Steins Gate
Reseñado por Lobodepeluche
Las historias de viajes en el tiempo se pueden, en esencia, reducir a unos pocos esquemas a los que luego cada autor otorga su toque personal. Las barnizarán, les pintarán florecitas, les colgarán adornitos... todo para distraer la atención hacia los elementos superficiales y disimular lo evidente: que lo que te están contando en realidad lo has visto ya un millón de veces.
Nuestra serie de hoy eleva esto a su máxima potencia. A fin de cuentas, si yo te presento la premisa "un tipo viaja al pasado, cambia cosas y luego trata de volver a poner en orden su presente", seguramente te vengan un millón de ejemplos a la cabeza. Sin embargo, la poca originalidad es en lo último que piensas cuando estás consumiendo este delicioso disparate, que consigue sorprenderte al tiempo que sigue al pie de la letra un esquemita gastadísimo.
¿Cómo logra semejante hazaña? Pues se resume en lo que he dicho antes: adornando todo lo demás.
Por un lado, el marco. Los propios juegos con el tiempo se introducen a través de un mito del mundo real. Uno de los primeros "memes" virales de internet que, de no ser por esto, habría terminado por caer en el olvido junto a all your bases are belong to us, longcat, la caída de Edgar y demás momentos clave en la cultura occidental moderna.
Y es que hoy día, nada de lo que leemos por ahí nos sorprende. Estamos tan acostumbrados a los troleos y a que la gente haga cualquier cosa para recibir un poco de atención en redes sociales, que no prestamos la más mínima atención a quienes nos vienen con rocambolescos cuentos. Ese no era el clima en 2001. Consecuentemente, cuando diversas comunidades angloparlantes de ese año empezaron a recibir los mensajes de John Titor, un supuesto visitante de un futuro devastado que, muy resumido, se paseaba por aquella era en busca de un viejo computador IBM 5100... pues sí, se le hizo bastante casito. De hecho, el tipo se creó toda una mitología a su alrededor.
Steins Gate toma como punto de partida esta historia del viajero del tiempo que postea en internet, asume lo que dijo como veraz, y lo coloca todo dentro de un marco eminentemente geek. Verás gente posteando en foros, referencias a memes japoneses reales, trocitos de cultura otaku... incluso el propio John Titor aparece como un personaje más.
Ya solo con esto tienes una capa de pintura interesantísima. A veces, basta con probar una ambientación diferente para darle aires nuevos a fórmulas conocidas. Juan de los muertos, Tren a Busan, Rec... las tres siguen, hasta cierto punto, las fórmulas del cine de zombies. Pese a todo, el carácter local de cada una basta para que se sientan diferentes.
Pero los guionistas de la serie no se contentan con esto: una vez reforzado el dónde pasa, les quedaba hacer lo propio con a quién le pasa. Y vaya si lo consiguen.
Normalmente, las historias sobre el tiempo — a menos que en realidad se traten de películas de aventuras camufladas, como Back to the future— suelen presentar un cóctel de personajes muy estándar. Se entiende que lo que se busca es experimentar con la narrativa y jugar con las paradojas, quedando nuestros protas como simple vehículo para permitir eso. Cuando pienso en 12 Monos o en Los Cronocrímenes, lo que me viene a la cabeza es su enrevesada trama, no tanto Héctor o... el personaje de Bruce Willis cuyo nombre totalmente no he olvidado.
Aquí ocurre todo lo contrario. De hecho, durante la primera mitad de la serie apenas pasará nada relevante. Sólo se dedicarán a irte introduciendo de forma sutil todos los problemas a los que nuestros héroes se tendrán que enfrentar en la segunda, pero no te importará lo más mínimo porque los personajes se comerán la pantalla con cada una de sus interacciones.
Los aires de otaku de Hashida, los inventos absurdos de Okabe, su teatralidad, sus piques con Kurisitina, detallitos curiosos como las referencias a Dr Pepper, las teorías de conspiración graciosas, las coletillas de Mayuri... hay algo en ellos que se te queda, que conecta contigo, y de pronto te das cuenta de que te has encandilado con esa caterva de perdedores, que te entretendría hasta verlos saltar a la comba. Que quieres saber más de ellos.
Es en este punto cuando Steins Gate ya no te deja escapar de su ridículo universo. Entraste en su juego, su ambientación te sorprendió, te reíste del microondas-teléfono (nombre provisional), y ahora es cuando puede jugar con el efecto mariposa, con todo eso que te suena de otro millón de sitios. Y tú lo vas a seguir sintiendo especial, original incluso. Porque lo que importa no es lo que pasa, sino que pasa aquí. En este marco, a estos personajes que sientes conocer y te gustan.
Por eso puede permitirse ser una comedia y un thriller temporal, todo a la vez. Por eso puede, primero, concentrarse en atraparte, presentarte un mundo novedoso y acogedor al que no te importaría pertenecer, y más tarde mantener tenerte en vilo sin necesidad de complicarse inventando la rueda a nivel narrativo.
Y es que, en una época en la que ya está todo inventado, pero a la vez nos obsesionamos continuamente con ser originales, con tener nuestro sello, esta serie lo consigue volviendo a las bases. Nos recuerda que dos personas pueden contar el mismo cuento, y que se sientan como dos historias completamente distintas. El valor del cómo sobre el qué.
Irónicamente, de todas las historias que consumido sobre el efecto mariposa, las innumerables vueltas de tuerca al esquema que he visto, las reinvenciones que me han suscitado curiosidad... aún hoy, la que más se resiste a abandonar mi cabeza es una que no hizo más que construir un universo nuevo en el que explorarla.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top