Capítulo 13

Después de llamar muchas veces a Carlos y que solo respondiera la contestadora. Recorrí mil lugares donde supuse que podría estar, pero no lo encontré en ninguno de ellos, hasta me dio un poco de vergüenza conmigo misma, por pasar al café frente de mi tienda, creyendo que a lo mejor lo encontraría ahí, pero no.
Tal vez justo ahora estaba en un lugar que le recordará a Aby y no a mí.

Asi que fui a su casa. En algún momento tenía que llegar ¿no?

Justo cuando introduje la llave en la cerradura, la camioneta de Carlos pasó frente a la casa, dirigiéndose a la cochera.

Caminé hasta estar frente a la camioneta debía asegurarme que todo estuviera bien. Pero quien bajo fue Enrique, la rodeó y sacó a Carlos de la parte trasera, él cual no podía ni siquiera con su propia conciencia porque iba más que borracho.

—No me lo puedo creer —fue lo único que mis labios pudieron artícular.

—Yo menos —dijo en tono molesto Enrique, quien ya había bajado a Carlos de la camioneta y lo llevaba de su brazo sobre su espalda para que esté no cayera.

Yo fruncí mi entrecejo, aquel simple "yo menos" habia sonado a reclamo.

—¿Por qué presiento que tu vas por un tema lejano al que yo hablo?

Enrique se detuvo, se giro con Carlos, él que parecía un muñeco de trapo, demasiado dócil, tanto que no podía mantenerse de pie.

—¡Porque asi es! —acepto de forma dura—.  ¡Tú sabías que Carlos y Aby tenían un amorío y peor aún, sabias que su esposo la había golpeado y te quedaste callada!

Genial, ahora la responsabilidad estaba cayendo sobre mis hombros.

—¡A ver! bajale a tu tonito, el día que me marché de esta casa me enteré de lo de Aby y Carlos, y yo —dije poniendo mi dedo indice sobre mi pecho—, no tenía porque decirtelo, es tu hermana y mejor amigo ¿O no? yo solo era otra víctima de su engaño. —Me observó de una forma desconcertada, pero solo quizás porque se dio cuenta que tenía la razón—. En cuanto a lo de...—cerré la boca, no sabía que palabras usar para ese tema delicado— ¡los golpes! —solté al fin—. Quería que Aby se los contará, yo no podía entrometerme.

Enrique asintió y se dio la vuelta para seguir caminando con Carlos, pero aunque habia aceptado mis razones no parecía satisfecho.

—Natalia tiene razón, so-solo fue una víctima —sonó la voz de Carlos, la cual era casi inentendible, parecía que aquella simple oración era un trabalenguas, pero solo eran los grados de alcohol en su sistema.

Enrique hizo como si no escucho nada, al igual que yo, y siguió con Carlos apoyado a sus hombros llevándolo hasta su habitación.

Los tipos habían jurado partirce la cara dos veces frente a mí. Pero se querían. Casi como los hermanos que juran odiarse a muerte, pero siempre estan el uno para el otro. A pesar que a veces actuaban como unos imbéciles, tenían una muy buena amistad.

—Lo meteré a la ducha —me informó Enrique, sin dirigir su mirada hacia mí—, ayudame a desvestirlo —dijo casi como si me estuviera dando una orden.

¡Joder! Que sexy que sonaba en ese modo autoritario.

Concentrate Natalia.

—¿Desvestirlo? ¿Yo? Es tu amigo desvistelo tú.

—¡Qué infantil eres!

—El infantil aquí eres tú.

—¿Por qué? —junto sus cejas, dejando a Carlos sentado sobre la cama para observarme.

—No sé.  —Me encogí de hombros—.  Pregúntale a Liss. —Le sonreí sarcástica, esa habia sido una buena jugada.

Soltó a Carlos, quien cayó de espaldas en la cama, y él empezó a caminar hacia mí.

Me tomó por mis dos brazos y empezó a hablar: —¿A Liss? ¿Me llamas ingenuo porque me ha traicionado?

—¡Te he dicho infantil! y ha sido por cerrarle la puerta a la chica en la cara, sin si quiera intentar averiguar si el bebé es tuyo o no.

—Pues iremos y averiguaré eso y cuando descubras que ese bebé no es mío, no intentes disculparte.

—¿Iremos? —Reí ante tal estupides—. Contigo yo no voy ni a la esquina.

—Pues hace unos dias querias irte a mi cama.

No tuve tiempo de revatir, porque Carlos lanzo algo, y había dado justo en una pequeña mesa de cristal, causando un ruido fuerte.

—¡Odio este reloj! —dijo en una forma poco entendible—. Nunca debí aceptarlo, seguramente lo compró con su dinero.

Asi que Aby le habia regalado ese reloj, fue a verse con ella durante los minutos que desapareció.
"Los borrachos nunca mienten" Dicen por ahí. Quizás podría usar tal ventaja a mi favor y sacarle todo a Carlos, pero Enrique estaba ahí.

—¡Sueltame! —Lo empuje, él aún tenía los ojos puestos en Carlos.

—¿Porque odias el reloj?

