🐝EPÍLOGO: EL FIN DE UN SUEÑO
Los ojos se le cerraban de sueño, pero aun así, intentó aguantar despierta a la explicación del plan por parte de su madre. Observaba a Martín, y calibraba su posición y su mirada. No estaba del todo convencida de sí les era fiel. Quizá, simplemente volvía a fingir con ellos, para saber la verdad. En su corazón Sol sintió un pinchazo, ¿podía existir amor sin confianza? ¿Sería antes el guardián que su amante? Suspiró. Él pareció mirarla y observar a través de sus ojos, como si supiera lo que ella sentía. Martín asintió.
―Si no queréis confiar en mí, lo entenderé. Pero ya de antemano, os digo que no voy a posicionarme, ni impediros la realización de vuestro plan ―indicó muy seguro y tranquilo―. Aquí tienes los diarios, Martina.
―¿Los has leído? ―su madre le observó fijamente, él asintió y ella sonrío―. Sabrás por su contenido, que estos diarios solo muestran la realidad de una parte de la historia. Hay nombres, fechas, situaciones; pero todo esto pasó hace más de veinte años. Nosotros no podemos denunciar a nadie en activo de la comunidad.
―Entonces, ¿de qué nos sirve? ―dijo Luke, parecía molesto e iracundo. Agotado y aún se veían marcas en su rostro de los golpes recibidos―. Esto será una pérdida de tiempo. Una amenaza. Vamos a publicarlo... ¿Y qué? Se defenderán diciendo que es una historia de una joven perturbada.
―Y eso es exactamente lo que vamos a hacer. No sabes cómo funciona este lugar ―dijo Martina divertida―. Canberra es la mujer perfecta para transcribir estos diario. Escribirlos como una estrámbotica novela ambientada en Crisal, para convertirla en un foco mediático. Crisal pasará a tener turismo, gente que querrá visitar los lugares de inspiración. Se hará famoso. Saldrá de sus sobras para brillar, verdad, ¿Sol?
―Exacto. La historia de Martina, escrita por Canberra, se enviará a una editorial que ya está dispuesta a comprarla. Crisal pasará a ser el pueblo más famoso de la zona. Lo mejor es que nadie creerá que esto pasa de verdad. Pero con una atención más mediatizada...será complicado esconder las cosas que, a veces, suceden. El pueblo...tendrá menos miedo y ya no se quedarán tras las ventanas. No podemos acabar con la comunidad por la vía honesta, debemos usar subterfugios.
―Exacto ―apostó Eunice―. La gente ya no se quedará callada, cuando las cosas sucedan frente a todo el mundo.
―Eso no va a destruir a la comunidad, sólo la apagará un tiempo ―dijo Luke, Martina le sonrío satisfecha. Sol le devolvió la mirada confiada y dijo:
―Hay partes de este diario, que las personas vivas y activas de la comunidad, no van a querer que se desvelen ―comentó sonriendo―. Secretos que quieren que permanezcan encerrados entre sus páginas, porque no quieren que se desvele su verdadera máscara. Lo he aprendido de ti Martín. Es más fácil manipular a la gente, mantenerla controlada, que destruirla ―indicó ella― Sus secretos serán sus cárceles.
Siguieron hablando del plan, de los secretos y de cómo podían controlar la situación. Sabían que la situación con la comunidad era muy compleja; ellos no tenían la fuerza para acabar con una organización de esa magnitud. Que había realizado todo por la vía legal, asentada en mucho tiempo de gobierno y poder. Pero, con tener a los miembros indicados en la palma de su mano, la comunidad estaría inactiva. Íban a darles dos opciones: marcharse de Crisal para siempre o dejar de ser miembros de la comunidad. Si no lo hacían, todo el mundo sabría sus secretos más íntimos. Martina sabía secretos de todo el mundo, y Sol podía rellenar los restantes. Ambas se miraron a través de la mesa, convencidas de que si no era el fin, podía ser algo muy parecido. Cenaron juntos y compartieron información.
