Capítulo 28
Aquella noche cuando salí del club, había una enorme fila de personas intentando entrar, el tráfico no era tan pesado pero la carretera no conseguía estar desolada aún. Intenté ubicar a Nicolás buscándolo con la mirada pero no lo encontré, supuse que ya se había marchado.
En ese momento recordé por qué odiaba los tacones, debía caminar y sabía que no iba a soportar mucho rato, pero ¿caminar adónde? ni siquiera sabía donde ir, aquella vida era la única que conocía, y me pareció el pensamiento más estúpido que tuve, ¿no se supone que debía estar feliz por salir de aquel caos? Entonces, ¿por qué sentía un enorme vacío en ese momento?
Empecé a caminar sin rumbo, doble en la primer esquina, para alejarme de la avenida transitada y del bullicio que la acompañaba, mala idea, muy mala.
—Sería un enorme placer si nos acompaña señorita.
Escuche a mi espalda, mientras dos tipos me tomaban por ambos brazos, uno a cada lado, sentí como a la altura de mis costillas posicionaba uno de los tipos un objeto frio, era un arma.
Intenté soltarme de su agarre forcejeando pero solo provoque que uno de los tipos me apretara más fuerte.
—Vaya no mintieron cuando dijeron que te encantaba pelear —soltó en un tono asqueroso el tipo a mi izquierda mientras me halaba más cerca de él—. Y tampoco mintieron en cuanto a tu belleza. —Se acercó a mi cabello y lo olfateo.
—¡Oye! ¿Qué haces? —se enfadó el de la derecha con el arma—. Sabes lo importante que es, no la podemos lastimar.
¡Hello! Me han puesto un arma en las costillas.
—¡Tranquilo! le haga lo que le haga jamás le haré daño. —Escuche en un tono de voz burlón.
Pero su conversación me dio una ventaja, y era el saber que hiciera lo que hiciera no iban a hacerme nada, o por lo menos no me podían matar.
Asi que pise con mi enorme tacón de aguja el pie del tipo que sostenía el arma la cual aún llevaba el seguro, cuando el me soltó para retorcerse del dolor, lleve mi rodilla a la entrepierna del tipo que hasta hace unos minutos estaba teniendo pensamientos demasiados asquerosos conmigo y el también me soltó para tomarse esa parte.
Ustedes pensarán la tipa en ese momento corrió para salvar su vida, pero no, regresé con el tipo anterior y lo golpeé lo mas fuerte que pude en la nariz, aunque el puño me dolió como el carajo, pero el tipo quedó inconsciente sobre el suelo.
El depravado ya se estaba reponiendo cuando lo apunté con el arma que le logre arrebatar al otro.
Él intento tomar su arma apartando el saco pero...
—No te atrevas a hacerlo —le advertí.
—¿O si no que? seguramente ni siquiera sabes como apretar el gatillo.
En un movimiento ágil y rápido apunte a sus pies y le dispare a tan solo milimetros de su calzado, la bala abrió un pequeño hoyo en el asfalto.
—Entregame el arma —le pedí—, y no intentes pasarte de listo, porque si no le dispare a tu pie no fue por falta de buena puntería, si sabes a lo que me refiero.
—Ay niña te has visto muchas películas.
—Por lo que veo tu también y sabes que los malos siempre pierden. —Le sonreí.
—¿Y tu a que bando perteneces? —preguntó con ironía.
Lo observé perspicaz, ¿por que me preguntaba eso?
—¿Quién te envío? —le cuestione con mi mejor voz de chica dura.
—Si quieres averiguarlo deberías acompañarnos.
—No intentes jugar conmigo, porque creeme que vas a perder.
—Me arriesgaré.
Intento tomar su arma pero le dispare de nuevo cerca de su pie derecho, luego otro disparo cerca de su pie izquierdo y asi los alterne. Hasta que de tanto esquivarlos dando pequeños saltos tropezó y cayo sobre su espalda. Tirado en el asfalto de la acera, quedo al descubierto su arma, y era esas armas tan peculiares que lanzaban tranquilizantes o lo que sea que ponía a dormir a los que recibían sus balas.
—¿Te envió Abigail Murcia?
Él tipo hizo caso omiso a mi pregunta, y pues le lance otro disparo entre sus pies, lo que provocó que los apartara aún más.
—¡Dime! —exigí.
Pero siguió sin responder y pues hice lo más conveniente le dispare cerca de su entrepierna y el tipo gritó
desesperadamente.
