Capítulo 12

Me quedé paralizada. 

No podía moverme, ni un solo músculo, solo observaba a mi padre con los ojos abiertos de par en par y una mezcla de sentimientos revueltos en mi interior

Él se acercó rápidamente y mi inocente cabeza pensaba que me abrazaría, pero se quedo boquiabierto cuando llegó a mi lado, frenó el ritmo y me dedicó una mirada de desaprobación que yo conocía muy bien.

―Elisabeth...― dijo en tono frio y yo empecé a temblar quizá por las bajas temperaturas y que estaba empapada o tal vez por su presencia. Me miró de arriba a abajo y se percató de que mi única prenda era un camisón mojado, rodeada en una sala de hombres.― ¡Daros la vuelta por el amor de Dios!― gritó a los presentes y se quitó la capa para ponérmela encima rápidamente.― ¡En que estáis pensando, presentándoos  medio desnuda, es que habéis olvidado de dónde venís! 

Aquella era su reacción al reencontrarse con la hija a la que llevaba sin ver semanas, secuestrada por unos bárbaros que no sabía como la estaban tratando...pero su primer reacción debía ser por su puesto, regañarme.

No había palabras de reconforte o intentos de tranquilizarme...ni si quiera una mísera pregunta o un gesto de afecto...el conde de Wessex en todo su esplendor. 

Me tapé con vergüenza con la capa y baje la cabeza intentando contener las lágrimas. Pensé en todas las veces que había llorado pidiendo a Dios que me permitiera ver a mis padres algún día, y ahora que mis plegarias habían sido escuchadas y por fin debía darse el encuentro, era tratada y despreciada de aquella manera por quien tantas ganas tenía de abrazar

―Tanto tiempo sin veros y cuando vuelvo os encuentro en estas condiciones...desde luego...parece que no pensáis en vuestro futuro. ¿Creéis que este tipo de comportamientos no van a llegar a oídos de los Wellington?

―Yo...solo quería un baño― respondí con la voz rota 

―Un baño...¿Estáis dispuesta a destrozar vuestra reputación por un baño? Pensaba que había criado a una dama más audaz. Y desde luego que me sorprende que tengáis la poca vergüenza de pasearos delante de estos bárbaros con tan poca ropa.

Había olvidado lo que eran los discursos de mi padre, controlando cada mínimo aspecto de mi vida con perspectivas de mi brillante futuro, ahora destrozado. Apreté la boca con fuerza y noté como la visión se volvía borrosa por las lágrimas mientras bajaba la cabeza aún más, avergonzada y humillada.

Odiaba dar esa imagen delante de Alistair y Keith, por que me hacía ver como un ser indefenso y vulnerable, y a la marcha de mi padre habría dejado en evidencia que la fortaleza que tengo de fachada no era tal. Pero ese es el efecto que mi padre ha tenido siempre en mí: sumisión completa.

―Lord Wessex, os recomiendo que utilicéis con cautela las palabras que le dirigís a vuestra hija― intervino Alistair en tono amenazante― tened presente en todo momento que estáis en mis tierras 

Padre soltó una carcajada sarcástica― ¿Sois padre laird?

―No― respondió Alistair seco y levanté un poco la cabeza, retirando rápidamente las lágrimas de mis cachetes. Alistair lo notó y apretó los dientes.

―En ese caso, absteneros de intentar darme lecciones de como serlo. Con mi hija utilizaré las palabras que me plazcan

Alistair fue a hablar pero Keith se adelantó― Yo si lo soy, conde. Mi hija tiene tan solo dos años, pero tengo claro que si alguien, alguna vez, osa hablarle de la manera en la que vos habláis a la vuestra...bueno― soltó una sonrisa sádica ―es hombre muerto

Padre enmudeció y me miró. Al ver mi cara de angustia, sé que se emblandeció un poco, su mirada dura, se transformó en una de compasión pero ambos sabíamos que no admitiría haber sido muy duro conmigo, así que siguió en su postura.

―¿Esta es manera de tratar a la futura duquesa de Wellington?― preguntó sarcástico padre señalando mi camisón mojado― no quiero ni pensar por los horrores que mi pobre hija ha tenido que vivir junto a vosotros y por no hablar de los rumores que han llegado a Inglaterra

―Vos lo decís, rumores lord Wessex― dijo Keith acercándose más― lady Elisabeth ha sido tratada en todo momento con el decoro que su título requiere.

Miré a Alistair con una ceja levantada y él soltó una media sonrisa.

