-C U A T R O-

Bakugou estaba arrodillado en el suelo de aquella fría y oscura habitación. Sus muñecas eran sujetadas sobre su cabeza con una cadena que llegaba al techo. La poca cantidad de aire que salía de sus labios era acompañados de una minúscula nube de vapor que sencillamente se perdía en la oscuridad. La herida abierta de su frente y el repugnante olor de alguna sustancia mal elaborada le subieron los mareos. Sus sienes palpitaban con fuerza, y su pecho iba disminuyendo su ritmo lentamente.

Midoriya sacó su móvil luego de haberse sentado en su pupitre y miró con intriga la pantalla, eran verdaderamente poco frecuentes las ocasiones en las que miraba de manera tan viciosa el pequeño artefacto. No se percató de que unos ojos opacos lo observaban con curiosidad, su propietaria se preguntó para sí misma qué mantendría al joven tan concentrado, pero lo único que su timidez le permitió hacer fue sentarse silenciosamente a su lado. Titubeante elevó su mano, pero no llegó a palmarle el hombro al pensar en ello como un acto grosero e irrespetuoso. Bajó la cabeza con la misma lentitud que su mano y llevó un mechón de su oscuro cabello tras la oreja. Se consoló con el pensamiento de que en otra ocasión sería correcto preguntarle por ello.

-¡Hey, Midoriya! -llamó Genki sentándose ruidosamente al lado del joven justo igual que cada clase de Ciudadanía. Materia donde alumnos de diferentes facultades estudiaban en la misma aula. La llamativa llegada de Genki logró sobresaltar a Izuku y la la chica-. ¿Qué estás mirando? -acercó su rostro a las manos que sostenían el celular de su amigo tratando de ver lo que contenía.

-Ah, sólo son unos relatos que encontré por internet -informó sonriendo de oreja a oreja a la par que se rascaba la mejilla y cerraba los ojos-. Habla de un hombre, que cuando el surgimiento de los Quirk aún era muy reciente, logró causar mucha polémica y pugnas entre los que aún eran humanos normales y los superhumanos.

-Eso suena interesante -comentó la joven con su habitual tono débil-. ¿Dónde encontraste eso?

-¡A-Ágata! -exclamó con sorpresa dejando caer el móvil sobre el pupitre e ignorando cuando Genki lo tomó y comenzó a leer-. ¡¿Has estado aquí todo este tiempo?! -Su interlocutora afirmó despacio con la cabeza. Midoriya le miró cohibido, y dobló la postura de su cuello en ademán de disculpa-. Lo lamento, no me percaté de que estabas a mi lado.

-No, no lo hagas. No quise interrumpir tu lectura -dijo desviando la mirada con pena-. ¿C-cómo van tus clases particulares extra? -cambió de tema a la primera oportunidad.

-No muy bien -explicó soltando un suspiro de decepción-. Aún hay cosas que no me quedan claras, bueno, en realidad explican muchas cosas pero no las que quiero saber -de repente un destello apareció en sus ojos. Volteó a verla como si de manera repentina fuera una especie de salvación-. Ágata, ¿puedes ayudarme?

-¿Ayudar? -apenas murmuró por lo perpleja que había terminado tras oír semejante pregunta.

-Quieres ser bióloga, ¿verdad? Si juntamos nuestras teorías y me das tu opinión podrías ayudarme a fortalecer mi hipótesis.

-P-pero, Izuku, yo... yo... -balbuceaba avergonzada, percibiendo cómo un toque de inseguridad provocada por su timidez salía a recorrer su cuerpo. Un tacto cálido en sus manos hizo que dejara de dudar, plantó los ojos en los de su contrario.

-Ágata, en verdad creo que podrías ayudarme, por favor.

-Está bien -accedió tras pasar saliva. El joven le soltó las manos y le dedicó una de sus tantas sonrisas.

-Muchas gracias.

-¡Bah! Creo que es un alborotador -comentó Genki devolviendo el celular a su propietario-. Sólo quería llamar la atención. Eso es todo.

-¿Por qué piensas eso?

-Porque sus razones son muy débiles. Nadie actuaría de manera tan aberrante por nada.

-¿Sabes, Genki?, yo pienso igual que tú. Por eso creo que este artículo está inconcluso. Aún hay cosas que no explica con claridad.

-¿Dónde lo encontraste? -inquirió Ágata.

-De un link que compartieron en una red social.