—¡Estas loca!
—¿Quien te envió?
—¡¿En serio no lo sabes?!
Mi paciencia empezaba a colapsar, no quería hacerle daño, en realidad nunca le habia disparado a una persona, pero he visto que en las pelis si le das en un brazo o una pierna no pasa nada, ¿qué sería lo peor que podría pasar? Además el tipo estaba intentando secuestrarme.
La pierna izquierda fue la ganadora, para recibir el disparo, apreté el gatillo y... solo se escuchó el clic pero jamás el ¡bam!
El arma ya no tenía balas.
—Al parecer los malos también ganan —dijo entre risas mientras me apuntaba desde el suelo con su arma.
—¡Tienes razón! por que esta la gano yo —dijo alguien desde la oscuridad del callejón a mi izquierda.
Y Nicolás le disparó al tipo con esas armas que lanzaban tranquilizantes, luego le disparo al que aún estaba tirado en el piso tomandose la nariz que sangraba.
—¡Hey! —gritó un hombre para luego empezar a correr hacia nosotros
—¡Vamos! —Nicolás tomó mi mano y nos adentramos hasta el callejón abrió una puerta que resulto ser la puerta trasera del club, que daba a una especie de bodega donde se guardaban botellas de bebidas —. Hay una salida hacia el parqueo debemos llegar ahí, y con mucha suerte nadie nos estará esperando —me informó, y sin duda aquello no estaba planeado.
—¿Sabes quienes son esos tipos? —pregunté, pero Nicolás no respondió, en realidad quizás ni logro escucharme, seguramente su cabeza iba trabajando a toda máquina para idear un plan de como sacarnos de aquella emboscada.
Caminamos por unos cuantos pasillos hasta que llegamos a la puerta mencionada.
—Saldré primero. —Asomó su cabeza para observar las afueras del lugar, pero supongo que se dio cuenta que no corriamos peligro—. Vamos Nat, esta todo libre.
Volvió a tomar mi mano, y me condujo hasta donde estaba aparcada la camioneta, me abrió la puerta para que subiera, yo lo hice, y tras cerrar la puerta su móvil sonó.
Todo paso tan rápido Nicolás saco el móvil del bolsillo interior de su saco, al mismo tiempo que alguien pegó un arma en la parte trasera de su cabeza.
—Pon tus manos donde pueda verlas —le ordeno a Nicolás—, ¡Hazlo! —le exigió golpeandolo con el arma.
Nicolás le obedeció, mientras el tipo rebuscaba algo en sus bolsillos sin despegar la mirada de Nicolás.
Me di cuenta de inmediato que el tipo no se habia percatado de mi presencia dentro de la camioneta.
—Lo tengo —informó a alguien por medio de una especie de radio.
—¡No, no lo tienes! —Y le apunté con el arma sin balas que llevaba aún.
El tipo volteo ligeramente hacia mi, observo el arma, pero solo se le escapó una sonrisita.
—¿Esa no es el arma que se quedo sin balas que mencionaron por el radio?
Mi-er-da
—Si lo es, pero aún sirve para esto —Lo golpeé con el arma y abrí la puerta de la camioneta, logrando apartarlo de Nicolás, el arma se disparo y pedí para que Nicolás no quedara dormido dentro de unos pocos minutos.
—Nat arranca la camioneta —dijo Nicolás mientras me lanzaba la llave, el tipo aún estaba tirado en el suelo.
Cambié de lugar de inmediato, mientras a toda prisa Nick subía al lugar del copiloto.
Arranque la camioneta y empecé a conducir, pude observar por el retrovisor como el tipo de su cinturón tomaba otra arma y nos disparaba.
Pero no paso nada, la camioneta era blindada.
—¡Siempre lo he dicho! No importa cuanto cueste, si te puede salvar la vida —añadió en tono divertido Nicolás.
—¿Que carajos fue eso?
—Te dije que me querían matar, asi que... —No terminó la frase por que el móvil de nuevo empezó a sonar, ¿por que carajos lo tenía con volumen alto?—. ¡Es Lucy!
—¡Nick han descubierto la mansión no se como pero estan aquí, estamos intentado resistir, pero creo que... —Nick la interrumpió.
—El plan C, ponlo en marcha —dijo en un tono neutro que me pareció hasta frío.
—¡¿Qué?! —inquirió Lucy bastante sorprendida desde el otro lado—. Nick creo que...
—Ya saben que hacer —concluyo, y colgó antes que Lucy pudiera objetar.
