CLARA
- Vamos, despierta – me susurraba Flora al oído mientras me sacudía impaciente.
Abrí mis ojos con dificultad y vi los suyos perfectamente delineados mirándome.
- ¿Qué estás esperando? ¡Levántate! – me ordenó.
Intenté procesar lo que estaba pasando. ¿Acaso estaba soñando? ¿Flora tan temprano en mi casa un día de clase?
Me froté la cara con ambas manos para ver si se trataba de un sueño y por fin volvía a la realidad. Pero no, no se trataba de un sueño. Efectivamente, Flora estaba a los pies de mi cama con los brazos en jarra esperando que abandone mi cama calentita. Su cara no me alentó a permanecer un segundo más acostada.
Me incorporé en la cama con cierta dificultad. Aclaré mi garganta y hablé.
- Flora ¿qué haces? – pregunté confundida y aún dormida.
- ¿Qué crees que hago? Pasar por ti – me contestó como si la respuesta fuese obvia.
- Pero... ¿ha pasado algo? – volví a preguntar.
- Que alguien ha salido anoche y me ha prometido detalles – expresó con ironía-. Así que vine por los detalles...
Sentada en la cama vi el reloj de la mesa de luz. Eran las 8 de la mañana. Tardé unos minutos en caer en la cuenta de que era domingo. Entre que ayer me había acostado tarde y la noche anterior no había dormido casi nada, parecía un zombie intentando levantarse.
- ¿Te has despertado un domingo a las 8 de la mañana y has venido hasta aquí para que te cuente cómo me fue ayer? – pregunté intentando encontrarle algo razonable a la actitud de mi amiga.
- Claro que sí... – contestó-. Bueno, en realidad no es tan así. Lo cierto es que me he desvelado a las 7 de la mañana y no pude esperar más por los detalles.
Aún sentada en la cama, pero ya con los pies apoyados en la alfombra de mi dormitorio, la mire intentando comprender lo que me decía. Después de todo, tan raro no era. Flora siempre tenía cada ocurrencia que sorprendía a cualquiera. Su espontaneidad la caracterizaba y la hacía única.
Recordé una vez que había olvidado el permiso para un paseo en el colegio y la maestra me indicó que debía quedarme junto a otra clase, esperando que regrese mi grupo a la hora de la salida. Flora, quien había llevado el permiso firmado por sus padres, lo rompió y lo arrojó a la papelera del salón. Ese día las dos nos quedamos en otro grupo del mismo grado que nosotras, esperando a la hora de la salida. Pero madrugar un domingo parecía otro nivel.
- Vamos, ¿qué esperas? – me sacudió por los hombros-. Cámbiate que salimos a hacer ejercicio.
La mire incrédula.
- Y con ejercicio... me refiero a caminar – soltó una risotada.
Ambas reímos.
Caminé hacia el baño de mi dormitorio. Me lavé la cara y cepillé mis dientes. Al salir busqué en mi ropero mi ropa deportiva. Flora estaba sentada en la cama con su móvil.
- ¿Qué haces? – le pregunté.
- Esperarte a ti – me respondió sin apartar la vista de su móvil.
- ¿Qué haces con tu móvil? – reformulé la pregunta.
- Reviso Instagram, veo historias de la gente que salió anoche, mientras yo estaba en casa como una señora jubilada – se victimizó.
- Espero que sea divertido lo que ves – le comenté.
- Eso me lo dirás tú, que a eso he venido – me dijo, dejando su móvil a su lado sobre la cama.
- Tienes muchas expectativas
- ¿No debería tenerlas?
- Solo digo que fue una salida... normal – le anuncié.
- Eso lo diré yo cuando hayas terminado de contármelo todo – sentenció.
Revoleé los ojos y me dirigí al baño para cepillarme el cabello frente al espejo. Me hice una coleta y volví con Flora.
Le anuncié que estaba lista y ambas abandonamos mi dormitorio para luego salir de casa y dispuestas a emprender nuestra caminata esa mañana de domingo otoñal.
Recién cuando estábamos cruzando la puerta principal de mi casa reparé en el hecho de que Flora entró a mi dormitorio a despertarme y en casa todavía nadie estaba levantado o despierto.
Observé las llaves en mi mano, las coloqué en la cerradura del portón y subí la mirada hacia mi amiga. Ella, como adivinando mis pensamientos, sacó una llave de su bolsillo y la volvió a colocar en una maceta en la entrada de casa.
Mis ojos no se apartaron de ella.
- ¿Qué? No esperabas que tocara timbre y despertara a todos, ¿no? – se excusó-. Tomé la llave de emergencia, que tantas veces usamos cuando te olvidabas la tuya en casa.
- Debí suponerlo, cuando recién me levanto mis neuronas no funcionan perfectamente.
