Capítulo 14: ¡Hay que huir! (Parte 2)
Viento y tornado
.
LA VOCALISTA miró de reojo a Mike, Él continuaba en la misma posición desde la noche; con la mirada fija en la ventanilla y sus manos ubicadas una en el apoya brazos y la otra en el asiento. En su rostro era notoria la preocupación. ¿Sería verdad esa historia?
Desde que el viaje había iniciado, Annabelle tenía su Motorola entre sus manos y lo miraba de a ratos para llamar a sus amigos y avisarles que había desistido del viaje; pero no lo hizo, por algún motivo no era capaz. La historia era fantasiosa, sí; pero en absoluto había algo en los muchachos que la hicieran sentir desconfiada. Por el contrario, llevaba rato charlando con ellos y había llegado a tomarles cierta simpatía, todos eran muy divertidos y conversadores, además Joe estaba allí y al menos conocerlo a él, hacía que se sintiera aun mas confiada. Sí confiaba en esos seis. Pero Mike, Mike; él era un caso diferente; vaya chico disperso que era. En ningún momento tomó lugar en la conversación, solo miraba al horizonte, en esa incomoda posición. Si la historia era verdad, ¿en verdad él, estaba yendo a arriesgar su vida para rescatar a una muchacha?
El tal Mike, no aparentaba ser el arquetipo de un superheroe que alguien esperaría o al menos del que ella hubiera esperado; un hombre viril, musculoso, de hermosos ojos azules, rostro y peinado perfecto y enormes músculos. Mike no era así, era bastante común, algo flacucho con un rostro tierno e infantil, oculto tras esa máscara de frialdad. Además se había comportado de manera tan grosera con ella, como si se tratara de cualquier persona con la que hablaba. No, él no estaba ni cerca de ser el salvador de alguien.
Pero aun así, estaba allí, dispuesto a salvar a esa chica.
—Annabelle, Annabelle.
La aludida salió de sus pensamientos. Joe le hablaba desde el asiento delantero.
—¿Eh?
— Te pregunté que cuando es tu próxima gira. ¿No me oíste?
Annabelle intentó reconectar. Estaba conversando con ellos acerca de su banda, cuando su mente se distrajo. Iba a responder, pero Brad fue quien habló.
—No, si se distrajo mirando a Mike —comentó divertido.
—¡¿Qué?! ¡No! Yo no... —negó y se reprendió a si misma por haber sido tan obvia.
—No lo niegues, lo estabas viendo.
—¡Qué no! —protestó y sus mejillas se pusieron un poco coloradas. Annabelle ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que esto había sucedido.
—Sí, es por Mike —secundó Dave a Brad
Los otros sólo reían divertidos.
—¿Uh? —Mike abandonó su posición vigilante al oír su nombre y se volvió hacia ellos— ¿Qué sucede?
Las risas aminoraron un poco, pues Mike los miraba otra vez con su cara seria y malhumorada.
Brad contestó:— Qué Annabelle...
—¡Qué yo nada! —Annabelle interrumpió elevando el tono de su voz, Mike la miró extrañado. Ella agrego, con suavidad:— Nada, nada. No pasa nada importante... Mike —sonrió nerviosamente.
Mike negó con la cabeza y volvió a su, ya, posición habitual. Comenzó a creer que era un error traerla, sólo distraía a sus amigos del objetivo inicial; pero al menos ya no tendría que verla luego de hallar la ubicación de la Annabelle que le importaba.
Posicionó sus ojos en la ventanilla. El sol ya asomaba entre algunas nubes grises. Estaban lejos de la zona urbanizada, era una zona semi-desértica con sólo casas dispersas por allí. No había mucha posibilidad de hallar una agencia gubernamental ahí, pero esa era la dirección que la vocalista les había dado y no tenían más. Aún no había señas de Annabelle y llevaban viajando toda la noche. La dirección parecía ser otro error también.
Pensó en regresar y buscar otra de dirección, pero, en cuanto iba a sugerirlo, hubo un cambio en el clima; las nubes se volvían cada vez más espesas y obscuras. A medida que avanzaban se tornaron totalmente negras y el día se convirtió en noche.
El camino estaba tan obscurecido que el chofer tuvo que encender las luces delanteras para poder seguir adelante.
Al poco rato le siguió el viento que movía suavemente las copas de los árboles y luego con más violencia, luego los relámpagos y truenos ss hicieron sentir.
Mike sonrió: Annabelle estaba cerca.
—¡Nos quedamos aquí! —dijo al conductor.
—¿Aquí? —preguntó el hombre bastante sorprendido. La tormenta parecía que iba a caer sobre ellos y él quería que los dejara ahí en ese lugar que parecía hasta desprovisto de civilización. Frenó el auto se volteó a mirarlos y preguntó:— ¿Seguros?
Los jóvenes en el auto miraron a Mike, tenían la misma pregunta en la cabeza. Él asintió.
—Sí, acá nos quedamos —dijo Brad.
Mike abrió la puerta y bajo del vehículo, igual lo hicieron los demás.
—¿Estás seguro que es por acá, no? —preguntó Brad a Mike.
—Sí, ella está cerca. Si quieres más pruebas sólo mira el paisaje —respondió.
—¡Pues vamos, entonces! —dijo Chester—. Demos un recorrido, de seguro hallaremos algo.
Mike asintió y comenzó a caminar, los otros le siguieron aunque no muy seguros.
—¡Esperen! ¿Y yo qué? —preguntó la vocalista, cruzándose de brazos.
Todos se detuvieron y se giraron.
Mike la miró, ni siquiera recordaba que ella estaba ahí.
—Ah claro tú... Tú te regresas con el chofer —dijo—. Ya no eres necesaria. Annabelle esta por acá cerca y no nos conviene tenerte cerca, sólo entorpecerías todo.
Una mueca de indignación se formó en el rostro de la vocalista y protestó:— Pero...
—Pero nada. Ya te he dicho. ¡Vete! —ordenó Mike con firmeza.
Miles de insultos hacia la persona de Mike, habían llegado a la cabeza de Annabelle. Aunque al final término aceptando diciendo un "como quieras".
Colocando las manos sobre su cintura, se volvió al bus caminando con furia.
Momentos después que ella se subió, el vehículo arrancó dejando una estela de polvo a su paso. Mientras éste se alejaba, todo se normalizó. Las nubes oscuras desaparecieron y el sol volvió a iluminar el lugar.
Todos observaron esto con sorpresa, si eso era lo que provocaban ambas Annabelle a corta distancia no querían ver lo que harían juntas.
—¿Por qué dejaste que se vaya? —preguntó Dave, luego de un rato.
—Ya sabes porqué. ¿O quieres que el mundo se acabe?
Con esto Dave, ya no iba a preguntar, pero agregó—¿En que volveremos entonces? Annabelle se fue en nuestro transporte.
— Ya nos las arreglaremos —respondió Chester por Mike—. Creo que lo mas importante ahora es encontrar a Annabelle.
—Tú ni opines, que ni siquiera sé que haces por aquí —dijo Brad, Chester abrió la boca para responder, pero Brad continuó hablando sin prestarle atención—. Mike, Dave tiene razón, aun podría habernos sido de utilidad Si se quedaba podriamos haber sabido donde estaba exactamente donde estaba en esta planicie y tendríamos transporte.
—Si se quedaba, teníamos los minutos contados, Brad. Es mejor así. Además sabemos que está por aquí. Como dijo Chester ya nos las arreglaremos. Por ahora con eso basta.
Brad resopló, pero ya no protestó más.
Comenzaron a caminar.
El lugar era, ciertamente, desierto sólo con algunas casitas a lo lejos. Unas totalmente deshabitadas y otras tenían gente viviendo en ellas pero, al notarlos, se escondían, cómo si hubieran visto algo horrible.
Mike iba a la cabeza, los otros por detrás de él.
Llevaban ya largo rato de caminata cuando Brad se hartó de caminar a ciegas y se detuvo en frente a Mike.
—¿Si quiera, sabes a donde vamos? —espetó, cruzándose de brazos—. No estoy dispuesto a seguir a así. Annabelle debió quedarse o por lo menos podríamos preguntarle a alguien por aquí.