—¿Cuál es el plan C?
—Poder sobrevivir esta noche —dijo sin mirarme.
—Pero sobrevivir ¿De que?.
Nicolás no respondió, volteé a él y vi como se notaba mareado de repente extrajo un pequeño dardo de su antebrazo y se desmayo.
¡Genial!
***
La noche estaba estrellada, una ligera brisa fría la acompañaba, el sonido de la noche era reconfortante, no recordaba la última vez que habia tenido tiempo de prestarle atención a esos pequeños detalles.
Me recoste sobre el capó de la camioneta, cerré los ojos y respire profundamente, olía a tierra húmeda, a pasto y naturaleza, una pequeña nota de mi perfume se colaba entre los demás olores, pero de pronto uno acaparó toda mi atención: el perfume de Nicolás.
—¿Qué hacemos aquí? —fue lo que pregunto mientras se restregaba los ojos.
—En realidad no lo sé, pero no sabía adonde más ir. —Eleve un hombro insegura.
Las imágenes se acumularon en mi cabeza, y recordé como semanas atrás habia llegado junto con Enrique a ese lugar, la idea de una nueva vida en aquel momento me hacia mucha ilusión.
—Pensé que tardarías más en despertar —cambié de tema.
Nicolás río de lado sin ganas.
—Y yo que te marcharías —añadió—. La volvió a cagar ¿verdad?
Eleve mi mirada al cielo, deseando no responder a su pregunta.
—Eso ya no importa —musite—, ¿que fue eso de hace unos minutos? —Lleve mi mirada a él, y esta vez él aparto la mirada, metiendo sus manos a los bolsillos de su pantalón.
—Ese fue mi callejón sin salida.
Lo escrute, aún observaba a la nada y parecía tenso.
Y sabía a lo que se refería: que estaba en una situación sin solución.
—Esa calle debe tener una salida, sobre todo si eres Nicolás Monterrosa, si no existe la mandas hacer.
Nicolás se medio río.
—Viéndolo asi, si hay una forma —aceptó—. Que yo muera.
—¿Me estas tomando el pelo? —inquirí molesta.
—Ya quisiera yo. —Esta vez si me vio, con su sonrisa maliciosa y una ceja elevada.
—¡Eres un idiota! —No podía creer que estuviera añadiendo comentarios con doble sentido en un momento realmente serio.
—¡Ya calmate Nat! Solo quisiera por un momento olvidarme de quien soy —respiro profundamente—. Tengo una idea, ¿qué tal si por esta noche nos olvidamos de quienes somos, de nuestro pasado? Prometo mañana contarte todo.
Me crucé de brazos analizando la situación, yo deseaba saberlo todo ya, que me contará detalle a detalle, porqué alguien quería asesinarlo y porqué razón me querían a mí, pero también quería sentirme libre. Quizás hasta olvidarme de que yo era Natalia García.
—¿Aceptas? —Me extendió su mano para estrecharla.
—Acepto. —Estreche su mano.
—Ven, entremos a la cabaña —dijo mientras se giraba para halarme tras de él—, hace frio.
Me deje llevar, con mi cerebro haciendo caso omiso al pedido de Nicolás sobre darnos una tregua sobre el tema esta noche.
Se detuvo en la puerta antes de abrirla lo que provocó que chocase de frente con él.
—¡Cuidado! —dijo con una sonrisa traviesa de labios cerrados—. Tengo una pregunta.
—Pues hazla. —Me aleje.
—¿Crees que alguien se puede enamorar de una persona en una sola noche?
Entorne los ojos, me imaginaba por donde iba su juego, y en serio lo golpearia si me decía que se había enamorado de mi, desde la primera noche que me vio.
—Creo que las personas necesitan mas de una noche para enamorarse Nicolás.
—Vaya, ese si que es un problema.
—¿Por qué?
—Pues esperaba que te enamoraras de mi —susurró mientras daba un paso para acercarce más a mi—. Y solo tenemos esta noche.
—¿De que libro trágico te sacaste eso? —fue lo único que pude decir, mientras lo rodeaba para abrir la puerta de la cabaña.
Nicolás no respondió, y agradecí que no lo hiciera, lo observé por el rabillo del ojo y observaba todo el interior de la cabaña, me acerque a la encimera y tome una botella de agua.
Nicolás se acerco a la pequeña mesa que había y tomó algo entre sus manos.
—No creí que aún conservaras esto. —Me mostró la nota que él había dejado junto con la rosa negra.
