Capítulo 3: El beso robado
Pero inevitablemente pasaron los años. Dulce fue creciendo y con ella los problemas con la maldad de algunas personas.
Creía que era feliz. Aunque alguien le hiciera daño, ella seguía viendo únicamente su parte bondadosa, incapaz de comprender qué estaba pasando. Solo se daba cuenta de que cada vez eran menos las noches en que salía a volar.
Una vez le quitaron unas monedas en la tienda, otra vez se aprovecharon de su trabajo sin pagarle ni un céntimo... Muchos le pedían favores cada vez más grandes, pues sabían que ella siempre era generosa. Hasta que un día le ocurrió lo peor que le puede pasar a alguien con esta maldición: le robaron el corazón.
El elegante y apuesto ladrón apareció de la nada montado sobre un deslumbrante corcel: un blanco unicornio alado recubierto de purpurina de colores. Con semejante exotismo tenía enamoradas a todas las chicas de la aldea. Y como no podía ser de otra manera; Dulce, que no era de piedra, cayó rendida a sus pies.
El ladrón que resultaba llamarse Gastón, enseguida se dio cuenta del diamante en bruto que era la bonita chica de las alas y se dispuso a cortejarla durante las fiestas de la aldea:
Le regaló una sonrisa y ella flotó.
La sacó a bailar y ella flotó aún más.
La llevó a dar un paseo a la luz de la luna. Como ella cada vez se elevaba más y más, la tomó de la mano fuertemente y, sorprendiendo a su ingenuidad, le robó su primer beso.
En ese mismo instante, ella, sin dudarlo, le entregó su corazón mientras una triste luz azul los observaba llorando desde el cielo.
Esa misma noche Dulce dejó de volar.
https://youtu.be/uiNCd7IExaA
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