—Bueh... Sí no quieres seguir, vete entonces —intervino Chester.
—Tú no te metas.
Chester frunció el ceño dispuesto a contestarle con una grosería, la actitud de Brad ya le estaba cansando, pero Mike habló.
—Sé a donde vamos. No necesito preguntar. Y por favor ya deja a Chester en paz, que el vino a ayudarnos también.
Chester sonrió con gesto triunfal. Brad decidió ignorar.
—¿Ah, sí? —dijo Brad con sarcasmo— ¿A dónde?
—Allá —apunto su dedo hacía unos metros mas adelante; una casona de gran tamaño se alzaba, tal era su tamaño que era visible aun desde esa distancia—. La había visto hace rato, pero no sabía si desconfiar o no. Pero he visto movimiento por allí. Además ¿qué hace una casa así, por estos lares? ¿No creen?
Los cinco muchachos asintieron casi al mismo tiempo.
—¿Tienes algún plan? —preguntó Rob.
—No, para nada. Sólo ir allá y probar suerte. ¿O tienen algo mejor?
Los aludidos se miraron entre sí, ni siquiera habían pensado en ello.
—Eso pensé —dijo Mike y comenzó a caminar.
Luego se detuvo y volteo a mirar a Brad y Chester y dijo con gesto serio y frío:—Por cierto, ustedes dos. No quiero más peleas. Todos estamos aquí por la misma razón. Sí siguen así me veré obligado a seguir solo, ¿me oyeron? —los dos asintieron de mala gana, Mike miró a los demás y agregó:—Y va para todos.
Ellos con un movimiento de cabeza asintieron.
La caminata continuó, esta vez con un silencio sepulcral, nadie siquiera emitía sonido alguno, sólo para no irritar a Mike, más de lo que ya estaba.
Finalmente, arribaron a la casa. Ésta se hallaba en casi en ruinas; un moho verde cubría las paredes desprovistas de color, el jardín era inexistente no más que tierra y algo de pasto seco. A su vez a la casa la rodeaba una cerca hecha de grueso alambre de púas, cuya única entrada era un portón de madera. Al costado, había colgado un cartel que tenía escrito en letras mayúsculas y rojas:
"PROPIEDAD PRIVADA.
PROHIBIDO EL PASO"
Esto último fue lo que más se le hizo sospechoso a Mike.
—Entremos —dijo Mike a los otros.
El diseñador gráfico colocó su mano, sobre el portón. Pero, en cuanto lo hizo, dos hombres vestidos con overoles marrones, aparecieron del interior de la vivienda y se pararon, en seco, frente a la precaria entrada.
Mike dio un paso atrás.
—No pueden pasar —gruñó uno; era casi de la altura de Rob y aun más. El otro, mientras tanto, observaba minuciosamente a los otros intrusos.
Ambos hombres tenían un aspecto de ferocidad en sus rostros..
—¿Por qué? Si es una simple casa vieja —se aventuró a preguntar Mike, por algún motivo no se sentía amedrentado por los dos tipo en frente a él—. Hasta parece abandonada.
—Es propiedad privada. ¿Acaso no saben leer? —intervino el otro, indicando el letrero. Este hombre era más bajo pero de musculatura bien marcada al igual que su compañero.
—Sí, y lo hemos leído. Pero, entonces, ¿que hacen ustedes aquí? ¿Son dueños acaso? —continuó interrogando. Mike sospechaba que ellos sabían más de lo que aparentaban.
—Somos obreros —contestó el más alto—. Los dueños nos están encargando la refacción de esta casa.
—Necesitara más que una refacción —comentó divertido Brad a Dave, quien rió.
Las intimidantes miradas de los obreros se posaron en el guitarrista y el bajista.
—¿Dijeron algo? —preguntó con voz gruesa, el tipo alto.
—¡Nada! —exclamaron los dos al mismo tiempo.
El hombre alto alzó una caja.
—Bien. No me interesa, en verdad. Ahora por por favor retirense de aquí, por favor. Necesitamos continuar con nuestro trabajo.
—Así es. Si no lo hacen nos veremos obligados a hacerlo por la fuerza —advirtió el otro. Sus músculos se tensaron.
—¿Ah, sí? Intentenlo —dijo Chester con gesto desafiante, acercándose al destartalado portón.
Los hombres apretaron los puños y sus gestos inexpresivos se tornaron en uno de enfado.
Mike se interpuso entre ellos e hizo retroceder a Chester. No iba a dejar que Chester se enfrentara a esos tipos, pues hubiera perdido sin remedio, además ya no hubieran podido averiguar nada.
—No se preocupen —dijo a los hombres—. Nos iremos ya mismo ¿Verdad Chester?
—Pero Mike...
—Ya sabes. Nos iremos —Mike miró al mesero y le guiñó un ojo.
—Ah, claro —Chester comprendió—. Vamonos chicos —dijo a los otros que aun no no entendían lo sucedido.
Mike comenzó a caminar y los demás tras de él.
Varios pasos más adelante, Mike se detuvo.
—Hey amigo, ¿qué pasó ahí? —preguntó Dave—. Debimos de haber entrado.
Mike iba a responder pero fue interrumpido por otro de sus amigos.
—Sí, es verdad. Tú tenías razón algo pasa allí —agregó Brad.
—Lo notaron entonces, ¿verdad? —inquirió, ellos asintieron. Mike miró de reojo hacia la casa, los hombres mantenían la vista fija en ellos. Luego continuó:— Se que ahí pasa algo raro. Pero si intentabamos entrar a la fuerza, nos poníamos en evidencia. Además, jamás hubiéramos podido con ellos.
—Mike tiene razón —dijo Chester.
—Claro. Lo dice el que estaba apunto de agarrarse a puño limpio con los gorilas esos —expresó Brad con tono irónico.
Chester lo miró con rabia, pero no contestó; no quería generar más problemas a Mike.
—Bueno, ¡basta! —gruñó Dave, luego se dirigió a Mike— ¿Tienes algún plan?
—Creo que sí. He notado que sólo la entrada está vigilada y que ellos parecen ser los únicos que vigilan el lugar. De ser así, podríamos intentar escabullirnos por la parte trasera y entrar.
—¿Y si hay más de estos tipos?
—Lo dudo. Pero creo que debemos arriesgarnos. Siganme —dijo y comenzó a caminar en dirección contraria a la casa.
Mike miró por el rabillo del ojo hacia la entrada. Ambos "obreros" ingresaban a la casa. Entonces se detuvo.
—¿Ahora? —preguntaron ellos.
—Ahora —murmuró Mike. Dicho esto, corrió por el costado derecho y saltó el alambrado. Enganchándose el pantalón con algunas de las puntas del alambre en el proceso, pero consiguió atravesarlo.
Chester fue el siguiente, quien sorprendió dando un gran salto y pasando intacto. Los demás, les siguieron pero no tuvieron tanta suerte.
—¿Seguro que no nos vieron? —preguntó Rob a Mike, quien vigilaba que los guardias no aparecieran, oculto tras la pared de la casona.
—Completamente —aseguró—. Se metieron cuando nos vieron alejarnos. Ahora vamos por aquí —sugirió e indicó hacia la parte trasera de la casa.
Mike tomó la cabeza del grupo otra vez y los guió; caminaban teniendo mucho cuidado de no hacer algún sonido que pusiera en alerta a los dos hombres.
Ellos mismos estaban alerta por si llegaban a ser descubierto, porque si eso sucedía y en verdad, esos hombres tenían que ver con la CIA, debían darse por cadáveres.
Sin embargo, en la parte trasera, no había nada más que un cobertizo viejo y más en ruinas que la propia casa. Los seis lo miraron con decepción.
—Vamonos —sugirió Brad— No hay nada.
—No, entremos. Tal vez halla algo ahí —dijo Mike, esperanzado.
Ya adentro vieron que aquel cobertizo no contenía nada importante, sólo un martillo y un serrucho cubiertos de herrumbre y moho, algunos clavos y tornillos oxidados desparramados en el suelo y algunos cajones apilados en la esquina izquierda.
Además de que desprendía un terrible olor a humedad. Obligándolos a arrugar y cubrirse la nariz.
