A la mañana siguiente Clara se despertó con gritos. Se levantó de la cama, abrió la puerta de su dormitorio y pudo identificar las voces: eran sus padres.
Bajó las escaleras. Su hermana todavía no se estaba allí. Seguramente seguía durmiendo. Al acercarse pudo escuchar que su padre decía:
- ¡Vas a despertar a las chicas!
- Es que no entiendes. ¡Nunca entiendes! – exclamó Isabel.
- Julia está emocionada con visitar a su abuela y estoy seguro que a Clara también le hace ilusión.
- ¿Acaso todo lo que dije te entró por un oído y te salió por el otro? O tal vez no me di a entender lo suficientemente bien.
- Tenemos que dejar de lado las cosas que pasaron hace años – intentó calmar la situación José.
- ¿Las cosas que pasaron hace años? ¡Siguen pasando! ¡Date cuenta! – gritó Isabel.
José vio a Clara en las escaleras. Observó a su esposa, le sonrió y volvió la mirada hacia su hija para regalarle una sonrisa.
- Buen día, amor. ¿Desayunamos? – preguntó su padre.
Clara lo miro con confusión.
Su madre no emitió palabra.
- No hagan de cuenta que no escuché nada porque lo hice. Estaban peleando. ¿Se puede saber el motivo? – pregunto molesta Clara.
- Tu madre y yo tuvimos un malentendido nomás, ya lo arreglamos – dijo su padre, al tiempo que abrazaba a Isabel. ¿Verdad amor? – agregó mirando a los ojos a su esposa.
- Sí, Clari. Ya pasó. No les des importancia – expresó su madre.
Al principio a Clara no la convencieron las palabras de sus padres, estaba segura que algo no le querían decir. Pero mientras se cepillaba el cabello y lavaba la cara pensó que tal vez tenían razón. Estaban discutiendo, pero por algo sin importancia, al fin y al cabo, en cualquier matrimonio de 20 años hay discusiones sin importancia. Eso la alivió.
Cuando volvió a bajar al comedor, ya se encontraban en la mesa sus padres junto a su hermana dispuestos a desayunar en familia.
Actuaban normal, como si nada hubiese pasado unos minutos antes. Clara prefirió olvidar eso y disfrutar del desayuno.
Julia desayunaba leche con cereales. Era su desayuno favorito en verano. Clara y sus padres preferían jugo de naranja natural. Todos acompañaban lo que tomaban con unas tostadas.
Clara tomó la mermelada de frutilla y cuando estaba por ponerla sobre una tostada sintió su móvil sonar. Terminó lo que estaba haciendo, y mientras comía la tostada, el móvil volvió a sonar.
Dejó el vaso con jugo y la tostada a medias y subió las escaleras corriendo.
- Termina tu desayuno, luego te fijas quién te llamó – dijo su madre.
Clara hizo caso omiso a las palabras de su madre. Subió esas escaleras lo más rápido que sus piernas se lo permitieron hacer.
Al tomar su móvil tenía 2 llamadas perdidas de Flora. Le devolvió la llamada. La línea daba ocupada. Le envió un mensaje. Flora le respondió diciéndole: "Amiga, hoy a las 8 p.m. en casa, no hagas otros planes. Te quiero".
Clara respiró. Por su mente ya habían pasado más de una situación, ninguna de ellas positivas.
"Allí estaré. Te quiero más" respondió.
De regreso al comedor, Clara terminó de beber el jugo de naranja y de comer la tostada. Volvió a subir a su cuarto, se vistió con su ropa deportiva y salió a correr.
El día estaba caluroso. En el cielo se podían apreciar algunas nubes, cada tanto algunas de ellas se movían tapando al sol y generaban algo de sombra.
Mientras corría Clara observaba los lugares. Es una gran observadora. Se podían ver personas apuradas, seguramente llegando tarde a algún lugar, otros paseando a sus perros, y otros jugando con sus hijos en la plaza. Todo estaba tranquilo.
A Clara le agrada salir a correr a la mañana. En realidad, le agrada despertarse temprano en la mañana, pero no tan temprano como a sus padres. Tiene la creencia de que despertándose temprano el día se aprovecha mejor y puede hacer más cosas. Flora piensa de la misma manera. En cambio, a Tamara no le gusta madrugar, prefiere, de ser posible, dormir hasta el mediodía.
Cuando se encontraba rumbo a su casa decidió ir por una de las calles paralelas a la de su casa. Normalmente no iba por allí, pero ese día decidió hacerlo.
