Capítulo 4
Terminé de abrir la puerta de mi habitación que casi nunca cerraba por mi miedo a la oscuridad, la verdad que muchas veces me había imaginado como alguien entre las sombras que se proyectaban en la habitación estaba oculto observandome.
Si, sé que parece una especie de miedo irracional infantil, pero cuando era niña le temía a lo que creía que se escondía en la oscuridad, en esa época, a mis veintidós años le temía a lo que sabía, que se escondía en la oscuridad, a eso real, eso que me sofocaba y era pesado, a lo que no me dejaba dormir por las noches.
Observé mi móvil de nuevo, era la 1:00 am, seguramente Carlos dormía y Enrique probablemente también.
Caminé de puntillas hasta la puerta de la habitación a lado de la mía, la que ahora ocupaba Enrique, abrí aquella puerta con el mayor cuidado posible, es que me aterraba que por falta de mantenimiento las bisagras chillasen y aunque antes nunca lo hubieran hecho, a todo se le da por hacer ruido cuando queremos hacer algo lo más silenciosamente posible.
Al entrar en la habitación Enrique dormía plácidamente, estaba acostado boca abajo, abrazando la almohada con su brazo izquierdo, su espalda la cual delataba las horas invertidas en el gimnasio estaba desnuda y se le veía demasiado bien el trasero con el pantalón de pijama que usaba.
¿Qué carajos comía para estar tan bueno?
Con mucha urgencia necesitaba esa receta.
Camine hasta colocarme a un lado de la cama y quedar frente a él, me incline un poco para quedar mas cerca de su oído.
—Enrique —le susurre.
—Enrique.
El tipo dormía como una roca.
—¡Enrique! —Golpeé con mi mano su espalda.
Aunque aqui entre nosotros, deseaba golpearle el trasero.
—¿Qué haces aquí? —Por fin desperto.
No pude evitar poner mi mano sobre su boca para que no hablara fuerte, luego le hice una señal con mi mano para que hablara bajito.
—¿Carlos te ha preguntado como nos conocimos?
—¿Me despiertas a la —volteó a su reloj—... una de la madrugada para preguntarme eso?
—Si —le dije sin ningún remordimiento.
—Le he dicho que eras amiga de Aby. —Se restrego los ojos—. Y que de vez en cuando se me daba por ir a visitarte —pronunció en tono malicioso.
Le dedique una mirada amenazante.
—No me veas asi, no podía mentirle, ya sabes, iba a tu casa a ver películas —hizo énfasis en la palabra películas.
—Eres un descarado.
—Te recuerdo que quien tomó la decisión de ocultarle lo nuestro a Carlos fuiste tú.
Me levanté de la cama rápidamente en la que ni siquiera me di cuenta en que momento me senté y Enrique tomo mi brazo deteniendome.
—Tranquilizate, solo le dije que eras amiga de Aby y que en ocasiones veíamos películas los tres.
—Te recuerdo que quien no quería que nadie se enterará fuiste tú.
—¿Por que tanto interés en lo que le dije, tienes miedo que descubra todo? —me pregunto ignorando por conveniencia lo que le dije.
—¿Qué descubra que? ¿Qué eres un idiota? Eso seguramente ya lo sabé. —Luche para soltarme de su agarre.
—Que graciosa eres.
Le sonreí de mala gana.
—No te preocupes tu soldado no se enterará, tu misma lo dijiste haremos como si nunca hubiera pasado.
En ese momento recordé que yo habia sido la que propuso eso, dejandole el camino fácil, ya que para él era fácil fingirlo, para mí, creo que no tanto, cuando veía a Enrique no podía olvidar que me había estado usando y a conciencia.
Asenti y me levanté de la cama para regresar a mi habitación.
—Natalia —dijo mi nombre antes de que abriese la puerta.
A regañadientes me obligue a voltear.
—¿Si?
Él penso un rato, ¿era arrepentimiento lo que veía en su mirada? ¿o solo era lo que seaba ver?
—Nada —dijo negando y sonriendo un poco a la fuerza.
A pesar que estuve a punto de alentarlo para que terminará lo que quería decirme, no lo hice, con Enrique era mejor no bajar la guardia, asi que hice lo mejor, regresé a mi habitación.
