6. El comienzo de todo
Un par de años atrás...
Los merodeadores empezaron a trazar su amistad desde el primer día que tuvieron que compartir habitación en la torre de Gryffindor y aunque muchos no fuesen capaces de creerlo al ver las millones de diferencias que saltaban a la vista, eran un complemento perfecto.
Las bromas de James, la arrogancia de Sirius, la caballerosidad de Remus y la inocencia de Peter convertían a los cuatro en un grupo perfecto.
Tras el primer castigo sabían que algo más espiritual los unía, aunque ninguno era capaz de admitirlo tan fácil. Son afortunados, a su manera, de tenerse entre ellos.
Sin embargo algo les hacía falta, algo no cerraba por completo y eso mismo era lo que muchas veces les hacía quedarse despiertos mirando el techo por horas hasta entrada la madrugada.
Y, lejos de lo que ellos hubiesen esperado, es Peter, a mediados de primero, quien descubre que es lo que les hacía falta.
Caminaba solo por los pasillos del colegio directo a la biblioteca, donde sabe que Remus le estaba esperando. James y Sirius sufren su ya tercer castigo en lo que va del año.
No le convencía marchar solo sabiendo lo que hacían los "malos" estudiantes de grados superiores.
-Si sigues caminando así te vas a dar contra algo- la voz aterciopelada le llegó hasta los oídos de una forma intensa y se detuvo para voltear y encontrarse con la bella cobriza que le sonreía unos pasos más atrás de él- Te decía, que puedes llegar a caerte incluso. No debes andar tan rápido por los pasillos sin saber cómo son estos.
-¿Quién te dijo que no sé cómo son?- preguntó, algo brusco. Comunicarse con las chicas nunca ha sido su fuerte. Y hasta ese momento jamás se lo había planteado.
-Estamos en primero- contestó sonriendo, mientras se acomodaba uno de sus estirados rizos detrás de la oreja- ¿Eres Peter Pettigrew?
-¿Cómo?- abrió los ojos, incapaz de creer lo que sus oídos escuchaban. Le preguntaban directamente su nombre, no si es amigo de ellos...
-¿Me equivoqué?- su ceño se frunció lentamente- Perdón. Creí que eras Peter Pettigrew...
-Soy Peter- asintió y ella sonrío.
-Soy Rachel Collingwood- ella alzó la mano hasta rozar sus delicados dedos contra los del niño- Un placer chocar contigo, Peter- apretando los libros a su pecho, siguió caminando de largo, ignorando los grandes ojos azulados del chico en su espalda.
-¿Qué tienes, Pit?- le preguntó Remus cuando se colocó a su lado, en la biblioteca. Pero es incapaz de contestar, porque aún sigue pensando en los rizos estirados de Rachel.
Le resulta extraño cuando en la cena la ve sentada entre las águilas y ella le sonríe. Lejos de, con lo que Sirius le va a molestaría un largo rato, pensar que ella es atractiva, Peter se detiene a verle como una chica, una chica especial fuera de los estándares de cualquiera, incapaz de compararse con la bella pelirroja de la que James pasa hablando..
El sintió, desde ese pequeño momento, que ella era especial.
-Dime, Rachel- ambos se encuentran a solas, una vez más. Elle le presta atención, deseando leer junto a él y sonriendole tiernamente cada vez que le encontró jugueteando inocentemente con su largo cabello cobrizo- ¿Cuánto tiempo es para siempre?
Ella alzó la cabeza de su libro de cuentas y se mordió el labio, buscando una respuesta concisa para su nuevo amigo.
-A veces, solo un segundo- contestó finalmente antes de seguir con su tarea.
Peter le examinó sobre el grosor de su libro y asintió, conforme con la respuesta.
La chica fue rápidamente aceptada entre ellos por su innato talento por la comida, incluso, alguna vez en el verano, los chicos se sorprenden recibiendo postres de la cobriza. Peter reconoció ante sus amigos haber hecho algo bien en mucho tiempo.
Entonces los cuatro esperaron encontrarse en el verano, para poder verse y por primera vez, reencontrarse con su nueva amiga.
-No creo que sea prudente- Remus es la voz que les llamó y los dos azabaches le miraron con el ceño fruncido- Ya saben. Es la amiga de Peter y aunque nos caiga muy bien, ella está con nosotros por él, no tienen que presionarla para que se junte con nosotros. Todo a su tiempo.
Y nunca aquellas palabras dolieron tanto en los chicos.
Rápidamente el vacío se instaló y esta vez es James quien consigue aliviarlo lo suficientemente rápido como para no extrañarlo.