Eunice conducía con Luke de copiloto, ambos estaban viviendo juntos, en el pueblo de al lado. Ella había alquilado un piso. Le había encontrado vagando por el bosque; andando dirección a Crisal hacía un par de semanas. Luke había parecido confundido y asustado, luego ambos hablaron. Eunice no se sorprendió de que a él también le hubieran prometido su lugar. Tampoco le extrañó descubrir lo que le habían hecho, sabía por Martina de lo que la comunidad era capaz. Ella estaba segura de que iría todo bien. Eunice también lo creía. Era un juego muy fácil, porque la gente era predecible. Por sus secretos serían capaces de lo que fuera. Eunice sabía que había miembros que no se irían. Daniel, por ejemplo, y eso la asustaba. Pero, Martina tenía un plan para él. Algo que no deseaba compartir. Luke observaba la noche melancólico. Sabía que su rabia no estaba siendo aplacada, pero lo sería. Martina era un genio de la manipulación y había tenido ideas brillantes esa noche. Sonrió a la oscuridad del bosque. Había estado toda su vida y asustada, con miedo a perder lo poco que tuviera. Martina era igual. Había pasado la vida anhelando regresar a su hogar, vivir en la casa del bosque, y acabar con la comunidad que le había destrozado la infancia. Pronto ambas cumplirían su sueño, eso le bastaba a Eunice. Igual que a Sol. Pero para alguien como Luke, no sería suficiente. Igual que para Martina. Ellos querían conseguirlo con venganza. Y así lo harían. Aunque no se lo contarán.
Patricio caminaba por el borde de la carretera, en un sendero invisible al lado del bosque. Llevaba las últimas semanas muerto de miedo. Tras la marcha de Eunice, los rumores de Kyle y Luke, supo que él iba a ser el siguiente. Tenía miedo y aunque no quisiera sentirse cobarde, ahora corría, más que caminaba de regreso a su hogar. Aunque supiera que allí tampoco estaba a salvo. Oyó pasos a su espalada, en la espesura del bosque, y supo que habían elegido esa noche. La única que había salido. Supo, entonces, que le habían estado espiando. Se estremeció al sentirse observado en la intimidad de su hogar, de su vida. Le salieron al paso y ni siquiera vio sus rostros. Le golpearon, y supo que lo iban a meter en una furgoneta para llevárselo de allí, cuando oyó los gritos.
―Parad, parad...―esa voz le sóno a la de un ánge. Era Marina. Ella venía en su rescate―. He dicho que les solteis. El consejo guardián no ha autorizado esto. Idos o avisaré al guardián ―las manos le soltaron y se permitío abrir los ojos para ver el cielo estrellado. Marina le zarandeó y se incorporó asqueado. Ella le observaba con lágrimas en los ojos. «El consejo guardián» había dicho. Sabía que ella formaba parte. Su corazón se estremeció. Se apartó de ella con brusquedad y siguió caminando, ella le seguía.
―¿Qué quieres Marina? ―dijo enfadado, asqueado por el sentimiento que ella le causaba―. No voy a darte las gracias, esto es culpa vuestra y de vuestra existencia.
―Eso no es verdad...nosotros no queremos...―empezó ella.
―¿Y Luke y Kyle? ¿Tampoco queríais? ―la miró enfadado y maldijo cuando la vio encogerse―. Marina, déjame en paz...
―Patricio...yo...―ella cayó de rodillas, con lágrimas en los ojos y eso le detuvo del todo. Su corazón latía frenético―. Mi abuela ha muerto esta tarde, mañana la entierran...y todo... ―Patricio corrió a abrazarla, a sujetarla en sus brazos. Marina lloraba en su pecho y él lo sentía arder. Sentía amor, odio, rabia. Vio como su nariz sangraba y mojaba su blusa oscura. Ambos recogieron sus pedazos rotos y se dirigieron en silencio al hogar de Patricio. Estuvieron abrazados, rotos, hasta que salió el sol. Marina dormía en su regazo. Y, entonces, sintió lo que Martina le había dicho. Se aprovechaban de gente como ella. Su vida se estaba rompiendo y les prometían que seguiría unida. Que ellos les darían lo que estaban perdiendo. Abrazó fuerte a Marina y quiso protegerla, protegerla de sí misma y el veneno que le habían metido en las venas. Protegerla, aunque ya fuera tarde. Ella abrió los ojos soñolientos, y supo que debían tener esa conversación.
―Marina...lo siento mucho ―dijo, ella se arrebujó en su abrazo― Debemos hablar.
―Patricio, siento que esa gente haya abusado de su poder. Estoy segura de que la influencia de Martina les afecta y las sombras del pasado vuelven a replegarse ―murmuró convencida.
―Marina, debes saber la verdad. Martina no es nadie malvado, es una persona que ha vivido toda su vida, aterrorizada por lo que la comunidad hacía. Tú misma hablaste de abusones, eso es lo que es la comunidad. Cariño, ellos me han pegado una paliza por no pensar como ellos ―le indicó con tranquilidad. Ella abrió los ojos sorprendida.
―Alvin no ha autorizado esto, Daniel tampoco. Ambos te quieren y...―empezó. Patricio le cogió las manos con fuerza.