Ambas reímos y comenzamos a caminar. Para mi sorpresa, a pesar de ser domingo, la calle estaba bastante concurrida.
Le conté a Flora que finalmente fuimos con Tomás al cine a ver una película.
- Dime que al menos no fue una película romántica, por favor – expresó ella.
- No, fuimos a ver una de terror – comenté.
- Buena elección – elogió-. Ver una película romántica en la primera salida es muy... cursi – agregó finalmente con una mueca de desaprobación-. En ese plan estás exponiendo mucho...
- ¿Exponiendo mucho? – le pregunté arqueando una ceja.
- Sí – me contestó muy segura-. Mejor ir despacio, una salida tranquila, sin muchas presiones. Ya habrá tiempo para las películas románticas.
- No creo que ver una película romántica suponga algún tipo de presión – dije a la defensiva.
- Tu falta de experiencia te delata, amiga mía – expresó sacudiendo la cabeza-. Los hombres son criaturas muy especiales – la mire y ella asintió con la cabeza reforzando lo que acababa de decirme-. Si los invitas a ver una película romántica en la primera salida se asustan e imaginan que ya les estamos proponiendo casamiento, después dicen que somos las mujeres las que primero fantaseamos...
Me sacó una sonrisa su reflexión.
- Te causa gracia, pero es la verdad – continuó reflexionando-. Los hombres piensan que las mujeres estamos pensando todo el día en casamiento y por algún motivo imaginan que es con ellos.
- ¿Y no es con ellos? – pregunté confundida.
- Por mi parte, si voy a asumir un compromiso tan importante como el casamiento preferiría hacerlo con... ¿Henry Cavill?
Ambas nos reímos.
- No está nada mal... – dije alzando las cejas.
- ¿Verdad que no? – afirmó Flora.
- Tienes buen gusto.
- Ya lo sé – afirmó soberbiamente.
El resto de la caminata le conté cómo fue la salida con Tomás e intenté responder a su riguroso interrogatorio. Una pregunta seguía a la otra con una insistencia envidiable. Flora debería haber estudiado para ser policía. Sin lugar a duda resolvería más de un caso difícil. Cuando algo se le pone entre ceja y ceja no hay nadie que la pare. Esa es otra característica de su personalidad que me encanta, siempre y cuando no sea yo el objeto del interrogatorio.
Caminamos alrededor de una hora mientras respondía las preguntas de mi amiga ante su más fija atención. Cuando ya estábamos de regreso a nuestras casas, Flora me propuso que desayunemos juntas. Aproveché la ocasión y acepté. Realmente ya estaba deseando comer algo.
Entramos a una cafetería pequeña ubicada en una de las calles laterales a la avenida principal de la ciudad. Nosotras vivimos en un barrio en el centro de la ciudad, donde se encuentra la universidad a la que asistimos.
Las dos ordenamos una malteada de frutilla y dos donas cubiertas de chocolate para cada una. Sé que no es el desayuno ideal que un nutricionista indicaría luego de hacer ejercicio, pero nos lo merecíamos luego de una caminata exhaustiva. O, por lo menos, me lo merecía yo por sobrevivir al interrogatorio policial.
Le di dos mordiscos a una dona, casi terminándomela, y luego bebí un sorbo profundo de la malteada.
- Después de todo, él resultó más emocional que tú en la primera salida juntos – cortó Flora el silencio que se había generado mientras estábamos las dos enfocadas en nuestros desayunos.
- La situación con sus abuelos lo sensibilizó, se nota que los quería mucho – le conté con el sorbito entre mis labios, dispuesta a darle otro sorbo a la malteada.
- Me esperaba que el beso haya sido en la playa a la noche – comentaba Flora con una expresión pícara-. Y quién sabe, entre beso y beso, pasaba algo más...
Amagué golpearme el brazo con mi mano.
- ¿Qué? Hubiese estado interesante... - se excusó.
- Fue un momento emotivo – le dije a la defensiva-. Aunque... sinceramente yo también creí que ahí se venía el beso – confesé finalmente.
- ¡Ah! ¿Ves? No estaba tan equivocada yo – vociferó Flora.
- De todos modos, me gustó la salida y pasar tiempo juntos.
- Sobre el final la salida remontó con ese beso en el auto, que debe haber estado buenísimo – comentó Flora esperando mi reacción.
- Puede ser – me limité a decir.
- Puede ser, puede ser – imitó mi tono de voz-. ¡Si te morís por ese chico!
Me terminé de comer la otra dona que me quedaba y luego de otro sorbo a la bebida, le dije a mi amiga:
- Cambiando un poco de tema, ¿cómo están las cosas con Juan? – le pregunté.
- De maravilla. Alguna que otra discusión del momento, pero a la hora de la pasión, nos olvidamos de todo – me lanzó una mirada pícara.