Para su sorpresa vio a los tíos de Juan afuera de su casa. Los tíos del novio de Flora vivían a unas cuadras de lo de Clara. Ellos se quedaron en el barrio.
Sabiendo que Flora estaría interesada en saber cualquier cosa de su ex novio, Clara decidió esconderse detrás de un árbol y observar aquel panorama.
Una camioneta azul de cuatro puertas estaba estacionada en frente a la casa. Tenía la valija abierta, de la cual bajaban unas cajas que tenían un nombre con rotulador negro.
De repente, Clara oyó una voz masculina.
- ¡Trae esas cajas! ¡Cuidado que son libros de tu primo! – gritó el tío de Juan a un adolescente que no superaba los 15 años.
El adolescente bajó dos cajas más de mediano tamaño y las entró a la casa. Al salir nuevamente, el tío de Juan le dio una bolsa, cerró la valija del auto y palmeó la espalda del adolescente al tiempo que ambos ingresaban a la casa.
Clara se quedó unos minutos más, pero nadie más salió de aquel hogar.
Retomó el trayecto rumbo a su casa. Lo hizo caminando porque ya se había enfriado por estar ese tiempo sin movimiento detrás del árbol husmeando en la casa de los vecinos.
Al llegar a casa tomó una ducha. Sus padres y su hermana habían salido. Dejaron una nota en la heladera que decía: "Volvemos en dos días. Llama a mamá cuando leas esto. Te queremos".
Clara no entendía nada. Tomó su móvil y le marcó a su madre. Atendió enseguida.
- Amor, regresaste de correr...
- Sí - respondió Clara.
- ¿Leíste la nota que te dejamos? – preguntó su madre.
- Sí, por eso te llamo. No entiendo. ¿Pasó algo con la abuela?
Clara sabía que si hubiese pasado algo con la abuela jamás hubiesen llevado a Julia con ellos. Pero fue lo primero que se le vino a la mente y lo soltó.
- Tiene que ver con tu abuela, pero no le pasó nada. Ella se encuentra bien. Julia insistía en que quería visitarla y con tu padre decidimos ir estos dos días.
- Pero... - intentó interrumpir Clara, pero su madre continuó hablando.
- No te dijimos nada porque nos comentaste que hoy a la noche ibas a la casa de Flora, y como ya me habías dicho que estaban levantándole el ánimo junto a Tamara por la ruptura con aquel chico, no quise arruinar ese plan. Sabes que me gusta que compartas tiempo con tus amigas y que se apoyen en todo.
- Sí, tienes razón. Pero para la próxima arreglamos con tiempo y voy yo también. Hazle llegar mis saludos a la abuela y dile que la extraño.
Isabel hizo un silencio. Uno de esos silencios que son cortos, pero parecen una eternidad.
- ¿Mamá? ¿estás ahí? – preguntó Clara confundida.
- Aquí estoy hija. La señal empieza a fallar. Ya sabes..., el campo - contestó con ironía lo del campo.
Clara soltó una carcajada y repitió:
- Te decía que para la próxima arreglamos con tiempo y voy yo también. Hazle llegar mis saludos a la abuela y dile que la extraño.
- Así lo haré cariño.
Clara se despidió de su madre y se fue directo a tomar una ducha.
Luego de almorzar tomó su móvil y entró en redes sociales. Allí advirtió que Tomás no solo no había respondido el mensaje, sino que tampoco la había seguido.
Clara se sintió una estúpida. Si bien Tomás no le parecía mal chico, no lo conocía como para saber a ciencia cierta si lo que pensaba era cierto o no. Por momentos se mostraba cercano y por otros distante, esa actitud cambiante desconcertaba a Clara.
Para despejar la mente se tumbó en el sillón de la sala, encendió el televisor y se acomodó para ver algunos episodios de la serie que había comenzado hacía unos pocos días.
Solo faltaban los pochoclos y el refresco. Pero como nada de eso tenía en su casa, fue a la cocina por helado. Afortunadamente había. Tomó una cuchara, el pote de helado y volvió al sillón.
Antes de que finalizara el primer episodio que había puesto, se había devorado el helado.
El resto de los episodios los miró acostada en el sillón. El cansancio la venció y terminó durmiéndose.
La llamada entrante de Flora la despertó.
- ¿Amiga? – preguntó Clara, todavía dormida.
- Salvo que tengas otra amiga que se llame Flora y yo no sepa... - contestó irónicamente.
- ¿Pasó algo?