—¡Lo sabía! Ya creía yo que había sido demasiado fácil —comentó Brad—. Sólo miren, hemos llegado hasta aquí y vivos. Quizá no se el lugar de esa agencia, quizá ellos sólo sean simples obreros.
—Entonces, por qué no querían que entráramos, ¿eh? —dijo Chester.
—No sé, tal vez porque es privado. —Brad contestó, haciendo énfasis en la palabra "privado".
—¡Basta! —bufó Mike con fastidio—. No empiecen con su infantil pelea otra vez.
Brad y Chester intercambiaron miradas chispeantes de rabia, pero callaron y miraron hacia otro lado.
Mike dio un vistazo completo al lugar, Brad tenía razón en algo no había nada allí, más que. Abandonó el lugar, cabizbajo. Las esperanzas de hallar a la muchacha se desvanecían de nuevo.
—Quizá podriamos intentar en la casa. Puede ser que halla algo allí —sugirió Dave, aunque no estaba seguro de que eso fuera verdad, pero quería consolar a su amigo.
—¿Lo crees?
—Sí.
—Puede ser, pero... —Joe observó a la casa—. A menos que nos dividieramos como el agente de "Matrix". No podriamos recorrerla toda —comentó Joe, recordando aquella película de ciencia ficción que adoraba.
—Tal vez podriamos...
—Oigan chicos, ¡Vengan! —exclamó Chester desde el interior del cobertizo, él se había quedado allí, en busca de alguna pista. Él aun sospechaba que algo ocultaban—. Creo que encontré algo que quizá les podría interesar.
Mike de inmediato se dirigió hacia allí y en encuentra a Chester arrodillado en el piso, había corrido los cajones de madera a un costado y ahora estaba quitando el último.
—¿Que sucedió? —le preguntó— ¿Que hallaste?
—Es una puerta de metal clavada al piso. Creo que es una entrada a un sótano o algo similar. —Él comenzó a sacudir el pasto seco y así el rectángulo metálico, de gran tamaño incrustado en el piso de madera comenzó a verse. Chester se encontraba maravillado por su descubrimiento.
Mike se acercó con curiosidad.
—¿Que pasó? —Pregunto Dave, que también había entrado, junto a él estaban Joe y Rob.
—Chester encontró aúna puerta. Es la entrada a un sótano.
Chester asintió, mientras buscaba la forma de abrirla.
— ¿Una entrada a un sótano? ¿Aqui? —dijo Brad con escepticismo. Él se mantenía en la puerta del covertizo—. Definitivamente está mal. No le hagan caso y vamonos. Eso debe ser alguna pieza metálica que se olvidaron ahí y con el tiempo se clavó al suelo.
Las palabras de Brad se oían razonables para todos, que dieron media vuelta comenzando a caminar de regreso. Sin embargo Chester seguía firme buscando la manera de abrirla, palpando dio con una manija que no había notado y jaló de ella, ésta hizo un "criiic" y se abrió.
Los otros, ya en la entrada, al oír el ruido se detuvieron y miraron hacia él con asombro.
Chester miró al guitarrista y le dedicó una sonrisa burlona
—¿Decias, Brad?
Brad no respondió, no quería darle la razón. Chester no le dio importancia y regresó la mirada hacia su descubrimiento. En efecto, era la entrada a un túnel, tenía una caída de al menos tres metros; era una caída alta pero lo suficiente como para que una persona pudiera saltar allí sin matarse en el proceso. Aunque, casi no se podía ver exactamente lo que habría en su interior.
Los cuatro muchachos se acercaron al orgulloso Chester y, en un momento, rodearon el hueco en el piso.
—¡Demonios...! Esto es... Vaya, no sé.. —exclamó Mike, no tenía palabras exactas para describir lo que veía.
—Es sorprendente —terminó Joe la frase—. Así que si escondían algo ¿eh?
—¿A dónde llevará? —Dave preguntó arrodillándose en el suelo e intentando iluminar su interior con la luz de la pantalla de su teléfono móvil para poder ver su interior pero no lo lograba; aquella luz era muy débil.
Mientras ellos observaban el descubrimiento de Chester, unos pasos se hicieron oír y eran bastante cercanos a ellos.
—Rápido. Hay que ocultarnos —ordenó Mike.
De inmediato, se dispersaron y se ocultaron tras las paredes de madera. El moho se pegaba a sus ropas, pero no les importó con tal de salvar sus vidas.
Brad miró de reojo por una pequeña rendija entre las maderas de la pared. Los hombres de overol rondaban por allí.
—Son los tipos de hace rato —dijo en un susurro.
—¿Sabrán que estamos por aquí? —inquirió Dave, que estaba a su lado.
—No. Están a unos cuantos metros, pero no dudo que nos descubran en cualquier momento.
Los pasos se detuvieron, Brad perdió la visión de ellos.
Al poco se oyeron murmullos desde afuera:
—Creo que hay intrusos por aquí.
—¿Lo has notado?
—Así es. Desde hace rato. Pero creo que sé donde están.
Se oyó el sonido de césped seco siendo pisado, eran pasos que se acercaban más y más hacia su dirección.
—Sí en verdad es así. No contaran el cuento —habló el hombre desde afuera. Al mismo tiempo escucharon el ruido de un arma cargándose.
El latido de los corazones de los seis se aceleró cuando lo notaron. No tenían escapatoria, en cuanto esos dos llegaran allí, los acribillarian sin compasión alguna y salir corriendo no era una opción, sería el mismo fin pero más rápido. Eran presa fácil.
Debían pensar rápido. Pero no podían, el temor les había dejado la mente en blanco.
Justo cuando los pasos se oían más cerca, Mike miró al agujero en el piso. Si tenía que ser, no había otra opción.
—Dave, dijiste que querías saber a donde llevaba ese túnel ¿no?
Dave, aunque confundido, asintió.
—Pues creo que lo averiguaremos ahora —dijo y, pegando una carrera, se lanzó allí, desapareciendo en su interior. Al los pocos segundos se oyó un golpe seco.
Chester miró hacia afuera, luego miro hacia el agujero. No sabía como estaba Mike pero definitivamente no debía de estar peor de lo que ellos estaban. Pego una carrera y de un salto se tiro en el interior del agujero. Otro golpe seco.
—¿Están locos? —murmuró Brad.
Los cuatro se acercaron a ver la suerte de los dos muchachos.
—¿Que esperan? Vengan —dijo Mike desde el interior.
Los músicos se miraron entre ellos. Luego hacia la entrada y lograron visualizar dos sombras, ya estaban allí.
No dijeron nada, sólo uno tras otro se fueron lanzaron al interior del agujero. Brad, que fue el último cerró la puerta.
Estaban totalmente a oscuras, así que de a uno sacaron sus teléfonos celulares y los fueron encendiendo; iluminando el lugar y sus rostros. Hicieron un pequeño conteo, para comprobar que los seis estaban ahí. Las preguntas de ¿estás bien? Se hicieron oír repetidamente, hasta que confirmaron que ninguno estaba herido o con una lesión de gravedad.
Luego de ello, comenzaron a caminar usando sus teléfonos de linternas.
El túnel era algo bastante normal, de paredes y piso de tierra. Como si lo hubiera hecho la naturaleza, pero ellos sabían que no era así.
Metros más adelante, confirmaron la que ya sospechaban: que era un túnel hecho por el hombre. Las paredes, de a poco, pasaron de ser de tierra, a ser de cemento grisáceo al igual que el piso; al poco éstas estaban pintadas de un saludable color marmolado y el piso era de mosaicos color rojo y amarillo. En este sector ya ni siquiera necesitaron sus teléfonos; unos focos fluorescentes de forma redonda iluminaban esa parte, todos ubicados uno al lado del otro y a la misma y perfecta distancia.
—Vaya lugar —comentó Dave, mientras guardaba su teléfono—. ¿Por qué habrá electricidad por aquí?
Ninguno respondió, pero al poco la respuesta llegó.
Al finalizar el túnel, estaba un ascensor, al costado izquierdo de éste unas escaleras y al derecho un mapa; no tenía escrito los lugares, sólo era un simple plano.