―Te equivocas, amor. Alvin no es nadie, ni siquiera está siendo el guardián. Martín ha seguido siéndolo. Y, a Daniel, no le conoces. Él ordenó la paliza a Kyle y Luke, su expulsión de la comunidad...
―¿Y cómo sabes tú eso? ¿Te lo ha dicho Martina? ―le insinuó molesta. Ambos enfrentados por su pensamiento.
―Nos lo dijo ayer Martín. A mí y a Sol. Daniel lo hizo, porque él...porque él también es gay. Y, por culpa del miedo a la comunidad nunca ha podido ser libre ―indicó Patricio con seriedad― Marina...por favor...creemé.
―¿Qué vais a hacer con esa información? ―dijo Marina, nerviosa.
―Protegerte. Marina...estoy enamorado de ti, joder ―dijo Patricio, enfadado. Ella abrió los ojos sorprendida―. Llevo semanas deseando ir a tu casa, buscarte...lo único que nos separa es la comunidad. Yo nunca voy a ser aceptado aquí. Pero...si esto acaba, podremos estar juntos.
―¿Estás enamorado de mí? ―dijo ella, y él vio en sus ojos una chispa de felicidad. Algo que le hizo sonreír. Había estado tan ciego, que no había visto lo que a ella le ocurría.
―Te amo, Marina ―ella le besó, y se perideron en ese beso. Había confianza, anhelo y deseo. Pero, también había amor y eso le enterneció.
―Deseo vivir en este lugar contigo, comer los domingos con mis padres, y ser feliz ―musitó Marina en un susurro entre sus brazos―. Ayer me echaron del consejo guardián, por mi anhelo de estar contigo. Debía renunciar a ti y no iba a hacerlo. Supuse que lo harían, así que salí corriendo para prevenirte o protegerte. Lo siento mucho, lo siento tanto ―Patricio la abrazó más fuerte, pensando en todo lo que ella había callado y sufrido―. Ahora corremos peligro. ¿Qué haremos?
Loli abrazó a su pequeña. Había llovido toda la noche y los niños alterados se habían metido en la cama con ella. Bueno, con ella y su acompañante. Shawn dormía al otro lado, pero abrió un ojo ya despierto. Ella le sonrío. Su relación parecía funcionar, encajaban, se entendían y sentía por él unas mariposas, que no había sentido ni con Pedro. Él adoraba a los niños, y le encantaba estar con ellos. Pasaban todos los fines de semana juntos. Entre semana ambos trabajaban y se veían algunas tardes. Shawn también cuidaba de los pequeños algunas veces. Loli se estaba permitiendo ser feliz, y vivir ajena a los dramas que se estaban sucediendo en torno a ellos. Shawn se fue a preparar el desayuno, con un suspiro, y ella rió por lo bajini. Le tocaba a él hacer tortitas. Media hora más tarde, bajaron todos soñolientos a la apetitosa cocina. El olor hizo gruñir sus estómagos. Se pusieron a comer con fruición. Esa rutina mañanera de los sábados era su parte favorita de la semana. Loli sentía su corazón a punto de estallar. La pequeña miraba Shawn, y le enseñaba la porquería de sus manos, él hacía mohines haciéndola reír. Ambos se miraron y la pequeña exclamó para reclamar su atención:
―Papá ―Loli la miró con total estupefacción, porque lo decía mirando a Shawn. Eso la asustó. Shawn no era su padre, pero claro, ellos no veían a su verdadero padre desde hacía tres o cuatro meses. Aunque ella le repitiera a la bebé, mamá y papá, como una cantinela para que lo aprendiera. Se estremeció y temió que él se asustara, pero cuando lo miró vio que Shawn miraba emocionado a la niña. Tenía lágrimas de felicidad en los ojos. Consintiéndola la cogió, mientras ella canturreaba feliz.
―Eso soy, papá ―Loli también se emocionó. Y su hijo, muerto de celosos corrió a reclamar también a Shawn, llamándole papá. Ella se estremeció. En eso se estaba convirtiendo Shawn, en su papá. Y ella supo, con seguridad, que él no les iba a abandonar, aunque la abandonará a ella. Porque Shawn les amaba. Recordó lo que tiempo atrás le había dicho a Pedro. Algo parecido a que sí les daba una oportunidad, ellos le iban enamorar. Eso habían hecho con Shawn. Su móvil vibró con estruendo. Una reunión urgente en el centro de salud. El título la asustó. Ya llevaban semanas con ese miedo metido en el cuerpo. Una extraña enfermedad que había llegado de China y que estaba colapsando hospitales con gente enferma. El Covid-19, aún no había llegado a Crisal, pero se estaban preparando. Dejó a su familia desayunando y se marchó corriendo.
