30. Sangre y magia
Había caos en todo el territorio. Las noticias le llegaban como pólvora que ardía con un simple chispazo y él las recibía con una sonrisa de satisfacción, como si el fuego fuera suyo. Él amaba el caos. El caos era perfecto para una infiltración, para un ataque sorpresa… y para robar un Cubo.
Sabía que Ozai estaría distraído, tratando de controlar la situación, lo que le daba la oportunidad perfecta para infiltrarse en el castillo y apoderarse del Cubo violeta. Con él en su poder, Seteh planeaba expandir su dominio y luego, hacerse con los demás Cubos del resto del continente.
Cuando llegó al Castillo, los guardias que lo custodiaban fueron reducidos con facilidad por los soldados de élite que lo escoltaban, entrenados especialmente para cumplir cualquier orden sin dudar ni un instante. Seteh ni siquiera se inmutó ante la violencia y atravesó el umbral del castillo que se le había negado a su ejército cinco años atrás.
Otra sonrisa se dibujó en sus labios mientras giraba por los pasillos, esquivando los cuerpos inertes de los guardias que habían intentado detenerlo, con su capa carmesí ondeando detrás de él. Con cada paso, el Cubo rojo que colgaba en su cuello destellaba a la luz de las antorchas, como si el artefacto mágico se regocijara anticipando su victoria inminente. El interior estaba sumido en un silencio inquietante, solo interrumpido por el eco de sus botas contra el suelo de mármol pulido.
Llegar a la sala donde se guardaba el Cubo —y junto a él estaría Ozai— no fue difícil, solo debía seguir el rastro de la seguridad incrementada.
No dejó a nadie con vida a su paso.
Por un instante, todo aquello le pareció demasiado fácil. Cuando él y su escolta personal eliminaron a los diez guardias que estaban junto a las enormes puertas de ébano, se tomó un momento para admirarlas. Era lo único que se interponía entre él y el Cubo que tanto ansiaba.
Cuando abrió las hojas dobles, su sonrisa se ensanchó más aún.
Loy sentía los latidos de su corazón en sus oídos y las piernas le fallaron un instante antes de impulsarse para correr y alcanzar a Dana. Ya no sentía la magia que lo alejaba de ella así que cuando la alcanzó, se dejó caer sobre sus rodillas ignorando el dolor que eso le provocó. Se inclinó temblando hacia el cuerpo inerte que yacía tirado en el suelo, con una herida abierta en el vientre que helaba hasta la médula. Se sintió culpable e inútil, indigno de ser su Ancestro.
Su hermanita estaba aferrada a la muchacha llorando a moco tendido, con las manitas teñidas de carmesí, mientras Dana la miraba sin ver, con los ojos vacíos. Estremecido, Loy colocó sus manos en los hombros de su hermana y trató de apartarla con delicadeza
—Clay, suéltala, por favor —pidió el muchacho, con la voz ronca, pero la niña negó con la cabeza—. Necesitamos curarla —agregó, intentando mantener una voz tranquila, pero se le quebraba.
La niña, no muy convencida, se separó al fin de la muchacha y se quedó parada mirándolos, hipando. Cerca de ella se incorporaba Thomas, herido pero en buen estado. Le debía su vida a la diosa.
Loy apartó un mechón de cabello de Dana de su rostro y verla de cerca en ese estado tan débil lo llenó de terror y angustia. La sangre se había expandido por su vestido negro, manchando también a su sacón gris favorito, así que, sin dejar pasar más tiempo, pasó el brazo detrás de su cabeza para alzarla un poco y atraerla hacia sí. Tenía un peso muerto que lo asustó por completo. Lo único que indicaba que continuaba viva era el irregular movimiento de su tórax.
