Capítulo 26

Después de mil noches de imaginar como Nicolás me mataba de muchas formas diferentes, por fin había podido dormir bien.

Estaba en la misma casa que hasta hace dos dias me parecía el infierno, pero ahora parecía un lugar de resguardo y Nicolás ya no parecía un ángel caído, ni menos un villano, de cierta forma ahora sentía un poco de pena por él.
Tratar de digerir todo lo que me había confesado, no había sido fácil, y menos debió serlo para él, que lo vivió en carne propia.

Sin importarme que iba en pijama, muy poco presentable, salí de mi habitación, después de lo sucedido con Aby, no habia podido cruzar palabra con Lucy, porque ella se había ido en otra camioneta con Mary llevandose a Adán y a Aby.

Yo esperaba encontrarmela, para por fin saber, que había pasado con Enrique. Pero a quien me encontré fue a Nicolás.

—¿Cómo dormiste? —fue lo primero que me preguntó después de notar mi presencia.

—Mejor —musite—, tengo que hacerte una pregunta Nicolás.

La comisura derecha de su boca se levantó un poco, casi de una forma innotable.

—¿Donde esta Enrique? —se apresuró a adivinar —. Esa es la pregunta ¿verdad? —inquirió.

Yo solo me limite a asentir.

Quizas dentro de tantas revelaciones, di por hecho que Enrique quedaba exento de algún peligro porque Aby era su hermana, sería demasiado enfermo que le hiciera algo a su propio hermano.

—Enrique esta bien —continuó—, estuvo unos cuantos días en el hospital y yo mismo me encargué de que todo saliera bien, nunca te mentí cuando te dije que no pude subirlo al auto, pero si intenté protegerlo.

—Demuestramelo —exigí.

—Lo haré, esta noche.

—¿Esta noche? ¿No puede ser ya? —demande.

—Deja de ser tan impulsiva Natalia, has esperado muchos días para esto, unas cuantas horas de más no harán la diferencia.

¡Ahz! Como odiaba a ese tipo, que si, que me parecía sexy, que hasta la chica mas centrada podía sentirse atraída por su físico. Pero era Nicolás, nunca había dejado de ser Nicolás y sobre todo era un desconocido.

—¿Te parece si desayunamos?

Simplemente asentí para intentar bajar los escalones pero él me detuvo, extendiendo su brazo hacía mí y luego formando un hueco entre su cuerpo y su brazo.

Lo observé curiosa, ¿que era lo que quería? Que bajará unos cuantos escalones tomada de su brazo, o me creía tan tonta que creía que podía tropezar y caer.

—¡Vamos! —exclamó luego de notar que me negaba a tomar su brazo—. No puedes dejarme asi.

—¿Por qué seria de mala Educación? —inquirí.

Y en sus labios solo se formó una sonrisa, ancha y muy divertida.

—¿Qué? —En una mueca juntos las cejas espesas y un poco gruesas que enmarcaban su rostro dandole un aire de chico misterioso— ¿A caso el diablo entre muchos defectos no puede tener una virtud? —preguntó un tanto divertido.

—¡Okey! —acepté su propuesta, tomando su brazo— ¡Pero deja de verme! —Con mi mano libre tome su barbilla y gire su rostro al frente.

—¿Por qué? ¿Te pongo nerviosa? —Me observó por el rabillo de su ojo, aún con aquella sonrisa que sigo teniendo muy grabada en mi mente.

—¡No! me das pena, autollamandote el diablo.

Y si, no podía dejar de pensar que dicen que cuando el perro ladra no muerde. Y debo de decirlo, el miedo que le tenía a Nicolás se había esfumado, que no era nada de lo que creía que realmente era.

—¡Ay Nat! Me conoces tan poco.

—Créeme no deseo conocerte más. —Empecé a caminar para bajar los escalones. Mi acción solo logró que como un resorte regresará a mi punto anterior, porque él jamás se movió de donde estaba.

—Haces bien —admitió casi borrando su sonrisa, pero quizás se convenció de no borrarla del todo porque podría demostrar debilidad con tal gesto.

Lo que obviamente acaparó toda mi atención.
—¿Por qué?

Pero él volvió a tomar su postura de serenidad junto a una expresión divertida.

—Quizás porque terminarias enamorandote de mí.

Me reí ante su comentario, eso había sido muy Nicolás de su parte, pero sentía que no era eso lo que en realidad queria decir.

—¿Estas intentando coquetear conmigo? —pregunté divertida.

