1. Amber
Todos somos cautivos de algo, incluso de cosas que no queremos admitir.
~La prisionera de oro
Raven Kennedy
Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Kreature existía una vieja leyenda sobre la espada encantada. En el centro de este pueblucho se encontraba dicha espada enterrada en una roca. La leyenda consistía en que el joven que lograra sacarla se convertiría inmediatamente en monarca de este pueblo.
De este modo se reunieron todos los jóvenes fuertes y valientes e intentaron uno a uno sacar aquella espada, pero no tuvieron suerte. Hasta que llegó un chico flaco, feo e imperfecto y por supuesto como en todos los cuentos de Disney logró sacar la espada porque su belleza y pureza estaba en el corazón.
Claramente estas cosas no suceden en la vida real. Al final del día quienes se llevan los aplausos son las personas de una vida perfecta. Los que se esforzaron en lograr sus objetivos y trabajaron en ellos mismos durante años. Como mi mamá diría: Ninguna bendición llega a tu vida sin que te trabajes por ella.
Yo soy Amber Bennett, una chica sencilla, educada, recatada y prudente. Nunca le di dolores de cabeza a mis padres y tampoco pienso dárselos. Crecer en un hogar donde el NO es muy seguido creo que da como resultado en lo que me he convertido hoy. Vivir encerrada dentro del: "debes ser mejor aún" puede ser una exigencia muy grande.
Durante toda mi vida pase tiempo inviertiendo en mí, aprendiendo a comportarme bien, sin fallos. Aprendiendo a ser la chica que soy.
—¡No!
Me percato de que me he quedado mirando fijamente las rosas blancas del centro de mesa. Salgo de mi ensoñación y me encuentro con la mirada desaprobatoria de mi madre.
—¿Cuántas veces te he dicho que no me gusta ese vestido? —me quita el vaso de leche que iba a desayunar de la mesa—. No es suficiente.
Para ella nada nunca es suficiente.
—Sube a cambiarte y hazme el favor y también rebajate un poco el maquillaje. No quiero que seas como las demás jóvenes —desaparece en la cocina.
Trago grueso, cierro los ojos por un segundo y trato de calmarme a mí misma.
—Sí mamá —es todo lo que digo y me levanto de la mesa del comedor.
—No quiero llegar tarde Amber, así que apúrate.
Respiro profundamente y emprendo mi camino hacia la habitación. Falta alrededor de una hora para que comience el servicio de escuela dominical. Pero la familia Bennet siempre debe llegar de primera, si es preciso antes que el pastor. Y si el pastor no llega antes entonces él está mal.
Suelto un resoplo cuando estoy dentro de mi habitación. Repaso con la vista este lugar que me ha visto ser como soy más de una vez. Sus paredes rosadas, la cama en centro con sabanas blancas a juego con las cortinas de la ventana a su izquierda.
Todo perfectamente ordenado, ajustado, y a juego. No hay un color fuera de lugar, no hay nada que desentone a la vista. Todo parece alegre y en orden, bajo perfecto control.
Sin saber muy bien por qué puedo ver mi vida representada en estas paredes rosa. A veces también me pregunto si ella también calla mis dudas, o me entiende mucho mejor que yo.
Me volteo y miro mi reflejo en el espejo. Qué hay de malo en un vestido amarillo hasta mis tobillos de tirantes y unos nike's. Me encamino hacia el armario y saco un vestido negro con unos tacones de tiritas. Espero que sea suficiente. Retiro todo el maquillaje y dejo mi pelo suelto.
Practico un par de sonrisas y saludos antes de salir de mi habitación. Evaluó por unos instantes si la sonrisa de mis labios se nota creíble en mis ojos azules.
"¡Luces, cámara y acción!"
Salgo de la habitación y me encuentro a papá saliendo del baño acomodando su corbata.
—Estás preciosa, princesa —besa mi frente y sigue su camino al comedor.
—Gracias papá —murmuro y le sigo.
—¿Cómo va todo en la escuela? —se sienta en la mesa.
—Muy bien, esforzándome por mejores calificaciones.
—Y así es como debe ser —salta mi madre untando un poco de pasta en una tostada.
—¡Qué bueno! —celebra mi padre con una sonrisa—. Recuerda hoy sentarte junto a Reth —asiento débilmente con mi cabeza.
Reth es el hijo del pastor y mis padres insisten en que es la única relación que me conviene. Yo no estoy tan segura, cuando el chico ni siquiera se fija en mí. Pero en fin esto es parte de mi drama personalizado.
—Me fije el culto pasado cómo no te sacaba los ojos de encima —dice mi madre.
Miro el plato que reemplazó mi madre con el desayuno. Unas tostadas y un huevo, sabe que odio el huevo en la mañana, pero aún así me obliga a comerlo una vez por semana. Decido no responderle porque explicarle a ellos que Reth no es para mí es como caer en un ciclo sin fin. Tomo la tostada y la miro con recelo.
—Esperaba verte más animada después de oír eso —dice mi madre mirándome seriamente.