Entonces, como quien recibe una descarga eléctrica, Loy sintió un hormigueo intenso en todo su cuerpo. Sus dedos picaban y resplandecían en una luz violácea que le indicaba que había trazos de magia en ellos y eso lo asustó. No entendía cómo esa fuerza desconocida y hostil respondía a él en ese momento, pero supo que podría mantener a Dana viva por un tiempo más. La abrazó con más fuerza y ese escalofrío se desparramó por completo, desbordándose y saliendo de él hacia la muchacha en sus brazos.
Dana tomó aire con fuerza y tosió. Él la separó un poco para verla y una débil llama púrpura recorrió a la chica de cabeza a pies y su herida dejó de sangrar, apenas cicatrizando. Perplejo Loy no pudo evitar esbozar una sonrisa.
"Simplemente hago uso de la magia que me permite mi diosa para sus designios..." Recordó con claridad la voz de Rumi, el Ancestro de la diosa Verde, mientras vestía a William usando esa magia. Y por más absurdo que pareciera, él acababa de hacer lo mismo para curar a su diosa. No la entendía y sentía que lo sobrepasaba, pero mientras estuviera con él, sentía que podía mantenerla con vida. El Cubo, como fuera que funcionara, lo había aceptado como su Ancestro.
—Aguanta, Dana.
Se levantó con cuidado, la cargó en sus brazos y miró alrededor como buscando apoyo.
—Hay que llevarla hasta el Cubo —dijo, y su voz estaba tan frágil como la chica en sus brazos. Thomas fue el único que asintió a sus palabras.
A su alrededor, nadie se atrevía a hablar o moverse, desconcertados por el desenlace de aquella madrugada agitada. La vida de la diosa pendía de un hilo y con ello, la victoria sobre Ozai. Si Dana no luchaba con ellos, ¿entonces quién?
Entre la multitud, solo dos personas se movieron, acercándose a ellos con velocidad. Mey fue la primera en alcanzarlos, con el rostro compungido y tomando a Clay en sus brazos. Dylan llegó justo después.
—Loy… —gimió la mujer, buscando las palabras para consolar y animar a su hijo, pero no tenía idea de qué hacer para ayudarlo. Dana se desangraba, no llegaría con vida a ninguna parte.
—La forma más rápida de llegar a Sigma sería en tren… —acotó Dylan, jadeando y sudando por el esfuerzo de la lucha previa.
—Ella morirá antes siquiera de llegar al tren —cortó Loy, negando con la cabeza.
Se mordió los labios para contener el temblor de su mentón. Apenas le llegó a la boca un par de maldiciones mientras sentía la humedad de la sangre que le manchaba la ropa. Sentía un nudo en la garganta, pero se obligó a mantener la calma.
—Pero es la única forma de llegar rápido hasta Sigma —agregó Greenwich con convicción.
El fuego seguía devorando el refugio y los edificios colindantes. El humo se esparció, dificultando la visibilidad y la respiración. Si bien Dana había alejado a los soldados, ellos podrían volver y tomar represalias, por lo que Dylan indicó a los rebeldes y refugiados que aprovecharan el caos para huir y esconderse. Mey sabía que no sería de ayuda para ellos, así que decidió quedarse. Le echó una mirada de lo más significativa a Thomas y él, entendiendo, no dudó en acompañar a Loy.
Greenwich le indicó por dónde ir, ya que conocía el camino hasta la estación. Se alejaron del infierno en que se había convertido el refugio y los alrededores, y la sensación de ahogo por el humo se hizo menor. El muchacho ya avanzaba corriendo con el cuidado de mantener a Dana lo más inmóvil posible. Se detuvo un momento a tomar aliento y Thomas se ofreció a cargarla, mas él se negó, aún sin confiar en él. Avanzaron por un par de minutos más hasta que llegaron.
La estación se veía más agitada de lo normal, pero Loy y Thomas ignoraron el ajetreo y se metieron en el primer tren que indicaba el pueblo de Sigma como destino. Sin embargo el guardia, así que los vio arribar, les impidió avanzar más. Sus ojos bajaban constantemente hacia el cuerpo inerte de Dana, apenas cubierta por la capa de Loy como si fuera un cadáver.
