Capítulo 1

¿Qué tan pequeño es el mundo?

Frente al espejo puse la última capa de rimel sobre mis pestañas, quería que siempre lucieran perfectas, y esa era la palabra mas acertada para definir como quería que todos me vieran.

Me aparte del espejo para subirme en los tacones negros que le sumaban ocho centímetros a mi estatura, asi que esa noche mediría 1.68 metros. Regresé al espejo para poder observar el escote del vestido que dejaba al descubierto toda mi espalda, y no lo podía negar me quedaba muy bien, «el negro te sienta bien» habian sido las palabras de Adriana, la madre de mi novio, luego de entregarme el vestido y los tacones negros.

No puedo negar que tenía un gusto exquisito para vestir y esa noche había decidido compartirlo conmigo, pero yo odiaba los tacones; odiaba el vestido; odiaba el negro y me odiaba a mi vistiendolo. A pesar de eso me obligue a sonreirle al espejo y ensayar la sonrisa que fingiría esa noche, y que probablemente en unas cuantas horas haría que la comisura me temblara delatando que mi sonrisa era una farsa.

Alguien llamó a la puerta y no hacia falta más para saber que se trataba de Carlos, mi novio.

—Pasa —le invité.

La puerta se abrió y su rostro se asomó dejando al descubierto los ojos café que me habían resultado maravillosamente atractivos desde la primera vez que los ví. Es que la belleza que había visto en ellos era algo que me había esmerado en encontrar durante mucho tiempo, pero que solo sus ojos me habian logrado trasmitir: paz y tranquilidad.

—¿Ya te has decidido a bajar? —dijo mientras me repaso con la mirada para terminar esbozando una sonrisa que pareció de satisfacción—. Luces demasiado bella como para quedarte aquí encerrada, pero te lo repito, sino estás comoda con ese vestido deberías usar algo más.

—No has visto la emoción que adornaba la cara de tu madre cuando me lo ha entregado, asi que no quiero desilucionarla.

—Seguro era la misma cara que puso hace un rato cuando recibió a los vecinos de enfrente, y aquí entre nos, no le caen muy bien —dijo la última frase susurrando.

Yo heche a reír.

—Ni siquiera has invitado a los vecinos de enfrente.

—¡Exacto! Y no se ve mucho más emocionada por ese detalle. —Camino hasta llegar a mi lado—. Tampoco morirá porque no uses un vestido.

Regresé la mirada a mi reflejo, note de inmediato que aún no llevaba labial, y Carlos parecio notarlo también.

—Usa el labial rojo —me sugirió—, deseo que esta noche mi cara termine inundada de el.

Nuestras miradas se encontraron a través del espejo, y nos dedicamos una sonrisa cómplice.

Y puedo asegurar que yo dejaría huellas de mi labial rojo en algo más que su rostro.

—Te espero abajo, estoy emocionado de que al fin conozcas a mi mejor amigo. —Me dedicó de nuevo otra sonrisa—. Además quiero pasar mi fiesta de cumpleaños contigo, no tardes —añadió para retirarse de la habitación.

Sabía que debía bajar a la fiesta, desde que Carlos se enteró que Adriana estaba organizando una fiesta elegante por su cumpleaños, me había repetido un sin fin de veces, que en su fiesta por fin me presentaría a su mejor amigo —el cual esperaba que no fuera como los amigos que ya me habia presentado— y cada vez que lo mencionaba una sonrisa iluminaba su rostro, se le notaba que estaba emocionado por qué al fin su amigo y yo nos conocieramos.

Me di el último vistazo en el espejo y me dije: Tu puedes Natalia, siempre has podido.

No, no era un drama exagerado, pero sabía que la noche estaría colmada de los amigos de infancia de Carlos, los niños ricos, refinados y educados, que ya no eran tan niños, para quienes ser refinados era llevar la prenda mas cara del mercado, pero carecían de gracia, y en quienes la palabra educación solo hacía alarde a los títulos que cuelgan de las paredes de alguna lujosa habitación donde sus padres hacían pasar a sus invitados para presumir los logros de sus herederos, ustedes saben el postgrado en Harvard; la maestría en Cambridge. En fin, chicos que habían tenido la mejor educación, pero que eran incapaces de llenar el verdadero significado de la palabra porque carecían de valores y moral.

Asi que sus atributos se resumían a nada al conocerlos verdaderamente y lo único que les quedaba es que eran ricos, pero ser rico nunca ha sido un atributo, y menos uno que se hayan ganado por merito propio, pero esta claro que a ellos no le importa porque gracias a eso podían regir el mundo a pesar de ser detestables.