Chester se acercó y leyó las únicas letras escritas a un costado derecho. Se volvió a ellos y dijo:
—Muchachos, creo que hemos encontrado a la CIA.
Los demás se acercaron a leer. Era verdad, ése era el lugar en el cual se encontraban.
Mike se llenó de esperanza nuevamente ,sólo estaba a unos pasos de Annabelle.
— ¿Pues que esperamos? Vamos. Entonces —dijo Mike.
—¿Por dónde? Si vamos a ciegas podríamos terminar igual que hace rato.
Mike resopló y se acercó al plano. Intentó interpretarlo. Logró comprender que aquel plano se había hecho para que sólo los agentes los interpreten pues estaban escritos en clave. Luego de un rato de contemplarlo dijo:
—Creo que sé por donde. Según esto estamos en lo que sería la entrada subterránea hay otra por aquí, el señaló una abertura dibujada en el costado derecho del plano. Y nosotros estamos aquí, si lo entendí bien. Para llegar a las oficinas principales podemos tomar o el ascensor o las escaleras, pero creo que sería mejor las escaleras.
—¿Cómo lo entiendes?
Los muchachos oyeron la explicación con asombro; el diseñador gráfico no dejaba de sorprenderles, no había duda de que era un genio y más si se trataba de dibujo.
—Vamos —dijo Mike, a sus atónitos amigos, mientras comenzó a caminar a las escaleras.
—No. Espera —exclamó Chester. Mike ya colocaba un pie en el primer peldaño de la escalera—, ¿y si hay guardias o si aparecen más agentes de esos?
Mike se giró.
—¡Lo dudo! —contestó con tono efusivo. Ellos no lo sabían, pero el sentido común de Mike había desaparecido luego de que hallaran las oficinas. Dio media vuelta y colocó el otro pie en el segundo escalón. En ese momento, se dio de bruces contra alguien. El choque le hizo perder brevemente el equilibrio, pero agarrándose de la baranda logró evitar caerse.
—¡Mike! —exclamaron los cinco al unísono y se acercaron a verlo.
—Estoy bien —dijo retrocediendo. Aun estaba algo atontado por el golpe.
Cuando lo hizo dejo ver al culpable (la culpable, en realidad) del golpe. Una joven estaba tirada en la escalera, varias carpetas estaban a su alrededor.
Los muchachos la observaron. Era una chica de cabello rubio y trenzado, traía una bata blanca de laboratorio.
—¡Eres un inconsciente! —reprendió Brad a Mike—. Nos has puesto en evidencia.
Mike rodó los ojos.
Sin embargo, la joven no parecía prestarles atención; manoteaba en el piso como buscando algo. Eso les llamó la atención. ¿Qué buscaría?, se preguntaron. Pero al poco hallaron la respuesta. Unos gruesos lentes de marco marrón estaban al final de la escalera. La joven avanzo, en cuclillas, los escalones faltantes. Pero los anteojos seguían lejos de ella.
—Parece que no ve sin esos lentes —comentó Dave, divertido.
—¡Hey! No tiene nada chistoso —protestó Chester—. Yo los uso también. No es de risa no ver.
—Cierto —dijo Joe, pues él también los usaba, aunque no de manera continua.
—Bueno, lo que sea. Aprovechemos esto y mejor salgamos de aquí —propuso Dave—. Es posible que ni se haya dado cuanta con quien se topó.
—Sí, en eso tienes razón —aceptó Chester—. Es mejor que nos vayamos antes de que los encuentre y nos vea. Estaríamos jodidos si eso sucede.
Los demás asintieron y comenzaron a subir las escaleras a un costado de la joven.
—Pero... ¿la van a dejar... así? —Brad la miró compasivo; la muchacha seguía torpemente intentando hallar sus anteojos.
Los otros se detuvieron a media escalera.
—Sí. ¡Oh vamos! —se burló Chester—. No me digas que le tienes compasión. Es una de ellos, si nos ve estamos muertos. Vamos apresúrate.
Brad resopló, esta vez Chester quizá tenía razón, pero... ella no parecía ningún peligro. Podía verlo en el rostro angelical de niña pequeña de la joven. Y así, se veía bastante indefensa.
—¿Quién anda ahí? —la joven preguntó. Seguía sin verlos, pero podía sentir su presencia— ¡No se burlen y ayúdenme! —reclamó.
—¡Brad! —llamaron al guitarrista desde arriba. El alzó la mirada, ellos aún seguían a media escalera, esperándole. Volvió la vista a la indefensa joven y no pudo evitarlo y pateó suavemente los anteojos, que fueron a parar justo a manos de la chica. Sin más, subió las escaleras tras sus amigos.
—¡D-detenganse ahí, ustedes seis! —la muchacha ordenó con voz temblorosa. Los muchachos se dieron vuelta lentamente, estaban ya casi al final de la escalera. Arlene terminó de acomodar sus lentes y continuó:— ¿Q-qué es lo que quieren aquí? Hablen o le llamaré a los guardias.
La timidez de la muchacha se les hizo obvia. Apenas podía expresar una palabra sin tartamudear. Los seis se miraron y comenzaron a bajar las escaleras.
La muchacha retrocedió algunos pasos atrás.
—¡N-no s-se acerquen más! Sino llamaré a las guardias —amenazó.
Mike avanzó un paso más, colocó las manos en frente, para hacerle ver que no intentaría dañarla y dijo:
—Tranquila, no hace falta que lo hagas... —Mike hizo una pausa y leyó el gafete que tenía la muchacha colgado en el pecho—, Arlene. Nosotros no queremos problemas, y mucho menos hacerte daño.
Mike intentaba sonar lo más amable posible, si la muchacha se asustaba aun más de seguro los delataría en un instante.
—Solo venimos en busca de alguien. Nada más —continuó.
—¿A-alguien? ¿Quién? —inquirió. Los seis se volvieron a mirar entre sí, pero no respondieron; lo cual hizo que su desconfianza volviera— Digan o llamó a los guardias —volvió a amenazar.
—¡Tú no harás tal cosa! —dijo Chester y se abalanzó sobre la chica, a los pocos segundos la tenía inmovilizada. Sujetaba, con su manos derecha ambos brazos de la joven con fuerza y cubría su boca con la izquierda. La joven luchaba con él, para soltarse.
—¡Vayanse! —les ordenó.
Los otros cinco le miraban con estupefacción.
—¿Qué rayos haces? —preguntó Mike con enfado en su voz.
"Suéltame" balbuceo la chica.
Esta escena, ciertamente, se le hizo familiar a Mike. Sí, ya la había visto: así era cómo habían capturado a Annabelle.
—Chester, déjala ir —pidió—. Vinimos por Annabelle y no... a hacer esto.
"¿Annabelle?", dijo la muchacha. Esa palabra fue, otra vez, un balbuceo; pero Mike le logró entender.
—¿La conoces?
La joven cautiva, asintió rápida y repetidamente con la cabeza.
—¿Sabes donde está?
Ella volvió a asentir.
—Estamm m...m —ella trataba de explicarles pero le era imposible hacerlo con la mano de Chester, presionándole tan duramente la boca.
—Chester, déjala —dijo Mike, esta vez lo dijo como una orden.
Chester no quería hacerlo. Él pensaba que lo de conocer a Annabelle, era una trampa para que él la soltara y luego ella alertar a los otros agentes.
—Pero y si intenta...
—No intentara nada —le interrumpió, luego miró la chica—. ¿Verdad?
Ella asintió. Chester a regañadientes la soltó.
La joven se alejó de Chester y se paró a una distancia, que ella, consideraba segura. Comenzó a frotarse los brazos, le dolían. Miró a al grupo de jóvenes con cautela, en especial a Chester, era el más agresivo de los tres.
Mike se impacientó y continuó con su interrogatorio:— ¿Es verdad que la conoces? ¿Conoces a Annabelle?
—Annabelle. Una chica como de mi edad, cabello negro, ojos del mismo color y de piel pálida —describió Arlene.
Mike asintió y tuvo que contener una sonrisa. Era ella.
—¿Ella...?
—Ella esta aquí —respondió Arlene, adivinando la pregunta—, la trajeron ayer en la noche. ¿Son amigos de ella? ¿Verdad?