- Y aquel asunto con Alex, ¿cómo sigue? – su semblante cambió a uno nervioso.
- Todo bien, supongo, en plan amigos... - contestó no muy convencida.
- Entonces sigues hablando con él – afirmé.
- Si, en plan amigos, como te dije...
- Pero hasta donde tenía entendido no era amistad lo que él buscaba
- Pero yo estoy bien con Juan. Así que lo que tengo para ofrecerle en este momento es una linda amistad – sentenció-. Tal vez si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, hubiese pasado algo más, no lo sabemos.
Terminamos de desayunar y nos marchamos de la cafetería. Emprendimos nuevamente la caminata rumbo a nuestras casas. Tomamos un recorrido por el cual íbamos a pasar primero por mi casa, y luego Flora seguiría unas cuadras más hasta la suya.
En el camino íbamos riéndonos de las ocurrencias que decía Flora. Le encantaba observar personas en la calle e imaginar una situación. Si veíamos una pareja, ella relataba la situación hipotética que estaría sucediendo. Fingía la voz de cada una de las personas. Realmente era muy gracioso.
- ¡Hey! ¡Chicas! – chilló una voz masculina.
- ¡Francisco! – saludó Flora agitando su mano.
Estábamos en la calle de su casa. No pensé que se levantaría temprano un domingo, ya que de adolescentes le gustaba dormir. Siempre se quejaba de que tenía que madrugar para asistir a la secundaria, y a pesar de rogarle a sus padres para que lo cambiaran de turno, nunca lo hicieron.
- Hola, Fran – lo saludé una vez que estuvimos junto a él.
- Las saludo con la mano porque como verán estoy un poco sudado – se disculpó.
En efecto, lo estaba. Vestía un pantalón deportivo negro holgado y una musculosa del mismo color que le permitía lucir sus brazos tonificados, envidiables por cualquier chico y perfectos para practicar boxeo. Su cabello rubio estaba mojado por el sudor y su rostro brillaba.
Por la máquina que estaba a su lado, deduje que estaba cortando el césped y realizando algún trabajo de jardinería.
- Aproveché el domingo a la mañana que tengo libre para dejar prolijo el jardín – nos comentó, luego de que advirtiera que estaba mirando las herramientas que estaban en el suelo a su lado.
Flora y yo asentimos con la cabeza, aunque no nos había hecho ninguna pregunta.
- Por lo que veo no soy el único que quiso aprovechar la mañana del domingo... – nos comentó, mientras recorrió con sus ojos desde nuestros pies hasta nuestras cabezas.
- No, nosotras decidimos salir a ejercitarnos – expuso Flora, tomándome del brazo.
- ¿Decidieron? – cuestionó Francisco-. La cara de Clara no dice lo mismo – rio.
- Digamos que fue una invitación a la que no pude negarme – comenté, mirando a mi amiga.
- Bueno chicos, la charla está muy linda, pero debo llegar a casa a tomar una ducha – anunció Flora.
- No las molesto más – se disculpó jocosamente Francisco-. Hablamos en la semana y arreglamos para salir, ¿les parece?
- De acuerdo – respondí, mientras Flora asentía con la cabeza mi confirmación.
Las dos nos despedimos de nuestro amigo y cuando nos dimos vuelta dispuestas a seguir caminando, Francisco vociferó:
- Puedes invitar a tu novio, no hay problema.
Las dos nos giramos al mismo tiempo.
De repente, se me vinieron las imágenes a la cabeza y lo recordé. La noche anterior al salir del cine con Tomás, nos encontramos con Francisco en la salida.
- ¿Novio? – preguntó Flora confundida.
- ¿Metí la pata? – expresó Francisco mirándome-. Como iban tomados de la mano, tal vez interpreté mal... – intentó arreglarlo, pero ya era tarde.
Flora me pellizcó el brazo y le contestó:
- ¡Ah, sí! Lo tendremos en cuenta para las próximas salidas.
Nos despedimos nuevamente de nuestro amigo y apenas comenzamos a caminar dándole la espalda, Flora me dijo entre dientes:
- Así que tomados de la mano por el cine..., y yo creyendo que no habías sido tan romántica – revoleó los ojos.
- Como amigos..., tomados de la mano como amigos – intenté decirle.
- Ay, si..., como si los amigos caminaran de la mano a la salida del cine un sábado a la noche.
Por un momento se me había olvidado. Pero, Francisco nos vio tomados de la mano, pequeño detalle que omití contarle a mi amiga.
- Y una madrugando para recibir los detalles de primera mano y lo más importante no te lo cuentan – refunfuñó Flora-. Cuando pido detalles son estos, no lo que le pasó a la protagonista de la película...
Me lanzó una mirada fulminante. La miré y le respondí con una sonrisa que no tardó en devolver.
Con amor, Roni.
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