Capítulo 10

Me quedé petrificada.

Alistair mantenía una perfecta sonrisa instaurada en su cara, más grande que cualquiera que yo halla presenciado en su boca desde que llegué y noté como estaba disfrutando de mi asombro. Keith a su lado mantenía la mirada baja para evitar reírse y se mordía el labio intentando evitar saltar una carcajada.

El tiempo comenzó a desarrollarse con más lentitud, como si el mundo se hubiera detenido y yo fuera la única que siguiera a un ritmo normal. Empecé a marearme y no era capaz de articular palabra.

Y ahí estaba la mayor de las torturas que me podría hacer, la mayor de la deshonras, la peor de las aberraciones: forzarme a contraer matrimonio con él, lo que era un sinónimo de una condena para toda la vida.

Me resistí entre lloros y gritos a los dos hombres que me arrastraban por el pasillo para llevarme frente al que sería en breve mi esposo. El cura miró la escena extrañado y todos los presentes, unos veinte en total, se levantaron a medida que avanzaba arrastrada.

―¡No, por favor! ¡Ni se os ocurra tocarme!― me revolví todo lo que pude sumida en un ataque de ansiedad y desesperación. El llanto brotó por mi garganta en unos sonoros gritos que dejaban ver mi miedo y mi ira. 

Nadie se apiadó de mi, todos dejaron que fuera llevada hasta delante del altar mientras veían como me oponía a ello. Miré a Evelyn esperando encontrar en ella la compasión de la que todos carecían, pero su mirada permaneció en el suelo fija. 

―¡Evelyn! ¡Os lo ruego!― en ese momento me dedicó una mirada tranquilizadora, tal vez aquello era lo único que podía hacer por mi en ese momento. Fue a abrir la boca para decir algo pero un hombre a su lado la dio un toque en el hombro y ella volvió a posar la mirada en el suelo.

Aquello no me podía estar pasando a mi, esto no se suponía que iba a ser mi vida. Yo solo quería una vida feliz junto a Evan, eso era lo que estaba firmado, eso era para lo que estaba preparada. ¿Pero aquello? Desperdiciar un existencia junto a ese bruto en unas tierras inhóspitas e incivilizadas...prefería tirarme del torreón más alto de aquel castillo.

Volví a mirar a los presentes buscando que alguien tuviera un mínimo de compasión y acabara aquella barbarie pero todos miraron al frente...miraron a su laird.

Los hombres me dejaron al lado de Alistair, justo enfrente del cura. Aquel hombre fue el único que parecía apiadarse de mi. De avanzada edad, con la cabeza despoblada y unos ojos cristalinos ojos azules que miraban con desaprobación a Alistair.

―Padre, por favor― sollocé― mi voluntad no es esta, por Dios os lo pido, no dejéis que se celebre este enlace― Alistair soltó una carcajada grave y me tomó la mano

―Milady, os estoy haciendo un favor librándoos de aquel horrible y buscado matrimonio

―¡Ni se os ocurra tocarme! ¡Me habéis arrebatado todo! ¡A partir de ahora seré una repudiada por mi familia, por mi prometido y por mi país!― le intenté dar en la cara pero con delicadeza me tomó la muñeca intuyendo mi golpe justo cuando estaba a punto de darle y me la besó

―Y a cambio os estoy dando una nueva familia, que nunca os venderá al mejor postor como hicieron los vuestros, un esposo que os dará la libertad de hacer lo que os plaza, y las tierras más hermosas de este mundo. Os estoy dando la vida que nunca esperasteis tener por que os enseñaron a conformaros con la vida que vuestros padres querían que tuvieseis.

―¡Dejad de actuar como si me conocierais! No sabéis nada de mi, ni de mi familia.

―Yo también me he informado lady Elisabeth. ¿O acaso os doy la sensación de guiarme por impulsos?

Me limpié las lágrimas sabiendo que al instante saldrían más, intentando calmar mi respiración irregular. Odiaba sentirme vulnerable ante él. Por alguna razón verme así le hacía realzarse en su poder, sabía que tenía la situación controlada y estaba disfrutando con mi dolor, con el deleite del que ha ganado una batalla.