—Sí —afirmó Brad.
—¿Esta bien? ¿La maltrataron? Porque si es así... —el rostro de Mike se tensó y apretó los puños cuando dijo estas palabras. No quería ni pensar que es lo que haría, si en verdad fuera así.
Arlene no respondió, miró hacia todos lados como buscando a alguien. Luego volvió su vista hacia Mike.
—No podemos hablar aquí. Siganme.
—¿Por qué? —preguntó extrañado Mike.
—¿Quieren saber de su amiga o no? —preguntó Arlene con tono de desafío y amenaza. Lo dijo con la voz más clara que pudo.
Ellos se miraron dudosos. Tenían en claro que podía ser una trampa. Después de todo, la habían tomado como rehén y ella podría querer vengarse y entregarlos a la CIA.
Arlene soltó un suspiro, ante el silencio de los jóvenes. Con su dedo índice señaló hacia el techo. Ellos miraron hacia donde la joven apuntaba. Había dos cámaras posicionadas en una esquina y en su opuesta. Ambas le seguían los movimientos.
Ninguno las habían notado.
—No creo que los hayan visto aún —comento la joven—. De otra manera, ya estarían aquí un centenar de hombres apuntándoles. ¿Vienen? —preguntó y comenzó a caminar hacia las escaleras.
Mike dio el primer paso y al instante los demás le siguieron.
(...)
Habían caminado por un pasillo largo y estrecho pasillo blancuzco, hasta que la joven se detuvo frente un puerta nombrada como "Lab Quím II"; las letras estaba algo desteñidas, pero aun se distinguían.
Arlene sacó unas llaves de su bolsillo y encajó una de ellas en la herrumbrida cerradura. Dos giros y la puerta se abrió.
—Vengan —dijo e ingresó
Los otros la siguieron. En cuanto todos estuvieron allí, ella cerró la puerta y encendió las luces.
El cuarto estaba vacío a excepción de algunas mesadas y elementos de laboratorio cubiertos con un plástico transparente; al costado derecho, habia un armario.
—¿Por qué nos trajiste aquí? —inquirió Mike.
—No podíamos hablar allá. No era seguro. En cambio, aquí, nadie nos notará. Éste es un laboratorio que dejaron usar hace algunos años, y el único lugar sin cámaras o algún tipo de vigilancia.
—Entonces, siendo así, deja el suspenso y dime todo lo que sabes de Annabelle. Necesito saber de ella.
Arlene notó la desesperación del joven en sus ojos oscuros y sintió compasión por él. Se notaba que quería a la chica.
—Ella está bien. La tienen aislada en el sector 23.
—"Aislada" —repitió en voz alta—. Dime en que parte de este maldito lugar está ella, no importa donde, yo la encontraré y la sacaré de ahí.
—N-no es tan fácil, ese lugar está vigilado por guardias. Cualquier movimiento y acabarían con ustedes en un abrir y cerrar de ojos. Créanme lo he visto hacerlo otras veces. No tendrán piedad. Sólo el personal autorizado y yo tenemos acceso allí. Nadie más.
—Maldición —vociferó Mike, y comenzó a caminar de un lado a otro nervioso. Estaba tan cerca y tan lejos de Annabelle a la vez.
—¿Y por qué tendríamos que creerte? —cuestionó Chester— Después de todo trabajas para ellos. Quizá Annabelle ni este aquí, quizá solo nos estás entreteniendo para entregarnos a los agentes esos
Un coro de "Sí", se hizo oír de parte de los otros.
—E-es verdad, no tienen por qué creerme. Pero lo que les digo es cierto. Quiero ayudarlos y a esa chica. Además si quisiera entregarlos podría haberlo hecho allá abajo eran presa fácil. Sólo bastaba una llamada con éste aparatito —la joven sacó un teléfono celular de su bolsillo y se los enseñó, para luego volverlo a guardar—, y hace rato hubieran estado, quizá, siendo acribillados a balazos —dijo con esto último con cierta frialdad, Arlene, pensó que quizá el trabajar allí la estaba volviendo insensible. Luego agregó con su tono normal:— Pero no lo hice, pese a lo que tú mismo me hiciste hace rato.
Chester ya no argumentó.
Mike de detuvo frente a la joven.
—Entonces si es así... ¡Ayúdanos! —dijo Mike con tono desesperado— Ayúdanos a sacarla de aquí, ¡por favor!
—¡¿Y-yo...?!
—Sí, tú. Tú lo dijiste: eres la única capaz de entrar ahí sin ser sospechosa. Puedes ayudar a que entremos.
—¿Ayudarlos a entrar? Yo no... —Arlene ni siquiera había contemplado esa posibilidad. ¿Ayudarlos? No era una locura, si la gente de la CIA se enteraba sería ella quien terminaría acribillada.
Ya se estaba metiendo en problemas sólo por dar información clasificada. No, no podía hacerlo—. No, no puedo; con lo que he hecho es más que suficiente.
—Arlene, por favor... —pidió con gesto lastimero y suplicante.
«Esa mirada, otra vez», pensó Arlene. De alguna manera, le recordaba a la de la muchacha, ella también le había mirado así, pidiéndole ayuda; a pesar de que no había hablado, ella lo percibió. Pero no podía hacerlo en ese momento, ni ahora.
—Mike, ya déjala —dijo Brad—. Entiende: ella también arriesga bastante.
—Lo sé —suspiró resignado—. No hace falta que respondas. Nosotros nos la arreglaremos para entrar o lo haré yo solo mejor. Pero lo haré...
—No lo vas a hacer solo Mike —dijo Brad—. Ya vinimos hasta acá, no te vamos a dejar todo el trabajo a ti, ¿o no chicos?
— ¡Por supuesto! —corearon los demás.
— Gracias, chicos —Mike sonrió levemente. Estar rodeado por sus amigos, era de cierta manera, reconfortante—. Es mejor que nos vayamos.
La joven tan sólo les observaba.
Mike se dirigió a la puerta, tomó el picaporte y la abrió.
—¡Esperen! —exclamó la chica, cuando Mike ya atravesaba la puerta. Mike se detuvo y se volvió hacia ella— Les ayudaré.
—¿De verdad?
—Sí —afirmó con seguridad, quizá la única cosa de la que había estado segura en toda su vida—. También, creo que sé como hacer para que no sean descubiertos.
—¿Ah, sí? ¿Cómo?
Todos volvieron a ingresar al cuarto..
Arlene se acercó al armario y sacó varios delantales blancos y azulados similares, de diseños similares al que ella traía puesto. De a una, comenzó a lanzarlas a los seis.
—Con esto.
Ellos las atrapaban sin entender que era lo que la chica tenía en mente.
(...)
El plan ya había sido elaborado, todo fraguado por la tímida Arlene. Ella procuró que lo entendieran a la perfección; cualquier error y rodarían siete cabezas.
Ahora caminaban por el pasillo, Arlene encabezaba al grupo ahora.
Los seis muchachos iban vestidos con las batas de laboratorio. Esto formaba parte del plan de Arlene.
Durante el primer tramo del trayecto, los muchachos aprovecharon para presentarse, ya que después de todo lo que había sucedido, no lo habían hecho o no, al menos, de la manera correcta.
La muchacha se presentó también; dijo que su nombre completo era Arlene Jones, estaba recién recibida de ingeniería en informática y que llevaba muy pocos meses trabajando allí. Que no le agradaba el método de trabajo de allí, pero que no tenía otra que aceptarlo. Anteriormente había buscado otros, pero no había conseguido nada por ser recién recibida y comúnmente las empresas buscaban gente con experiencia. Así que debía conformarse con lo que le tocaba, pero no pensaba estar ahí para siempre.
No del todo, pero ellos comprendían algo de aquello.
El resto del trayecto fue en parte silencioso; Mike caminaba junto a Arlene, aunque, detrás, se podía oír breves cuchicheos entre los demás muchachos del grupo. Hablaban acerca de si realmente lograrían algo yendo hasta allá aun no confiaban del todo en el plan tenía ciertas fallas y las fallas eran ellos principalmente no sabían si lograrían cumplir el rol impuesto o no, también mencionaban acerca del humor de Mike, éste estaba más calmado y había dejado el humor de perros que tenía desde que Annabelle había desaparecido. No sabían si era bueno o malo, pero al menos ya tenían que soportar al militar gruñón", que les regañaba cada cinco segundos.