—Creeme no la conservo porque me agrade lo que dice.
—Pero ¿por qué? si ha sido muy ingenioso.
—"Quizás quien debio disfrutar su último tango fuiste tu" —repetí lo que decía la nota— claro si el propósito de tu ingenio era hacerme tener pesadillas lo conseguiste.
Él se rió
—Lo has mal interpretado, yo quería que tu estuvieras en el lugar de Lucy esa noche.
Era obvio que él siempre había sabido que aquella chica de vestido negro era Luciana, su infiltrada.
—¿Y sobre lo otro? "Te espero en tus pesadillas, las cuales estoy dispuesto a cumplir".
Le dio vuelta a la nota para observar su reverso.
—Sabías que puedes descubrir los deseos más oscuros de alguien, tan solo prestandole atención a lo que escribe —dijo empezando a caminar hacia mi—. Tu eres mi deseo más oscuro Natalia García.
En ese momento empecé a atragantarme con el agua que bebía.
—¿Necesitas respiración de boca a boca? —preguntó de forma traviesa.
—¿Siempre eres asi? —solté al dejar de tocer.
—Es que me muero por besarte y en cuanto mas rápido aceptes que tu también, mas pronto lo haré.
—¿Crees que me muero por besarte? —resoplé poniendo los ojos en blanco.
—No lo creo, lo sé —dijo acercándose más a mi.
—¿Quieres agua? —dije llevando la botella hasta contraminarla en su pecho, quizás por los nervios la apreté un poco lo que provoco que un poco del contenido mojara a Nicolás— Lo... Lo siento.
—¿Tan nerviosa te pongo? —se acercó aún más, encerrandome entre sus brazos, que de pronto estuve entre la encimera y él.
No, no, no Natalia en la encimera no.
—No estoy nerviosa —dije con el tono más seguro que pude usar—, y no pienso besarte, en realidad después que salgamos de todo esto, lo único que necesito es vivir una vida tranquila, es lo que siempre he querido, y algo me dice que contigo no la tendré.
Mis palabras dieron justo en el clavo, por que Nicolás apreto los labios y asintió a la vez que apartaba sus brazos.
Camino por la cabaña hasta llegar a la puerta y luego salió, me asomé por la ventana se dirigió a la camioneta, no entendía lo que hacía, hasta que saco un cigarillo de la cajetilla y lo encendió.
La había cagado, lo sabía, quizás las palabras que había usado no habían sido las adecuadas.
Observé como se encaminaba de nuevo a la cabaña, se planto frente a la puerta, pero no entro. Se quedo ahí, fumando.
—¿Sabias que fumar te puede matar? —le dije cuando estuve a su lado.
—Sabias que todos moriremos algún día.
—Si pero... —me detuve un momento.
—¿No deberíamos hacer eso que nos hace mal?
Asentí.
—Tienes razón Nat, pero también a pesar de que sabemos que las cosas nos hacen mal, aún asi las seguimos haciendo, mi adicción al tabaco si, me hace mal, es más en la cajetilla te advierte que fumar es dañino, ponen estadísticas de cuantas personas mueren al año por cáncer de pulmón. Pero aún asi lo hacemos, aún asi lo hago. —Dio una calada y soltó el humo despacio—. Y esta noche me niego a aceptar una crítica de alguien que no hace lo que desea por miedo.
—¡¿Qué es lo que quieres de mi Nicolás?! —perdí la paciencia.
—¡¿Es que aún no lo ves?! —elevó un poco la voz indignado—. Te quiero a ti Nat.
—¡Ya basta! —le grité furiosa empujandolo—. Eres un maldito.
—Y tu una cobarde —su tono cambió a uno molesto—. ¿Crees que no he notado como me ves? ¿como sonríes cuando estas a mi lado? Puedes llamarme arrogante u odioso, maldito y de mil formas más, pero ni todos los insultos del mundo harán que dejes de sentir. Y sientes mucho y yo sé que es por mí.
Quería decirle que no, que lo que sentía era odio, es más, en ese momento deseé que en realidad fuera malo, que él si fuera el villano.
—No puedes afirmar que yo siento algo por ti, por que ni siquiera yo sé lo que siento —zanje a la defensiva—. Solo sé que cada vez que estoy contigo no me importa si el mundo se esta cayendo a pedazos, no me importa si mil matones vienen detrás, por que a tu lado sé que los venceriamos. —Apreté los labios mientras cerraba los ojos dicipando unas cuantas lágrimas—. No sé como llamarle a lo que siento cada vez que te veo, pero te deseo, te deseo tanto, que desde que te besé por primera vez lo único que me ha impedido lanzarme a tus brazos era el recuerdo de Enrique y el repetirme una y otra vez que él no se merecía que le hiciera algo así...
