Capítulo 6
Me dirigía temprano a la casa de Carlos, ya iba unas cuantas calles adentro de la Residencial privada donde estaba su casa.
Esperaba poder encontrarlo porque la noche anterior Enrique y yo no pudimos llegar a la cena de caridad, fuimos escoltados de nuevo a casa por la persona que Carlos habia enviado para que se encargará de la camioneta.
Y Carlos solo había enviado un mensaje, informandome que lastimosamente no podía llegar a dormir pero que se sentía aliviado ya que Enrique se encontraba a mi lado.
Cuando abrí la puerta principal, me encontré a Enrique recogiendo a toda prisa pétalos de rosa.
¿Petalos? ¿Acaso habia tenido a una chica ahí adentro? no lo quise averiguar.
—¿Donde esta Carlos?
—Esta en el hospital.
Sentí una punsada en el estómago.
—La abuela Grace, se complico de salud y el tuvo que ir con Adriana.
Me bloqueé, no sabía que hacer, para Carlos su abuela era una de las personas más importantes, no sabía que sería de él, si algo le pasaba.
—¿En que hospital están?
—No me lo dijo, pero dijo que me mantendría informado de su estado de salud.
Asentí, mientras sacaba mi móvil y revisaba mis mensajes, no había ninguno, ni ninguna llamada, nada.
Asi que intenté averiguar que era lo que pasaba llamandole, pero al parecer Carlos había apagado su celular, en serio considere la idea de ir hospital por hospital preguntando si la abuela Grace estaba internada ahí, pero si Carlos no me habia avisado a lo mejor no me quería ahí.
La tarde se paso entre Enrique haciendo algunas lavores hogareñas, como lavar los platos por ejemplo y yo tendida sobre el sofá esperando recibir alguna señal de vida de Carlos.
A pesar de estar solos con Enrique nunca intento acercarse a mi, para entablar alguna conversación, a ese punto ya creía que era una de sus tácticas, de esas en las que: si te ignoro estarás más interesada en mi.
Y a veces creía que podia estar funcionando, aunque no lo sé, lo único que sé es que por aquel tiempo se me daba por pensar muchas tonterías, pero la verdad si me daba mucha curiosidad el porque de repente no queria hablar conmigo.
El teléfono de linea fija en la cocina empezó a sonar y Enrique fue el que respondió porque se encontraba más cerca.
Yo tomé el de la sala, sin importarme parecer una entrometida.
—Hola Enrique, no tengo mucho tiempo para hablar, pero no podré ir esta noche a dormir —Carlos guardo silencio del otro lado como si estuviera sopesando que mas decir—. La abuela esta bien, no es nada grave pero van a necesitar mi ayuda, dircelo a Natalia por favor.
—Okey, yo se lo diré y...
—Enrique —Carlos lo interrumpió—, por favor cuidala, cuida a Natalia.
—Lo haré.
Del otro lado se escucho un suspiro.
—Tengo que colgar, hablamos luego.
Y colgó.
Eso había sido un poco raro, de nuevo revise mis mensajes, pero no había ninguno de Carlos.
Me dirigí a mi habitación sin despedirme de Enrique, para intentar llamar a Carlos y saber porque actuaba tan raro pero su celular de nuevo estaba apagado.
Creía estar teniendo un deja vu, de nuevo el chico que creía diferente estaba actuando raro, pero a lo mejor solo me estaba haciendo la cabeza, Carlos, no, no podia estarme ocultando algo.
Cerré la puerta de mi habitación con seguro, justo como lo habia hecho la noche anterior sin Carlos en la casa, no confiaba en Enrique aunque habia estado actuando de una manera correcta, que tal si solo era para despistarme y yo durmiera confianzudamente y luego él entrar a mi habitación y...
¿Y que? Que patética era, ¿por qué querría entrar? A ver como dormía con la boca abierta y votaba babas.
***
Los rayos del sol sobre mi rostro anunciaron una nueva mañana, de nuevo revise mi celular y no había ninguna señal de Carlos, asi que habia decidido a parecer por sorpresa en casa de Adriana, obvio me preocupaba la abuela grace y por supuesto Carlos.
Cuando baje Enrique ya estaba al pie de los escalones, como si durante mucho rato había estado esperando por mi.
—Buenos dias dormilona.
Puse los ojos en blanco.
—No son para nada buenos para mí.
—¿Dormiste mal?
Ni siquiera habia dormido, pensando en que le pasaba a Carlos, pero me dio mucha vergüenza confesarle tal cosa a Enrique.
—Algo asi —acepté.
—Carlos me ha llamado hace unos minutos...
Carlos lo habia llamado de nuevo a él, y a mi ni siquiera me había enviado un mensaje, algo no iba bien.
—Ha dicho que volverá por la tarde, al parecer intento llamarte y no contestaste.