***
Eran las 10:00 am. En uno de esos días donde parece que todas las personas se han encerrado en sus casas y se niegan a colaborar con la economía de los emprendedores.
Asi que la tienda no había recibido ningún cliente, Luciana y yo aprovechabamos dicho tiempo libre para limpiar y ordenar la tienda.
—Aún no puedo creer que estes viviendo con dos chicos súper sexys —dijo Lucy mientras iba ordenando la sección de jeans en mi tienda, por talla, color y modelo.
—Pinta como a un libro de Wattpad en el que la que la chica se termina follando a los dos chicos y en el cual hay mucho sodomasoquismo, gemidos y halones de pelo.
—¿Lees en Wattpad? —Reí.
Lucy hizo una señal restandole inportancia.
—La verdad es que siento un poco de envidia —siguió cambiando de tema—, fácilmente podríamos hacer una lista de comparación para saber quien esta mas bueno y tiene mayores atributos y estoy demasiado segura que la competencia estaría demasiado reñida.
No dije ninguna palabra, solo imaginarme a Lucy haciendo dicha tabla hizo que me diera una punzada el estómago y con mi suerte seguro Carlos o Enrique la descubririan o de ser posible los dos.
—Es que mira a Carlos es alto, tiene un bronceado perfecto, su cabello va perfectamente desordenado y su sonrisa es —lo pensó un rato—... ¡Perfecta! Solo con verlo grita perfección y no podemos negar que todo eso más el toque de dulzura en su forma de ser hace que tus bragas caigan solas.
Fingí ignorarla pero ella siguió con su casi monólogo.
—Y Claro esta Enrique que aunque es un poco mas bajo que Carlos, también es muy guapo con su cabello perfectamente peinado y esa aura de chico malo que casi puedo jurar que fue lo que más te atrajo.
—Error.
Luciana tenía demasiado tiempo libre para observar hasta el más mínimo detalle de esos dos.
—A todas nos atrae el tipo que parece rudo —aclaró.
—A mi no.
Pensandolo bien, Enrique si tenia esa pinta la del chico malo, la apariencia que gritaba: Ven rompere tu corazón y haré que pases cada noche durante un año y medio pensando en mi y preguntándote como aquel chico tan lindo y caballeroso resulto ser un imbécil.
Al parecer yo era la única tonta incapaz de no notar quien en verdad era.
—¿Que fue entonces lo que te atrajo?
—Su sonrisa —respondí—. Si, Enrique siempre va serio lo que te hace pensar que jamás ha sonreído, pero cuando lo hace, su sonrisa es capaz de iluminar el mundo entero...
—Pero con las llamas que causa, haciendo arder todo a su paso, como un perfecto infierno, en el que cualquiera se quisiera quemar, y claro luego atenerse a las consecuencias —terminó por mi.
Las dos sonreimos al mismo tiempo.
—¿Y de Carlos que te atrajo?
—Bueno —lo pensé un rato y quise usar una analogía como ella también—... Carlos no te invita a quemarte en su infierno, más bien es el chico que dice: Ven toma mi mano, nunca más tendrás que temer por arder en el infierno.
—Una competencia muy reñida. —Hizo una mueca—. Yo me follaria a los dos.
—¿Estas bromeando? —Puse en blanco los ojos.
—Yo lo haría, sería como el desempate para saber quien es el mejor, tu sabes —cambió su voz como al de un comercial de televisión—: La disputa por una chica, entre los dos chicos perfectos, el ganador será el que logre que no quiera follarse al otro, ¿pero quien es el dueño del mejor polvo? Pronto lo averiguaremos.
»Casi suena a una serie de Netflix y yo me la veria ¡eh!
—Casi suena a una película porno de mala calidad —respondí.
—Es Netflix, ahí también hay de esas —se encogió de hombros sonriendo.
—Desde hoy comenzaré a considerar la idea de agregarte más trabajo. —Puse una sonrisa sarcástica de labios cerrados.
Creo que solo la simple idea que me volviera una especie de jefa que la explotaria le aterro porque paro con el tema.
—Relajate solo estoy bromeando.
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