—No puedo dejarlos pasar sin autorización —dijo el guardia con firmeza.
Loy intercambió una mirada con Thomas. Estaba cansado y las pocas fuerzas que le quedaban estaban concentradas en cargar a la muchacha. Con el tiempo corriendo en su contra, Greenwich dio un paso adelante.
—Escúcheme —dijo el hombre tomando su voz autoritaria que solía usar cuando era teniente—. Nuestra diosa está muriendo, y si no la llevamos al Cubo a tiempo, todo el territorio podría estar en peligro.
El guardia, todavía inseguro, pasó los ojos desde los dos hasta el pálido de Dana y su cabello morado. Otro empleado, un hombre pequeño que se perdía dentro de su uniforme, se acercó corriendo e inclinó varias veces la cabeza hacia Loy, Dana y Thomas.
—Por aquí, yo los guiaré —dijo el recién llegado bajo la mirada reprobatoria de su compañero.
—Igniel…
El hombre ignoró a su compañero e hizo pasar a los hombres a una cabina privada. Ambos se metieron rápidamente y el guardia, antes de cerrarles la puerta corrediza, se quedó observándolos mientras se estrujaba las manos.
—Díganle a William que no podré volver a interceder por la diosa. La causa es importante, pero mi empleo también.
No esperó respuesta y cerró el compartimiento de un golpe. Thomas miró a Loy sin entender, pero él, al escuchar el nombre del muchacho rojo, sintió los celos revolviéndose en el fondo del estómago. Sea lo que fuera, volvía a ayudar a Dana incluso en la distancia.
Cuando Dana lanzó ese potente golpe de energía, Ozai lo sintió como si él también estuviera allí, junto a sus soldados. No lograba entender cómo aquello pudo ocurrir, ya que había limitado el flujo de magia hacia Dana hasta el mínimo posible. Estuvo aturdido por varios segundos, o quizá fueron horas, pero no podía decirlo a ciencia cierta. El Cubo también había sido afectado ya que, cuando despertó, este aún seguía con los colores morados arremolinados en formas caóticas sobre sus seis caras, sin permitirle divisar nada en ellas.
Cuando todo se normalizó y sus ojos pudieron enfocarse mejor, le sorprendió ver a alguien de pie con la espada apoyada sobre la puerta cerrada. Pestañeó pensando que era un espejismo, pero el hombre continuaba allí con una sonrisa ladina. Era fornido y veterano, cuyo cabello completamente blanco lo tenía sujeto en una alta cola de caballo. Sus ojos brillaban en un tono carmesí tan funesto que asustó al dios Violeta, y de su cuello colgaba un llameante Cubo, el cual parecía un pequeño trozo de lava.
No había dudas, era el dios Rojo: Seteh. Ozai tembló ante su presencia.
—Ozai, Ozai, Ozai… —canturreó Seteh, chasqueando la lengua en tono condescendiente—. ¿De verdad pensaste que podrías usurpar el lugar de la diosa violeta sin consecuencias? El caos que has generado es la oportunidad perfecta para apoderarme de este territorio... y de ese Cubo que apenas puedes manejar —añadió, señalándolo.
Al Cubo parecía no importarle tener a aquel intruso allí, o eso le pareció a Ozai, ya que no había notado ningún tipo de cambio en él. Incluso se giró instintivamente para mirar la cara donde podía ver a todas las personas en su Territorio y allí lo vio, brillando como una estrella, el punto carmesí que le indicaba que aquél era en verdad el dios Rojo.
—¿Qué… hace aquí? —preguntó Ozai con perplejidad, sin salirse de su asombro. Incluso olvidó que debía ser más respetuoso ante un verdadero dios—. Nada le da derecho a tomar el Cubo violeta, yo soy el dios aquí, en este territorio.