―¿Cuales son los rumores?― pregunté temerosa―No querría que Ev...el futuro duque―me corregí― se preocupara por mi estado 

Padre me levantó el mentón no sabía si evaluando alguna marca que pudiera tener o por que de verdad estuviera preocupado por mi estado

―Hace un tiempo llegó a nuestras tierras el rumor de que...― miró a Alistair― habíais sido forzada a compartir el lecho con él

―¿Mancillada? ¿Los Wellington se piensan que he sido deshonrada?― pregunté horrorizada de que mi virtud pudiera haber quedado en entredicho pero padre negó

―Es una de las teorías que no descartamos ya que parece ser que se os ha visto frecuentar la habitación de Alistair MacLaren más de lo que...

Alistair se acercó rápido como un vendaval a mi padre y le encaró, quedándose a escasos metros de él. Le clavó esa mirada penetrante que yo empezaba a conocer tan bien y en ese momento supe que a pesar de todo, ante aquella intimidación a padre poco le quedaba para manchar los calzones.

―Ni se os ocurra ni por un segundo insinuar duque que yo he forzado a vuestra hija. Lady Elisabeth cuenta con su propia alcoba, en la que pernota, los criados darán fe de ello por si no os vale con mi palabra. ¿O acaso necesitáis que os la enseñemos?

Había tal seguridad en el tono de Alistair que nadie dudaría de que todo lo dicho era verdad. Levanté la mirada de nuevo, pero aquellos ojos ámbares no me correspondieron, seguía demasiado centrado en el enfrentamiento y el proceso de amenaza que noté en la cara de mi padre que estaba surgiendo efecto

―Luego me gustaría poder comprobar las condiciones en las que mantenéis a mi pobre hija― volvió a agarrar un poco mi camisón― que de momento no me parecen las adecuadas para una dama de su status.

Al agarrarme mis curvas se marcaron a través de la tela que transparentaba un poco. Noté alguna mirada por parte de los soldados ingleses e incómoda intenté taparme con la capa, pero no cubría lo suficiente. Alistair se movió disimuladamente hasta quedar enfrente de mi, tapándome de los demás hombres

―Padre, me gustaría que le trasladarais al duque que me encuentro en buen estado y no tiene de que preocuparse

―¿Creéis que el duque querrá desposaros después de esto? Todos estos años, en vano...

―Habláis como si yo me hubiera ido voluntariamente, os recuerdo que si estoy aquí es en contra de mis deseos―noté como la rabia fluía por mis venas.

―Os podíais haber resistido, haber gritado...―me reprochó mientras se unía a los hombres de los Wellington y yo apreté los puños ― si yo hubiera estado ahí, las cosas hubieran sido muy distintas

Y en ese momento, toda la tensión, toda la ira, todo el rencor acumulado....explotaron

―Probablemente hubierais dejado que me llevaran si con ello pudierais estar tres minutos más con alguna de vuestras queridas― me tapé la boca por la impertinencia que acababa de soltar, sorprendiéndome a mi misma de haber sido capaz de decir aquello.

Padre se quedó paralizado, los soldados de los Wellington abrieron la boca y Alistair intentó ocultar una sonrisa que no tardó en plasmarse en su cara, aunque en unos segundos volvió a disfrazarla detrás de su habitual gesto serio.

―Deberíamos ir entrando a la reunión― intervino de nuevo Keith sabiendo que en poco las consecuencias de mis palabras caerían sobre mi, si no actuaba rápido. Guio a los hombres por un pasillo en el que desaparecieron y Alistair se giró hacía mi antes de seguirles.

―Y la refinada dama parece que de verdad tiene una lengua más afilada que una daga― yo estaba recuperándome del shock pero levanté la cabeza con cierto orgullo de haberle impresionado

―¿Sorprendido laird MacLaRen?―pregunté tragándome durante unos segundos mi desazón interior

―Gratamente―murmuró y se marchó pero no en dirección a los demás hombres, a los que se oía por todo el castillo.

En el momento en el que me quedé sola, me puse una mano en el corazón, que latía frenético por todas las emociones que acababa de experimentar. Por mi corazón pasaron mil sentimientos, desde la ira, la rabia y el enfado pasando por la tristeza y la melancolía, hasta la emoción de haber sido capaz de rebatir a padre y no temer las consecuencias, pues en cierto modo y de una manera extraña, me sentía protegida. 