—Desde hace mucho —confirmó.

—¡Pfff! Tu idea de coquetear con alguien es ir a su tienda y amenazarla con destruirla. Vaya manera de coquetear. —Puse los ojos en blanco.

—Puedes cuestionar mis formas pero no mis resultados —bromeó—. Estás en mi casa, en pijama, tomada de mi brazo, a punto de desayunar conmigo. —Enarcó una ceja, con su sonrisa cínica de siempre.

—Ay ya callate. —Dirigí mi mirada al frente.

Pude ver de reojo como se acomodaba la parte de enfrente de su saco sonriendo de forma satisfactoria.

Bajamos los escalones, llegamos hasta el comedor y ahí estaba el desayuno ya servido con Mary acomodando unos cuantos cubiertos, pero de Lucy no había ni rastro.

—Buenos dias —salude a Mary, quien solo se limito a asentir con una sonrisa muy, pero muy fingida en su cara, ni siquiera se había molestado en disimularlo, ya echaba de menos el pasamontañas que siempre usaba.

—¿Té negro con leche? —le preguntó a Nicolás.

—Por favor —respondió este, sin siquiera mirarla, revisando algo en su móvil.

—Creí que no te gustaba el té —me atreví a cuestionar dirigiéndome hasta el lugar donde cada mañana había desayunado.

—¿Por qué? Si cada mañana es lo único que tomó.

Si, lo habia notado, pero no pude evitar hacer dicha observación.

—Bueno es que aún recuerdo el día de la estación policial, cuando dijiste que preferías tomar café y no té.

—Y asi era. —Se acercó más a donde estaba sentada, puso sus brazos en la mesa para inclinarse y quedar a mi altura—. Pero desde el día que te conocí lo único que he deseado es tomar-te.

Y sonreí y él me sonrió.

¡Madre mía! ¡Que carajos!

Centrate Natalia.

El momento duró nada, porque Lucy entro al comedor, obteniendo mi atención y provocando que Nicolás se girará para observarla.

—Buenos dias Natalia —me saludo sonriendo, ella parecía feliz de tenerme ahí.

—Buenos dias —me apresure a contestarle, a decir verdad me sentía mas confiada por la presencia de Lucy ahí.

—Tenemos que hablar Nick —le dijo Lucy, pude notar como el tono de su voz cambio a uno severo en ese momento. Buenas noticias sin duda no eran lo que tenía para decirle.

—¿No puede ser en otro momento?

Lucy le dedicó una mirada de "debe ser ahora y porque yo lo digo". Lucy parecía una líder que no se andaba con juegos.
Creí que Nicolás se reiria de ella, y no le mostraría el mínimo interés pero me equivoqué.

—Okey, voy enseguida —respondió.

Lucy se marchó no sin antes dedicarme una sonrisa amistosa.

—Espero que disfrutes tu desayuno Nat —fue lo siguiente que dijo Nicolás para luego seguir a Lucy.

—Li iniqui qui hi disiidi is timir-ti.

Escuche decir a mi lado.

—Eres tan patética Natalia —sanjo Mary poniendo los ojos en blanco—. Dime ¿ya te revolcaste con Nicolás?

La observé perpleja.

—Deja de verme así, tienes toda la facha de tonta, pero estoy segura que de tonta no tienes ni un pelo.

—¿Que te pasa? —pregunté boquiabierta.

—¿Crees que no he notado como miras a Nicolás?

—¡Ay! ¡No me digas! ¿También estás enamorada de él?

Pude ver como un ojo se le cerraba como un tic nervioso, quizás porque deseaba matarme ahí mismo.

—¿Tan rápido te olvidaste de Enrique, atorranta?

Okey, si, me merecía ese insulto. Pero no saliendo de la boca de una desconocida.

—Por lo que veo lo de pelear por Enrique aquella noche no era parte solo de un plan —dije tranquilamente, ella ya hechaba humo por las orejas por las dos.

Me dedicó una mirada, despectiva.

—Esperó que esta noche seas lo suficiente madura —espetó.

¡Genial! de nuevo a tratar de adivinar a lo que se refería.

—¿Te molesta tanto que Enrique no te haya elegido a ti?

—No, lo que ahora me molesta es que haya elegido a alguien que no lo quiere.

Pero yo si había querido a Enrique, lo había querido en serio, me había enamorado de aquel chico capaz de hacerme reir con un chiste demasiado malo, de ese que adoraba retarme quizás porque le fascinaba hacerme enojar.