De ello hablaban cuando Joe se distrajo mirando los pasillos; habían muchas puertas a cada costado, cada una identificada con una números romanos. Joe sintió curiosidad de saber que se ocultaría tras ellas. De a momentos, pensaba en abandonar el grupo y escabullirse a revisarlas, pero desechaba la idea; si lo hacía podría poner en riesgo el plan y su propia vida. Como decían por ahí: "La curiosidad mató al gato".
Y Joe no estaba dispuesto a perder sus siete vidas, al menos no de manera tan estúpida.
Al final, decidió preguntárselo a Arlene, ella trabajaba ahí después de todo. Algo debería saber.
Aceleró el paso y comenzó a caminar junto a la muchacha.
—Oye, Arlene, una pregunta —dijo.
—¿Sí? ¿Que quieres saber... —Arlene hizo una pequeña pausa para recordar el nombre del muchacho asiático y luego terminó la pregunta—, Joe? ¿Es acerca del plan?
—No. Sólo quiero saber qué hay detrás de todas esas puertas numeradas
—¡Oh! Eso... —dijo con cierto desdén—. Son... experimentos, pero no creo que quieran verlos. Es... horrible y asqueroso. Aún no entiendo como pueden jugar a ser "dioses" de ese modo. Es por eso que deseo irme de aquí lo más pronto posible.
Mike notó lo asqueada que Arlene se expresaba de aquello; definitivamente, se le hacía increíble que esa muchacha formará parte de esa organización.
La tímida voz de la joven, lo sacó de sus pensamientos.
—La habitación es esa de allá —la ingeniera señalaba hacia un cuarto a corta distancia de ellos. Estaba alejado de todos los otros y era de gran tamaño. En la puerta había dos vigilantes; estos no eran tan aterradores como los anteriores; ambos eran delgados y casi de la altura de Mike, uno de cabello moreno y el otro rubio, sus rostros no expresaban brillantez alguna. No hubieran aparentado ser peligrosos, sino fuera por las pistolas que sobresalían de sus cinturones.
Arlene tomó una bocanada de aire.
—¿Están listos? —preguntó, aunque la pregunta era más para ella misma.
Los seis contestaron afirmativamente.
La joven ingeniera se adelantó y se detuvo delante de los guardias.
—Buenas tardes, ingeniera Arlene —le saludaron ellos, en una singular coordinación
—Buenos días, muchachos —saludó, mientras repasaba disimuladamente el plan en su cabeza—. V-vine... Vinimos —se corrigió, sus nervios la estaban traicionando— a visitar a Annabelle, digo al "Espécimen 6978".
«¿Espécimen 6978? ¿A que se refería?», pensó Mike, pero no preguntó o podría dañar el plan.
Los ojos de ambos vigilantes se posaron sobre los seis muchachos detrás de Arlene.
—Tú puedes pasar, pero los caballeros... ¿Quienes son?
—¡Ah! ¡Que torpeza la mía! —exclamó, golpeando, con la palma de su mano, su frente—. Estas personas, son los científicos extranjeros que fueron invitados, por Bruffman, a ver al "espécimen".
Los hombres se miraron entre sí. Sí, la muchacha tenía razón; Bruffman les había mencionado algo así. Aquellas personas serían las únicas que tendrían acceso a la joven, además de la gente de la CIA. Sin embargo, eso no sucedería hasta la mañana siguiente.
—Por el jefe, ¿eh? —habló el de cabello oscuro, frotando su barbilla— ¿Eso no era mañana? Luego de que el espécimen sea...
—Sí, es verdad —se adelantó, Arlene—. Pero ellos querían ver al espécimen en movimiento y mezclándose con este ambiente. Pues luego ya no sería posible. Lo hablaron con el ingeniero Bruffman y él aceptó. ¿No se los mencionó?
Arlene hablaba con la más absoluta tranquilidad, soltura y seguridad posible, si volvía a titubear, como hace un rato, serían descubiertos.
Los hombres se miraron, otra vez. Y regresaron la mirada hacia los jóvenes. Uno, dos, tres... Seis, en total, contaron.
—¿Pero acaso no serían dos? —interrogó el rubio. Arlene iba a replicar, pero el hombre agregó:— Además, ellos no lucen como extranjeros.
Arlene pensó rápido y explicó:
—Es que ellos dos lo son. Son los ingenieros Kyon Saotome de Japón y Lee Joon Won de Corea —indicó primero Mike y luego a Joe, haciendo que las miradas desconfiadas de los guardias se fijaran en ellos dos. Los muchachos asintieron, de acuerdo al plan—. Los demás son sus alumnos. Un grupo selecto y de extrema confianza de ambos científicos. Todo aprobado por el ingeniero Bruffman. Si tienen dudas pueden consultarle.
—¿Ah, sí? —dijeron al unísono, la chica parecía segura. Pero ellos dudaban.
— sasil ulineun oegug-in eobs-seubnida pronunció Joe en su idioma natal, el coreano, con gran fluidez.
—Kon'nichiwa, watashinonamaeha jissai ni maikudesu —Mike lo imitó, pero haciéndolo en su propia idioma: japonés.
—Vaya, parece que es verdad —comentó, el vigilante de cabello oscuro—. Aunque... no tengo idea de lo que dijo —bromeó.
—Sólo les saludaron y dijeron estar apresurados por ver al espécimen —explicó Brad, aunque el tampoco sabía que era lo que en realidad habían dicho sus amigos; ni el coreano, ni el japonés era su fuerte. Además del ingles, el único idioma que -con gran dificultad-, era el español. Pero ellos nos lo sabían.
Atrás, los demás contuvieron la risa.
El guardia se vio convencido, también su compañero.
Arlene lo notaba; sí, estaba funcionando el plan. Contra todo pronóstico, lo hacía.
Los hombres se hicieron a un lado y les dijeron "pueden pasar".
Sí, en efecto, había funcionado. Arlene celebró internamente mientras pasaba al lado de los hombres. Pasó la tarjeta de acceso en la puerta e ingresó.
Se lamentó de haber dudado de sí misma y de su plan. Es que al principio le sonaba muy estúpido. Hacer pasar a los seis por científicos, cuando ninguno aparentaba serlo era realmente una idea estúpida, así que era difícil que alguien le creyera, pero aun así quería intentarlo. Sabía que alguien con cerebro y que supiera usarlo hubiera descubierto la verdad en poco tiempo, pero, Arlene, sabía que tenían los vigilantes tenían el C.I. de un caracol.
Había escogido a Mike y Joe como los científicos extranjeros por su ascendencia asiática, pese a que al primero no le era tan notorio. De igual manera, los científicos reales en verdad eran alemanes, pero lo vigilantes también ignoraban geste hecho.
Por eso ellos eran perfectos, pese a que a la ascendencia asiática, era más obvia en Joe que en Mike; Mike por el contrario sólo se le notaba un poco en los ojos. Incluso ella no había hallado parecido hasta que él mismo lo había dicho.
Pensó que los vigilantes iban a notar eso pero los había subestimado.
Lo que más le preocupaba era que en ese momento Bruffman apareciera; el estaba en esos momentos en su oficina detallando todo para su reunión con el jefe de la CIA, quería presentarle a Annabelle como su nuevo y beneficioso descubrimiento y así escalar más puestos. Pero aun así, nada impedía que bajara y quisiera ver a la chica. De hecho aun podía hacerlo. Arlene se estremeció de imaginárselo y apuró el paso.
Mientras Arlene abría una puerta más, Mike no pudo más con sus interrogantes y se acercó a preguntarle.
—¿Por qué le dicen espécimen a Annabelle? También dijeron algo que le iba a pasar a ella hoy ¿qué es? Acaso... —Mike no continuó. No, no quería ni pronunciar aquella palabra.
Arlene soltó un suspiro, mientras daba el último giro a la llave y la puerta se abría. Ya preveía el tener que responder a ello.
