Steamboy
Reseñado por Lobodepeluche
Lo curioso de acercarse a Steamboy estando ya familiarizado de manera casual con la obra anterior de Katsuhiro Otomo es el choque entre lo que esperas y lo que recibes. Para bien o para mal, el éxito de Akira le había labrado una fama de retorcido que no casa con lo que no deja de ser una familiar cinta de aventuras para toda la familia en la línea del mejor Miyazaki o series como Nadia: El misterio de la piedra azul, y siempre resulta interesante cuando algo subvierte tus expectativas ya desde la misma premisa.
Todo empieza en Islandia, cuando los científicos Lloyd y Edward Steam descubren un nuevo material capaz de generar una energía casi ilimitada. que podría hacer avanzar la industria de las máquinas de vapor a pasos de gigante. Durante uno de los experimentos con él, Edward tiene un accidente, todo se descontrola y... no sabemos nada más.
Tres años después, la perspectiva salta al auténtico protagonista. El más joven heredero de la familia Steam, nieto e hijo de los otros dos respectivamente, Ray. Un, a pesar de su corta edad, talentoso inventor que trabaja en el mantenimiento de una fábrica. Tremendamente eficiente en lo que hace, pero explotado por sus empleadores. Lleva una vida tranquila y anodina, hasta que un buen día, estando en su casa, recibe un paquete de su abuelo que pone su mundo patas arriba.
Se trata de unos planos y un prototipo de una esfera construida según los experimentos que ya habían llevado a cabo con este mineral milagroso, así como una nota en la que lo insta a proteger el material a cualquier precio y evitar que caiga en malas manos. Sin apenas darle tiempo a asimilar dicha petición, irrumpen los malosos esbirros de una compañía que se hace llamar la corporación O'hara, reclamándolo para sí mismos y desatando una persecución.
¿Qué secreto esconde el artefacto? ¿Qué fue de Lloyd y Edward? ¿La cosas son de verdad lo que parecen? La búsqueda de este McGuffin dará el pistoletazo de salida a una odisea en la que asistiremos a un choque de ideales tan antiguo como la época a la que la trama se retrotrae.
Hasta ahí, todo bastante visto. Sin embargo, lo que diferencia a esta cinta de cualquier otro homólogo que se nos pueda ocurrir y la hace brillar con luz propia, son fundamentalmente dos cosas.
La primera, un apartado técnico preciosista, y visualmente impactante que viene avalado por el perfeccionismo del director y guionista japonés, que empleó diez años de su vida en terminarla y para lo que básicamente otorgó carta blanca a su equipo de animadores del estudio Sunrise. Aparentemente, las secuencias se entregaban cuando ya resultaba imposible mejorarlas más, ni un segundo antes. Un auténtico privilegio en una industria como la de la animación que se hace notar ya desde el primer minuto, convirtiendo cada frame en un cuadro.
Sumado al gran trabajo invertido a la hora de representar un arte marcadamente Steampunk, esto hará las delicias del espectador más visual y fan del mismo, sumergiéndolo en un universo retrofuturista alimentado por el carbón y el hierro de la Revolución Industrial. Ya sólo por este apartado, la película merece la pena de sobra.
La segunda es precisamente ese fuerte componente Steampunk, en la línea del positivismo europeo anterior a la Gran Guerra y autores como Julio Verne o H.G. Wells, exponentes de una era marcada por el progreso científico por el progreso científico mismo, el capitalismo descontrolado y amoral y las profundas desigualdades clasistas. Los engranajes, las máquinas de vapor y las válvulas al final son un mero detalle estético si no vienen acompañados del resto del paquete, y Steamboy, se asegura de incluirlo. Todo lo tóxico de este tipo de universos se ve reflejado aquí.
Porque antes he dicho que la premisa está vista, y es verdad que tampoco se para a descubrir el fuego. Si conoces alguno de los otros animes antes mencionados, o incluso al incombustible Indiana Jones, pues más o menos sabes lo que te vas a encontrar. Carreras contrarreloj, persecuciones, cambios de bando, conflictos a gran escala... La cosa es que introducción de estos clichés dentro de un nuevo contexto social victoriano actúa como una capa de pintura que oye, le sienta francamente bien. A veces la diferencia entre un producto derivativo y una obra personal de autor recae en detalles sutiles así.
Que tampoco nos engañemos, no son más que pinceladas que sirven para enriquecer una historia que nunca aspira a ser otra cosa que un divertimento ligero. Pero ya es de agradecer en vista del bajo nivel y la minúscula representación que este subgénero suele tener en el cine, que la cosa vaya más allá y entre las alocadas, imaginativas y emocionantes carreras a bordo de artilugios imposibles se introduzcan dilemas éticos y un mensaje moralizante. Tampoco es habitual que en una peli de estas características el motor de la trama se resuma en un choque de puntos de vista sobre la naturaleza de la ciencia, para qué o quién sirve, su uso responsable...
Hasta ahí lo bueno. En el lado malo, tenemos unos personajes que nunca llegan a desarrollarse mucho más allá del esbozo y con los que personalmente me resulta difícil empatizar. Ray tiene la personalidad justa para hacer de héroe bonachón que más o menos sabe valerse por sí mismo pero se ve arrastrado hacia algo que le supera. Edward y Lloyd representan dos ideales opuestos, lo cual al principio parece interesante pero termina usándose para hacer avanzar la trama y poco más. ¿Profundizar en por qué piensan como piensan? Pa qué. Y el resto casi no merece la pena ni mencionarlos.
Esto es un problema porque, cuando tu cerebro se cansa de impresionarse por lo bonito y emocionante que es todo lo que está viendo, los personajes tienen la tarea de acompañarte hasta el final haciendo que te preocupes por ellos. Unos personajes interesantes amenizarían la más anodina de las historias. Unos de cartón piedra, es raro que no terminen aburriendo. Creo que es un poco lo que me pasó a mí viéndolos y a ello achaco que la película se me terminara por hacer larga y mi mente divagara, cuando debería estar con la boca abierta por esa máquina voladora o esa situación que parece de vida o muerte.
Sin embargo, y haciendo balance, me ha dejado satisfecho. No te va a cambiar la vida, ni siquiera es lo mejor de Otomo, pero en el peor de los casos es un divertimento inocente que sirve para matar el rato en una tarde anodina. Y en el mejor es un espectáculo visual que te dejará sin aliento y pensando constantemente en lo que has visto.
¿Te gusta el steampunk? ¿Las películas de aventuras? Aquí tienes una que cubrirá tus ganas de ambas cosas. Ya me contarás en cuál de los dos extremos te sitúas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top