Capítulo 17
Cuando Clara llegó el lunes a su casa luego de la facultad estaba exhausta. Los lunes siempre eran los peores días, después del descanso del fin de semana volver a la rutina le resultaba muy cansador.
Subió las escaleras de su casa arrastrando los pies hasta que entró en su dormitorio, arrojando su mochila al suelo y dejándose caer sobre su cama. Cerró los ojos durante unos minutos para disfrutar de la sensación de descanso, pero pronto los abrió porque temía quedarse dormida.
El día anterior, luego de llegar de caminar con Flora tomó una ducha, leyó un libro hasta la hora de almorzar y luego durmió toda la tarde. La despertó una llamada del grupo de WhatsApp que tiene con Tamara y Flora. Aprovecharon para poner al tanto de la salida de Clara con Tomás a Tamara, que no había estado ese domingo a la mañana. Flora participó de la llamada en búsqueda de algún nuevo detalle que su amiga haya omitido, pero no había nada nuevo.
Sus amigas repararon en el hecho de caminar de la mano con Tomás a la salida del cine. Clara intentó dar explicaciones inútilmente. Les dijo que no era algo a lo que le debían dar mucha importancia, cualquiera camina de la mano con otra persona. Nadie en su sano juicio creería semejante explicación. Al pensarlo fríamente ni ella se creía sus propias palabras.
El celular vibró en el bolsillo del pantalón de Clara. Lo sacó y vio que le había llegado un mensaje.
Francisco: ¿Cómo va? Conseguí entradas para el concierto de nuestra banda favorita de la adolescencia.
Clara: ¡¿Qué?! ¿Cómo hiciste? Llevamos semanas con Flora esperando que salgan a la venta las entradas y cuando fuimos a comprarlas ya se habían agotado.
Francisco: Eso les pasa porque no hablaron conmigo. Tengo contactos, ja ja
Clara: Ya veo. ¿Y conseguiste para ir los cuatro?
Francisco: Claro que sí, como en los viejos tiempos. El miércoles a las 8 p.m. paso por ustedes en tu casa.
Clara: Gracias, les aviso a las chicas. ¡Eres el mejor!
Francisco: Lo sé. Nos vemos el miércoles.
El mensaje de Francisco le alegró la tarde a Clara, quien no tardó en llamar a sus amigas para contarles. Las dos aceptaron la invitación de inmediato. Les hizo ilusión volver a presenciar un concierto de su banda favorita al igual que lo hacían años atrás cuando iban juntos a la secundaria.
Un sentimiento de nostalgia la invadió, por la ausencia de esos momentos diarios que vivía junto a sus amigos en la secundaria. No había mayores preocupaciones. Pasaban horas sin hacer nada, mirando el cielo, tirados en el fondo de la casa de Flora luego de salir de clases. En verano salían de la piscina solamente para comer y se turnaban para ir quedándose en la casa de cada uno hasta que las vacaciones terminaban.
Con la alegría de compartir concierto con sus amigos, Clara bajó a la cocina y tomó el almuerzo que su madre le había dejado en la heladera.
Mientras almorzaba tomó su laptop y entró a su Facebook, el cual no usa tanto como Instagram, y comenzó a ver los álbumes de fotos privados que tenía con sus amigos. En esas fotos se los veía disfrutar juntos. Muchos recuerdos se le vinieron a la cabeza.
Clara cambió mucho desde la secundaria. Todos cambiaron desde esa época, pero tal vez ella tuvo en su vida un cambio más profundo y trascendental.
***
El miércoles por la mañana Clara madrugó como todos los días para ir a la universidad. Se encontró con Flora y durante todo el camino fueron recordando los conciertos a los que concurrieron cuando eran adolescentes. Comentaron lo imposible que se les había hecho poder conseguir las entradas y lo bien guardada que se tenía Francisco la invitación.
Las clases transcurrieron con total normalidad. A medida que avanzan en la carrera de medicina los contenidos y la exigencia son cada vez mayores.
Cuando ya iban de salida, Tamara se despidió de sus amigas y les dijo que les avisaba cuando estuviera llegando a la casa de Clara a la noche. Se despidieron y cada una tomó su camino.
Clara llegó a su casa directo a almorzar. Estaba hambrienta. Apenas dejó la mochila sobre el sofá y se dirigió a la cocina.
