Capítulo 6

Cada día que pasaba y los satidores no volvían al Pozo, ponía más inquietos a los que vivíamos allí. Pero lo que en realidad los ponía de los nervios era saber a qué bando se unirían. Si resultaba que colaboraban con el alcalde, habíamos sido engañados todo este tiempo. 

Este incidente había provocado que solo se hablase de que pasaría a continuación y nos habíamos olvidado unos instantes de lo más importante: se estaba acabando la comida. Las latas no duran toda la vida y sobrevivir a base de latas y alguna cosa que traían los satidores del exterior no eran suficientes, y las consecuencias se estaban empezando a notar.

Entre los heridos por las protestas y las personas que acudían a diario a la enfermería enfermos por la falta de complementos vitamínicos comenzaba a ser preocupante.

Una semana después de lo ocurrido, Sophia comenzó a encontrarse mal. Peter, el médico, la examinó y puso una mueca.

- ¿Qué ocurre? – preguntó mi madre

- Está ocurriendo demasiado a menudo. Falta de vitaminas. Anemia. – enumeró el doctor. – Les pedí a los satidores que si fuese posible trajesen vitaminas y medicina pero tras lo que ha pasado... - y guardó silencio. Tal vez nunca llegasen esas vitaminas y medicinas – Me encantaría ayudar pero no puedo. Te diría que comieses más, pero las raciones son lo que son.

Notaba a Sophia cada vez más pálida. A la hora de comer, los cuatro nos sentamos en nuestra mesa habitual. La abuela tenia tanto trabajo que comía en su sección. Hoy había lentejas. Las hacían una vez cada tres meses. Era tan escasas que en cuatro cucharadas, el plato ya estaba vacío. Tomé un bocado y empuje el plato en dirección a mi hermana.

- ¿Qué haces? – dijo mirando primero el plato y después a mi

- Darte mi comida. La necesitas más que yo

- Sabes que está prohibido compartir la comida.

- ¿Crees que me preocupa? – le dije – Cómelo deprisa. – Miré a mis padres y los vi con la intención de imitarme – No, vosotros trabajáis y lo necesitáis. Yo puedo estar sin comer uno o dos días.

Mi madre iba a hablar cuando entró un guardia con un papel entre sus manos. Se sitúo en la parte central del comedor, y abrió el papel.

- Vuestro alcalde, Jim Gleeson, quiere comunicaros que a partir de mañana queda suspendido el horario de desayuno debido a la escasez de alimentos. Por tanto solo habrá dos comidas, procurando que esta eliminación ayude a aumentar la porción de comida a la hora de la comida y la cena en lo mejor que se pueda. Sigue prohibido sacar comida fuera del comedor o/y guardarla para más tarde.

No hizo falta ni un segundo para que varios se echaran encima del guardia exigiendo explicaciones del propio alcalde. Debían de esperar esa reacción porque cuatro guardias entraron de repente en el comedor y se dirigieron a los hombres que acosaban al guardia y los apartaron de mala gana.

- Yo de ti guardaba asiento. – le dijo un guardia a uno de los hombres que se acercó al guardia. Era Joseph y trabajaba con mi padre en la cantería. Fue uno de los que se reveló el primer día.

Joseph y los demás decidieron volver a sus sitios y los guardias se retiraron.

- Esto va de mal en peor – dijo mi madre.

- Solo queda esperar a que vuelvan los satidores – dijo mi padre mirando su plato vacío con hambre

- Como si fuesen a solucionar mucho. La realidad nos está dando de bruces. El Pozo era un lugar para resguardar personas, sí, pero estaba nulo de suministros. Y estos se están acabando – dije molesta – No viviremos solo de agua.

- ¿Y qué propones? – Dijo mi padre de mal humor - ¿Qué salgamos fuera? No estamos preparados para eso. Lo mejor es que cada uno atendamos a nuestro trabajo y punto – dijo y se levantó dejándonos a las tres allí.

Mi madre me lanzó una mirada llena de significado: "No vuelvas a sacar el tema". Me levanté y salí del comedor. Solo había un sitio que me hacía sentir un poco mejor.

Como casi todo el mundo estaba en el comedor o en la enfermería, no me crucé con nadie de camino a mi sección. Me dirigí al armario donde guardaba el árbol y allí lo encontré, en el mismo sitio de siempre. Las pequeñas manzanas que le habían crecido ahora tenían un tamaño más considerable. Toqué el árbol y como una pequeña corriente recorrió mi cuerpo.

De repente, se me ocurrió algo que esperaba que no tuviese consecuencias negativas. Observé las cuatro manzanas y escogí la más grande.

Volví a esconder el árbol y me dirigí a la habitación, en busca de Sophia. La encontré en su cama, leyendo un libro.

- Toma – dije y le di la manzana

- ¿De dónde has sacado esto? – dijo incorporándose y sentándose en la cama con sus piernas colgando hacia fuera.