—"Espécimen 6978". Fue así como la nombraron cuando llegó. Es como se hace cada vez que se ingresa alguna "especie" nueva y desconocida a este lugar. Y la otra respuesta creo que ya la dedujiste.
—No, ellos no.
—Lo siento, dijeron que era por el bien del planeta. Esto sucedería hoy en la mañana, pero el horario se cambió para el mediodía.
—¡Están dementes! —bramó Mike.
Ya se encontraban en la sala de monitoreo, dos de las pantallas estaban encendidas. Algunas sillas estaban corridas.
Mike buscó a Annabelle con la mirada, ella no estaba ahí.
—Se encuentra allá —Arlene señaló hacia la pared transparente que los separaba del otro cuarto—. Usabamos este cuarto por sus paredes nos permitían tener una visión panorámica de ella.
Mike pegó una carrera y en pocos segundos su rostro estaba pegado contra el vidrio. Allí la pudo ver: Annabelle estaba sentada sobre una silla, maniatada y su cabeza reposaba sobre su hombro izquierdo. Su cabello negro cubría parte de su rostro.
Mike se imaginó lo peor.
—Ella está...
—No, no. Ella está bien. Sólo duerme por unos narcóticos que le aplicaron —se apresuró a aclarar Arlene.
—Quiero entrar, ¡tengo que verla! —exigió Mike, sin quitar la mirada de Annabelle— Tengo que confirmar que está bien.
—Tranquilo, Mike —le pidió Chester.
Arlene miró hacia los monitores; las cámaras estaban encendidas. Si Mike entraba serían captadas por ellas.
—Estee... Sí. Pero ten paciencia, por favor. Debo hacer algo antes.
Mike asintió, pero se quedó en su lugar contemplando a la débil Annabelle.
La ingeniera tomó asiento en uno de los computadores, y comenzó a teclear en ellos.
Mientras tanto, los demás comenzaron a curiosear por el lugar. Joe revisaba una de las computadoras apagadas, Rob paseaba por el estrecho cuarto y de a ratos observaba hacia la puerta, en espera de que alguno de los vigilantes o cualquier otro miembro de esa agencia; Chester revisaba los objetos en la habitación, le llamaban la atención, pero no apartaba su vista de Mike, también, pues pensaba que quizá Mike cometería alguna imprudencia como intentar romper el vidrio y atravesar por allí, lo veía bastante desesperado y sabía que no era él único que lo notaba; Brad, por su parte, fingió revisar un mouse, y, disimuladamente, se acercó a la joven ingeniera que seguía metida en su trabajo. No sabía el porqué, pero sentía la necesidad de entablar conversación con ella.
Pero Joe se adelantó.
—Oye, ¿y quien se encarga de todo esto? —preguntó el asiático con curiosidad.
Brad resopló.
—Yo —respondió la muchacha, sin quitar atención a su trabajo. Dio unos clics más y dijo:— Listo. Las cámaras están desactivadas. En cuanto abra la puerta podrán pasar.
Al escucharla, los cinco muchachos rodearon a Arlene.
—Vaya, eres muy lista —comentó Brad, en intento de hacerle un cumplido—. Pero... ¿no te meteras en problemas por esto?
—¿En más de los que ya estoy? —soltó con cierto sarcasmo y miró a Brad con sus azulados ojos, aun notorios bajo los gruesos lentes.
El guitarrista se quedo sin palabras, al final solo dijo:
—Buen punto.
La ingeniera elevó una de las comisura de sus labios en un intento de sonrisa y volvió al computador. Con una combinación de teclas, la puerta se abrió.
(...)
Annabelle reposaba su cabeza sobre su hombro, mientras sus manos y piernas estaba, otra vez, fuertemente amarradas a la silla.
Ella llevaba ya largo tiempo en esa incómoda posición, pero no podía moverse, el narcótico había hecho un fuerte efecto en ella. Pensaba en huir pronto de ahí en cuanto se pasará el efecto y moviera los músculos de su cuerpo, pero los minutos corrían y eso no sucedía
"Mañana será tu fin, 6978", ella recordó aquella voz fría e inhumana de un joven científico hablándole, mientras la volvía a atar a esa incómoda silla. Toda ella, era de trapo para ese instante y ni siquiera fue capaz de contestarle. El joven incluso había hablado con otras personas allí acerca de sacarle sangre, para seguir con los análisis, pero al final no lo hicieron por algún problema con la droga que le habían puesto, o al menos eso era lo que Annabelle había oído.
Annabelle había perdido la noción del tiempo, desde ese momento, no tenía idea si era de día o de noche. Sólo sabía que el tiempo seguía corriendo.
Los efectos del narcótico eran tan fuertes que ni siquiera podía alzar la cabeza, que quedó afirmada sobre su pecho, y por ello, lo único que había hecho, desde entonces, era mirar el piso blancuzco; en espera de la "hora fatal"
Sí, su muerte tenía fecha y hora exactos, tal como si fuera una presa que ha cometido un crimen y fue condenada a muerte.
Aunque, los presos sabían como morirían, ella no; según Annabelle recordaba, en la edad media, se los condenaba a la guillotina y sus cabezas eran rebanadas, o sino eran colgados. Sin embargo, ella no sabía como sería la suya. Esa incertidumbre era terrible, más conociendo cuan sádicos eran esos tipos. ¡Por dios! Ni sabía que había hecho de malo, en realidad. Ni siquiera había sido su idea viajar a ese mundo, pero todo se había dado así. Es verdad, el mundo se acabaría por su pequeña presencia, pero aun así, no era su culpa. No lo hacía a propósito. Ella no quería dañarlos, y aun así, se había convertido en la grieta en ese frágil cristal que era ese universo.
¿Por qué si vida debía extinguirse sólo para salvar la de ellos?, se preguntó. Sí, estaba siendo egoísta, ella lo sabía. Pero, es que era su vida, tal vez pequeña e insignificante y aun mas comparada con la de millones de personas, pero seguía siendo su vida. Annabelle quería salvarles, pero sin perder la vida en el proceso. Para eso buscaba al tal Henrik.
Aunque ya no importaba, aquellos dementes la matarían sólo por su ciencia y por su universo y no parecía haber escapatoria.
El pensar en su cadáver en manos de esos tipos le era aún más aterrador que la muerte misma. El siniestro anciano le había dicho que luego de su muerte seguirían experimentado con ella. Quién sabe qué le harían. Se descompuso cuando intentó imaginarlo, las nauseas vinieron, pero logró apaciguarlas.
Los minutos seguían corriendo; el efecto del narcótico desaparecía, pudo mover los dedos de sus manos; al poco tiempo, sus piernas y un poco la cabeza. Sí, estaba recuperando movilidad, se alegró. En recuperara total movilidad, volvería a intentar a escapar; eso, claro, si el anciano demente de Bruffman y su equipo de aun más dementes ayudantes aparecían antes.
En ese momento, el sonido de la puerta abriéndose se hizo oír. «De seguro es ese viejo loco de Bruffman. Claro, quería aprovechar que me tenía atontada para que el acabar conmigo le fuera más sencillo» pensó Annabelle con terror. Sus planes de huir habían sido frustrados sin siquiera iniciar.
Lo siguiente que oyó fueron pasos, pero estos no eran lentos, al contrario venían con rapidez hacía ella, algo que a Annabelle se le hizo extraño.
De igual manera, ella cerró los ojos y presionó los dientes; pasos lentos o rápidos estaban viniendo a matarla. ¡Qué importaba!
Ella mantuvo la mirada fija en el piso, lo había decido: en cuanto sucediera sólo miraría al suelo. No era capaz de afrontar su muerte de frente. Nadie sería tan valiente.
Los pasos estaban a solo corta distancia. Estaba resignada, sabía que nadie vendría a rescatarla. Eso jamás sucedía.
La chica reconocía esa voz.
Acaso era... No, no era posible, ella alzó la cabeza. Sí, era él — ¡Mike! —gritó y creyó que las lágrimas saldrían de sus ojos, pero las contuvo. ¡Estaba vivo y bien! Y había venido a buscarla. ¿O era un sueño? Porque si lo era, no quería despertar.