Kyle llevaba dos horas dando vueltas por su habitación. Había vuelto a casa de sus padres, tras años viviendo solo. Pero se sentía atrapado. La carta que dos semanas atrás le había dejado Luke, contándole de nuevo la verdad y sus deseos de venganza, seguía abierta en su mesilla. Volvió a releer el final.
«Amarte ha sido lo mejor que me ha ocurrido en la vida. Me has hecho sentir que, tras tanto tiempo en las nubes, había llegado al lugar al que estaba destinado ir. Nos han arrancado de nuestro hogar, nos han hecho sufrir. Y, aunque te amé, creo que por ese motivo, debo mirar de recuperarlo.
Siempre tuyo, Luke»
Se había quedado paralizado tras varias semanas, pero ahora solo anhelaba ir a buscarle. Sin embargo, Luke no tenía teléfono y no sabía si había regresado o no a Crisal. En las noticias solo se hablaba de que lo iban a cerrar todo, y se iban a quedar una larga temporada en casa. Kyle sentía miedo, ya no únicamente de lo que podía ocurrirle a Luke en Crisal, sino también de lo que parecía que estaba llegando. Sentía miedo en su corazón, y supo que tenía suerte de estar cerca de sus padres. Porque ellos eran su pilar, le estaban apoyando y cuidando. Tras sentirse rechazado por Crisal, sus padres le habían protegido como cuando era niño y le pasaba en la escuela. Siempre que le habían rechazado ellos le habían ayudado. Unos golpes en la puerta, le hicieron salir de sus preocupaciones. Su madre entró con cara seria:
―He llevado a tu padre al médico, que había estado toda la noche con fiebre ―dijo ella, Kyle asintió―. Parece que tiene el bicho ese que dicen en la tele, le han dejado ingresado porque tiene mucha fiebre. No saben que pueda ocurrir...no sé cómo ha podido cogerlo. Kyle... ―abrazó a su madre en silencio y su corazón empezó a pesar de verdad. Como si fuera una roca dura de la que no pudiera despegarse. Llena de los recuerdos de los dos hombres que más había amado en su vida: su padre y Luke. Tenía la sensación de estar perdiéndoles a ambos, impotente, encerrado en su casa. Sentía que las paredes se acercaban y que los sueños que le habían mantenido a flote, desde la traición de Eric, se volvían en su contra. Se sentía un náufrago en su propia vida, y sentía que se dirigía hacia algo desconocido que iba a romper con su vida y la de miles de personas.
Ese sábado, únicamente se oía una noticia en la televisión, el posible inicio de una larga cuarentena. Tenían mensajes de los médicos, mensajes del colegio. Miró a Martín a través de la mesa. De golpe, Sol pensó que todo lo vivido en los últimos meses no había tenido ningún tipo de importancia o relevancia en la vida. Los fantasmas de Crisal se le antojaban tranquilos, incluso inofensivos. La bola que era esa nueva enfermedad, su amenaza, la mantenía aún más asustada. Llamó a su padre que le dijo que él ya había ido a comprar y que creía que era cierto: iban a estar un tiempo en cuarentena. Sin pararse ni un segundo a pensar, le contó todo lo sucedido. Su padre, únicamente, escuchó tranquilo y le dijo que ya lo sabía. Siempre lo había sospechado y estaba orgulloso de ella. Que ella también debía estarlo. Que tomará la decisión que tomará estaría a su lado. Todo parecía estar entrando en una especie de pausa que no le convencía. Pero, de golpe, se dio cuenta de que no dependía de ella Acabó llamando a Martina, le dijo que se marchaba a un lugar seguro, porque parecía que no la iban a dejarse quedar un tiempo indefinido en un hotel. Le aseguró que estaría bien.
Lo que Sol no sabía, es que Martina ya estaba en ese lugar seguro. Los brazos de David la apretaron en torno a él. Martina sonrío cuando colgó a su hija. Había descubierto recientemente que podía redimirse, y que podía perdonarse los errores más graves de su vida. Y también, que seguía enamorada como con dieciséis. Del mismo hombre, que siempre le volvía a provocar mariposas en el estómago. Ambos se miraron, y temieron por su hija. Y por su futuro. Crisal era un lugar de malos recuerdos, aunque fueran a construir algo mejor. Ese tiempo de pausa, iba a beneficiar su plan. Estaba segura, como nunca lo había estado en su vida. Su hija era capaz, y por extraño que pareciera, sabía que Martín cuidaría de ella.