Eso era imposible antes de levantarme de la cama, habia revisado ese aparato, intente confirmar lo que Enrique me decía y pues, al parecer entre tantas suposiciones, mi celular se habia quedado sin batería.
—Asi que he pensado algo —siguió Enrique—, ¿qué te parece si tenemos un dia de campo?
No se que cara puse en ese momento pero me quedé pasmada.
—Entonces, ¿qué dices?
Bueno Carlos ya habia dicho que regresaría por la tarde, y salir con Enrique me podría servir de distracción para no seguir quemandome la cabeza, al pensar en el nuevo comportamiento de Carlos.
—Me parece genial, vuelvo en treinta minutos.
No se si fueron treinta minutos los que tarde en cambiarme y maquillarme un poco, pero Enrique ya estaba en el inicio de los escalones apoyado en el pilar repiqueteando sus dedos.
Llevaba una gorra negra, su camiseta azul marino iba sin planchar porque se notaba arrugada, demasiado diría yo, su jean negro le quedaba ajustado y se le veía demasiado bien y unos tennis un poco manchados, tal vez por tanto uso, nada formal en comparación a mi, yo habia decidido usar un vestido celeste pegado hasta mi cintura y suelto hacia abajo y mis sandalias de un tacón soportable para caminar durante demasiado rato.
Cuando llegué a los escalones donde habia una un zip zap que los hacía cambiar al rumbo contrario, Enrique reparo en mi presencia. Pude ver como su mirada examinaba cada centímetro de mi cuerpo.
—Los vestidos te van super bien —afirmó mientras terminaba de verme tan descaradamente—, pero lo mejor es que vayas a cambiarte y que uses zapatos cómodos.
—No hagas que me arrepienta de haber dicho que si, Enrique —dije de mala gana.
Tenia suficiente con Carlos y su forma de pedirme que fuera un poco más estirada.
—Si yo digo que te cambies debe ser por algo ¿no?
—Tal vez porque quieres fastidiarme.
—Creeme cuando te digo Natalia, que el más fastidiado soy yo por enviarte a cambiar.
Enrique me dedicó una mirada maliciosa, lasciva, llena de deseo, y la conocía porque tiempo atrás me la dedicaba muy a menudo.
Mi cabeza empezó a desbloquear recuerdos, de como Enrique llegaba a mi casa con la excusa de ver alguna película la que claramente no veíamos, porque terminabamos enrollandonos en el sofá, él me besaba con una pasión desbordante mientras sus manos arrasadoras iban en busca de otro objetivo: mis caderas.
Sus manos intrepidas en tal tema, se metían bajo mis vestidos y descubrían cada parte de mi piel, estoy casi segura que Enrique conocía de memoria cada curva de mi cuerpo. Como un experto y en un movimiento demasiado rápido que no dejaba que se perdiera ningún grado de exitación me colocaba debajo de él. Mi vestido se dejaba llevar por la gravedad y caía hasta mi cintura porque yo tenia mis piernas enredadas en él y estaba demasiado extasiada para intentar que mis piernas no quedarán al descubierto, para este punto ya me daba igual todo, estaba completamente hipnotizada por sus besos, por como su lengua conseguía que yo deseará que volviera de nuevo a mí y por como tocaba...
—¡Natalia!
—¿Eh?
—¿Te cambiaras o decidiras desafiar mis palabras?
—Vuelvo en cinco minutos.
***
Si había algo mas tedioso que hacer fila en el drive service de un restaurante de comida rápida, con aquellos claxon sonando imparables, como si, entre más hacias sonar tu bocina mas rápido estarían tus papas fritas, era estar en el parqueadero frente a la larga cola de personas que esperaban hacer sus pedidos desde la comodidad de sus autos con su santo aire acondicionado, mentiría si no digo que muchos, por no decir todos los que estaban en esa fila de autos tenían su mirada en mí.
La verdad me sentía como un vicho raro parada junto a una harley, con mi pantalón negro y mi chaqueta de cuero tirada sobre el asiento de la motocicleta, y creo que no habia sido buena idea usar la camiseta que tenía unos pechos dibujados solo con una linea curva como una sonrisa y un punto sobre ella simulando el pezón.
Si miradas indiscretas ¡soy la renegada! ¿Qué acaso nunca vieron una?
El tonto de Enrique se había tardado una eternidad y hacía un calor infernal.
Pues tenía que irme preparando, arderia más en las llamas del infierno, por lo que le hacia a Carlos.
Aunque no habia hecho nada aún.
¿Aún?
Puse los ojos en blanco para mi misma mentalmente.
Podía ver como un niño, se sacaba los mocos frente a mí, en el asiento trasero de un auto y los pegaba a la ventanilla. Al llevar mi mirada mas atrás me encontre con un tipo, muy guapo si, y con una sonrisa diabólica mirándome fijamente, estoy casi segura que se imaginaba que era otra víctima más que podría llevar a su cama.
