Matrix Resurrections
Reseñado por Lobodepeluche
Matrix Resurrections es una película innecesaria. No utilizo el adjetivo en sentido despectivo, meramente trato de describir la situación de la manera más objetiva posible; es algo que la propia Warner sabía, Lana Wachowski también... y yo creo que muchos de los fans de la franquicia también lo asumimos cuando se anunció el proyecto.
No necesariamente por falta de espacio creativo, ojo, a fin de cuentas su universo es lo bastante rico como para soportar toda clase de ideas novedosas. Están Animatrix, las enreversadas tramas del videojuego Matrix Online, e incluso una serie de cómics e historias cortas encuadradas que antaño se podían leer en la página web oficial de la película. Hasta Neil Gaiman escribió un cuentecito ilustrado muy interesante que aprovecho para recomendar. Se llama Goliath, de nada.
La cuestión es que hubiera sido demasiado inocente asumir que, con lo que está cayendo, la productora estuviese pensando ni remotamente en un thriller noir sobre un detective en el mundo de Matrix, o el día a día de un señor normal en una simulación que no para de glitchearse, o el alzamiento de las máquinas, o qué se yo. No, lo lógico era esperarse otro The Force Awakens. Un remake encubierto de la primera película destinado a darle al público exactamente lo mismo que ha visto ya un millón de veces, solo que sazonado con estratégicas gotas de nostalgia. Una excusa para que un puñado de millennials se permitan regresar a la infancia durante un par de horas, como si los millennials necesitáramos de algún tipo de ayuda externa para ser adorables niños grandes.
Sin embargo, eso no fue lo que pasó, y el resultado es una de las secuelas más extrañas que yo he visto nunca. Ni siquiera tengo del todo claro si es una buena película o un experimento fallido, pero sí que tiene muchos detalles por los que considero que vale la pena verla. Así que voy a romper ligeramente las reglas de esta sección y les pido que por una vez nos olvidemos del esto es bueno y esto es malo. En lugar de pensar en términos así de absolutos, quedémonos en que hace cosas lo bastante raras como para que me parezca una experiencia muy interesante si te expones a ella con la mente abierta.
Y es que ni en medio de un delirio febril se iba mi yo prepubescente a imaginar una secuela de Matrix en forma de parodia autorreferencial.
Resulta que, según la trama, Neo vuelve a estar encerrado en la simulación por motivos que no vamos a destripar. Dentro de esta nueva realidad, vive como un programador famoso que ha creado una exitosa saga de videojuegos que cuentan la historia de las tres primeras películas. Más allá de eso, él continua su vida normal y anodina como cualquier hijo de vecino. El problema es que su estabilidad se rompe cuando le empiezan a asaltar una serie de visiones e ideas extrañas: ve a Trinity en una chica que conoce de una cafetería, a Smith en su horrible jefe, se cree que lo persiguen... vamos nada que no nos pase a nosotros todos los jueves también.
El tema es que todo este primer acto es extremadamente cínico. Paralelo a estos sucesos, por ejemplo, empiezan a presionarlo para que continúe su franquicia, bajo el argumento de que "la Warner va a hacerlo con o sin él". Y las referencias al pasado, que en otra película más de estudio se hubieran quedado en simples memberberries, aquí están retorcidas aposta de una manera que más bien parece un autosabotaje. Y se hace... rarísimo. Tu mente no está preparada para ver al nuevo Morpheus aparecer de sopetón en un baño mientras Keanu Reeves se retuerce de manera histriónica, todo el mundo grita y se arma un caos sin venir a cuento. Tu mente entra en shock, te preguntas qué está pasando, y no sabes qué demonios pensar de lo que estás viendo.
Y así con todo. Las famosas secuencias de acción por las que la franquicia se hizo famosa aquí brillan por su ausencia; son pocas, torpes y se resuelven rápidamente. El propio Reeves, que se supone que es uno de los seres más poderosos del universo, apenas hace nada.
Porque el foco no parece ser hacer una nueva de Matrix, sino reírse de Matrix. Toda la atención parece haberse puesto en, primero, deconstruir la franquicia, de una manera que algunos han comparado con La nueva pesadilla de Wes Craven, pero que a mí me recuerda más a Gremlins 2 por su reconocida mala leche y falta de respeto para con su propio lore. Segundo, en darle a Neo y Trinity una suerte de final feliz, motivación que viene sacada directamente del duelo por el que Lana estaba pasando a causa de la muerte de sus padres.
Ahora la pregunta es, ¿el producto resultante funciona como tal? Pues yo creo que a medias. El principal problema que le veo, es que navega demasiado entre dos mundos como para contentar del todo a nadie. Porque la segunda mitad de la historia sí que hace un intento de ser una continuación de Matrix relativamente normal, y ahí es cuando dejas a los dos tipos de audiencia que podías atraer un poco alienados.
Si te gusta la primera mitad, que en lo personal me parece atrevidísima en el sentido de que tiene el valor de presentarte puro surrealismo en una película de consumo de masas, y encima cagándose en lo que el fan medio esperaba, luego no te vas a contentar con una aventurilla normal que se resuelve rapidísimo. De igual forma, si la primera parte te horroriza y alinea, no te van a traer de vuelta con cuatro batallitas después de haberte sentido troleadx.
La cuestión es que la mezcla resultante es... tan particular que yo creo que merece la pena verla, porque indiferente no te va a dejar. Es un blockbuster que no se siente como si hubiera salido de las cabezas de cuatro ejecutivos, con abundante personalidad propia y lleno de ideas que parecen haber salido de un viaje de lsd. Dentro de todas esas ideas, algunas fallan, otras están muy bien. Y yo creo que estos experimentos que no terminan de resolverse del todo bien son reivindicables. Sin La nueva pesadilla de Wes Craven, una película cuya opinión general suele también incidir en que no está del todo bien resuelta, nunca habríamos recibido la aclamada Scream.
Y es que al final de esto también se puede aprender mucho si sabes prestarle atención a lo que toca. A veces, las ideas no están solo en las historias que a todos nos encantan. A veces, la diferencia entre una historia que marca época y otra que se queda en el olvido del tiempo, pasa por replantear un concepto con potencial.
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