―¿Qué ganáis con esto? Me necesitáis para negociar y si me caso con vos  ya no sirvo

Soltó otra carcajada― Negociaremos con la vuelta de lady Warwick aquí presente. Vos, vais a emparentarme con una de las familias más importantes de Inglaterra. Tendré vuestra millonaria dote, aunque seamos sinceros― me rozó con el dedo la mandíbula y me obligó a mirarle a los ojos. Cuando nuestras miradas se cruzaron comenzó a susurrar― no sabéis la satisfacción que me da arrebatarle a los Wellington algo tan valioso, justo como ellos hicieron con nosotros. ¡Ojo por ojo!― gritó y todos en la sala corearon― ¡Creag an turic!

―¡Creag an Turic!

―Laird― le llamó el religioso― estáis en la casa del señor― aquella regañina como de un padre a un hijo hizo que Alistair asintiera y me tomara la mano

―Podemos empezar

―Por favor― volví a intentar suplicante― no me hagáis esto, yo solo quiero irme a casa

Alistair me besó la mano y susurró con sorna― Milady estáis en casa

―Queridos hermanos nos hemos reunido hoy aquí en la casa de Dios para unir en santo matrimonio a estos dos jóvenes, nuestro laird Alistair Cailean MacLaren y lady Elisabeth Camille Doyle descendiente de los condes de Wessex. Ambos han decidido participar de la unión en cuerpo y alma que supone el sacramento del matrimonio. Alistair MacLaren habéis decidido venir libr...

―Padre, creo que es más que evidente que la parte en la que pregunta si están aquí libremente debemos saltárnosla― bromeó Keith y el sacerdote puso los ojos en blanco y asintió

―Alistair Cailean MacLaren ¿Aceptáis a Elisabeth Camile Doyle como vuestra esposa y prometéis serla fiel en la dicha y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, además de amarla y respetarla hasta que la muerte os separe?― me miró a los ojos y se humedeció los labios

―Sí, acepto y prometo― sus palabras me hicieron morderme la lengua. Lo notó, como me estaba resistiendo a abalanzarme sobre él, y sonrió ligeramente. 

 ―¿Acepta la dama a este hombre como vuestro esposo y prometéis serle fiel en la dicha y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, además de amarle y respetarle hasta que la muerte os separe?

―¡Os odio!― grité― Os juro por dios que...

―Acepta― dijo Alistair cortándome― preciosa no blasfeméis en la casa del señor. ¿Habéis oído, a partir de ahora me debéis respeto?

―Por que me hacéis esto...me odiáis, recordadlo, soy la compañía más amarga que habéis tenido en el lecho

―¿Ya estáis pensando en yacer? ― susurró― no os preocupéis en breve os satisfaceré en nuestra alcoba

No había pensado en esa parte. La posibilidad de tener que entregarle mi honra me hizo volver a una desesperación ciega y le agarré el brazo― ¡Jurasteis que no me forzaríais! ¡Lo jurastéis!

―Y no os forzaré, esta noche me lo pediréis vos, pero todo a su tiempo

―¿Podemos pasar ya a la parte de los anillos? Empiezo a aburrirme― apostilló keith

Un hombre acercó dos anillos. Uno más fino de plata, coronado con una piedra ámbar cuadrada, exactamente igual al color de los ojos de Alistair y otro más grueso con una piedra redonda violeta, muy parecida a mis ojos. Les miré con curiosidad e hice ademán de rozar las piedras pero Alistair se adelantó y tomó el de la piedra ámbar

―Recibid este anillo como signo de mi amor y fidelidad― exageró en un teatrillo que hizo que le diera la risa y me colocó el anillo mientras yo seguía mirando el color de la piedra.

Alistair fue a coger su anillo pensando que yo no haría mi voto pero yo le tomé empezando a entender que no tenía escapatoria― Recibid este anillo como signo del odio y el desprecio que os tengo, por arruinar mi vida, acabar con toda mi felicidad y condenarme a una vida de resignación, infidelidades y desdicha―le coloqué el anillo y disfrute de los segundos de asombro en su rostro que rápidamente volvió a su neutralidad habitual

Todos mantuvieron un sepulcral silencio hasta que el sacerdote continuó― El señor confirme con su bondad esta unión que han manifestado ante la santa madre Iglesia y cumpla con vos vuestra bendición. Que lo que Dios acaba de unir; que nunca lo separe el hombre. Podéis...― dudó al decirlo― besar a la novia

―Necesitáis el consentimiento de mi padre para este enlace...es nulo―murmuré intentando convencerme de que no estaba desposada mientras le empujaba para alejarle de mi 

―Eso, es si estuviéramos en Inglaterra pero estas son mis tierras y ante mí y Dios estamos desposados.― me agarró para darme un beso en la frente.