Alvin llevaba a penas dos horas en Noruega, cuando le comunicaron que debía pasar una cuarentena obligatoria por esa extraña enfermedad que llevaba meses persiguiéndole a él y a todos. No le importó. Compró comida por internet, para él y su perra y se sentó en su antiguo apartamento. Había hecho bien en seguir alquilándolo, por si el plan de Crisal fallaba. Y había fallado estrepitosamente. Únicamente había triunfado en un punto. Había casi dejado el alcohol y se había reconciliado con los malos recuerdos de su ciudad. Su corazón había curado.
No se había despedido de nadie, se había marchado sin más. Pensó en Patricio, Shawn, Marina y, finalmente, en Sol. Lo había dejado todo atrás y no se sentía culpable. Él ya no era su amigo. Se había convertido en el guardián. Lo había hecho por Sol, por protegerla, pero no había hecho falta. Ella tenía a Martín. Pensó en los inicios de su amistad y quiso quedarse con esos recuerdos. Los primeros días, las primeras comidas, las bromas. Sin Sol, Crisal no había tenido nada. Se había enamorado rápido de ella, pero más rápido la había cagado. Su miedo a perderla, su miedo a defraudarla, la había alejado. Supo que quería escribirle, y así lo hizo. Le escribió, se desahogó y luego, se lo pensó mejor. No iba a mandarle ese mensaje, le mandó otro. En el que no era sincero sobre su marcha, ni sus motivos, ni lo que sentía. Pero, se sintió satisfecho de cerrar esa etapa.
Crisal quedaba atrás, con sus sombras, sus misterios, su oscuridad. Su etapa de guardián, sus recuerdos de sus amigos, Sol. Todo se cerraba y él observó la ciudad de su vida, mojarse con la lluvia de la tarde. Y pensó, para su disgusto, que aunque era perfecta, no era Crisal. A pesar de todo, su corazón se había quedado allí, pero él ya no tenía lugar. En ese momento de soledad, se permitió llorar y desahogar su corazón. Y quiso gritar que no quería marcharse, que no quería rendirse. Pero el fracaso le escocía, por la vergüenza que siempre asociaba con él. Alvin empezó a odiar, como años atrás había hecho Martina, odiar a Crisal y odiar al guardián. Si todo hubiera sido distinto, quizás hubiera podido ganar. Y amargamente rió, tenía tiempo para pensar qué hacer. Ahora que estaba lejos, podía esperar.
Canberra volvió a mirar el grueso de los volúmenes que había en su mesa. Les acababan de comunicar, que iban a empezar una larga cuarentena, al menos quince días. Pero ella sospechaba que iban a ser más. Su madre en Australia, canceló el vuelo para visitarles en semana santa. Lo único positivo, es que iba a tener tiempo para transcribir y estudiar esos cuadernos. Su marido sabía parte de la verdad, pero no todo. Si no se iba a preocupar y a preocuparla innecesariamente. Martina le había dado su teléfono, y había quedado en verla si bajaba a la ciudad. Tarde o temprano, tendría visita con su médico y tendría que ir. Canberra sintió el peso de la verdad escrita en esas palabras, de letras torcidas e infantiles. No podía imaginar el horror que Martina había vivido, y aun así, había sobrevivido. Ella, secretamente,la admiraba. Le tenía aprecio y cariño. La consideraba una heroína.
Sí, ahora iba a tener tiempo. Entre la baja maternal, y el encierro, ese tiempo de pausa le iba a venir bien. La editora ya había empezado a contactar con ella e iba a ponerse con el primer capítulo. Todo ese plan había salido de la mente de Martina y Sol, e iba a funcionar. Estaba segura. Debía funcionar. Ella estaba cansada de mirar a sus hijos con miedo a que fueran a desaparecer Cansada de las miradas derrotadas y aterrorizadas de la gente de Crisal. Ella iba a liberarles de la comunidad. Ese tiempo de pausa, le iba a permitir hacerlo. Porque estaba casi segura, de que si sabían de la existencia de esos diarios, se los quitarían a la fuerza. De nuevo, los guardó en la caja fuerte y se sentó a escribir. No solamente sentía miedo por la comunidad, otro miedo ciego se estaba formando en su estómago. Esa enfermedad, no sabía si la pasarían. Se alegró de haberse marchado de Sídney y estar en un pequeño pueblo perdido. No es que fuera más seguro, pero ella lo sentía así. Que Crisal se hubiera mantenido apartada, alejada y encerrada, la había hecho segura en eso. Eso la reafirmó, Crisal era su hogar, y estaba luchando por él.