-¡Mi cabello está azul!- chilló unos pasillos más allá una chica y James se cayó al suelo, sin poder evitarlo, en un ataque de risa. Se tomó de las costillas mientras rodaba por el suelo, aunque guardó silencio cuando la muchacha aparece delante de él- ¡Fuiste tú!
-Yo solo me estoy riendo- contestó mientras se sentaba en el suelo y le examinó. La chica era realmente hermosa. Muy hermosa. Su liso cabello castaño le caía hasta por debajo de los hombros y sus ojos, casi negros, le estaban atravesando hasta tocarle el alma- ¿Tú eres?- preguntó, al notar que llevaba el escudo de Gryffindor en el pecho.
-Voy en segundo contigo, idiota- le espetó, pateándolo para que se ponga de pie. Sus ojos le examinan- Eres Potter, el amigo de Black.
-Eso dicen- contestó, hundiéndose de hombros.
Era demasiado pronto para agregar el mote de merodeador luego del apellido.
-Levántate- ordenó mientras rebuscaba algo entre los pliegues de su túnica- No voy a hechizarte así.
-¿Me vas a hechizar?- sus ojos se abrieron como platos, provocando que las gafas se le inclinaran un poco hacia un lado.
-¡Me has puesto el pelo azul!- chilló, como niña pequeña- ¡Azul! ¿¡De todos los colores que había tenías que ponérmelo azul!?
-Si quieres puedo probar con el morado...
-¿Enserio?
Sus ojos se cruzaron por primera vez en todo ese tiempo y James sintió cierta tranquilidad latiéndole en el pecho y asintió mientras hacía una floritura. El cabello de la chica cambió de color mientras una sonrisa aparecía en sus labios, totalmente fascinada.
Y la relación surgió mágicamente entre ambos, sin reservas. Haciéndose aún más fuerte al saber que la chica era intima de cierta pelirroja.
-¡Estás loca!- dijo mientras se reía junto a ella cuando terminan de pintarle el cabello de morado a cada persona que pasa a su lado.
-Eso me temo- se hundió de hombros graciosamente, inclinándose sobre su hombro hasta pegar los labios a su oído- ¿Pero te cuento un secreto? Las mejores personas lo están.
Y James asintió sin nada que objetar.
Nació, en ese momento, el monstruo celoso de James Potter que por nada en el mundo permitía que su bella Hestia Robinson sufriera por un chico o que alguno soñase con tocarle.
-Jamás podrás separarlos, pero no debes tener miedo, James nunca va a suplantarte- Remus colocó un brazo sobre el hombro de Sirius y este le miró. Ambos estaban en las gradas de las canchas de quidditch viendo como el chico de gafas y su nueva amiga toman las pruebas para entrar al equipo de su casa- Tú eres Sirius Black y ella es Hestia Robinson, James nunca tomaría esa decisión porque es muy tonto como darse cuenta de tus celos.
-No son celos- protestó, largando un suspiro, mientras sus obres grises recorrían el cielo- Es que es extraño...
-Yo también lo siento- Remus siguió su mirada y luego la bajó hasta donde Rachel y Peter estaban hablando- Es como si en ocasiones necesitara que una chica...
-Yo nunca voy a depender de una chica- sentenció, mientras que con elegancia se cruzaba de brazos y sonreía.
Lamentablemente no fue hasta dentro de un año, casi a mediados de cuarto, cuando debió de tragarse sus palabras y evaluar todo lo que en su mente ha existido hasta ese momento.
En su brazo colgaba una bella chica de cabellos castaños y ojos azules. Su destino era Homesgade como salida de navidad porque ni él, ni sus amigos y tampoco, obviamente, la chica que va a su lado, han vuelto a sus casas.
Ella hablaba y hablaba, aunque él estaba lejos de escucharle.
Y de repente sintió como algo chocaba contra su cuerpo y se vio cayendo hasta estar sobre la fría nieve, enterrado por completo. Furioso, levantó la cabeza y logró distinguir la cabellera rubia más rizada que había visto hasta ese momento.
-Debes de fijarte por dónde vas, ¿sabes?- ella se cruzó de brazos, ni siquiera mostrándose arrepentida por haberle chocado- Que seas el dios del colegio no quiere decir que fuera de este debas mostrarte igual.
-¡Oye!- protestó la chica que iba colgando del brazo de Sirius.