Mis piernas comenzaron a flaquear. En ese preciso momento caí en que no había nada que hacer, estaba unida en santo matrimonio a él, a aquel asqueroso y salvaje escocés, enemigo de todos cuantos he querido en mi vida. No volvería a ver a mis padres, ni a mi hermano, tampoco a Evan. Cuando Evelyn cumpliera su función como moneda de cambio, también se marcharía y yo me quedaría sola con ellos.

Ya estaba. Toda la vida esperando este momento que se suponía que sería de cuento de caballerías. Estaba condenada a una vida infeliz, junto a un hombre hacia el que solo podía sentir un profundo odio, en unas tierras extranjeras. Todas esas horas fantaseando de niña con mi perfecto enlace...todo aquello estaba roto en mil pedazos.

Iba a ser como mis padres, exactamente igual, Alistair se iría con sus amantes, haciendo una vida independiente mientras yo me entregaba a la melancolía, odiándole cada día de mi vida por lo que me hizo . Vería pasar el tiempo y soñaría con como habría sido mi vida junto a Evan que ya habría encontrado otra esposa que le dará la felicidad que yo debí darle. O puede que no y los dos pasemos la vida imaginando como hubiera sido la nuestra juntos.

―No puedo...yo― No pude dar un paso más, pero no tenía fuerza, Alistair con algo de preocupación vio mi estado e hizo salir a todos los presentes haciendo una seña a Keith

―¡Todos al salón principal a disfrutar del banquete, hoy nadie se irá hasta que llegue el alba o por lo menos hasta que yo abandone la fiesta!― soltaron un grito de júbilo y abandonaron la capilla mientras yo me desplomaba al suelo

―¡Dadme un poco de agua!― gritó Alistair al cura

―Solo hay agua bendita laird MacLaren

―¡Traéla maldita sea!― se mojó la mano y me rozó la nuca, las mejillas, la frente y el cuello

―Soy como ellos, estoy condenada al igual que ella...― murmuré con la voz rota mientras la imagen de mis padres irrumpía una y otra vez en mi mente

Alistair alzó una ceja― ¿De quién habláis?

―Seré ella...igual que ella, y tú serás él― balbuceé. Alzó una ceja y me cogió en brazos para sentarme en uno de lo bancos― no me toquéis 

―Haré lo que me plazca― gruñó, fruncí el ceño, desperté un poco del trance y me puse en pie

― Os odio desde lo más profundo de mi, os juro que voy a hacer que deseéis no haberme forzado nunca 

―Lo estoy deseando― susurró y al ver que mi estado había mejorado a paso firme comenzó a salir de la capilla

―¡No tenéis corazón! ¡Sabéis de mi amor por el duque!― le seguí, gritando

―Amor― repitió con burla― Que pobre de afecto debéis de estar si pensáis que eso es el amor 

―¿Vos vais a darme lecciones de amor? ¡Un hombre que ha forzado a una dama a casarse con él!

―Lo mismo que hicieron vuestros padres con vos― con enfado apremié el ritmo― ¿O no habéis pensado en lo que hubiera pasado si no os hubiera gustado el futuro duque? Yo os lo digo― siguió andando mientras me daba la espalda― os hubierais tenido que casar con él, y a vuestros padres les hubiera dado igual. 

―¡Sois un bárbaro!―le volví a gritar sabiendo que tenía razón ― ¡Ni si quiera os gusto, me odiáis! ―Siguió andando en actitud seria y empecé a oir un gran alboroto cercano.― ¡Nunca cumpliré mis funciones como esposa! 

Se frenó en seco y yo me di contra su espalda. Se giró me tomó de la cadera mientras me apoyaba contra la pared.

―Sois una buena cristiana, yo lo sé. Por eso sabéis tan bien como yo, que al estar unida a mi ante Dios, me debéis respeto, fidelidad y sumisión. Por eso...― posó su nariz debajo de mi mandíbula y la movió mientras su respiración me daba un cosquilleo en la zona―ahora entraréis ahí de mi mano, cenaréis, bailaréis, dejaréis de quejaros.― susurró mientras bajaba hasta mi cuello― y luego subiréis a nuestra alcoba, os pondréis un bonito camisón que os echo traer y cumpliréis con vuestros deberes como esposa.