Hice un par de respiraciones profundas. Necesitaba ordenar mis pensamientos y mis emociones o podrían conmigo. En primer lugar el hecho de que mi virtud pareciera en duda de cara a mi familia y a los Wellington era algo más que preocupante y más cuando ahora sus hombres habían sido testigos de como mi actitud no era la de una víctima desvalida. 

Era consciente de que aunque padre me hubiera pillado en la cama con el mismísimo Alistair MacLaren volvería del viaje, proclamando que yo era más pura que la virgen María madre de Dios. Pero era consciente que después de verme en camisón, los hombres de los Wellington volverían a sus tierras convirtiéndome en la comidilla de la corte. 

Debía escribirle una carta a Evan y que mi padre se la hiciera llegar, una en la que quedara clara mi posición de víctima en todo esto. No quería ver peligrar mi enlace, no por padre, ni por el nombre de los Wessex, sino por mi. Mi destino como ese enlace no se llevara a cabo no parecía demasiado prometedor, probablemente sería encerrada en un convento o vendida en el mejor de los casos a un noble menor, pero jamás podría volver a tener acceso a un matrimonio en condiciones, si las informaciones de la cuestión de mi virtud llegaban a todo Inglaterra.

Eché un vistazo rápido a mis recuerdos de las últimas semanas, al infierno que había tenido que pasar: separada de mi familia, privada de mi soñado matrimonio, forzada a humillaciones y tretas por unos desconocidos de dudosas intenciones...daba la sensación de que toda mi vida había permanecido en una burbuja de jabón que los escoceses habían decidido pinchar con una aguja.

Alistair tenía razón...aquello era el mundo real: cruel, duro, sangriento y despiadado. Siempre ha estado ahí, solo que todos se habían empeñado en ocultármelo por que pensaban que nunca tendría que vivirlo. Pero ahí estaba yo, de golpe, sin esperarlo, viviendo algo para lo que nunca había sido preparada. Lo único que yo pedía en compensación era un poco de compasión, un gesto de cariño por parte de mi padre, palabras tranquilizadoras...algo que me diera fuerzas para soportar el tiempo que me quedara ahí, lejos de todo lo que he conocido.

Ni si quiera me había hablado de madre o de William...solo frialdad, distancia, arrogancia...simplemente el conde de Wessex. Aquel que es capaz de enterrar sus sentimientos de padre para hacer prevalecer la imagen de seguridad e indiferencia que tantas ventajas trae a la hora de su labor como conde. Pero yo no necesitaba al hombre con el título, sino solo a la persona, que debería estar preocupado por una hija a la que probablemente muchos daban por muerta.

―Elisabeth― Evelyn bajó corriendo las grandes escaleras de piedra― Alistair me ha hecho llamar ¿Estáis bien?

Negué con la cabeza― Está aquí―murmuré

―¿Quién?

―Mi padre

Evelyn se tensó al instante y corrigió la postura hasta estirarse como si llevara corsé ― ¿Ha venido William?― preguntó con emoción 

Volví a negar― Solo él y parte de los hombres de los Wellington― suspiró decepcionada

―Pensaba que tal vez le habrían permitido venir...Le echo de menos

―Quiero escribir a vuestro primo―murmuré y ella alzó una ceja

―¿A Evan?

―Mi padre se la llevará al regresar...vos podríais escribir a William

―No es mala idea― murmuró― seguidme, he descubierto dónde está la biblioteca y puede que allí haya papel y pluma

Con su habitual buen humor, me empujó por el pasillo central, que a medida que avanzábamos hacía más claros los gritos de hombres en alguna sala cercana. Intenté acercarme al salón de reuniones, aquel en el que acabé por error el primer día que llegué, pero Evelyn me hizo desviarme hacía otro pasillo y abrió una puerta

―Aquí―dijo sonriente La biblioteca no era muy grande y acostumbrada a las espectaculares bibliotecas londinenses, aquella palidecía. Los libros no estaban guardados en exquisitas baldas con cristales franceses, sino en toscas estanterías de madera casi más anchas que los propios tomos. Pero me hallaba al fin y al cabo sorprendida de que tuvieran una. Algo en el rostro de Evelyn cambió, y su sonrisa se transformó en una mueca

Aila sentada en las piernas de su institutriz, riendo risueñamente ante el cuento que le estaba leyendo y señalando los dibujos del libro.