-Guarda silencio, que no estoy hablando contigo- ni siquiera volteó para mirarle fugazmente ya que sus ojos están clavados en los de Sirius, analizando todo su bello rostro a la vez- Si quieres puedo invitarte un chocolate caliente, debo admitir que en parte también fue mi error por no haberte visto- y esa es la primera vez que se mostró benevolente ante él. Porque a pesar de ser extremadamente iguales y actuar casi siempre a la par, será ella siempre la que diga lo último entre ambos- Pero luego, porque a mí no me gusta compartir- apartó los ojos de él y le sonrió coquetamente a la chica antes de voltearse y comenzar a caminar en dirección hacía una castaña y una pelirroja, que él conocía demasiado bien.
Obviamente no vuelven a verse por el resto del día, pero Sirius la llevó entre sus ojos en cada momento, convirtiéndola en su próxima meta. Y no es hasta en la fiesta de año nuevo cuando finalmente la tiene entre sus piernas.
-¿Virgen?- preguntó alzando una ceja. Ella acababa de confesárselo, minutos antes cuando estaban comenzando a divertirse- No suelo preguntarlo muy seguido pero... ¿Estás segura?
-No- ella sonríe. Bonita. Sensual. Imposible de defraudar- Pero algo me dice que no voy a arrepentirme aunque mañana tal vez no te acuerdes de nada- su mano acarició lentamente la mejilla de Sirius y este cerró los ojos ante el contacto. Jamás le habían tocado de esa manera- Siempre llegaras a algún lugar si caminas lo suficiente- murmuró antes de cerrar los ojos y alzar el rostro para unir sus labios.
Pero Sirius no se olvida y se sorprende al darse cuenta que no le ama, pero tampoco quiere dejarle ir. Ella sonríe cada vez que él entrecierra los ojos cuando le murmura que es un depravado, pero no importa porque de alguna rara manera ha entendido que el vacío que hacía un tiempo había aparecido en su pecho desaparecía cada vez que Valerie Clapton le mordisqueaba la barbilla cuando estaba entre sus brazos.
Y es el mismo Remus quien se sorprendió al darse cuenta que es él quien sentía cierta punzada de celos, pero se lo guardó todo como dolorosamente ha aprendido a hacer desde pequeño. Sabe que el dolor que siente se alivia cuando los chicos sonríen junto a él o cuando las chicas intentan abrazarle porque él siempre se muestra algo reticente con eso del afecto, pero nada se comparaba a cuando veía a Peter y James riendo con Rachel y Hestia, o incluso cuando veía a Sirius frunciendo el ceño porque Valerie le ha contado que se había morreado con un chico.
Él necesitaba a una chica. Pero no una novia. Una amiga. Una que se mostrase tan perfecta como ellas se mostraban para ellos. Una tan fuerte como para ayudarle a cargar con su dolor... y sin proponerselo, frunció el ceño al ser consciente de lo que los merodeadores han descubierto de él, provocando que se pregunte, internamente, si existirá alguien que sea capaz de querer como amigo a los dos Remus que hay dentro de su interior.
-¿Estás bien?- es en quinto, en una ronda de prefectos, cuando Lily Evans se detuvo a su lado y le miró directamente a los ojos. Tan solo dos noches atrás fue la luna llena y eso le seguía afectando en cada hueso de su cuerpo. No deseaba estar ahí, pero sabía que James armaría un berrinche al enterarse que su "futura esposa" andaba sola por los pasillos.
Él le miró, también directo a los ojos, sabiendo enseguida que ella lo sabe.
Se le pasaban por la memoria cada momento que ha compartido con la pelirroja, sintiendo una opresión en el pecho al saber que no volverán a suceder.
-¿Lo sabes?- preguntó, sin rodeos, lo suficientemente alarmado como para contrarrestar su temor al rechazo.
-¿Qué ha sido luna llena hace poco?- re preguntó, con la inteligencia de decirlo en código para que nadie, aunque estén solos, pudiese entenderlo- Lo sé hace bastante, Remus, hace bastante tiempo.
Su cuerpo se tensó, dando una zancada para salir corriendo. Pero ella le retuvo por la muñeca, acercándole con algo de fuerza hasta que sus brazos se cerraron sobre su cintura, hundiendo la cabeza en su pecho. Es el único modo que conoce sobre tranquilizar a una persona.
-¿Evans?- preguntó entonces él, sin creérselo. Todo queda claro en ese momento. Es ella. Ella es la chica que por un largo tiempo ha estado buscando.
-Comienza por el comienzo y cuando termines de hablar... Te callas- susurró en la misma postura que antes.
Y por años los merodeadores recordaran esos momentos en los que sus vacíos internos desaparecieron.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top