Me ordene callarme, pero ya era tarde, ya había soltado más de lo que en realidad debía decir.
—Hasta hace unas horas sentí alivio de verlo con otra chica porque ya no sentía que le perteneciera a él. —Agache la cabeza, observé mis manos que temblaban, me sentía tan culpable, sentía que cada palabra que había dicho era un puñal que le había arrojado a Enrique.
—Natalia Mirame —me pidió.
—Te estoy viendo —dije enojada.
—Entonces, ¿Por qué lo ignoras?
—¡¿Ignorar que?! —le grité.
—Que nos morimos el uno por el otro.
Y de los amores imposibles somos ¿no?
Él era mi imposibilidad, porque solo me había prometido una noche, más mucho caos, mucha decadencia, lágrimas e infiernos, eso no va incluido dentro de un plan de vida tranquila y feliz, porque para poder tocar las nubes y conocer el cielo hay que pagar un precio y es hacer las cosas bien.
Pero dentro de hacer las cosas bien, él no estaba incluido.
¿Era una buena decisión arruinarlo todo por una noche?
Todos sabemos que las malas decisiones son contratos irrevocables, que no te dejan ver la letra pequeña, y después de un tiempo vienen a cobrarse la parte que nunca leíste.
Y mi precio a pagar era el perderlo a él.
Entre todas las malas decisiones que podía tomar, elegí que nuestro amor naciera y muriera esa misma noche. Yo sabia que aquello no saldría bien y podía matarme lentamente, pero no me importo. Esa noche él se convirtió en mi nicotina.
Tomé los extremos de la abertura de su saco, y lo hale con fuerza hacia mi, pegando mis labios a los suyos, su toque era suave moviéndose delicadamente con pequeñas succiones, pero que carecían de lujuria y malicia, era un beso casto, de esos que te hacen estremecer y hacerte cuestionar si antes habias recibido un beso de verdad bueno.
Nicolás sonrió sobre mis labios, mientras me tomaba por las mejillas y las acariciaba, mi piel reaccionó erizandose, y mi corazón latía emocionado, aquello no era simple deseo, y si lo era dejo de serlo en ese momento.
—¿No crees que deberíamos cenar antes? —me sonrió juguetón.
—¿Antes de que? —Abrí mucho mas los ojos cuando entendí lo que insinuaba—. ¡Crees que te dare algo más que un beso esta noche!
—Pues esperaba que me dieras muchos en realidad. —Sus manos recorrieron mis brazos hasta llegar a mis manos y tomarlas.
—Esta bien, cenemos. —Me adentre en la cabaña—. De paso sirve para conocernos un poco más.
—Te conozco mas de lo que imaginas.
—Si, pero yo a ti no.
—Te sorprendería —se encogió de hombros.
Volví a verlo perspicaz.
—¿Sabes? Todo este tiempo he tenido la impresión de haberte visto antes ¿Eso es posible?
Nicolás se rió.
—Lo es, llegue a tu tienda con la esperanza de... ¿conquistarte? quizas —Se paso la mano por la nuca—, pero nunca me notaste, asi que tuve que enviar a...
—¡A carlos! —lo interrumpí— ¿En serio el fue tu mejor opción?
—¿Y que querías que enviara a Will?
Entrecerre los ojos al no entender
—¿Que? ¿No lo has visto? Es como una especie de Dios Asgardiano, sin duda de él si te hubieras enamorado.
Reí por lo alto, estaba celoso de una situación hipotética, que incluía a un hombre que él consideraba mas atractivo.
—Mas vale que a mi no me van los que tienen pinta de Thor —dije dándome la vuelta hasta la comoda donde estaban las latas de comida—. En realidad a mi me gustan mas como loki, petulantes, con sonrisa cínica, cabello oscuro, solo lo suficientemente tonificados para notar que estan en forma y con pintas de villanos sin corazón que al final terminan teniendo.
De repente sentí sus manos que me rodeaban desde atrás la cintura pegandome a su cuerpo, dejo un beso húmedo en mi hombro mientras fue dirigiendo su nariz por todo mi cuello hasta llegar a la parte de atras de mi oreja y dejo otro beso en ese lugar, lo que produjo que hasta la neurona mas profundamente dormida de mi cuerpo se despertara anciosa de deseo.