―Podemos volver más tarde― susurró Evelyn dándose la vuelta para marcharse pero yo la garré el brazo impidiendo que pudiera abandonar la estancia

―¿Que os pasa con esta criatura? Evelyn los niños os gustan, vos me habéis hablado mil veces de que queríais un mínimo de cuatro. 

La mirada de Evelyn se perdió en la pequeña y apretó la mandíbula― Es una niña nacida fuera del matrimonio...

No hacía a Evelyn tan religiosa como para discriminar a una pobre niña solo por haber sido concebida en el pecado, la miré a los ojos, que seguían fijos en la niña y resoplé.

―Evelyn...sedme sincera, no me creo que esa sea la causa del rechazo que os produce

La pequeña se dio cuenta de nuestra presencia y saltó de las piernas de la institutriz. Corrió en nuestra dirección y cuando llegó a mis pies, tiró de mi vestido.

―Hola― nos saludó sonriendo y moviendo su manita 

Sonreí y la cogí en brazos― Sentimos molestar―me disculpé ante la institutriz y ella negó con gesto afable― 

―No os preocupéis milady, además creo que Aila le gustáis

―¿Estabais leyendo un cuento?― le pregunté a la niña en gaélico mientras me sentaba con ella en brazos en uno de los escritorios de la estancia y ella asintió, mientras se acomodaba en mis piernas

―¿Vos también habéis venido a leer uno?― preguntó 

Negué riendo― He venido a escribirle

Evelyn me acercó un tintero con pluma y papel.

―¿De qué trata?― preguntó intentando coger el tintero y yo con delicadeza le aparté la mano

―De una dama que no puede estar junto a un apuesto príncipe el cual vive muy muy lejos por que unos ogros la tienen secuestrada― Aila asintió complacida y me acercó la pluma mientras su institutriz soltó un carcajada .

Me giré a ver a Evelyn que ya había empezado a escribir su carta― ¿Vos también escribís un cuento?― preguntó la pequeña y Evelyn asintió

―Así es― noté como su tono se había ablandado

―Yo también quiero escribir un cuento―se quejó y yo sonreí mientras empezaba a escribir.

Querido Evan 

Os escribo con alegría en el corazón ya que con la llegada de mi padre a estas tierras donde estoy presa, he vuelto a saber de vos. Estas semanas han sido un auténtico calvario, en el que haber sido apartada de todo cuando conozco, me sumió en una profunda melancolía, que solo vuestro recuerdo y el saber que volveré a vuestro lado consiguen alegrar

Tanto Evelyn como yo deseamos regresar lo antes posibles a las tierras a las que pertenecemos, para poder, por fin, cumplir nuestro cometido que tanto Dios, como nuestros padres  nos han dado. Por ello os pido que me esperéis con tanto fervor como el que yo tengo por volver a veros. 

A pesar de su rudeza, los MacLaren han respetado en todo momento mi título y lo que ello conlleva. Mi padre me ha hecho saber que falsos rumores están llegando a vuestros oídos y yo solo confío en que los ignoréis y confiéis en mi palabra, pues nada me haría más desdichada que saber que creéis tales mentiras, inventadas solo para mancillar mi nombre y el de los Wellington

Las mentiras quemaban en el papel pero no podía hacer otra cosa que negar absolutamente todo lo que se había dicho: tanto lo que era falso como también lo que era verdadero.

A pesar del poco tiempo que la providencia me permitió estar junto a vuestro lado, sé que os estaréis martirizando y culpándoos de lo que me ha sucedido. Os digo pues, que no os aflijáis, nadie hubiera podido prever tanto rencor, como el que parece que alberga el corazón de los hombres de este pueblo.  

Confío en vos y en mi hermano para disipar cualquier duda que pueda generarse sobre mi persona. Sabed que no hay día en el que esté que no me acuerde de vos y que mi mayor deseo es poder regresar y poder por fin unirme a vos.

Siempre vuestra

Elisabeth Camille Doyle

Dejé la pluma y suspiré

―Evelyn, por favor, escribidle a mi hermano lo mucho que le echo de menos―no me contestó y yo levanté la mirada del papel. 

Evelyn rozaba suavemente las manos de la niña y esta encantada sonreía―Se parece tanto a él...

Había dolor en su tono de voz y yo supe rápidamente que se refería a Keith

―Sí...son dos gotas de agua―susurré mientras ella le toco uno de los mofletes. El tacto de Evelyn hizo que Aila cerrara un poco sus ojos y se quedó adormecida en mis brazos. De fondo se oyó un gran portado y gritos 

―Se parece tanto...― volvió a murmurar

Evelyn giró la cabeza rápidamente para ocultarme su rostro, pero supe perfectamente que había comenzado a llorar

―Evelyn― empecé a acariciar el cabello, rubio como el trigo, a la pequeña para mantenerla dormida― ¿sabéis que podéis contarme cualquier cosa verdad?