Baje los escalones con cautela, como una presa que sabe que esta siendo acechada  por buitres para en un descuido comerle hasta las entrañas.
Y no me equivocaba, a unos pocos metros mi mirada se cruzó con los ojos de Andrés, su sonrisa maliciosa y que en algún momento me pareció dulce luego solo me producía asco.

Lo conocía, y sabía que se acercaría a mí y tendríamos la misma conversación de siempre y que siempre me hacía sentir incómoda. Asi que me escabullí entre los invitados y sus miradas, hacia el patio trasero, pero a lo mejor él ya habia empezado su rutina de acosarme como en cada reunión a la que los dos habiamos asistido, entonces seguí de largo  hasta el segundo patio que estaba a un costado de la casa.

Ahí no habían más miradas, solo el leve murmullo que se arrastraba desde la fiesta por encima de una melodía tranquila.

Entre la penumbra de la noche y mis pasos apresurados logre divisar un smoking negro, que según yo, debía ser otro mas de la jauría, alguien más de auien debía huir.

Esa noche me esperaba muchas sorpresas y encuentros no planeados, al menos no por mí. Quizás si en ese momento hubiera reparado más en esa ancha espalda, si hubiera volteado cuando sentí durante mucho tiempo la sensación de que alguien me observaba, habría advertido el caos a tiempo, pero no lo hice, y si lo hubiera hecho no existiera una historia que contar.

Asi que decidí entrar de nuevo a la casa, llegando hasta la cochera y luego a la lavandería que daba acceso a la cocina y al porche delantero, la cocina no mejoraba aquel ambiente ahí estaban Adriana, Carlos y Andrés; quien al parecer en esa ocasión no había decidido ir trás de mí. Se les veía charlando muy agusto, pero sabía que yo no estaría agusto ahí; el problema obviamente era Andrés. Asi que decidí salir al porche y entrar por la puerta principal.

Lo único que conseguí fue encontrarme con otro de los amigos de Carlos. El moreno de ojos verdes: Esteban, llevaba de la mano una chica deslumbrante, elegante y hermosa, que ni siquiera parecía caminar, sino flotar sobre el aura de seguridad que se percibía solo con verle. Estoy segura que era de esas chicas que jamás miraría atrás.

—Buenas noches Natalia —me saludo Esteban— ¿Donde puedo encontrar al cumpleañero?

—Buenas noches. —Le sonreí—. Esta adentro recibiendo a sus invitados.

Luego de mi respuesta Esteban me sonrió, y se dirigió a su acompañante.

—Isabella te presento Natalia, es la novia de Carlos —le dijo a la morena.

—Mucho gusto Natalia, Isabella Castillo. —Me extendió su mano para estrecharla.

Castillo, un apellido que nunca habia escuchado entre cotilleos de la sociedad, pero que sin duda era importante, alguien como Esteban jamás iría a una fiesta de amigos con alguien que no fuera de su mismo nivel social.

—Bienvenida Isabella. —Correspondí a su saludo.

Los dos me dedicaron una sonrisa y empezaron a caminar hacia la entrada principal, mientras Esteban tomaba de la cintura a su mentira bonita. Sé de muy buena fuente que a él no le van las chicas, y que sería una verdadera decepción para la tercera familia mas importante de la región que él lo gritase a los cuatro vientos, asi que ha decidido ocultarlo, como si de un delito se tratará —¡Si! en pleno siglo veintiuno— para mi el verdadero delito es que él no sea feliz, solo por encajar en un círculo asqueroso, y no ser juzgado por amigos, que ocultan peores secretos.

Decidí entrar de nuevo a la casa, la cual por esa noche, no me agradaba, es que muchos de los padres de los amigos de Carlos, no eran mejor que sus hijos, pero lo disfrazaban demasiado bien.

Llegue a la sala, que estaba repleta de invitados pero donde las miradas ya no eran tan despectivas y juzgadoras como hace seis meses cuando Carlos anunció su noviazgo conmigo, una chica con un apellido que no era importante. Empecé a buscar a Carlos con la mirada, y apesar de que aquella era la casa de un Sandoval, del menor para ser más precisa no era tan grande, asi que lo encontré rápidamente, estaba recostado en el umbral de la puerta que conectaba el comedor con la cocina.

Siempre me habia preguntado si era un requisito de los ricos ser bellos, porque la mayoría de las personas que estaban en esa fiesta lo eran, pero los únicos que lo eran tanto por fuera como por dentro eran los Sandoval.

Al menos los únicos dos que estaban en la fiesta.