Seth soltó una carcajada que reverberó en la habitación, llenando los rincones.
—No me hagas reír, solo eres un patético impostor jugando a ser dios. Pero se acabó el tiempo. Perdiste.
Ozai sintió la ira burbujeando en el medio del pecho. Movió la mano y el cubo respondió, pero el golpe de magia que le lanzó al dios rojo fue débil y Seteh lo esquivó con habilidad. El Cubo aún estaba aturdido y no le respondía como quisiera. Temió que fuera por la presencia del dios Rojo.
—Un Cubo no puede matar a un dios de otro territorio incluso estando en suyo propio, ¿no lo sabías? —se burló Seteh y se rio—. Supongo que no, ya que eres un farsante.
Su mano descansó con suavidad sobre la empuñadura de su espada. Ozai seguía analizándolo con suspicacia, intentando encontrar la forma de deshacerse de él. Si era cierto que no podía matarlo, las cosas se complicaban demasiado, incluso si el dios rojo no podía usar su propia magia allí. Dos Cubos no podían actuar en el mismo lugar, el nativo eclipsaba al otro. En este caso, el Cubo Violeta no permitía al Cubo Rojo hacer uso de sus poderes allí. Así eran las leyes de la magia.
—Y como sé que vuestra verdadera diosa está casi muerta, me es más fácil deshacerme de ti y luego de ella... Incluso si llega viva hasta acá —añadió, haciendo un gesto con la cabeza hacia la cara del Cubo que estaba detrás de Ozai, quien se giró para ver. Entonces percibió el punto violeta parpadeante que indicaba que Dana estaba ya casi arribando a Sigma, y apretó los dientes—, eso facilitará las cosas para mí.
A Ozai le sorprendió la tranquilidad con la que emitía sus palabras y Seteh quedó de pie como si esperara una respuesta.
—El Cubo me obedece a mí, y este territorio es mío. Yo lo cuidé todo estos siglos. —Ozai levantó el mentón, girando todo su cuerpo que flotaba en el interior del Cubo hacia Seteh—. Y tú no tienes ningún derecho aquí.
Seteh no dejó de sonreír.
—Ninguno tenemos derecho, sin embargo, aquí estamos, ansiando un poder que no nos pertenece.
Se acercó despacio y Ozai se irguió más aún, tratando de parecer que no se sentía acorralado.
—Me sorprende que tengas el Cubo en estado natural, no me facilita las cosas, pero… —Seteh puso la mano en la empuñadura de su espada, cuya funda negra tenía hilos en color rojo, como si fuera lava fundida—. Si no sales de ahí por las buenas para enfrentarme de hombre a hombre —añadió, alzando las cejas—. Lo harás pronto por las malas. Sé que para un humano insignificante con tú es agotador estar ahí adentro...
Ozai frunció el ceño sintiéndose ofendido. Nunca imaginó que el dios rojo fuera tan insolente como para amenazar sabiendo que su magia no funcionaba en un Territorio ajeno, aún teniendo su Cubo rojo consigo. El falso dios tenía la magia del Cubo violeta, así que tenía la ventaja en ese juego. Aún así, era cierto que era muy agotador. Se cansaba con facilidad y tendía a perder el hilo de sus pensamientos. Aunque nunca iba admitir que era demasiado para él, que no podía soportar tanto poder, porque él sería dios a cualquier costa.
Estar dentro del Cubo había sido toda su fortaleza, pero entonces, bajo la mirada implacable de Seteh, cada uso de magia se sentía más pesado. Era como si el mismo Cubo estuviera juzgándolo, alejándose de su control.
El dios rojo soltó una risita que vibró en su pecho y Ozai volvió a atacar para callarlo.
Ay, sé que he estado reeeee perdida! Mil disculpas! Ya estoy terminando la edición, así que ya la terminaré pronto 🙌🏻
Gracias por el apoyo y el aguante! ❤️
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