—Si lo quiero —musite a la defensiva.

—Pero no lo amas —me reclamó.

Nunca supe por que, pero no pude responder a los reclamos llenos de furia de la rubia frente a mí.

—Enrique y tú nunca podrán ser felices Natalia —dijo en un suave susurro como quien estaba a punto de dar su mejor consejo—. Lo mejor es que lo dejes fuera de esto.

Se dio la vuelta para dirigirse a la cocina, creí que había dado por terminada la discusión pero se volteó antes de llegar a la puerta.

—Tal vez Aby sea mala, bueno lo es no tengo dudas, pero ella no fue quien metió a Enrique en este enredo.

Después de eso, ella desapareció.

Que fácil era desatar el caos, clavarte una espina, de esas que aunque parezcan inofensivas logran causarte mucho dolor acompañada de culpabilidad. Pero Mary había logrado su objetivo, aquellas palabras me dejaron congelada, quizás ni mis pensamientos funcionaban en ese momento, porque no fui capaz de rebatir, no fui capaz de defenderme, solo sentí como un enorme nudo subió a mi garganta mientras me quedaba ahí, estática, porque en parte tenía razón, quizás el día que decidí marcharme nunca debí dejar que Enrique me acompañara.

Estuve durante todo el día encerrada en la habitación, necesitaba poner en orden mis pensamientos, pero nunca lo logré. Mi cabeza parecía un total frente de batalla donde mi parte sensata me decía que lo mejor era no buscar a Enrique y la otra parte que también me parecía sensata me decía que no lo podía dejar, no después de haber querido sacrificar todo por mí.

Era una lucha interna imposible.

Pero los gritos de Lucy me hicieron salir de mis pensamientos. Corrí para salir de la habitación y me detuve cuando noté que Luciana estaba discutiendo con alguien.

—... Si la llevas a encontrarse con Enrique, se ira con él.

Luciana y Nicolás estaban discutiendo justo en el inicio de los escalones, estaban tan sumergidos en la discusión que no notaron mi presencia.

—¡¿Estas consiente de eso?! —demandó Lucy.

—Quizás sea lo mejor, si se va con Enrique al fin podrá estar libre de toda esta mierda, además no puedo retener a una mujer a mi lado.

—¡Pffff! —espeto Lucy—, es que voy a ignorar que has dicho toda esa mierda.

Nicolás se mantuvo serio y calmado, mientras Luciana se cruzó de brazos, y luego se rasco frenéticamente su cabeza en señal de impotencia.

—¿Hicimos toda esta mierda para dejarla ir con Enrique? —volvió a reclamar Lucy.

—No, hicimos toda esta mierda, para que sea feliz —Zanjó, luego hubo un pequeño instante de silencio—. No me importa si es con Enrique.

—Tenías que haberle contado la verdad Nick, no esa mierda de...

—Le conté la verdad —la voz de Nicolás aún en ese momento que era medio tenso, sonaba tranquila, siempre creí y sigo creyendo, que esa tranquilidad, solo era una fachada para esconder todo lo que llevaba dentro.

—Omitir partes no es decir la verdad Nick.

—Me llamo Nicolás.

—Me importa una mierda como te llames. —Lucy parecía realmente enojada, su perfil parecía iracundo pero aún asi no perdía ese aire de belleza—. Solo dicelo por favor.

—¡Claro! —Nicolás alzo las cejas—. Porque después que le diga que ella es mi amor platónico correra a mis brazos y me besara efusivamente. —Nicolás rió negando con la cabeza—. A ti te parece muy romántico a ella solo le va a parecer que el loco que amenazó con meterla a la cárcel, que la secuestro y que dejo a Enrique tirado en medio de la nada le esta confesando que esta enamorado de ella.  —Nicolás puso los ojos en blanco—. ¡Claro! Eso es muy normal ¿no?

Lucy alzó sus manos para tapar su rostro y negar varias veces.

—No puedes dejar que se vaya con Enrique. Tú sabes bien que él no la merece.

—¿Y yo si?

Lucy lo observó como tratando de explicarse si en serio le había hecho esa pregunta.

—¡Mierda Nick... Nicolás si! —gritó—, si la mereces, pero esta solo es tu maldita forma de autosabotearte, hacerte creer que no eres bueno para ella, cuando sabemos que no es asi.