—Reth es un gran partido para ti hija —señala papá limpiándose las comisuras de la boca.
—No es eso mamá... —pienso por un instante en todo lo que me gustaría decirle, pero decido no hacerlo. A cambio relleno mis palabras con el jugo y dejo todo en suspenso en la mesa, dándole un giro a nuestra conversación—. Voy aplicar para el papel principal del teatro de la escuela.
—Me parece maravilloso, ¿ya sabes de qué va la obra? —indaga papá.
—Todavía no, pero lo tengo bajo control —le guiño un ojo.
Mamá se queda mirándome por unos instantes a los ojos. Y en sus ojos azules hay un brillo inexplicable que no había visto antes. Me tomo un instante para admiradla, su piel rosada, el arco de sus cejas perfectamente diseñado y en sus labios una pequeña sonrisa. Podría pasar desapercibida por cualquiera, pero no por mí. No por la persona que han mirado esos ojos durante toda su vida.
Desvía la mirada hacia el plato, y no sé cuán incómodo pueda ser el silencio para papá que se ha quedado por completo fuera de esto y mira a mamá algo apenado. Ella sin decir palabra alguna se levanta de la mesa, recoge su bolso y se va fuera de la casa a esperarnos.
Yo me encargo de recoger los platos y lavarlos antes de irnos. Para mi sorpresa papá se quedó esperándome junto a la puerta de la casa.
—¿Listo? —le digo.
—Después de ti —me abre la puerta y salgo por ella —. Amber... —me llama papá.
Me volteo a verle aún en la puerta y le regalo una sonrisa levantando mis cejas.
—Tú eres nuestro orgullo —dice cuando está frente a mí—. Por favor, no seas como ella... —se apaga su mirada y entiendo perfectamente su incapacidad para seguir esas palabras.
Odio tanto que vivan comparándome con ella, que vivan a la expectativa de que no suceda lo mismo. Lo rodeo con mis brazos y espero que sea suficiente para recordarme a mi misma mi promesa de hace unos años.
***
Observo como las gotas de lluvia fina dejan un pequeño rastro en el cristal de la ventanilla del auto, el clima se encuentra algo fresco y el cielo con sus matices más grises. Como siempre suele ser en Inglaterra en estas épocas del año.
Especialmente no soy fan a este tipo de climas, pero creo que toca resignarse cuando te toca nacer en un país como Inglaterra. Un silencio mortal invade el auto, al parecer nadie quiere hablar después de todo lo ocurrido. Yo, en el fondo agradezco el silencio. No quiero tener que volver a oír las mismas charlas de siempre.
Mis padres son personas muy humildes, y con un puesto bien alto en la iglesia. Son muy importantes para todos allí. Se han encargado de las finanzas de la iglesia desde que tengo uso de razón. Prácticamente llevan en ese lugar desde su juventud y bueno... pues yo nací allí.
A lo lejos veo el edificio de la iglesia. Su color blanco y gris resalta desde lejos. Pero lo que más amo, es todo el campo verde que le rodea. Distingo algunas personas saludándose en la entrada.
Prepárense están a punto de conocer, los pilares más importantes de mi vida.
Una vez papá estaciona el auto en el parqueo, tomo mi cartera, guardo el móvil y salgo de él. Agradezco a Dios que haya parado la fina lluvia que caía, no quería pasarme el resto del servicio, acomodando mi cabello por culpa de la humedad. Avanzó entre las personas, dándoles una cordial sonrisa. Me concentro en mantener mi espalda recta, abdomen dentro y una mirada amigable.
Puedo sentir los pasos de mis padres justo detrás de mí. Logro encontrar con la vista a los del grupo de jóvenes. Enarco mi ceja en señal de disgusto al ver que Zoe también se encuentra entre ellos.
Me detengo junto a mis padres a lado de la pareja de ancianos más bonita de la iglesia. El señor y la señora Walker, ellos son las personas más dulces de este lugar. Siempre con una palabra de ánimo y esperanza. Les doy un abrazo apenas estoy cerca.
—¡Buen día Señor Walker! —le saluda papá.
—¡Buen día Señor Bennet! —le dice a papá manteniendo sus ojos grises en mí—. Haz crecido mucho jovencita.
—Es una excelente chica —salta mamá dejando ver todo el orgullo que siente por mí.
—Lo más importante es que busques a Dios de todo tu corazón —dice con su voz carrasposa.
¿Acaso eso no es lo que estaba haciendo? Desvío mi vista del Señor Walker cuando papá comenzó a hablarle del último partido de fútbol.
Tomo uno de mis mechones castaños y comienzo a enroscarlo entre mis dedos. No sé cuanto tiempo estuvieron hablando, pero me sorprendió sentir la mano cálida de la esposa del señor Walker sobre mi hombro.
—Creo que voy a necesitar la ayuda de tu hija por estos días en casa —le dice a mi madre sin si quiera pedirme permiso. Fuerzo una sonrisa acompañada de un sí algo flojo.
—Claro que sí, yo misma me encargaré de que esté allí —responde mamá.
