Aquellos Amantes


Y entonces aquellos amantes desenfrenados hicieron el amor por primera vez. Esa primera vez desastrosa, calurosa, risueña y húmeda. De esas memorables que se quedan tatuadas en tu piel, y grabadas en tus pensamientos.

Pero ya lo habían hecho desde hace mucho antes.

Aquellos amantes hicieron el amor con aquella primera mirada, con aquel primer 'Te amo'. Ya venían haciendo el amor con todos esos besos robados y caricias furtivas, con cartas de amor secretas y sonrisas sinceras, con charlas que duraban largas horas pero que nunca era suficiente para ellos, y sueños... sueños que rozaban lo infinito.

La realidad era que la carne estaba haciendo el amor por primera vez. Conociéndose y explorando el recorrido de sus cuerpos, disfrutando de su calor y apreciando su sabor. Tenían hambre, sed, deseo y necesidad por el otro; estaban desesperados por continuar, hambrientos por degustar cada lunar, cada peca, cada gota de sudor, estaban desesperados por arrancar trozos de piel e impregnarse con el olor del otro, por deleitarse de los idílicos y adictivos sonidos que sus cuerpos eran capaces de producir.

Esa era la primera vez, el turno de la carne de tomar el control.

Para aquellos amantes, era el momento de ser impulsivos, irracionales, desenfrenados y pecadores. Era el momento de entregarse el uno al otro, de lograr eso que muchos buscan, esos dos corazones y un sólo latir.

Y aquellos amantes, vaya que sabían de amarse; se amaban entre lo prohibido, en la oscuridad. Ese tipo de amor que no cualquiera tiene, del tipo sombrío y retorcido, inmarcesible y un poco desastroso. Nunca nadie había amado como aquellos dos locos suicidas.

Un amor sempiterno y perenne, de esos que cortan la respiración. Se notaba a kilómetros, una sola palabra era capaz de convertir la tierra en el mismísimo infierno. Aquellos demonios sí que sabían de amarse, y de como hacer el amor, ¡Vaya qué sí lo sabían!

Y si me preguntaran, diría que nunca antes vi como la carne se dejaba llevar por el placentero egoísmo de posesión; diría que es la primera vez que veo un amor tan torpe, genuino y mágico, la primera vez que noto como es el verdadero paraíso en el infierno; como noté la fragilidad de dos almas rotas en cuerpos hambrientos, con el único propósito de devorarse, y lo hicieron.

Se devoraron con dolor, con angustia, con desesperación; como si notaran lo jodidos que estaban. Se devoraron con la misma ferocidad en que sus almas se juntaban, destrozadas, mientras era el turno de la carne de hacer el amor.

Era su turno, porque el alma ya lo había hecho, desde hace mucho que lo había hecho.

-- Daniela Umbria.

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