—Yo no soy bueno para nadie Lucy. —Nicolás cerró los ojos para luego pasarse la mano en la parte trasera de su cabeza—. ¿Ya olvidaste lo que realmente pasa Luciana? —Nicolás le sostuvo la mirada a Lucy—, el único lugar por el que podría caminar tomado de la mano de Nat es el infierno. Ella nunca podrá ser feliz a mi lado y yo nunca me convertire en el principe azul que ella se merece.

Intenté procesar sus palabras, intente hacerme una idea coherente del por que Nicolás decía estar enamorado de mí. Pero no la encontré.

Solo sabía que no debía de haber escuchado aquella discusión, que él nunca me hubiera confesado eso, y que quizas hubiera sido mejor nunca saberlo. Ni siquiera sabía como sentirme respecto a eso.

—A la mierda los principes azules. Si los principes azules son como Enrique no los quiero. —Hizo un puchero.

Nicolás rió y se acerco a Lucy con una media risa divertida.

—¿Tú no me odiabas? ¿No detestabas estar aquí? —Él entorno los ojos en señal de curiosidad— ¿Qué es lo que ha pasado?

—Que te conocí Nick, eso fue lo que paso.

Se acercaron para abrazarse y Nicolás le dio un beso a Lucy en la frente, mientras ella sonreía frente a esa muestra de cariño.
Nicolás parecía ser otra persona totalmente diferente al personaje que yo me había formado en mi cabeza. El tierno beso, la reacción de Lucy, sentí que ese era un momento tan íntimo y que yo no debía estar ahí.

Intente retroceder para alejarme y fingir que yo nunca estuve ahí, sobre todo porque no quería que aquello se tornara incómodo, pero al hacerlo tropecé con una pequeña mesa y el caballo de porcelana sobre ella cayó, rompiendose.

¡Mierda!

Los dos giraron de inmediato clavando sus ojos en mi, la sonrisa de Nicolás se esfumo mientras Lucy intento ocultarlo, pero ella sonreía.

Y obvio que hice lo que cualquiera haría, me fui corriendo hacia la habitación.

No pasaron ni cinco minutos cuando alguien tocó la puerta, para después abrirla. Era Luciana.

—¿Que tal guapa? —dijo en el tono de coqueteo que la había escuchado tantas veces usar con algún chico que le parecía atractivo.

Corrí a abrazarla, la verdad es que la extrañaba demasiado, ella era mi mejor amiga, una de las buenas.

—Lamento la última vez no poder haber correspondido a tu abrazo —se disculpó.

—No importa —musite.

—Tengo algo para ti —dijo alejándose para observarme de frente mientras subía una y otra vez las cejas.

Salio de nuevo al pasillo y entro con dos cajas. Extendió sus manos hacía mí, invitandome a tomarlas.

—¿Que es? —pregunté emocianada, mientras las tomaba.

—Solo abrelas.

Las puse sobre la cama, para descubrir lo que cada una contenía. La primera y la mas pequeña llevaba unos zapatos de tacón negros. No me gustaba como pintaba aquello pero me obligue a seguir sonriendo por la cara de ilusión de Lucy frente a mi.
Seguí con la segunda caja que era la mas grande, era un vestido negro de satén, lo extendí para contemplarlo mejor, era un vestido precioso con escote de cascada y una abertura que supuse se extendía desde la mitad de la pierna hasta donde este terminaba, quizas hasta el tobillo

Y no supuse mal, unos cuantos minutos más tarde, terminé vestida con aquel vestido, los enormes tacones y un antifaz en forma de mariposa que parecía que iba bordado en mi rostro.

—¿Te gusta como te ves? —me preguntó Lucy mientras formaba la última onda en mi cabello—, porque luces espectacular. —Me sonrió.

—¡Claro! ¡Me encanta!

—Si se te nota la emoción en la voz —dijo sarcástica.

—Es solo que esta no soy yo y nunca lo seré.

—Entonces, ¿por qué estás a punto de irte con un chico que solo se percató de tu presencia cuando empezaste a ser esta?

En ese preciso instante hubiera deseado tener el libro de Dummies para respuestas ingeniosas después de recibir un golpe bajo cargado de mucha realidad. Porque no supe que responder, si, yo sabía que Enrique, solo me había empezado a prestar atención luego que empecé a ser mas femenina. Pero también sabía que él guardaba un poco de nobleza en su corazón y quizás un poco de amor para mi también.
Porque si, era el chico que me había roto el corazón un sin fin de veces, el que me había dejado ir a dormir llorando, el que tenía una chica en cada esquina y para cada noche. Pero también era el chico que había estado abrazandome cuando papá murió, el único que se había acordado de mi cumpleaños luego de que Aby se alejara de mí, porque yo nunca tuve más amigos que solo ella (y vaya mierda de amiga que resulto ser). Él había sido el que me había prometido que nunca me dejaría sola y aunque dos años atras no lo había cumplido, hace mas o menos 20 días había estado dispuesto a dejar todo por mí, y eso contaba como punto a su favor ¿verdad?