Asintió mientras apartaba rápidamente un par de lágrimas y me tendía su carta

―Para que se la deis a vuestro padre

―Evelyn, no me cambiéis de tema

―No hay ningún tema, por que no hay nada que contar― susurró con la voz rota sin dejar de mirar a la niña

La puerta de la biblioteca se abrió de golpe y Keith entró seguido de Alistair y mi padre. Los tres miraron a la pequeña en mis brazos. 

El primero sonrió de pura felicidad mientras se acercó con sigilo para no despertarla. 

―Espero que no os estuviera molestado― musitó y yo negué 

―Todo lo contrario, nosotras hemos interrumpido su lectura de cuento...es una niña preciosa― los ojos de Keith se llenaron de orgullo y se centraron en el gesto de Evelyn que seguía rozando la manita, en ese momento pude ver la ilusión en su rostro. Ella al notar que Keith se había percatado la apartó

―Sí que lo es― dijo Keith 

Padre carraspeó y al levantar la vista noté la atenta mirada ámbar de Alistair fija en mi. Cada vez que sabía que aquellos ojos estaban posados mi persona, no podía evitar sentir un cierto nerviosismo con curiosidad sobre que estaría pensando. 

Keith cogió a la niña somnolienta en sus brazos y rozó el hombro de Evelyn

―Vamos a dejarles unos minutos

―Ni se os ocurra volver a tocarme― respondió Evelyn mientras se levantaba y padre sonrió complacido con su respuesta, al fin y al cabo no dejaba de ser su futura nuera

―Solo te he rozado el hombro mujer― rebatió el rubio divertido

―Y yo os he dicho que no volváis a hacerlo y por el amor de Dios, habladme como merece mi título― cogió su carta y se dirigió a mi padre― Lord Wessex, hacedle llegar a William mis deseos de volver a su lado por favor 

Keith parece que fue en ese momento en el que entendió que la presencia de mi padre, acercaba a Evelyn a William y con una sonrisa cínica se giró en su dirección

―Ni que te pudieras quejar de tu estancia aquí, yo te he visto bien atendida

Evelyn se encaró―Ni se te ocurra montar uno de tus numeritos ahora Keith MacLaren

Soltó una carcajada―Querida Evelyn, yo haré lo que me plaza y ahora salid de aquí 

―Lo que a vos os plazca o no dejó de importarme hace mucho― susurró Evelyn y rápidamente se tapó la boca y me miró sabiendo perfectamente que se acababa de delatar y confirmar la teoría que llevaba cuajándose en mi cabeza sobre que algo había pasado entre ellos dos. 

―No voy a volver a repetirlo, fuera, ya― siguió sereno Keith mientras sus ojos le retaban

Evelyn se mordió el labio con rabia y salió de la estancia seguida de Keith

Alistair resopló― estos dos siempre me dan dolor de cabeza....La reunión no ha sido satisfactoria lady Elisabeth―me informó― pero podréis tener unos minutos con vuestro padre si así lo deseáis 

"Si así lo deseáis", esa frase no estaba dicha al azar, de verdad me estaba dando la opción de no pasar por esto. Pero yo miré a padre y asentí. Alistair entornó la puerta pero supe que estaba detrás de ella, por si acaso.

―Padre yo...― fui a empezar pero él se acercó a mi y me dio una bofetada 

―Me habéis faltado el respeto, delante de los hombres de los Wellington, de nuestros hombres y sobre todo de estos salvajes escoceses que pensarán que no soy capaz de dominar a mi propia hija― el golpe palpitaba en mi mejilla y supe que tenía marca pero no me dejé llorar y levanté la cabeza

―Vos me habéis faltado a mi el respeto, acusándome de ser la concubina de Alistair MacLaren delante de todos a los que acabáis de mencionar

―¿Desde cuando contestáis a vuestro padre? No os reconozco Elisabeth y no me gusta lo impertinente que estáis 

―¿Cómo está madre?―pregunté no queriendo desperdiciar el poco tiempo que tenía 

―Melancólica...como siempre, piensa que os ha pasado algo y desde luego que cuando vea la actitud que tenéis lo estará el doble

―No actuéis como si la melancolía de madre fuera mi culpa y no vuestra― respondí y padre dio un golpe a la mesa

―¡Elisabeth una contestación más y...!― se oyó un toque en la puerta, suave, parecía casual, no echo a posta...pero ambos sabíamos perfectamente que era Alistair, y ese pequeño golpe era un recordatorio de que estaba allí. ― La reunión ha sido un fracaso, a penas ha durado una hora. Los MacLaren exigen las propiedades de los Wellington en la frontera, algo que por su puesto no están dispuestos a aceptar.― cambió de toma padre

―No habrá manera de llegar a un punto medio que...

