Huracán
Escucho en la lejanía el crujir de los árboles y el silbido del viento. Los truenos estremecen a los habitantes de aquel pueblo gris. La lluvia cae en tempestad, furiosa e incontrolable, con la intención de ahogarlo todo con su fuerza.
Los rayos iluminan el pasillo desolado, la madera cede a mis pasos, pero el grito enfurecido del cielo calla todo sonido que no sea la tormenta que sucede sobre nuestras cabezas.
Mi corazón late contra mis costillas, cada trueno me llena las venas de valentía y cada respiración vaga se convierte en un destellante impulso de seguir mi camino mientras sostengo el mango del cuchillo detrás de mi espalda.
La manilla de la puerta está helada, me hace temblar; la giro y me adentro a la habitación. Hay silencio, oscuridad, calma, solo puedo escuchar las gotas de agua golpeando el vidrio incesantemente y el estallido del trueno. Si no fuera por la apenas visible sombra que yace en la diminuta cama, creería que está vacía.
El sonido ensordecedor de la tormenta parece no molestar en lo absoluto al cuerpo enclenque de respiración suave. Camino hasta la orilla de la cama y observo más de cerca.
Luce tan vulnerable, tan débil y frágil, durmiendo plácidamente mientras un huracán sin escrúpulos está desarrollándose tan cerca de ella, con la intención de arrasar todo a su paso, incluída a ella. Un huracán tan grande que opacaría a la tormenta de afuera, que haría temer a la tormenta por la magnitud de su fuerza.
La sola idea de tener su vida en mis manos, hace brillar en deseo mis ojos, me crea una sensación repulsiva de placer que retuerce mi estómago y me hace sonreír en la oscuridad. Podría afirmar que incluso me excité al imaginar su sangre gotear entre mis dedos, su piel cediendo al filo del cuchillo, cortando la piel tan fácil como cortar mantequilla.
El resplandor del relámpago ilumina por momentos la habitación. En mi mente creo ver una sombra acechando en la orilla, paciente y expectante.
Sé lo que es, es la muerte, esperando llevar otra alma desafortunada en su regazo, esperando y esperando, susurrando en el aire palabra de aliento, regocijada ante la expectativa, ante la emoción de ver otra vez una vida apagarse lentamente.
Su emoción es contagiosa, y rápidamente estoy igual de deseosa. Levanto el cuchillo por encima de mi cabeza y me aseguro de abrir bien mis ojos para no perderme de ningún detalle. Y justo en el momento en que tomaba una inspiración profunda y me preparaba para enterrar el cuchillo en el tórax, atravesando el esternón, astillando las costillas y clavándose en el corazón que bombeaba sangre sin cesar. La manilla de la puerta chirrió y me hizo alertarme de intrusos imprevistos.
Escondo el cuchillo dentro de mi pijama al momento en que las luces encendieron y me ciegan por unos segundos. Los dos intrusos me observan interrogantes.
—Es medianoche, cariño. ¿Qué haces despierta tan tarde? —la voz cantarina de mamá se torna acusadora.
Sonrío angelical, mis mejillas se tornan de un suave rubor, el único indicio de mi ira contenida, —Solo quería asegurarme que la bebé no se despertara por la tormenta. No quería que se asustara por los truenos.
Hago un puchero. Mis padres sonríen con ternura.
Papá niega con la cabeza antes de decir:—Sabes que tu hermanita tiene el sueño pesado de un Oso. Ve a dormir, nosotros nos quedaremos con ella.
Asiento con una sonrisa, me acerco a el cuerpo de tan solo meses y le acaricio su pequeña cabeza antes de acercarme a darle un beso en la coronilla. Sin apartarme susurro en su oído:—Parece que no será esta noche, hermanita. Dulces sueños.
Voy a la entrada de la puerta, no sin hacer señas a mis padres para que se arrodillaran y darle un beso húmedo en cada mejilla.
—Feliz noche, cariño.
Me despido con una mano y atravieso la puerta, pero primero echo un vistazo a la esquina. Me decepciona que no haya nada, ya no está, la muerte se fue a la siguiente parada, me entristece que se fuera con las manos vacías.
Voy caminando por el pasillo, camino a mi habitación y me tranquilizo mentalmente mientras el cielo no parece cesar su llanto.
“No pasa nada, no pasa nada. Lo harás, lo lograrás, desatarás el huracán. Mañana será otra noche, y esta vez no fallarás.”
...
¡Hola! Hace un buen tiempo que no me pasaba por aquí, pido disculpas, he estado muy ocupada con mi trabajo. Peeero, Halloween se acerca y los estaré sorprendiendo con unos relatos para morirse ;)
Nos leemos en la próxima, besos.
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