Marina llegó corriendo a casa de Patricio, llevaba una maleta en sus manos. Después de la reunión con los médicos y de que explicarán como iba a funcionar lo de la cuarentena, no se lo pensó. Patricio le había dicho que le amaba, y ella sintió que había hecho bien, al mantenerse firme en su decisión. Aunque le hubiera costado su sueño de formar parte de la comunidad. Él le abrió en pijama y ella saltó a sus brazos. Él reía en su oreja.
―¿Por que estás tan contenta? Deberías estar asustada...vas a doblar turnos en el centro y...
―Porque me quieres ―dijo Marina sin casi poder respirar. El agujero, por la pérdida de su abuela, supuraba. Esa misma mañana la habían enterrado, por eso había tenido que ir a la reunión de la tarde. Pero Loli la había esperado. Todo había ido demasiado rápido, como si tuvieran prisa. Supuso Marina que querían cerrar, porque venía algo gordo y devastador. Sin embargo, ella se sentía flotando. Porque, tenía a Patricio a su lado para enfrentarlo. Era una sensación extraña.
―Te quiero, claro. Pero...me estás idolantrando. No soy para tanto ―dijo divertido. Él también parecía más ligero y tranquilo.
―Te equivocas, eres todo lo que he soñado en este último tiempo ―Marina y Patricio se enroscaron en otro largo beso. Ambos se dejaron llevar y acabaron en la cama, olvidando su deliciosa cena. Sin duda, aunque tuvieran que estar un largo tiempo encerrados, iba a ser agradable si siempre la recibían así. Esa noche Marina durmió sin pesadillas, y soñó con su abuela. Ella parecía volver a recordarla, y estuvieron hasta tarde hablando. Marina se levantó con la sensación de que no había sido un sueño y que su abuela había querido despedirse. Eso le dio fuerzas, para pensar en qué podía con lo que venía.
Shawn llamó a su hermana Shauna, que estaba en Londres con sus padres. Su embarazo iba bien, y sus padres la apoyaban. Los miedos iniciales se habían evaporado al contarles a sus padres la verdad. Ambos la habían entendido y apoyado. Su padre había bromeado con que iba a tener su primer nieto. Él había reído por teléfono en ese momento. Ahora, Shawn sentía que debía ser sincero con ellos, pues iba a pasar una larga temporada sin poder ir a Londres. No sabía cuando iba a volver a ser posible. Pero... las palabras de la pequeña esa mañana, le habían hecho precipitar su decisión. Llamó a sus padres, estuvieron hablando de su hermana, de la situación que estaban viviendo y entonces, él añadió:
―Tengo que contaros una cosa...―dijo, no pudo evitar sonreír ante el silencio de sus padres― ¿Que me diríais si os dijera que vais a ser, otra vez abuelos, pero por mi parte?
―¿Que me estás contando, hijo? ―dijo la voz alegre de su padre. Oyó los grititos histéricos de su madre. Él puso el móvil en videollamada y lo apoyó en la mesa.
―Veréis...hace unos meses, bueno desde que me mudé a Crisal, he conocido a una mujer que me ha enamorado. Ha conquistado mi inglés corazón y soy muy feliz ―dijo Shawn sonriendo con verdadera felicidad―. No os dije nada, porque...bueno...ya me conocéis. Quería llevarla a Londres, presentarla formalmente...pero...
―¿Está emabrazada? ¿Y no quieres casarte antes? ―dijo su madre haciéndole reír. Le conocía muy bien.
―Bueno...veréis es que...ya hemos sido padres ―dijo y Shawn hizo saludar a su pequeña diciendo papá, y a su niño saludando a sus abuelos ingleses. Haciendo mohines―. Ha sido todo muy rápido ―sus padres rieron al otro lado de la línea, y por un tiempo indefinido, olvidaron las penas que reinaban en el mundo. Ambos estaban felices por su felicidad y eso le dio coraje. Loli regresó
de la reunión cansada. Mientras se duchaba y ponía cómoda, Shawn preparó la sorpresa. Sus maletas estaban guardadas bajo el fondo de la escalera, había dejado su casa cerrada. Esperaba que le dijera que sí o sería un auténtico tonto―. Loli, puedes venir un segundo a la cocina ―ella entró, y Shawn vio que, como en un sueño, abría mucho los sorprendidos ojos. Los niños estaban sentados con sus mejores galas, y supo que él estaba atractivo en su mejor traje. Tocó nervioso el anillo en su bolsillo―. Eres la mujer más increible, magnética y amable que he conocido. Estoy profundamente enamorado de ti desde hace seis meses, y cómo la bichito ya lo ha hecho oficial esta mañana, ¿quieres casarte conmigo y que forme parte de esta familia? ―Loli asintió emocionada. Era el fin de un sueño, y ambos sabían que empezaba una época de pesadilla en todo el mundo. Estaban asustados, pero se tenían y eso les daba fuerzas. Shawn se reafirmaba en el amor que sentía por esa mujer y por su familia. Era el fin de un sueño, pero empezaba una hermosa realidad.