—Sé lo que piensas Nat —dijo Lucy con una mirada enigmática a través del espejo—. Que hubieron cosas malas pero también hubieron cosas buenas. —Dejó su expresión seria y solto una risa pícara—. Y una de esas cosas buenas es que el idiota en cuestión esta más bueno que comer con la mano.

Lo que inevitablemente me hizo sonreír.

—Pero el verdadero amor no se trata de cuantas cagadas hiciste para luego intentarlas arreglar con algunas acciones buenas.

»Algo asi como: hoy me acuesto con la vecina pero mañana te llevo un ramo de rosas, o tal vez, termino nuestra relación como un cobarde inventando que me eras infiel, pero luego te vuelvo a encontrar después de dos años en los cuales nunca te busque pero para compensarlo te confieso que siempre estuve enamorado de ti pero tenía mucho miedo de enfrentarlo.

»El amor no va de eso, el amor es de valientes, de alguien que sabe que todo puede irse a la mierda pero que apesar de eso no le importaría jugarsela por ti, sin saber si va a ganar o va a perder.

»yo sé que a ti no te importa jugartela por nadie, ¿pero a él?

—Creí que Enrique te caía bien.

—Claro que el idiota me cae bien... —pensó un instante—, a veces, pero siento que estas eligiendo a un hombre que ya tuvo su oportunidad y no la aprovecho.

—¿Esta es tu forma de decirme que debo elegir a Nicolás?

—No, es mi forma de decirte que debes elegirte a ti por encima de cualquiera que no tenga seguro que es lo que quiere.

—Pero Enrique...

Guarde silencio, pero Enrique era Enrique, el mismo chico que había estado ahí, pero que también no había estado.
En mi cabeza tenía una idea, que podía ser feliz con él, lograr olvidarnos de cualquier obstáculo pero porque justo en ese momento todos querían que me cuestionara si eso podía ser posible.

—No crees que todos nos merecemos una segunda oportunidad —defendí.

—Si —dijo sonriendo—, y es por eso que te irás con él. Pero si vuelve a fallar ya sabes que no debe merecerse una tercera oportunidad. —Me dedicó una sonrisa con sus labios que ese día iban sin ningún tipo de maquillaje.

Luciana para mi siempre habia sido la chica relajada que no se preocupaba por nada, de la cual nunca espere recibir ese tipo de consejo, pero estaba equivocada.

—Te quiero —le susurre.

—Yo también te quiero amiga. —Me tomó de mi mano—. Espero algún día volver a encontrarnos.

No me había dado cuenta que aquello era una despedida hasta que ella pronunció aquella frase.
Y me lancé a abrazarla, de pronto deseaba llevarla conmigo a donde fuese que la vida me llevara.

—Espero que no estes considerando llorar, por que el maquillaje que me tarde casi una hora en hacer se echará a perder —refunfuñó.

—Dime ¿Qué hare sin ti en mi vida?

—Partirle la cara a Enrique por mí, si te llega a romper el corazón una vez más...

—Okey —solte divertida—. Espero que eso no sea necesario.

Y nos quedamos paradas una frente a la otra, dedicandonos una sonrisa complice, por todos los chismes que alguna vez compartimos, por todas las noches en vela viendo Netflix y riéndonos de nuestras propias desgracias. Instantes simples que formaron una buena alianza de amistad. La iba a extrañar, la iba extrañar con el alma.

Alguien llamo a la puerta para luego escuchar la voz de Nicolás.
—Ya es hora.

Esa era la última vez que probablemente vería a Luciana, y no mentire quería llorar, hacerme un ovillo y decirle que no quería que nos separaramos, pero sentía que ese no era el momento.

Aby nos habia dicho que lo peor estaba por venir, que guardará mis lágrimas para entonces y en eso, la loca melliza de Enrique no había mentido y yo no tardaría en enterarme de aquello.

La chica del vestido negro esta a unos pocos capítulos de llegar a su fin.

Gracias por acompañarme.

Y estoy esperando, que no se esperen lo que se viene. 😁

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