Carlos tomaba de una copa de champaña, el smoking negro que le habia ayudado a escoger por la mañana, le sentaba de maravilla, seguramente él había nacido para estar en esos trajes, siendo capaz de cerrar cualquier negocio solo usando a favor su hermosa sonrisa.

—Has olvidado peinarte de nuevo —le dije mientras le dí un ligero beso en los labios.

—Has olvidado que odio el peine —contraataco sonriendome.

Pero note que había alguien más en la cocina, alguien a quien no pude ver hasta estar en la puerta, cuando lleve mi mirada hacía esa persona para descubrir de quien se trataba, el corazón se me aceleró, la sonrisa en mis labios se borró asi como la del chico que estaba frente a Carlos y a mí.

—Mi amor él es Enrique, mi mejor amigo, a quien tanto deseaba que conocieras.

La voz de Carlos había sonado lejana, mientras mi corazón latía queriendo salir de mi pecho, sobre todo al darme cuenta que Enrique era el dueño de la espalda ancha que habia visto en el patio.

Enrique se veia atónito, intercambiando la mirada entre Carlos y yo, a lo mejor se había bloqueado. Y yo, yo ya sabía que debía fingir una sonrisa esa noche, que mas daba si la tenía que fingir frente a ese él también.

—Enrique Murcia ¿Asi que tu eres el mejor amigo de mi novio? —use un tono  afable, como si me agradaba encontrarmelo después de tanto tiempo.

—¿Se conocen? —preguntó Carlos confundido

—Claro, íbamos en la misma escuela —respondí antes que Enrique soltara alguna palabra y por la cara que tenía seguramente no lo iba a hacer.

—Pero... ¿Que? vaya esto si que es una sorpresa, tantos meses hablandote de mi chica y resulta que tu ya la conocías. —Carlos golpeó a Enrique en el hombro, y este pareció volver a la realidad.

—Si que es una sorpresa —habló Enrique por primera vez—. Me alegra ver...

Enrique no terminó la frase que supuse iba dirigida a mí, porque el móvil de Carlos empezo a sonar.

—Debo contestar, pero te dejo en buena compañía —me dijo Carlos mientras envolvia mi cintura con su brazo para darme un ligero beso, y pude notar como la mirada de Enrique viajo desde nuestros rostros hacia la mano que tomaba mi cintura.

Mientras observaba a Carlos alejarse por el comedor, deseé en silencio que Adriana apareciera, incluso hasta el molesto de Andrés o cualquier persona pidiendo una indicación de como llegar al baño, yo que sé, pero justo cuando Carlos llego a la sala, Enrique soltó una frase.

—¿Asi que la novia de Carlos?

—Creí que era algo fácil de entender a la primera.

—Ese sentido del humor tan poco común no cambia.

—Tan poco común y hasta casi molesto ¿verdad? —Ví que habían copas de champaña llenas sobre la encimera y me acerqué para tomar una, mientras sentía su mirada sobre mi todo el tiempo—. Además no es ningún mal chiste, solo aclaro lo obvio. —Bebí de mi champaña mientras le sostenía la mirada.

—¿Por qué no le dijiste la verdad a Carlos?

—¿Cuál verdad?

—Que fuimos novios.

Eché a reir fingidamente.

—¿Por qué habría de hacer eso? Si en su momento no querías que nadie se enterara, ¿por qué ahora si?

Yo no esperaba una respuesta, y asi fue, no recibí ninguna; Enrique solo desvió la mirada y sonrió hacia un lado, una característica tan suya, lo mismo que habría hecho hace dos años.

Pero yo, ya no era la misma de hace dos años y no estaba dispuesta a ni siquiera respirar el mismo aire que él. Decidí alejarme de él y justo cuando empecé a caminar hacia la puerta tomó mi brazo.

Pero eran dos años tarde para detenerme.

—Me sueltas, por favor —le pedí con la voz mas determinada que pude entonar.

—Luces muy bella hoy.

No pude evitar ver sus labios mientras pronunciaba aquellas palabras asi como me fue imposible ignorar sus ojos, me seguían pareciendo hipnotizantes, como una terrible, pero hermosa perdición; y nunca supe si eso fue bueno o fue malo.

—Gracias —respondí de una forma seca, mientras él aún seguía tomando mi brazo—. Puedes soltarme por favor.

Y lo hizo, su mano estaba cálida y espero que en aquel pequeño contacto no haya sentido como mi cuerpo temblaba. Estaba frente al tipo del que habia estado enamorada durante mucho tiempo y él tenía la certeza de eso, era como cuando alguien conoce todos tus secretos y en cualquier momento pudiera revelarlos o usarlos en tu contra, y de hacerlo no sería la primera vez que estuviera tomando ventaja de la situación.