Y me recordó a Enrique, creo que tipos como él podía encontrar en cada esquina y más de uno.
—Lo sé, tarde mucho pero hay mucha demanda ahí adentro.
¿Qué? Se suponía que debía reírme y fingir que no importaba
—Lo siento la comida tal vez, no sea la mejor, pero espero el lugar logre compensarlo.
—La verdad es que amo las hamburguesas —admití, aunque hubiera preferido no esperar casi una hora por ellas.
—Lo sé, pero igual me hubiera gustado algo mas elaborado.
—Por mi esta bien —dije, colocandome el casco que mas bien parecía el de una bicicleta. Total y especialmente dirigido a cada una de las mujeres que se habían sentado en esa motocicleta.
—Lindo casco. —Esboze una sonrisa.
—Es especial para chicas —dijo—, ayuda a que no se les estropee el maquillaje.
El tipo era todo un don juan, sabía por donde llegarle a las mujeres. Es más yo fui una de esas.
***
Cuando llegamos al lugar, había una enorme laguna con un pequeño muelle, donde supuse no podían estar muchas personas, habian botes a sus lados y unas que otras personas tomándose fotos, de alguna forma la hora que habiamos estado en carretera nos habia llevado a este lugar donde no se apreciaba el sol y el calor había desaparecido por completo, es más agradecí llevar mi chaqueta porque el clima pintaba a ser frio.
Enrique tomo la bolsa de la comida y pude notar como del pequeño baulito de la motocicleta también tomó un mantel como esos cuadriculados típicos de un picnic.
Cuando empezamos a caminar al rededor de la laguna, habían mas personas igual, de picnic.
Me pregunte cuantas veces habia llevado a sus chicas ahí.
—Supongo que este lugar figura en tu lista de mas frecuentados.
Y como si no entendiera lo que ocultan mis palabras, me respondió: —La verdad sí, pero conozco mejores lugares, si hubiera tenido mas tiempo para planear esto, te aseguro que te hubiera sorprendido.
Bueno en eso tenía razón, No era como que estuviera deseando como loco que esto pasara para salir conmigo. ¿O si? La verdad de Enrique se podía esperar cualquier cosa.
Comimos la mayor parte de tiempo en silencio, no sabía sobre que hablar o que preguntar, tal vez Enrique se sentía igual, porque tampoco había soltado palabra alguna.
—¿Te parece si nos tomamos una selfie?
—No soy buena con las fotos —acepté.
—Eres demasiado bella como para no salir bien en una fotografía.
Cuando quite mi mirada de la laguna para llevarla a él, tenía su móvil apuntando hacia mí y tomó una fotografía, porque fue evidente el presionar de su dedo sobre el móvil.
—¿Pero que haces?
—Mira. —Giró el móvil hacia mí—. Te ves muy bella.
En aquella foto desprevenida estaba con las cejas juntas, mi cara seria y mi boca un tanto torcida. Me veía patética.
Intente tomar el móvil pero él, lo alejo velozmente.
—Este será mi nuevo fondo de pantalla —sonrió en forma divertida viendo su móvil.
Su cabello estaba como siempre impecable, sus cejas bien hechas lucían como si se las depilaba, pero era un detalle natural de él, aunque sus pestañas eran pequeñas y completamente rectas, no lograban estropear la perfección de su rostro.
Como era posible que este tipo tan odioso me habia logrado enamorar y como era posible que con esa apariencia de chico malo, yo lo percibía como un ángel.
Una gota cayó sobre mi nariz, apartando mi mirada de un Enrique que seguía viendo su móvil, luego más y más gotas empezaron a mojarme.
—Esto debe ser una broma —refunfuño Enrique—, debemos buscar refugio. —Elevó su mirada buscando algun lugar.
Pero no había nada mas que árboles a nuestro alrededor.
Asi que nos cubrimos bajo un árbol. La lluvia subió de intensidad rápidamente, no llegaba a ser una tormenta intimidante, pero era lo suficientemente fuerte para traspasar un árbol y empaparnos.
Las demás personas que habían corrido hacia sus autos, se iban marchando de a poco. Para nosotros esa no era una opción porque íbamos en una motocicleta.
—¿Te incomoda manejar así? —pregunté.
Él solo junto sus cejas y me observó con curiosidad.
—Estar aquí no evitará que nos mojemos. —Mire a nuestro alrededor—. Además este lugar ya esta quedando desierto.
Enrique observó hacia el paisaje, supongo que analizaba si era buena idea lo que había propuesto.
—La lluvia no es tan fuerte y de aquí a casa de mis padres solo son unos treinta minutos.
¿A casa de sus padres?
Nunca hablamos de ir a casa de sus padres.
¡Ese estúpido estaba tramando algo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top