Mientras bebía del vaso de agua que se había servido la pantalla de su celular se encendió sobre la mesada de la cocina. Al tomarlo advirtió que era un mensaje de WhatsApp. Lo abrió.
Tomás: Hola, linda. ¿Cómo estuvo tu día?
El rostro de Clara se iluminó al leer el mensaje. Sonrío y comenzó a escribir la respuesta.
Clara: Muy bien. Por cierto, no te vi en clase.
Tomás: Veo que estás pendiente de mi presencia.
Clara: Eso hacen los amigos, se preocupan por el otro.
Tomás: Creo que se debe a que soy un amigo especial.
Clara: Estoy empezando a creer que eres un poco egocéntrico.
Tomás: ¿Egocéntrico? Así no se tratan los amigos...
Clara: ¿Y cómo se tratan?
Tomás: Con cariño...
Clara: Lo tendré en cuenta para la próxima
Tomás: Me gusta que digas que va a haber próxima.
Clara: No se puede contigo...
Tomás: ¿Qué? No dije nada malo...
Clara: No, no lo has hecho.
Continuaron hablando de cómo había ido la mañana de cada uno. Tomás le contó que no pudo concurrir a clases porque debió viajar en su auto para buscar a dos amigos que viven en otra ciudad. Clara se ofreció a pasarle los apuntes de ese día para que no se atrase. Él quedó muy agradecido.
Clara terminó de almorzar, tomó la mochila que había dejado sobre el sofá y subió a su dormitorio. Se cepilló los dientes y se tumbó en la cama. Se colocó los AirPods y se dispuso a escuchar una playlist que tenía junto a sus amigas de las canciones favoritas de la adolescencia, entre las cuales se encontraban algunas que pertenecían a la banda que ese mismo día a la noche irían a ver.
De un momento a otro se quedó profundamente dormida. Recién a las 6 p.m. cuando su madre llegó antes del trabajo, se sorprendió al no sentir ruido en la casa y se dirigió al dormitorio de su hija. En el umbral de la puerta advirtió de que Clara estaba durmiendo.
Se acercó cautelosamente para no despertarla repentinamente y llamó a su hija por su nombre.
- Clara, cariño... - movió su brazo para despertarla sin obtener respuesta-. Clari...- movió más fuerte el brazo de su hija.
- Mamá... ¿qué hora es? – murmuró Clara mientras intentaba abrir los ojos.
- Son las seis de la tarde, cariño – avisó su madre.
- ¡El concierto! Casi lo olvido... - exclamó.
- Hay tiempo suficiente para que te aprontes – intentó calmarla su madre.
- Las chicas vendrán en una hora, debo ir a ducharme – comentó mientras se ponía de pie rápidamente y se dirigía al baño.
- Te dejo para que te aprontes, cuando lleguen tus amigas las hago pasar – dijo Isabel con una sonrisa en la cara.
- ¡Gracias! – gritó Clara que ya había entrado al baño.
Se duchó en tiempo récord y del mismo modo secó su cabello. Le quedaron unas ondas naturales que hacían lucir su cabello negro brilloso. Se maquilló discretamente, delineando sus ojos con una línea delgada y utilizando un labial color nude. Los aros pequeños no podían faltar en sus orejas.
Luego de pensar la ropa que iba a usar, se decidió por unos jeans estilo mom de tiro alto y con roturas en las rodillas, acompañado de una blusa corta de color negro. Por su puesto, en los pies utilizaría sus Converse negras, que le permitirían saltar en el concierto sin ningún tipo de inconveniente.
Sus amigas llegaran quince minutos más tarde, lo que permitió que a su llegada Clara ya estuviese pronta.
Flora lucía unos jeans negros con un top blanco, acompañado de una camisa a rayas abierta. Por su parte, Tamara lucía un pantalón recto de lino y una blusa. Las dos llevaban puestas sus Converse, por el mismo motivo que Clara.
Las tres se saludaron en el dormitorio. Tamara y Clara se sentaron en la cama, mientras que Flora lo hizo en la silla giratoria del escritorio de su amiga.
- ¿No les parece raro que de la nada Francisco nos invitara a un concierto? – preguntó Flora.
Tamara y Clara la miraron.
- No me parece raro, siempre íbamos juntos – contestó Clara.
- Yo tampoco le veo nada de raro – agregó Tamara, haciendo una mueca de confusión-. Es una banda que nos gustaba cuando íbamos juntos a la secundaria, querrá recordar viejos tiempos.