- Pasó que es la hora en que debías estar en mi casa y aún no has llegado. No me digas que lo olvidaste – la increpó.
- ¡Mierda! No, no. No le he olvidado, amiga. Lo que sucedió fue que me quedé dormida viendo una serie. Pero no te preocupes, ya salgo para ahí.
- Menos mal te he llamado.
- En 15 minutos estoy en tu casa. Me cambio y salgo para ahí.
- Aquí te esperamos – finalizó la llamada Flora.
Clara se vistió con un short negro, una remera blanca y sus convers en color rosa. Se fue apurada de casa y olvidó su celular. Ya había caminado dos calles cuando advirtió su olvido y tuvo que regresar.
Al llegar a la casa de Flora tocó timbre. La recibió en la puerta Cecilia, la mamá de su amiga.
- Adelante Clara. ¡Qué linda te ves! – expresó la mujer, mientras cerraba la puerta.
- Buenas noches. Muchas gracias, me gusta mucho el vestido que lleva puesto, le queda muy bien.
- Tú siempre tan amable y bella – contestó la mujer, mientras se daban un cálido abrazo.
Después de tantos años de amistad con Flora, había generado un código con la madre de su amiga por el cual siempre se elogiaban. Ambas eran amantes de la moda.
Clara subió las escaleras y se dirigió al dormitorio de su amiga, tal como se lo había indicado su madre al recibirla en la entrada.
Flora y Tamara la recibieron con un abrazo. Clara se sentó en la cama.
- Con Juan decidimos darnos otra oportunidad – dijo Flora, mientras cerraba la ventana y buscaba el control remoto para encender el aire acondicionado.
Tamara no se sorprendió al escuchar esas palabras. Clara intuyó que mientras ella demoró en llegar Flora ya le había adelantado la noticia.
- ¿Cuándo pasó todo? – se limitó a decir Clara.
- Verás... pasó todo muy rápido. Ayer a la noche Juan me escribió y dijo que me extrañaba. Me llamó y hablamos por un par de horas. Parecía que nunca nos hubiésemos separado.
- ¿Y el mensaje que tanto te molestó?
- Ya quedó en el pasado, Clara. Hay que mirar hacia el futuro. Yo lo amo y él me ama a mí. No necesitamos más que eso.
- Me alegro por ti amiga, pero estaría bueno que te de una explicación. No fue una reacción digna que una persona tiene cuando corta con su pareja de tantos años – continuó Clara indignada.
- Chicos..., ya sabes como son -revoleó los ojos- Les cuesta hablar de sus sentimientos. Pero como te lo acabo de decir, él me ama y yo lo amo a él. No quiero hablar más de ese mal trago.
Tamara y Clara asintieron con la cabeza y se miraron atónitas.
Mientras sus amigas se ponían de acuerdo sobre la película que verían esa noche, Clara recordó lo que había visto a la mañana cuando salió a correr.
Ahora todo tenía sentido.
Seguramente los padres de Juan se quedaron en la nueva ciudad por el cambio de trabajo, mientras él se mudó a casa de sus tíos para continuar con sus estudios. Aquel primo del que hablaban el hombre y el adolescente era Juan.
Luego de contárselo a Flora, ella se lo confirmó.
- Vamos a estar muy cerca ahora – dijo Flora con una sonrisa en el rostro.
- Podrás verlo todos los días... - dijo Tamara.
- Como tanto te gusta – terminó por agregar Clara.
Las tres rieron.
Esa noche no miraron ninguna película. El tiempo se les pasó en conversar toda la madrugada mientras escuchaban música y comían pizza que habían ordenado al delivery.
El sueño las venció y terminaron durmiendo las tres juntas en la cama de dos plazas de Flora. En invierno era lo suficientemente grande para ellas, pero en verano, con el calor, no fue la mejor opción.
A la mañana siguiente las despertó el sol en la cara que entraba por la ventana. Si bien la noche anterior Flora la había cerrado, había olvidado correr la cortina.
La primera en levantarse fue Tamara. Mientras ella se encontraba en el baño, la mamá de Flora golpeó la puerta del dormitorio.
Clara abrió la puerta y la mamá de su amiga les dijo que el desayuno estaba pronto.
A medida que iban saliendo del baño iban bajando al comedor para desayunar. Una vez las tres juntas, la mamá de Flora invitó a las amigas de su hija a almorzar. Aceptaron.
Disfrutaron de todo el día juntas. Y a la tarde Tamara y Clara retornaron a sus hogares.
Con amor, Roni.
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