—¿No es obvio? Fue un regalo de Aby —confirmo el borracho.

¡Genial! hasta un borracho me hacía tonta.

—¿Cuánto tiempo tienes de estar con Aby? —le pregunté. Enrique me miró con sus cejas juntas y luego llevo su mirada a Carlos, yo sé que él también quería saber— ¿Carlos?.... ¡Carlos!

—¡Se ha quedado dormido! —Enrique puso los ojos en blanco—. ¡Ya déjalo en paz!

***

—Por fin ha decidido dejarte sola tú estúpido esposo.

No sabía si estaba bien insultarlo, pero el tipo era estúpido, eso ni como discutirlo.

—¡Asi que la novia de Carlos! —exclamó.

—¡Asi que su amante!

Pude ver como su semblante, el de la chica dulce y amable había cambiado a una expresión dura, como si le molestará el atrevimiento que me tomé de llamarla su amante, pero yo estaba loca, tal vez solo le molestaba lo que habia descubierto, era obvio ¿no? si lo amaba era obvio que le molestaría.

Pero ella también estaba loca si creía que no respondería a su comentario lleno de sarcasmo. Yo ni siquiera sabía de su existencia.
Ella era la víctima de su esposo, pero en dicho tema, yo era una víctima también.

Ya deja de pensar tonterías, a quien deben enfrentar es a Carlos, me recordó mi conciencia.

Sacudí mi cabeza para disculparme: —Lo siento Aby, es solo que...

¡Qué me molesto lo que dijiste! pero no lo podía decir.

Ella ignoro mi silencio y me cuestiono: —¿Desde cuando eres su novia?

—Desde hace unos meses. —De nuevo estaba respondiendo sus preguntas—. Pero no te preocupes, eso ya ha terminado.

—¿Supongo que no tiene nada que ver con mi hermano?

¿En serio? Dos comentarios sarcásticos. "Si Aby, tiene que ver con él, pero también contigo". Que ganas de decirle eso.

—En realidad no —dije caminando dando unos cuantos pasos para evitar verla a los ojos, de nuevo seguía respondiendo a sus preguntas—, pero no estoy aquí por eso, Carlos y Enrique me han enviado para convencerte que lo denuncies.

Y asi era, bueno mas o menos. Yo había pasado dos horas convenciendo a esos dos para que me dejarán hablar con Aby, antes de que ellos quisieran hacer justicia. Y lo logré.
Aceptaron actuar de manera cautelosa y con cabeza fría, con el de los rizos. Solo lo logré después de decirles que era obvio que tenía amenazada a Aby, pero con que, no lo sabía.

—No lo haré —su voz sonó determinada y esquivó mi mirada.

—Supuse que dirías eso —resople—. Asi que solo pídele el divorcio.

Su mirada regresó a mí y reflejaba temor o al menos eso parecía.

—No puedo. —Empezó a sollozar.

—¿Por que no?

—¡Porqué me tiene amenazada! —gritó— ¿Acaso desconfias de mí? ¿Crees que me gusta estar casada con ese loco?

Pero, ¿qué? en ningún momento habia siquiera insinuado nada de eso. Pero debía entenderla, aunque a mí me parecía fácil que se librará de él, yo no sabía por todo lo que había pasado hasta ahora, pero debo de aceptar que me molestaba mucho que aceptará cierto trato.

—Aby no he dicho nada de eso —intente excusarme—, ¿Con que te tiene amenazada? Encontraremos una forma de...

Ella río sarcástica.

—¿Una forma de salir de esto? —resoplo—. No sabes nada de lo que dices Natalia, Nicolás es casi el diablo, peor quizas. Ni Carlos, ni Enrique, ni la policía, ni siquiera el propio diablo podría contra él. —Me miró con lágrimas inundando sus ojos—. Y no te ofendas, pero tú, menos.

Un escalofrio recorrió mi espalda y brazos, no sabía de que era capaz el tipo, pero si Aby lo veía como un demonio era por algo (Por algo que no me quería decir). Pero no podía verme cobarde, no ante ella, debía brindarle seguridad. Para que tuviera la esperanza que pronto sería feliz.

—¡Si! Tienes razón no sé de lo que es capaz. Pero si no me lo dices nunca sabremos si podemos contra él.

No puedo mentirles quería sacudirla y decirle: ¡Suelta ya todo de lo que ese tarado es capaz! Tenía tanta curiosidad, ¿Porque decía que era peor que el diablo? ¿Acaso era una especie de mafioso? ¡Ya Aby dilo!

—No lo puedo denunciar, porqué saldría libre inmediatamente, no tengo ninguna prueba que el fue quien me golpeó, además contrataría a los mejores abogados y ya sabes que la justicia nunca es justa en realidad.

Cuanta razón tenía en esa parte.

—Y no puedo pedirle el divorcio, porque... —cerro los ojos y comenzó a llorar, ¿pero que pasaba? mi corazón se oprimio, Aby estaba mal, mi amiga con quien pasé tantas cosas—. No sé lo que me haría Naty, hay una cláusula en el testamento de su padre, en el que no obtendrá nada de la herencia hasta después de cinco años de matrimonio. Recibió el 25% de la herencia después de casarnos, al parecer esa era la primera cláusula.