Luke supo que no tenía mucho tiempo, en pocas horas iba a quedar todo cerrado, y ya no iba a poderse mover con libertad. Martina le había prometido esa satisfacción. Esperó en la oscuridad del ostentoso hogar de Daniel. Él y su mujer entraron despacio, y supo que él iría al despacho. Dónde él ya estaba sentado. Daniel abrió la luz, únicamente, para mirarle sorprendido. Entró cerrando la puerta con suavidad.
―¿Cómo has entrado? ―dijo con suavidad.
―Con la llave del guardián ―dijo Luke, estaba sobre la mesa a plena vista―. Te ha abandonado, y muchos otros lo harán.
―¿Por qué? ―Daniel intentaba mantener su expresión neutra y tranquila, pero su mirada relucía.
―Porque eres maricón. Lo decís así, ¿no?
―¿De qué cojones hablas? Vienes a mi casa a acusarme de...ser homosexual. Que no sería nada malo, hoy en día... ―se excusó en lo políticamente correcto. Actuando como siempre.
―Entonces, ¿por qué nos echaste de tu pueblo? Si no es nada malo...
―No fue mi decisión. Yo... ―dijo Daniel nervioso.
―Claro, no lo fue, ¿verdad? Eso no es lo que dice Marina, antigua miembro del consejo ―Luke se levantó y se movió hacia él―. Te voy a contar la verdad, Daniel. Nos echaste porque te daba rabia que yo pudiera estar con el hombre de mis sueños, cuando tú no habías podido. Eres un marica envidioso, que no soporta que los demás pueden ser felices, cuando él no ha podido serlo.
―No tienes ninguna prueba de lo dices...estás loco ―dijo rabioso―. Tendrás el sida y te habrá afectado al cerebro.
―El loco enfermo eres tú ―indicó Luke con rabia y asco―. Todo está cayendo, ya no puedes controlarlo. Y lo que temes es que se sepa tu verdad.
―No hay verdad que saber ―repitió con suficiencia.
―¿Y Javier? ¿O Luis, tu amante de la ciudad? ¿Y los locales dónde te han visto? ―musitó Luke orgulloso y seguro de si mismo―. Ya no va a servirte tu fachada. Como se romperá la comunidad, al ver que el miembro más respetado, tiene esos oscuros secretos. Hombres que han confesado acostarse contigo, Martina te vio. Ya no hay nada que puedas hacer...
―¿Qué quieres a cambio de tu silencio? ¿Volver a Crisal? Yo y el guardián os lo permitiremos, pero...no lo hagáis ―le suplicó.
―Es tarde, Daniel. Ya lo sabe todo el mundo. Todo Crisal sabe tus apetencias sexuales y tu hipocresía. Has castigado a muchos, y te has ocultado bien. Pero ahora...nadie va a salvarte. Ellos creían que te tendríamos cogido por los huevos al ocultar tu secreto, pero sabes qué...contando tu secreto, el resto van a sentirse aterrorizados de ser los siguientes. Por tanto, callarán. La comunidad irá cayendo pieza a pieza. Ya nada se va a sostener.
―Desgraciado...maricón de mierda―Daniel se abalanzó hacía él. Pero Luke oyó golpes en la puerta y supo lo que vendría a continuación. Daniel se alejaba por el pasillo. La gente iba a vengarse de Daniel. Padres que habían perdido a sus hijos a manos de la comunidad, gente que había vivido aterrorizada bajo su mando y el del guardián. Clamaban su odio y venganza, y él ya no iba a poder escapar. Luke salió a la negra noche y sonrió a la luna. Tenía doce horas para volver con Kyle, y pasar la cuarentena juntos. Subió al coche, pero el ruido de cristales rotos y los gritos de Daniel persiguieron su huida. Sus faros alumbraron como su pueblo, sus vecinos, le llevaban hacia el bosque.
