuviera lugar nunca. No era como lo imaginaba, no había delicadeza, era todo rudo, salvaje...
Aquello no cuadraba en nada con como me había imaginado que era la unión de un varón y una mujer, en nada. Solo me hallaba con todos mis esquemas rotos en mil pedazos y una sensación agridulce en el cuerpo. No entendía por que todo el mundo me había hecho creer que aquello era algo bonito, especial, pasional...por Dios si ni si quiera hacía falta una cama para aquello.
Le di vueltas a la postura que tenían, a sus gritos, a los roncos gemidos de Alistair...mi respiración se volvió a acelerar. Nada tenía sentido, si era así como debería conseguir descendencia, no iba a estar muy por la labor. Era degradante, ni si quiera estaban mirándose a la cara.
Tal vez esto era algo de bárbaros escoceses, más parecidos en hábitos a los animales que a las personas. Seguramente Evan no lo haría así, el sería delicado, y todo sería tal y como lo había imaginado. Eso sería algo exclusivo de los escoceses, los ingleses éramos más civilizados...o eso quería pensar.
Entré corriendo en la alcoba, cerré la puerta y me metí en la cama tapándome todo lo que pude. Me puse una mano en el pecho y noté mi corazón latiendo frenético. Todo era confuso, apenas había tenido tiempo para procesar lo que acababa de presencia. Mi respiración seguía sin calmarse y me pase las manos frías por la cara, intentando aclararme. Pero era como si hubiera entrado en un estado de aturdimiento general en el que ni mis pensamientos, ni me emociones parecían querer calmar mis señales físicas de agitación. Como si todo en mi quisiera permanecer en ese estado más tiempo.
Me levanté para avivar el fuego de la chimenea ante el frío que había cogido al ir en camisón por el castillo descalza. Aunque por dentro sentía un calor, como una explosión que parecía no llegar a mis extremidades pero que hacía que mi cara ardiera.
Eché un par de trozos de madera a la chimenea y me senté en una silla enfrente, intentando que mis pies entraran en calor mientras cerraba los ojos. Hice un par de respiraciones profundas, y al sentir un mayor calor, decidí volver a la cama.
Al levantarme noté que la puerta estaba abierta y Alistair MacLaren permanecía de pie apoyado en el marco, con los brazos cruzados y su mirada ámbar fija en mi. Di un respingo que casi me hizo tropezar con la silla. Al verle el recuerdo de lo que había presenciado y sobre todo de que durante unos segundos había visto su...virilidad, hizo que mis carrillos se tiñeran de rojo y no pudiera mirarle a los ojos
―Qué hacíais en la cocina a estas horas― rompió el silencio, con tono serio, y yo seguí son poder mirarle a la cara
―Tenía un antojo― susurré mientras notaba como mi respiración se volvía a agitar, al revivir en mi cabeza todo lo que acababa de pasar, una y otra vez
Volvió a formarse un tenso silencio en el que no me atreví a mover mis ojos de un punto fijo en el suelo. Oí que cerró la puerta pero permaneció dentro, y por como me estaba costando respirar supe que seguía observándome
―Os agradecería que no me mintierais― respondió imponente
―No os miento
Oí pasos, como se acercaba a mi, lentamente, como una cazador a la presa que está intentando no espantar. Sabía que estaba saboreando la tensión que había, la estaba disfrutando, mientras que mi nerviosismo crecía con cada paso que él daba en mi dirección. Me peiné las puntas del pelo con los dedos, algo que tendía a hacer cuando estaba inquieta.
Sus pies entraron en mi campo visual y supe que estaba enfrente de mi. Permaneció unos segundos en silencio, puede que regocijándose en el efecto que había tenido en mi lo que había visto.
Me tomó la barbilla suavemente y me obligó a mirarle a los ojos
―Miradme cuando os hablo
―Miraré dónde me plaza laird― le reté y asintió
―Eso lo acabo de comprobar hace escasos minutos lady Elisabeth ― siguió en su habitual tono serio
Al entender la referencia, volví a enrojecer y maldije. No quería parecer una inocente niña, no delante de él, por que eso tiraba mi fachada exterior y me hacía demasiado vulnerable.
―Os he preguntado que que era lo que hacíais en la cocina― volvió a preguntar mientras yo me preguntaba como el ámbar siendo un color tan cálido podía llegar a ser tan frío en sus ojos.
―Y yo ya os he respondido que tenía hambre
―No me gustan las mentiras― me advirtió mientras se acercaba un poco más
―Ni a mi laird, por eso tiendo a no decirlas
Viendo que mi respuesta no era de su satisfacción, apretó la mandíbula ― Cambiaré la pregunta para que me entendáis ¿Por qué me buscabais?
Intenté volver a desviar la mirada pero Alistair volvió a rozar mi barbilla para volver a centrar mi atención en él.
―He bajado a la cocina a por algo para saciar mi hambre― me mantuve firme y me senté de nuevo en la silla. Él se agachó hasta dejar su rostro ha escasos centímetros del mío
―Cuando he subido me he cruzado con Bernlak, quién me ha informado de que le habíais hecho saber que me estabais buscando, os pregunto el por qué.