Cuando al fin logre salir de la cocina, Carlos ya iba a mi encuentro, y agradecí que no presenciara aquella escena entre Enrique y yo.

—Tengo alguien a quien presentarte mi amor —me informó con la alegría que siempre proyectaba en su voz.

Yo solo asentí, mientras caminaba tras de él tomada de su mano y sintiendo como mi torso aún temblaba.

—Aqui esta mi novia —le dijo con tono lleno de orgullo a alguien que aún no era capaz de ver porque yo aún iba tras de Carlos—, Natalia García.

—Mucho gusto Natalia, Soy Adán Casablanca —dijo tomando mi mano para estrecharla—, eres tan guapa como te han descrito.

Y él era tan guapo como tan buen adulador, Adán Casablanca, obviamente olvidarse de mencionar su apellido habría sido una ofensa para si mismo.

—Me halaga que un amigo de Carlos lo diga. —Le sonreí.

—No es un halago, es la verdad —afirmó mientras tomaba un trago de su copa, y sin ningún descaro me repasaba de arriba a abajo—. Me atrevería a decir que es la novia más guapa que has tenido. —Está vez se dirigió a Carlos.

—Claro que lo es —dijo Carlos mientras sonreía a mi parecer con incomodidad y me abrazaba para acercarme a él.

Esos pequeños gestos de Carlos, me hacían creer que él sabía que la mayoría de su círculo de amistad no era de fiar, pero si lo sabía ¿Por qué aún trataba con ellos? ¿La hipocresía también era un talento nato de los ricos? ¿O solo era miedo de tener a los malos en contra?

Adán cambio de conversación de una manera muy sutil, según él. Empezó a hablarle a Carlos  sobre las fundaciones que su madre manejaba, mientras ponía al tanto a Carlos de cuantas viviendas para los mas necesitados habían construido ya, se permitía verme de vez en cuando fingiendo hacerme parte de la conversación.

Aunque no era un tema para discutir en una fiesta de cumpleaños, Carlos jamás se hubiera permitido dejar con la palabra en la boca a Adán, quien según los cotilleos poseía el segundo apellido mas importante del círculo social es decir la segunda fortuna mas jugoza del lugar, pero que pasaría si se hubieran enterado que solo eran una fachada, que estaban en la quiebra total y que lograban sobrevivir con los fondos que desviaban de las fundaciones que manejaban como los buenos filantropos que eran.

—Mi madre me ha dicho que sería un honor tener a los Sandoval como padrinos para nuestro próximo proyecto —dijo Adán, por supuesto por padrinos se refería a más patrocinadores.

—El honor sería nuestro por apoyar tan magna causa —Carlos era así, educado pero no de una forma falsa.

—Genial, espero verte en todos los eventos de nuestra fundación. —Sonrió con suficiencia tras lograr su objetivo—. También espero que estes ahí Natalia.

—Ahí estaré —respondí.

Observé como se abría paso entre los  invitados y saludaba a muchos de ellos, mientras mi mirada seguía a Adán, me encontré con los ojos de Andrés quien sonrió y también se fue abriendo paso entre la gente hacia nosotros.

—Creo que deberíamos irnos a la verdadera fiesta —fueron las palabras de Andrés tan pronto estuvo frente a Nosotros.

—Yo también lo creo —dijo Carlos sonriendo, y por primera vez me pareció que en serio deseaba salir de ahí.

—Los espero en el Club. —Andrés asintió y me dedicó la última mirada antes de marcharse.

—Mientras yo busco a Enrique —me informo Carlos—, deberías ir por tu abrigo, cuando lo tengas nos vemos en la cochera.

Asi mismo lo hice, empecé a abrirme paso entre los invitados llegue a los escalones, y cuando llegue a mi habitación me di cuenta que la puerta estaba entreabierta tan pronto me acerque vi como Adán se apartaba de una chica, parecía acalorado y llevaba manchados sus labios de rojo, tremenda sorpresa me lleve cuando descubrí que la chica a quien besaba era Isabella, quien habia llegado tomada del brazo de Esteban.

Al parecer a este Adán, como al primer hombre que habito la tierra también se le daba bien jugar con lo prohibido.

Me aparte de inmediato, para impedir que me vieran, y aunque hubiera preferido evitar presenciar aquella escena, que importaba agregar otro secreto a la lista, secretos que yo no debía saber, porque se supone que no los conocía ¿no?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top