- No lo sé – enfatizó Flora-. Algo me dice que aquí hay algo más...
- No comiences a buscar segundas intenciones donde no las hay – le advirtió Tamara.
- Olvídenlo, será una mala apreciación mía – se defendió Flora.
Las otras dos asintieron con la cabeza y Flora les quitó la mirada, fijándola en su móvil.
Clara recibió una llamada y atendió enseguida. Luego de saludar a la persona que se encontraba al otro lado de la línea y asentir un par de veces con la cabeza, cortó la llamada. Les avisó a sus amigas que debían bajar ya que Francisco las estaba esperando abajo.
Una vez que estuvieron afuera saludaron a su amigo y se subieron a su auto. Flora y Tamara se sentaron en los asientos traseros, y Francisco y Clara adelante. Estaban tan entusiasmados con la idea de revivir un concierto de su banda preferida juntos que en el reproductor de música del auto fueron escuchando las canciones que más tarde escucharían interpretar en vivo y en directo.
Flora bajó la ventanilla de su lado e iba cantando las canciones a viva voz. Clara la acompañaba en los estribillos, y entre risas se les sumaba Francisco. Tamara acompañaba a sus amigos moviéndose en su lugar al ritmo de la música y disfrutando del momento.
- ¿Se acuerdan nuestro primer concierto juntos? – preguntó Francisco, cuando la canción que venían cantando culminó.
- ¡Cómo olvidarlo! – expresó Clara.
- Todavía recuerdo cuando se largó a llover y todos saltábamos a la espera de que la banda saliera a tocar igual – comentó Francisco.
- Y finalmente la banda salió... – agregó Tamara.
- No paró de llover durante todo el concierto – dijo Flora-. Se convirtió en una de las mejores experiencias que he tenido – sentenció mirando por la ventanilla los autos pasar.
- Estuvo extraordinario, todos saltando y cantando las canciones bajo lluvia... – recordó Francisco.
- Fue una experiencia que nos quedó como recuerdo, estuvo bueno en el momento... - Tamara pensó en sus palabras para no sonar aguafiestas- pero que no vuelva a ocurrir – terminó diciendo, echándose hacia atrás en su asiento.
Los tres la abuchearon.
- Todo estuvo bien hasta que el concierto terminó – continuó hablando-. No me digan que disfrutaron de volver todos empapados en el transporte público – inquirió algo molesta.
- Fue parte de la experiencia, amiga – dijo Francisco.
- ¡Mi celular se llenó de agua! – exclamó Tamara.
- ¡Los celulares de todos se llenaron de agua! – retrucó Flora.
- Pero luego de unas horas en arroz los de ustedes volvieron a funcionar – refunfuñó Tamara-. No como el mío que terminó rompiéndose.
- Al otro día tus padres te compraron otro ¡y un modelo mejor! – le contestó Flora-. Saliste beneficiada.
- Flora tiene razón– agregó Clara-. Mírale el lado positivo.
Tamara no contestó más. Sabía que era inútil seguir con aquel intercambio de opiniones.
Volvieron a subir el volumen de la música y retomaron el show improvisado que habían montado en el auto. Flora seguía cantando con la ventanilla abierta acompañada de sus amigos y en cada semáforo en el que paraban la gente se los quedaba mirando.
Cuando se iban acercando al estadio donde tendría lugar el concierto, los pasajeros de otros autos se unían al canto de Flora y se saludaban de ventanilla a ventanilla a los gritos.
Al llegar al estacionamiento descendieron del vehículo y se dirigieron a los locales de merchandising. En uno de ellos compraron cuatro pañuelos amarillos con las iniciales del nombre de la banda, los cuales ataron en su muñeca, como es costumbre en los fanáticos de esa banda.
Las puertas del estadio aún no se habían abierto. Habían llegado temprano, a pesar de que el lugar ya estaba lleno de gente que caminaba de un lado a otro entre los puestos para comprar cosas.
Estaban alejados unos pasos del local de merchandising en el que habían comprado sus pañuelos, cuando Clara sintió una voz familiar.
- Cinco pañuelos... – ordenó una voz gruesa - de los amarillos, por favor.
Se giró con cierta dificultad entre las personas que la rodeaban a ella y a sus amigos y lo vio. Era él.
Con amor, Roni.
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