-Bueno, le daré crédito a tu argumento por el origen de la información -dijo Genki-. Pero tampoco lo acepto como verdadero.

Ágata e Izuku intercambiaron miradas mientras liberaban unas risas pequeñas.

-¿Qué es tan gracioso?

-Genki, cuando hablas así, pareces estudiante de leyes -rió Izuku.

-¡Pff! Pues claro -respondió fanfarrón-. Tres de mis hermanos son abogados. Algo me debieron pegar.

Ambos se vieron interrumpidos cuando un grupo de personas, de diferentes facultades, ingresaron al aula con una pequeña bocina que reproducía música a un volumen mucho más elevado que su tamaño. Ambos amigos arrugaron el entrecejo con disgusto, al ver que algunas personas que ya estaban allí, comenzaron a cantar de forma desafinada. Pronto el salón se vio invadido de ruidos cacofónicos y agudos.

-Ágata -la llamó Genki-, somos amigos, ¿verdad?

La joven se sonrojó y afirmó con la cabeza.

-Entonces hazme un favor y usa tu Quirk para callar a esta bola de... ¡Primates! ¡No los soporto!

-Genki, a mí también me molesta el ruido -comentó Midoriya-. Pero sabes que, a Ágata, no le gusta usar su particularidad.

-¡Sólo será un ratito! ¡vamos, nena! -empezó a convencerla en el momento justo en que el profesor ingresaba para impartir orden a su clase. Pronto Izuku pudo volver a estudiar en el silencio al que tanto se había acostumbrado desde su ingreso a aquella escuela tan estricta.

Un largo chirrido lo hizo recordar que seguía vivo. Percibió unos pasos resonantes adentrarse en la habitación y detenerse frente a él. El individuo que era iluminado por el as de luz blanca que entraba por la puerta tomó al joven de la mandíbula para que le viera al rostro.

Bakugou respingó por la luz de la linterna que el individuo apuntaba directamente a sus ojos. El destello le cegó un orbe a la vez cuando ejercieron fuerza para abrirle los párpados. El joven chasqueó la lengua percibiendo al instante lo seca que estaba su garganta y con lentitud y determinación, levantó la cabeza para encarar al bastardo que había entrado.

-D-deku -gruñó con desagrado. Maldijo para sus adentros no haberle mordido la mano en cuanto pudo.

-Hola, Kacchan -saludó con la misma alegría que emplearía un niño inocente al ver a un amigo. Una alegría de lo más aterradora cuando alguien opuesto la empleaba.

-¡Quítame las manos de encima! -se removió en su lugar haciendo que el chirrido agudo de las cadenas viajara por la habitación-. ¡Aléjate de mí!

Midoriya iba a recordarle lo irascible que el ruido podía ponerle, mas se interrumpió en un amago con la boca abierta cuando una voz se manifestó.

-¿Bakugou? -era una chica-. ¿Estás aquí?

Todos guardaron silencio. Izuku le chasqueó los dedos a uno de sus acompañantes tras dejar pasar unos segundos. Este le abrió un maletín de cuero negro donde se hallaba un par de guantes de plástico que Midoriya se puso antes de tomar una bola de algodón y bañarla en un líquido transparente.

-¡Aleja eso de mi rostro! -se negó rotundamente.

-Shh -se limitó a pedir con indiferencia.

-¡¿Qué tratas de hacerme?! ¡Aléjate de mí!

-Kacchan -gruñó aumentando su tono de voz-, ¡Cállate! -ordenó imperante y crispado consiguiendo que sus hombres se pusieran alerta. Uno de ellos activó su Quirk y el calor de las cadenas se volvió a presentar.

-¡Déjenlo en paz! -suplicó la joven atormentada por los estentóreos de dolor de su compañero-. ¡No le hagan daño!

-Esto es demasiado -Midoriya se masajeó las sienes sintiendo como el ruido culminaba su paciencia.

-Hey -comentó el hombre del calórico Quirk-, creo que deberíamos posponer la recuperación para después del traslado.

-Sí, tienes razón -aprobó retirando los guantes de sus manos-. Alguien ayúdeme a trasladarlo.

-¿Traslado? -murmuró la joven en voz baja, sintiendo el temor nacer desde lo más profundo de su ser-. ¡No! ¡Bakugou, no dejes que te lleven!

-Callenla -ordenó Midoriya antes de cruzar la puerta.

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