Maldito Bernlak. En ese momento supe que había caído en su juego, lo sabía todo, toda mi conversación con Bernlack, mentirle no tenía sentido, más si decía la verdad, mi orgullo quedaría demasiado dañado.
―Tardabais en llegar, pensé que tal vez hoy sería mi día de suerte y mi padre habría decidido acabar con mi calvario aquí― me levanté y me metí en el lecho ante su atenta mirada.
―Disfrazad como gustéis la preocupación que teníais― sentenció y yo alcé una ceja
―¿Vos ahora conocéis como me siento mejor que yo misma? ― pregunté con sarcasmo
―Bernlak me ha hecho llegar vuestra preocupación, además, lady Elisabeth vuestros ojos son más expresivos de lo que os gustaría
Lo sabía, era algo de lo que era consciente. Mi mirada al contrario de la suya, era un color frío pero tan sumamente expresivo que con mirarme a los ojos podías adivinar lo que estaba pensando. La célebre frase "los ojos son el espejo del alma" jamás encontró mejor comprobación que yo misma.
Se sentó en el borde de la cama y se comenzó a quitar las botas
―¿No regresáis?― pregunté casi sin pensar extrañada de que tras mi interrupción no volviera para retomar lo que había dejado a medias
No respondió, simplemente siguió desvistiéndose y se puso la camisola de lino con la que solía dormir.
―Ya veo que habéis vuelto a hacer la muralla― susurró mientras se sentaba en su lado del lecho
―Así es, y ahí seguirá todas las noches que decidáis dormir aquí― Resopló y yo me mordí el labio nerviosa― s-siento mucho haberos interrumpido
Levantó una ceja― No os preocupéis. No es algo que quería que presenciarais
Asentí y me removí nerviosa entre las sábanas mientras notaba como él se tumbaba. No quise preguntar, intenté no darle vueltas pero había algo que todo mi cuerpo me pedía que soltara― ¿Es siempre así?― pregunté nerviosa
―¿Cuál?
―No me hagáis decirlo por favor― susurré y quité uno de los almohadones de la muralla. Le vi sonreír de manera fanfarrona y en el momento en el que notó que le estaba mirando, volvió a su gesto serio― y no os ofendáis pero como siempre sea así no pienso dejar que el duque me toque un pelo
―Sois demasiado inocente para entenderlo
―¿A vos esto se os explico de niño?― volví a preguntar y él asintió divertido por mi vergüenza pero disfrazado tras una cara seria, puede que su mirada fuera también muy expresiva
―A mi jamás se me habló del tema. Sé que tengo deberes como esposa que debo cumplir, que implican al duque y a mi en el lecho, pero nunca se me dio una idea de como ha de hacerse. Ahora llego aquí y os veo a vos y...a ella, ni si quiera estáis desposados, y la manera en la que...no es como imaginaba
Se incorporó y me miró con curiosidad― Y he aquí la razón por la que odio los puritanismos. Elisabeth― fue la primera vez que me llamó por mi nombre y yo se lo permití― no hay sólo una manera de hacerlo, depende de la persona, del momento...y desde luego que no es condición indispensable el matrimonio
Me tranquilicé y el miedo de que mi noche de bodas consistiera en una pared, se esfumó.
―¿Sabéis que es pecado no?― respondí y Alistair soltó una carcajada grave
―El pecado más dulce de todos
Tiré otro almohadón al suelo, dejando solo la mitad de ellos― Gracias por lo de esta mañana
―Espero que os haya hecho reflexionar acerca de esa adoración que le guardáis al duque
―No lo entendéis― susurré― Pensáis que sólo le conozco de unos días...y estáis muy equivocado
―Podéis soltarme un precioso discurso de que con dos días ya podéis saber si es el amor de vuestra vida o no, pero yo os presento el hecho objetivo, a penas habéis permanecido a su lado una semana
―El futuro duque es mi vida entera, toda mi educación fue orientada en transformarme en el tipo de dama que a él le gustaría― la voz se me rompió empezando a comprender la crueldad que había en aquello― me inculcaron sus aficiones, sus preferencias, su historia...todo. No entendéis que sin él, no sé lo que soy...como algo construido a medida para alguien, de principio a fin, y que si decide no usarle, no tiene ninguna otra utilidad.― una lágrima rodó por mi mejilla
Y por primera vez, supe que había pillado por sorpresa a Alistair MacLaren. Permaneció en silencio y alargó el brazo para limpiar con su pulgar mi lágrima
―Una vez un hombre muy sabio al que tal vez un día conozcáis me dijo que en el momento en el que dejéis de pensar en vos de cierta manera, los demás dejaran de veros así. Si os proyectáis a los demás a la perfecta dama, sumisa, invalida y complaciente que os criaron para ser, así seréis tratada. Pero si mostráis a la dama capaz de clavarle un tenedor a uno de mis hombres, aquella que no se deja machacar por su padre, la que no consintió que se la faltara el respeto y echó a un miembro del servicio, aquella que nos plantó cara el día que os conocimos....Si dejáis salir a esa Elisabeth, entonces dejaréis de ser algo fabricado a medida para alguien y simplemente empezaréis a ser simplemente vos
Abrí la boca para responder pero no encontré palabras
―Buenas noches― siguió y apagó el candelabro que iluminaba la habitación.
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