¡Carajo! Eso seguía sin responder mis preguntas, pero Aby no estaba en condiciones, se había quebrado al confensarme aquello.
La Abracé, su liso cabello castaño claro olía a rosas, sus lágrimas caían sobre mi brazo que pasaba por delante de ella.
Quería decirle que ya no se preocupara que yo lo iba a solucionar todo, pero no sabía que hacer.

—Eres a la primera que le cuento esto — musito aliviada.

—¿Carlos no lo sabía?

Pude sentir como negaba con la cabeza en medio de mis brazos.

—Pero el día de la farmacia ¿te golpeó frente a él?

—¿De la farmacia? —Se alejo para observarme, con las cejas juntas.

—El dia que llegaste a casa de Carlos con el ojo morado.

—¿Estabas ahí?

—Sí.

La puerta se abrió y si era el famoso ricitos dark, el plan donde Carlos y Enrique me llamarían para salir de ahí, cuando él regresará al hospital habia fracasado, respire aliviada cuando me di cuenta que solo era el doctor.

—¿Como va mi paciente favorita? —dijo en tono afable y muy alegre.

Aby siempre había sido la favorita de todos, siempre adorable, risueña, bondadosa, era la chica de las mil virtudes, agregandole lo guapa que era con su 1.60 de estatura, su cabello castaño, su piel clara, sus hoyuelos que adornaban su sonrisa en cada comisura, los ojos color miel un poco mas claros que los de Enrique, los de ella eran igual a los de su madre. En fin, Aby muy guapa, carismática siempre conseguía ser querida por todos.
Hasta yo la quería como mi hermana.

—Voy muy bien doc, mejorando —su tono ya era el mismo que yo recordaba. Ya ni siquiera parecía que habia estado llorando hace unos minutos.

—Me tengo que ir —los interrumpí—. Espero que te mejores Aby. —Le di un beso en su frente y ella respondió con una tierna sonrisa.

Llegué al auto que estaba frente al hospital, donde estaban los tontos, abrí la puerta del copiloto y entre.

—¿La lograste convencer? —Carlos fue el primero que habló.

—No.

—Te lo dije Carlos debí haber ido yo —ese era el idiota de Enrique en el asiento trasero.

—¿Recuérdame por que estas aquí? —Lo miré con desprecio, me tenían arta sus tontos comentarios, y él sin duda alguna también.

—¡Porque es mi hermana! —contestó.

Okey, la excusa era más que valida.

—Y porque le han expulsado de su trabajo por tres meses como castigo por golpear a la mujer que dice que ama frente a una estación policial —dijo Carlos divertido.

—¡Ya callate! —exclamó dandole un golpe en la cabeza y Carlos se giró y se lo regresó.

Mientras ellos jugaban como un par de niños a los "sapes".

Nicolás llego al hospital, lucía impecable con un traje negro pero no llevaba corbata, llevaba su móvil en la mano, tenía la pinta de un magnate, de uno muy apuesto, no podía negar que lo era,
observandolo desde lejos, parecía un hombre nada más, no uno común y corriente, el tipo gritaba a leguas "poseo una enorme fortuna", pero su apariencia no daba ni una sola pista que fuera un hijo de puta.
Yo tenía curiosidad, por saber todo lo que era capaz de hacer, pero también tenía miedo de descubrirlo.

Pero Aby se merecía que yo venciera ese miedo. Ella se merecía ser libre.

—Tengo un plan —solté.

—Pues ya dilo —me pidio el tonto de Enrique asomándose entre los asientos delanteros.

—Habra una fiesta en el club ese tan esclusivo que te gusta Carlos. —Pude ver una chispa de curiosidad en los ojos de ambos—. Será de antifaces...

—¡Esas son las mejores! —exclamó divertido Enrique.

—Claro te van bien, ahí siempre puedes llevarte a cualquiera al cuarto oscuro, sin siquiera preguntarle el nombre o verle la cara —aclaró Carlos.

El famoso cuarto oscuro, donde todos se toqueteaban, follaban y hacían de las suyas.

¡Vaya ahora entiendo porque les gustaban tanto esas fiestas!
Pero ese no era el tema a discutir.

—¡Exacto! —les di la razón—. Pero no llevaremos a nadie a ningún cuarto oscuro, sino a su casa. —señale al de rizos que aún estaba a las afueras del hospital hablando por su móvil.

—Hay varias cámaras en esa casa las ví el dia que encontré a Aby, nuestro objetivo será robar la grabación donde el tipo la golpea. Esa será una prueba contundente.

Los chicos se dedicaron una mirada, que se querían decir no lo sabré.

—¿Y como vamos a lograr eso? —preguntó Carlos.

—Seduciéndolo.

—¿Y quien lo hará? ¿tú?— preguntó Enrique.

—¿O como sabes que caerá? —añadió su pregunta Carlos.

—No, no lo haré yo —le respondí a Enrique, luego me dirigí a Carlos—. ¡Es un hombre! yo sé que caerá.

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