LUCES DE ESPERANZA

La belleza lo rodea, su resplandor impide el sigilo, por eso no se esconde, y desde lejos el ser de luz observa el lugar donde sufre la chica.  Un antro lleno de demonios, espíritus y miseria humana, se levanta tenebroso entre árboles de flámboyan. Las flores rojas de los árboles armonizan con el cielo naranja del ocaso, mientras decenas de gatos se suman al paisaje y los murciélagos, comienzan sus primeros vuelos de la noche. Hasta que solo queda la luz de la luna y el fulgor arcoíris de las alas del ángel, que desde una colina observa el sufrimiento humano con impotencia. Los demonios y demás espíritus se muestran inquietos con su presencia, a pesar de que saben que no se acercará, pero ellos entienden que la razón de que el ángel esté allí, significa que todos sus planes pueden verse frustrados.

Desde una ventana el dueño de la chica observa la colina, es el único allí que no está preocupado por la presencia del ángel. Se sonríe, sabe que el ángel puede ver su sonrisa y eso le da mucha satisfacción. El ángel llora ante la miseria humana, pero permanece inmóvil como un testigo luminoso. En completo silencio brotan sus lágrimas, como gotas de luces de colores que caen al suelo y estallan como fuegos artificiales. Solo los demonios ven su presencia, la gente pasa por su lado sin notar su existencia, ni es el interés de Él revelarse a ellos. ¿Cómo puede tanta luz escapar a los ojos de los hombres? ¿Acaso las tinieblas es lo único que ven?. 

El ser inmundo deja de sonreír, se voltea, toma el cuello de la chica y lo aprieta. La chica está inerme, tendida e inconsciente, es estrangulada poco a poco. El ángel se desespera, mira al cielo y bajando la vista da un paso al frente. Este ser se detiene en seco, algo lo detuvo, quedando angustiosamente quieto. El demonio disfruta, sonríe, pero luego suelta la chica. Ella es solo una pieza en un tablero muy grande. Ella sigue inconsciente, cada vez más desgastada, cada vez más cerca de la muerte. El ser de luz lo sabe, el inmundo lo anhela. El Ángel se arrodilla, suelta su lanza y uniendo sus manos, ora en silencio.

La chica siente el viento soplar fuera de la casa, una luz muy intensa entra por cada rendija del armario ¿Qué está pasando?, se pregunta. Ella se acerca a mirar por las ranuras, pero no ve nada más que luz blanca intensa. Entonces los escuchó, un coro, voces sublimes que cantan desde arriba. La dulzura de las canciones son como ungüento a su alma, siente como las piezas de su mente se acomodan, mientras una suave lluvia enamora el techo y hace despertar el olor a tierra caliente mojada. Pareciera de día y es de noche, ¿Que luz tan intensa?, pensó la chica, mientras el coro celestial sigue cantando. El demonio en su interior ahora gime de angustia, y por primera vez ella no siente dolor, ni miedo, ni tristeza. 

Es tan agradable el placer de escuchar ese canto y sus ojos van recobrando la vista. La chica mira desde la ranura, puede ver la colina y al ser de luz que ora en ella. Desde el ángel salen rayos de luces de colores hacia todos lados, sus alas parecen más grandes y puede ver como el cielo danza sobre él. Ella siente paz, y en ese justo instante, el ángel levanta la mirada y sus ojos blancos perciben la paz en los ojos de la chica, por lo cual le habla - "ten esperanza" y las palabras de ese ser parecen flores naciéndole en el alma. Las paredes del armario parecen desvanecerse y extiende su mano a la colina, cuando es tirada al suelo de un tirón, atrapada en el sucio closet que se estrecha hasta la forma de un ataúd. Desde sus entrañas la voz del inmundo le hace sangrar el cerebro cuando grita - ¡No hay esperanza¡, mientras serpientes salen del suelo y rodeando su cuerpo la comprimen contra la tierra. La chica se asfixia y una vez más el demonio le grita - "No hay esperanza". Ella convulsiona y sangre brota de todos sus orificios. La angustia regresa a ella con refuerzos, acompañada de la locura y la desolación. Aún los ángeles cantan en el cielo, pero le crujen tan duro sus huesos, que no escucha nada más que el horripilante grito del demonio que ha tomado su cuerpo.

En el antro demoniaco, todos los humanos comienzan a gritar, los demonios tratan de silenciar el cielo con la súplica de auxilio de los hombres. El ángel ora y en su ayuda otros seres luminosos han venido a acompañarle. Mientras las personas que deambulan en la noche, ni siquiera perciben el espectáculo de luces en la colina, ni escuchan el coro celestial, aunque se alejan todo lo que pueden de los gritos de desolación, de esas pobres almas que a merced de los inmundos, son prisioneros de las tinieblas. La chica por su parte, intenta no olvidar al unicornio, al ángel, a esa dulce voz y al canto celestial, pero sus recuerdos se le escapan. Al final, solo queda una voz en sus sangrantes oídos, la del demonio en su vientre, que sigue gritándole -"No hay esperanza".


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