—¡Creí que cenariamos! —susurré.
Me dio vuelta, para quedar frente a frente, me tomó por la cintura y apreto mi piel, mientras buscaba mi oreja para susurrarme: —Y yo que querías una vida tranquila y feliz. —Dejo otro beso húmedo cerca de mi oreja y me contramino más a su cuerpo tentandome—. Y por lo que veo los dos hemos cambiado de opinión —habló por lo bajo, con su voz un poco mas ronca de lo usual.
—¿Crees que soy incapaz de resistirme a la tentación de tenerte? —esta vez yo le susurre cerca del oído.
—No, pero... ¿Sabes cual es la mejor manera de librarse de la tentación? —bajo uno de los tirantes de mi vestido y me planto otro beso casi cerca de mi pecho—... Cayendo en ella.
Citó a Oscar Wilde para luego buscar mis ojos con su mirada, yo hice lo mismo, y terminé encontrandome con sus ojos negros inundados de lujuria, baje mi mirada hacia sus rosados y carnosos labios.
Y amigas, yo no caí, yo me avente.
Me colgué de su cuello, mientras junte mis labios a los suyos, a diferencia de nuestro primer beso que fue inocente y tierno, este iba cargado de pasión, su lengua busco abrirse paso en mis labios y yo la mordí suavemente.
El me tomó por ambos muslos para elevarme y me enredé al rededor de su torso. Mientras seguía besándome con la experiencia que sus labios ya me habían demostrado que tenían, decidió llevarme hasta la mesa y me sentó en ella.
Una de sus manos recorrió mi espalda hasta sujetar mi cabello con la fuerza justa para llevar mi cabeza hacia atrás y tener un mejor alcance de mi cuello, empezo a dejar una hilada de besos húmedos por mi cuello mientras mi respiración se volvía un poco agitada.
Luego llevo su otra mano a mi hombro, noté que iba a bajar el otro tirante de mi vestido, pero dudo y terminó deslizandome afuera de la mesa hasta quedar parada frente a él.
Sin entender lo que pasaba, me tomó de la mano y me condujo hasta el frente del sofá.
—Quiero que me beses de la misma forma que me besaste aquella noche en mi habitación —susurro dandome un ligero beso y luego se dejó caer sentado sobre el sofá.
Yo sonreí complacida por la invitación y me senté a horcajadas sobre él.
Empecé besando su cuello, y el recosto su cabeza hacia atras para darme mejor acceso, mientras poco a poco le saqué el saco, luego seguí con su camisa, cada botón que desabotonaba era un beso sobre su piel que poco a poco iba quedando desnuda, su respiración era agitada y a veces se convertía en un leve gemido, y me pareció el sonido mas sexy que jamás había escuchado.
Despegue mis labios de su piel hasta llevarlos a su boca, y él elevo su pelvis mientras se acomodada mejor en el sofá, sentí la dureza que su pantalón aún cubría y eso me encendió más.
Sus manos se perdieron bajo mi vestido y terminó apretando mis glúteos, luego llevo sus dedos a rozar mi entrepierna sobre la ropa interior pero de la forma correcta que produjo que yo me estremeciera de placer, dejando escapar un gemido sobre su boca.
—Nicolás... —dije en tono suplicante porque empezara para poder terminar con aquella tortura.
—Cuando por fin eres mía debo aceptar que tengo que perderte —lo escuché decir, pero volvió a rosar sus dedos en mi entrepierna y me centre en las sensaciones que me provocaba su toque.
—Tal vez no nos perdamos, tal vez mañana encontremos la forma de salvarnos —le propuse ante el problema que aún desconocía.
***
Me desperté entre las sabanas blancas que cubrían mi piel desnuda, me senté de inmediato buscando a Nicolás, pero la cabaña estaba vacía.
Había una nota en la pequeña mesa frente a mí:
"Lo siento por no despedirme, pero dormías plácidamente, tal vez tarde en regresar, pero volveré. Lo prometo".
Observé la hora en el móvil, eran las 2:30 de la tarde, había dormido demás, aunque al recordar el porqué de mi trasnochada una sonrisa surco mi cara.
Escuche la puerta de un automóvil cerrarce a fuera, corrí y me asomé por la ventana, esperando encontrarme con Nicolás, pero a quien vi fue a Enrique caminando hacia la cabaña.
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