―No lo sé, pero pensadlo por el lado positivo...si los Wellington consideran que no merece la pena ceder nada por vos, os quedaréis aquí con aquellos de los que parece que estás aprendiendo mucho― dijo con sarcasmo y fue como una daga

―Yo quiero volver a casa...― murmuré

―Pues en ese caso, rezad...rezad mucho, por que las cosas no pintan nada fáciles, pero tranquila, de una manera u otra, os sacaremos de aquí

―Conde― la grave voz de Alistair inundó la habitación y al girarme le vi apoyado en el marco de la puerta― se ha acabado el tiempo

―Padre, llevadle a Evan esto― le tendí la carta― por favor

Asintió y fue a recoger el documento pero Alistair se interpuso y la cogió

―¿Qué hacéis?― pregunté enfurruñada

―Debo darle el visto bueno al contenido, no puedo permitirme que contenga nada que pueda ser de ayuda para que puedan entrar aquí― respondió y padre resopló

―Bien, leedla, y cuando lo consideréis, estaré ordenando a los hombres para partir en las caballerizas― se marchó y en ese momento en el que supe que estaba lo suficientemente lejos como para no oírme, mi cuerpo no lo pudo aguantar más y me derrumbé en el suelo. 

Daba igual si Alistair me veía, no era la primera vez, probablemente tampoco la última. Pero cada palabra de mi padre se clavó en mi cerebro como agujas y no pude ocultar más lo que me había afectado, el poco cariño y tacto que había demostrado hacía mi, su propia hija.

En ese momento escuché una risa...su risa y levanté la mirada, para encontrarme con un Alistair divertido, que parecía entretenido leyendo la carta

―¿Disfrutáis de mi dolor laird? Me alegro de que lo encontréis divertido― dije sarcástica mientras me limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano

―Lo que encuentro extremadamente divertido es vuestro dramatismo...."Siempre tuya" Lady Elisabeth ¿Cuántos días habéis pasado con el futuro duque? ¿Dos, tres? Y ya les estáis prometiendo vuestro amor eterno.

―Que vos seáis un ogro incapaz de sentir amor no quiere decir que todos seamos iguales

Levantó una ceja― Así que eso pensáis que soy, lady Elisabeth que equivocada estáis

Me levanté sin dejar de llorar― ¿Sabéis que debéis hacer?―siguió― dejar ya de una vez toda esta historia de amor eterno y empezar a trabajar en vuestro amor propio. Hoy habéis sido muy valiente no dejando que vuestro padre os machacara de esa manera, y en vez de ir por ahí con la cabeza bien alta, estáis aquí llorando y lamentándoos. Ese es el amor en el que debéis centraros y dejar de llorarle a un duque que conocéis de dos días.

Abrí la boca para contestar pero mi cabeza no encontró palabras. 

―Aún así, ahora le hago llegar vuestra carta a vuestro padre― y salió de la estancia

Un poco desorientada, salí tras de él, pero cuando me quise dar cuenta había desaparecido y lo único que se oía en ese pasillo eran las voces de Evelyn y Keith

―¡Os odio!

―Sabéis perfectamente que no, vamos Eve, esto es casi como lo habíamos soñado

―¡No me volváis a llamar así!― gritó llorando Evelyn― Te odio con todo lo que soy, por lo que me hiciste y si piensas por un segundo que voy a olvidarlo por que me dediques dos sonrisas...estás muy equivocado. Cuando me vaya Keith MacLaren, y juro por Dios que me iré, no me vas a volver a ver en tu vida ― salió de la estancia, sin percatarse de que yo estaba cerca, y fue en ese momento dónde supe, que aunque volviéramos, ni ella ni yo, volveríamos a ser nunca las mismas

(Se me había pasado por completo que llevaba tanto sin actualizar, así que voy a intentar actualizar más seguido)

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