- Come y calla – dije y me tumbe en mi cama.

Cerré los ojos deseando que no preguntase nada. Pero en lugar de oír su voz, solo la oí masticar.

- Oye, pues está muy buena.

- No digas que te la he dado – dije mirando el colchón encima mía esperando su respuesta

- Tranquila – sonreí.

Me hizo sentir mejor el hecho de Sophia parecía recuperada. Por ello, cuando se cumplió un mes desde que los satidores se habían ido, me sentí mucho más útil allí dentro.

Visitaba con más frecuencia el manzano. Había conseguido que dos manzanas comenzasen a crecer y que las otras aumentasen de tamaño.

Aunque la felicidad de mis días lo daba aquel pequeño armario, la felicidad escaseaba en El Pozo. El hospital seguía lleno de enfermos y la comida ahora era cada vez más escasa. El humor era escaso y la paciencia de los que allí vivíamos, mermaba cada vez más. Y lo peor era que el alcalde no había hecho acto de presencia así que comenzó a extenderse que tal vez había muerto y los guardias se habían hecho con el control del Pozo.

Ese domingo, desee que ese rumor fuera cierto. Comenzó a extenderse por todo el Pozo que a las tres de la tarde, el alcalde haría un anuncio. Invitaba a todo el mundo a detener el trabajo no esencial y acercarse a oír lo que tenía que decir.

Tras la hora de la comida, todo el mundo se desplazó al punto central del Pozo. Vi a mi hermana con sus amigos en la planta G y me dirigí hacia ella.

A las tres todo el mundo buscaba con la mirada al alcalde. Yo ya estaba cansada de estar allí, de pie, esperando escuchar las palabras de un cobarde.

Los murmullos se convirtieron en voces y, a lo alto del Pozo, todos vimos como el alcalde aparecía acompañado por dos guardias, Samantha y su padre.

El alcalde mandó guardar silencio. Todo el mundo estaba dispuesto a escuchar lo que tenía que decir.

- Sé que tenéis muchas dudas y preguntas pero estad seguros de que todo lo que estoy haciendo es para mantener este lugar unido y seguro. Por ello, me he visto obligado a analizar y tomar decisiones difíciles. No espero que sean a gusto de todos pero si acatadas.

Algunos de los murmullos se convirtieron en protestas. La inquietud se comenzó a manidfestar en el pozo.

- En primer lugar, ya se ha comenzado a llevar a cabo la racionalización de la comida que, como entenderéis, es necesaria para poder mantenernos con vida hasta que lleguen los satidores con las provisiones. En segundo lugar, debido a las numerosas bajas que se están produciendo estos días a causa de la falta de vitaminas, he decidido recortar un año la selección de los puestos.

Muchos en el Pozo se enfurecieron. Algunos intentaron subir pero los guardias los detuvieron.

- Hubo muchas bajas estos días en demasiados puestos de trabajo – dijo el alcalde intentando hacerse oír por encima de las voces de la gente – Es la opción más apropiada que hemos encontrado

- Los chicos no están preparados. – dijo Natalie que se había colado entre la gente para llegar hasta la valla – Cuando hagan la prueba, los mandarán a las secciones más bajas porque no están capacitados para acceder a las de más arriba. No lo hace porque falte gente. Lo hace para tener más control en las secciones de arriba porque cuanto más abajo...

- Menos poder de decisión tienes – concluí - ¿Tu ya lo sabias?

- Me lo dijo hace una semana pero creo que ya pensaba hacerlo desde hace tiempo. Este ha sido su momento para llevarlo a cabo.

- Por último – continuo el alcalde haciendo caso omiso de las protestas – debido a la escasez de medicamentos y a la dificultad de nuestros chicos de encontrarlos en el exterior, he decidido racionalizarlos y y solo proporcionarlos a quien realmente lo necesite

- Dejará morir a mucha gente – protestó mi hermana

- La decisión está tomada y se empezarán a aplicar mañana. – gritó el alcalde – El dia del sol será cancelado hasta previo aviso. Todas estas decisiones fueron tomadas después del ultimo informe de los satidores.

No dejaron terminar de hablar al alcalde cuando consiguieron derribar a dos guardias y comenzar a subir las escaleras. Las alarmas sonaron y varios guardias bajaron a toda prisa para detener a las personas que pretendían subir.

En el piso superior se oyeron gritos y todos vimos como un guardia empujaba a alguien contra la vaya, la cual cedió .El hombre perdió el equilibrio y cayó al vacío desde la sección G, a cinco pisos de altura.

Todos contuvimos la respiración. El silencio se hizo presente durante unos segundos hasta que se dieron cuenta de lo que acababa de ocurrir. Natalie fue más rápida y alejó a mi hermana y a sus amigos para que no mirasen. Yo, al igual que muchos, nos acercamos al borde.

El hombre estaba muerto.

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