Martín estaba sentado, viendo como amanecía en el bosque. Sol supuso que ya debía saber lo de Daniel, Martina se lo había comunicado. El pueblo, al conocer el oscuro secreto del líder del consejo guardián, habían corrido a buscarle. Le habían llevado al bosque dónde la habían golpeado salvajemente, aunque no le habían matado. Él había regresado a su hogar. Amanda se había marchado. No había ni rastro de su vida en común. La nada que tantas veces él había obligado a cumplir. Su propio castigo. Ya no había ni rastro de Daniel en Crisal.
―¿Qué va a hacer Daniel? ―preguntó sentándose al lado de Martín.
―Me ha dicho que se marcha, tiene dos horas para desaparecer ―dijo Martín, observando el bosque impenetrable― Soy oficialmente el nuevo alcalde.
―Enhorabuena, cariño ―dijo, besándole. Martín le sonrió con tristeza―. No es la mejor época para ascender, pero...no imagino a nadie que...
―Lo he rechazado ―dijo Martín con voz grave―. Yo no sirvo para mandar, Sol. Soy un mero títere, no sé ni cómo puedes mirarme a la cara. No soy capaz de controlar a la comunidad, el consejo ya no existe y el pueblo se rebela. Ahora viene un tiempo de pausa, pero cuando volvamos de la cuarentena, todo va a cambiar y... yo no voy a poderlo controlar. He convocado elecciones para de aquí dos meses. Crisal por primera vez votará legítimamente a su alcalde. La comunidad ha acabado.
―Aún no. Ha caído Daniel, pero eso no asegura nada ―dijo Sol nerviosa.
―En eso tienes razón...―Martín la miró con tristeza y señaló―: Alguien ha robado los diarios de Martina. Canberra asegura que los dejó en la caja fuerte, pero alguien entró ayer por la noche y los robó. Junto con dinero y otras cosas. No puedo asegurar nada...
―No puede ser...pero...―Sol sentía que se ahogaba. Vuelta a la misma casilla de salida.
―Sol, quizá todo acabé aquí, cariño. La comunidad parece rota y nos espera un largo tiempo de pausa. No podemos prever que ocurrirá en el futuro, pero por ahora...estemos en paz.
―Pero... ―musitó sin saber qué decir.
―Llevo toda la vida preocupándome por cosas que no podían pasar. Vigilar, descubrir, ejecutar. Viviendo de odios y venganzas, y hoy me he levantado y he visto que muchas personas están muriendo, Sol. Por algo que ni siquiera saben que es. Y he entendido, que Dios me ha querido traer a ti antes de que el mundo se volviera loco. Y no quiero pasar este tiempo, planeando, vigilando, descubriendo. Ya no anhelo ser guardián, solo anhelo vivir feliz a tu lado ―con esas palabras, Martín despejó su mente y su corazón de sus miedos. La besó y observaron el oscuro bosque. Parecía ese día menos espeso y amenazante, como si supiera que estaban en un período de cambio. Era el fin de un sueño, su sueño. Y en ese tiempo, debía prepararse para la batalla más oscura, que la esperaba al despertar.
La sombra se agachó indetectable en el pequeño arbusto, observó a Martín y a Sol. Eran sus favoritos. En cuanto entraron dentro, caminó en silencio hasta su hogar. Nadie había sospechado nunca de él. Por eso Daniel, su mentor, le había elegido entre cientos. Al principio, había creído que Daniel estaba loco. Que vigilará al que vigilaba, que vigilará la comunidad, que le protegiera. Si, él ya había sabido que lo traicionarían. Daniel había huido, únicamente, él sabía dónde estaba.
Dejó los diarios en la mesa. Esa noche, habían cambiado muchas cosas, Loli se iba a casar. Marina y Patricio habían formalizado su relación, Luke se había fugado para buscar a Kyle. Él lo sabía todo desde el principio. Conectó su ordenador y sonrío. Él era el mejor, espiando fuera y dentro de su hogar. Ahora, con todos en casa conectados, era más sencillo. Robar los diarios había sido chupado. Miró la fotografía que tenía en su mesa. La única en toda la sucia y desordenada casa. Daniel y él sonreían al objetivo.
El sueño había acabado, el pueblo y la comunidad habían despertado. Solamente para darles ese tiempo de tregua. Dios había enviado una plaga para purgar el mundo, él eso ya lo sabía. A Crisal no llegaría, porque la comunidad les había mantenido puros. Daniel y él les habían preparado para esa purga. Todos tenían miedo, pero él no. Él sabía que eso pasaría, y entonces, entonces empezaría la pesadilla. Sol, era su favorita. Tenía muchas ganas de encontrarse con ella.
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