―No― murmuré sin separarme― no me entregaré a vos

En ese momento tomó un poco de la carne de mi cuello entre sus dientes y tiró muy suavemente― Lo harás. ― volvió a susurrar con tranquilidad― y creedme que un vez que lo hagáis no querréis abandonar la alcoba por que yo os demostraré la gran decisión que ha sido desposar a un escocés

Me quedé tan impactada que no me moví simplemente tragué saliva y cerré los ojos al notar la presión en el cuello.  Se separó un poco y yo le empujé 

Sonrió con prepotencia, me tomó la mano con fuerza y entró en el salón ahora invadido por borrachos. Cuando nos vieron entrar todos soltaron un grito y alzaron una copa de vino. Comencé a distinguir los platos de comida que había visto en la cocina y me había preguntado para que serían. Para la boda del laird.

―¡Hoy es el día en el que por fin los Wellington tienen su merecido! ― gritó uno y Alistair me guió por una mesa en forma de u hasta nuestro sitio en el centro.

Levantó una copa y me señaló triunfante― ¡Aquí está, nuestra venganza!― empezó en gaélico― ¡Miradla bien, la venganza ha tomado un cuerpo y es más hermosa de lo que jamás hubieramos podido imaginar! ¡Le acabamos de arrebatar a los Wellington a su principal aliado, a su fuente de ingresos y a su futura duquesa! 

―¡Sí!― gritaron todos

―¡La dama que daría a luz a los hijos de Inglaterra parirá en breve a los hijos de Escocia!―siguió Alistair y yo le miré horrorizada. Llevada por un impulso me levanté y clavé el cuchillo en la mesa haciendo que todo el mundo callara

―Yo no soy vuestra venganza, pobres ilusos― solté una carcajada sarcástica hablando en gaélico― ¿Creéis que a los Wellington les importo? Claro que no. Les habéis echo un favor, librándoles de mi, ahora la deuda con mis padres está saldada y pueden casar a su hijo con alguien de mayor rango...con la hija de un duque. Así que disfrutad pero que sepáis que hoy los Wellington estarán brindando a por vosotros

Todo el mundo calló y yo me senté y me metí un trozo de faisán en la boca

―No lo entendéis. Es una cuestión de orgullo. Le hemos arrebatado a la prometida de su hijo en sus propias tierras― dijo Alistair y sus hombres recobraron el ánimo que habían perdido con mis palabras

―¡Les haremos pagar todo lo que nos arrebataron!¡Pero de momento, felicitar a mi primo y amigo por su...enlace y los demás a beber hasta que se nos olvide donde acaba Escocia!― gritó Keith y miré a Evelyn resoplar a su lado

Alistair asintió y le dio un trago a su cerveza

―Alistair es suficiente― dijo Evelyn 

―No, ahora es donde llega la mejor parte. Podemos cenar luego, ahora― se levantó de la mesa y me tomó de la muñeca― es hora de que vayamos a la alcoba

―No― me agarré a la silla con miedo― además la tradición dicta que dos damas deben prepararme y que...vos no...

―Como podéis haber comprobado, las tradiciones... me dan igual

Era su esposa, me dolía pero lo era, no entregarme a él era un pecado capital. A ojos de Dios que yo le negara lo que era suyo por derecho era una infamia.  Ambos lo sabíamos. Volví a pensar en Evan, en la delicadeza que el tendría, como él sí respetaría todas las tradiciones y haría de esa noche especial. 

Vio mi preocupación en la cara e hizo con un gesto hacer llamar a Evelyn. Le susurró algo en el oído y ella asintió

―Venid conmigo― aliviada me levanté con ella y la seguí sabiendo que íbamos rumbo a la alcoba de Alistair

―Esto es una pesadilla― murmuré y ella me dio un abrazo

―¿Confiáis en mi?― asentí― bien pues entonces tened por seguro que no tenéis nada que temer

―Evelyn, tu primo...mis padres...dios mío no sé como se hace lo que viene ahora yo...

―Eh, eh , eh. Os he dicho que tenéis que confiar en mi.

―¿Pasa algo?― ella se encogió de hombros

―Ahora veréis 

―No, necesito que me lo digáis

Abrió la alcoba y me hizo pasar― No puedo decíroslo solo os pido serenidad y que confiéis en mi

―No puedo estar serena, acaban de forzarme a desposar a un hombre que apenas conozco y ahora, ahora tengo que entregarle mi honra y y...