Papá y mamá se despiden de ellos dos y antes de irme la Señora Ana Walker me abraza y susurra unas palabras en mi oído.
—Buscadle mientras puede ser hallado
No entendí porque me decía aquello, pero ya comenzaban a incomodarme.
Me separo de mis padres en algún punto, y me acerco a los demás jóvenes. Todos hacen silencio cuando llego al círculo, otros miran al suelo con disimulo y algunos otros abandonan voluntariamente el grupo.
—Amber —me saluda Zoe.
La observo por un instante y me pregunto hasta qué punto puede llegar ella para presentarse de ese modo en la iglesia. Escaneo automáticamente su ropa sin decir una sola palabra y me disgusta tanto que ni siquiera haya tomado el detalle de elegir una falda algo más larga.
¿Acaso no se da cuenta? Casi que puedo observar a una mini yo dentro de mí blanqueando los ojos.
—Dios te bendiga, Zoe —le respondo secamente.
—Hola chicas —saluda Reth llegando hasta nosotras, que por lo visto nos hemos quedado solas.
La voz de Reth interrumpe mis pensamientos acerca de la chica que tengo en frente. Me volteo para encontrarme con su pelo negro y ojos café. Especialmente me da la bienvenida ese olor a colonia que siempre lleva.
Reparo débilmente en la camisa de mangas largas negra que lleva puesta. Resalta sus facciones y lo cuadrada que es su mandíbula. Sigue manteniendo esa sonrisa alegre que le regala a todo el mundo en sus labios.
—¿Cómo han pasado la semana?
—Digamos que la palabra bien la abarca —responde Zoe encogiéndose de hombros.
—Vi que estabas de excursión con una amiga tuya —responde el chico.
—Sí, realmente con ella no existe otra manera de pasarla que no sea bien —mira su teléfono—. Permiso, tengo que contestar esto con urgencia —señala su móvil y sigue caminando.
—¿Y tú Amber? ¿Cómo has estado?
Pienso por un instante que yo ni siquiera he tenido un fin de semana emocionante, ni una semana excitante.
—Ha sido una semana excelente Reth —le miento descaradamente manteniendo la sonrisa de siempre—. Solo que a mí no me va eso de andar publicando mi vida en las redes.
"Ni que tuvieses vida"
—Me alegra un montón que te encuentres bien —pone su mano en mi hombro—, vamos a tener una reunión todo el grupo de jóvenes después del servicio. Me gustaría mucho que participaras.
—Claro —respondo rápidamente.
—¿Tú familia cómo está? —noto que todo el mundo comienza a caminar a la entrada del templo.
¿Mi familia?
Los busco entre la multitud y no me es difícil encontrarlos. Puedo ver a mamá riendo a todo pulmón con la pastora. Todo sería más bonito si supiera que esa alegría es natural y sincera, pero no. Veo que papá casualmente nos echa un vistazo y se acomoda su corbata como orgulloso de los acontecimientos actuales.
¿Orgulloso de qué exactamente?
A veces quisiera cambiar algunas cosas de mi familia. Quisiera algún día romper todo esta fachada y acabar con todo de una vez por todas. Hay cargas que se hacen muy difíciles de llevar.
Todo se encuentra desordenado en su cuarto, la lámpara de la mesa de noche está en el suelo, todo el maquillaje, los vestidos. Todo está roto, puedo ver mi reflejo en un espejo hecho pedazos. Mostrando pequeñas partes de una versión más joven de mí. Logro reconocer el miedo en mis ojos azules.
El armario se encuentra vacío y solo me concentro en ver a mamá hecha un ovillo en el suelo. Papá sentado a los pies de la cama de la habitación. Susurrándole algo al viento.
—¿Mamá? —digo débilmente.
Sus ojos envueltos en lágrimas me devuelven la mirada desde el suelo, se arrastra rápidamente hacia mí. Toma mi cara entre sus manos y rompe en llanto nuevamente.
—¿Qué pasó? —digo con algo de miedo.
—Amber —dice en un susurro—. Tú vas a ser perfecta, ¿verdad? —veo el desespero en su mirada por encontrar una respuesta afirmativa.
Me alejo dos pasos hacia atrás y vuelvo a ver a papá ahora mirándome seriamente.
—Prométemelo Amber —suplica mamá.
Me dolía mucho aceptar que aunque yo tenía 9 años, entendía perfectamente lo que estaba sucediendo. Se había ido y me había dejado una carga inmensa. Lo peor es que no sabía si era culpa de ellos o de ella.
Me acerqué con pasos firmes hacia papá, le tome la mano y le di un beso en la mejilla.
—Yo no soy como ella —le dije—. Lo prometo —volví a decir esta vez mirando a mamá.
—¿Amber? —la voz de Reth me trae de vuelta al presente.
Volteo mi rostro para mirarle, y su entrecejo se encuentra algo fruncido. Trago grueso una vez más, dibujo la misma sonrisa perfecta de siempre.
—Todo está bien Reth —digo sin más.
Lo dejo allí y me voy sola al templo. El día solo comenzaba y ya quería que llegara al final.
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