―Shhh― me calló―Juradme que no se lo vais a decir que os lo he dicho

Asentí y ella abrió la boca―Todo....

―Evelyn ya la desvisto yo― la grave voz de Alistair nos sobresaltó a las dos

―No iba a...― una severa mirada de Alistair bastó para que callara y se marchara de estancia dejándonos completamente solos.

―Esto...todo lo que ha pasado  es vuestro castigo por intentar matarme ¿Lo sabéis?― cerró la puerta y se acercó a encender el fuego

―Me pregunto cual será vuestro castigo por mi secuestro― una pequeña sonrisa se escapó de entre sus labios― no entiendo por que hacéis esto.

―¿Tengo que repetiros mis motivos?― miré hacía las cortinas que ya habían sido reemplazadas pero que dejaban ver que ya había anochecido y la luz del fuego fue lo único que prendió Alistair, lo justo para dar una suave luz que propiciaba un ambiente más íntimo.

Se acercó a mi poco a poco, dando vueltas como si estuviera examinándome.

―Sois tan hermosa

―Habéis jurado no forzarme― murmuré tímidamente

―Y no os voy a forzar, no haré nada que vos no queráis.― sus lobunos ojos ámbares abandonaron toda la frialdad y volvieron a esa calidez que abrazan en algunos momentos. Se acercó a mi por la espalda y me apartó el pelo para dejármele a un lado. Admiro una vista perfecta de mi cuello y despacio se inclinó y lo besó.

Solté un suspiro al notar sus labios moviéndose dominantes por todo mi cuello. Me quedé en blanco, mi cabeza no procesaba, solo la delicadeza de sus movimientos que contrastaban con sus demandantes manos en mi cadera. Una subió hasta el cuello de mi espalda y en unos segundos, desató los nudos y abrió toda la espalda del vestido, dejando ver la parte de atrás de mi camisón.

Cada beso húmedo en mi cuello hacía caer más y más las pocas defensas que me quedaban, así que siendo consciente de que en breve ya no podría decir que no, me separé y me senté en la cama.

―No...tal vez si no consumamos el matrimonio pueda obtener la nulidad

Frunció el ceño― La nulidad...―Murmuró― Lady Elisabeth, decidme que no sentís ni una pizca de deseo y me iré, no voy a forzaros a nada.

Le miré y fui a decirlo pero vi mi respiración agitada y supe que era mentira. Sonrió y se sentó a mi lado

―Eso pensaba― se acercó a darme un beso y yo retrocedí

―No...yo nunca...

―¿Nunca os han besado?―susurró claramente sorprendido y yo negué. Me atrajo hacía él y dudo entre posar su boca en la mía pero finalmente decidió por seguir en mi cuello.

Me tumbó lentamente y con delicadeza se posó sobre mi con cuidado de no aplastarme. Una mano se coló debajo de mi vestido y comenzó a acariciar una pierna mientras yo me arqueaba por la presión de su boca.

―¿Queréis que siga?― No sabía que responder a aquello y me quedé unos segundos debatiendome entre el calor que me inundaba cada centímetro de la piel junto con aquella nueva sensación o mi parte racional.

Casi sin quererlo asentí, asumiendo que aquello no tenía marcha atrás. Cuando me incorporé un poco para apretarle a mi, sonrió y se separó completamente

―No estamos casados― Afirmó sereno

―¿Qué?― Me quedé paralizada mientras el alivio volvía a mi cuerpo

―Ha sido todo una demostración de lo que pasará la próxima vez que volvais a intentar algo como lo de la noche anterior. Aunque veo que habéis disfrutado de ello.― La vergüenza de haber caído en su vil juego era infinita. No podía mirarle a la cara, sabía que estaba riendo de mi inocencia.

―El cura...― Murmure

―¿Te refieres a Bearnard? Trabaja cuidando a nuestros caballos.― Me puse una mano en el pecho aliviada y sonreí hasta que volví a recordar lo que había estado apunto de dejarle hacer

―Pensaba que estábamos casados― Intenté excusarme

―Tranquila lady Elisabeth, será nuestro pequeño secreto y ahora si me disculpáis, tengo asuntos urgente que tratar― Salió de la estancia y yo supe al instante que esos asuntos tenían algo que ver con el gran bulto que se había formado en sus pantalones.





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