El diseñador gráfico estaba, ahora, frente ella mirandola con ternura, él procedió a desatarla.
— ¿En verdad eres tú? —preguntó— o me he vuelto loca.
Mike terminó de soltarla, se volvió hacia ella se arrodilló, y contestó, mirándola a esos obscuros y brillantes ojos:
—No, soy yo. En verdad, soy yo. —sonrió y colocó su mano derecha cariñosamente en la mejilla de la muchacha y la acarició con su pulgar.
Era él, sí, era él. Aquella suave caricia bastó para ella. Mike había venido para sacarla de aquella pesadilla.
Sin pensarlo se lanzó a sus brazos y lo abrazó con toda la fuerza que le permitía su debilitado cuerpo.
Mike no reaccionó al instante ante la muestra de cariño, pero, a los pocos segundos, él también la rodeó con sus brazos.
Un leve rubor se hizo ver en las pálidas mejillas de Annabelle, cuando Mike la abrazó. La Annabelle tímida había regresado. De inmediato lo soltó y se deslizó, ayudándose con sus rodillas, pocos centímetros atrás, separándose de él.
El abrazo, entonces, se convirtió en un intercambio de tiernas miradas, como si fueran un par de enamorados en su primera cita. Annabelle, avergonzada, bajó la suya; Mike acortó la distancia y se acercó, peligrosamente, a los labios de la joven.
—¡Pero que pareja tan tierna! —exclamó una efusiva voz y bastante conocida para ambos muchachos, que bruscamente se separaron. En el intento, Mike casi perdió el equilibrio y tuvo que sujetarse con ambas manos para poder seguir erguido y Annabelle, por su parte, chocó su espalda contra la silla de madera, en la que estuvo atada.
Ella alzó la cabeza y vio al muchacho flacucho y desaliñado, dueño de esas palabras y dijo, en una mezcla de enfado y sorpresa:— ¿¡Chester!?
El rió levemente, con aquella risa juvenil tan típica de él y luego dijo:— Pero no hacia falta que se separaran y se pusieran así de nerviosos.
— ¿Ves lo que haces? Eres un metiche. Te dije que no los interrumpieras —lo regañó Joe acercándose.
Annabelle lo miró con asombro ¿Que hacía él ahí, también?
— Cierto. Arruinaste el romántico momento —Dave afirmó. Él llegaba detrás de Joe y dio una represiva mirada a Chester
¿Dave? Annabelle ladeo la cabeza.
Rob llegó junto a ellos también seguido por Brad y apoyó a sus compañeros diciendo:— Pues, si es verdad. Les arruinaste el reencuentro. Mira como los dejaste.
Brad no dijo nada, sólo miraba a Chester negando con la cabeza. Sin embargo, a Chester no parecía importarle ninguno de los regaños.
Mike, mientras tanto se había puesto de pie.
Ahora los seis la rodeaban formando una "u". Una sensación de alivio y desconcierto la invadieron. Estaban todos bien, pero ¿por qué estaban allí? ¿Y por qué vestían como científicos?
— ¿Q-qué hacen ustedes aquí? —les preguntó. Luego, miró a Mike, exigiendo una explicación.
Mike se encogió de hombros y respondió:— Quisieron acompañarme.
—Por supuesto. No te íbamos a dejar morir aquí —dijo Chester.
Una involuntaria sonrisa escapó de sus labios. Ni en sus sueños más locos había imaginado el ser rescatada por "Linkin Park".
Estaba llena de preguntas acerca de aquella loca hazaña de los seis, pero ni siquiera sabía por cual comenzar, al fin sólo preguntó:
— ¿Pero cómo... Hallaron esto? ¿Cómo entraron?
Annabelle sabía que tratándose de una agencia gubernamental como la CIA, debía de estar oculta en el último agujero del mundo y sería imposible de hallar y que, de encontrarlo, sería imposible entrar. Mucho más para seis simples muchachos como ellos.
Haciendo un gran esfuerzo, se volvió a ubicar en la silla. Luego de varios minutos en el piso su cuerpo estaba adolorido y aun se sentía débil para ponerse de pie. Y, definitivamente, la silla se notaba más cómoda que el piso del cemento.
Joe, en ese momento, respondía:
— Pues la hallamos gracias a...
— Al internet —Mike interrumpió, no quería que Annabelle supiera de los verdaderos métodos de los que se habían valido para hallarla. No aún
— Sí, Internet —repitió Joe y luego agregó:— Y también gracias a ella.
Joe señaló, y Brad y Rob se hicieron a un lado, para dejar pasar a Arlene.
La ingeniera ingresó, por el pequeño espacio, con pasos lentos y la cabeza gacha. Aun se sentía avergonzada por no haberla ayudado antes. Ella, se paró al frente de Annabelle e intentó sonreír.
Annabelle la reconoció de inmediato. Sí, era la misma que la estuvo presente e los exámenes. La que fue incapaz de ayudarla. Ahí estaba con esa carita de niña inocentona. Pura fachada, pensó, ella era igual de cruel y sádica que los otros desgraciados.
Se empezó a agitar; su pecho se elevaba y bajaba rápida y repetidamente.
—¿Qué hace ella aquí? Trabaja para esos tipos. Nos va a delatar —dijo, mientras hablaba se ponía de pie y trató de retroceder, pero su cuerpo se tambaleó y terminó cayendo en brazos de Mike. Aun seguía bajo el efecto los narcóticos.
— Tranquila... tranquila. No es quien piensas —le dijo Mike, suavemente.
—¡Claro que lo es! —espetó Annabelle— Esa tipa estuvo presente durante esos exámenes y no hizo nada.
— Lo sé, lo sé. Pero no podía hacer nada —dijo la ingeniera, bajando la cabeza; haciendo que su flequillo formara una sombra que cubría sus ojos. Ella continuaba hablando—. Lamento lo que te hicieron; yo nunca estuve a favor de ello. Pero no tenía otra opción; por eso los ayudé. Lo lamento.
Su voz se oía quebrada, casi como si fuera a llorar.
Annabelle se sintió conmovida, pero aun desconfiaba. Pero, ¿cómo confiar? Si, hace poco, ella estuvo presente en los exámenes; sin mover un dedo para ayudarla. Ella decía que no podía hacerlo, porque la obligaban; quizá era así, mo quizá no.
—No sé... —murmuró.
—Chicos..., chicos...
Rob era quien hablaba.
Todas las miradas se posaron en Rob.
Él miró hacia la entrada y volvió sus ojos hacia el grupo y prosiguió:
—Creo que no hay tiempo para esta charla. Los tipos de afuera pueden sospechar y entrar. Debemos irnos.
—Rob tiene razón —apoyó Mike.
Sin decir más, Mike cargó a Annabelle en sus brazos, como ya lo habia hecho esa vez cuando recién se conocían y ella había intentado huir, pero ahora ella no opuso resistencia alguna. La muchacha sólo rodeó el cuello de Mike con sus brazos e intentó ocultar un leve sonrojo.
—Vamos por la salida de emergencia —sugirió Arlene—. Por allí no nos notaran.
Los seis muchachos asintieron.
—¿La seguirán? ¿Tanto confían en ella? —inquirió confundida la muchacha.
Mike la miró y dijo, sin emoción en su voz:
—Annabelle, no hay tiempo para esto.
Arlene bajó la mirada, en parte la comprendía. Si ella estuviera en su lugar tampoco se creería.
No dijo nada y solo los llevó hasta la salida. Ésta se hallaba al final de la sala de monitoreo, muy bien oculta entre las paredes. Sólo la conocían quienes trabajaban allí.
La joven se detuvo, la abrió con una llave y salieron del cuarto.
Todo parecía estar yendo bien, pero, en ese instante, el sonido de una alarma inundó todo el edificio.
—¡Mierda! Nos descubrieron —exclamó Chester.
—La alarma, la alarma. Olvidé apagarla —se reprochó la ingeniera—. Hay que salir de acá. ¡Ya!
Arlene tomó la delantera para guiarlos hacia la salida.
Annabelle dudaba de que en verdad la chica hubiera olvidado apagar la alarma, pero no dijo nada. Iniciar una especulación en un momento como ese no era conveniente.
Los seis corrían tras de la muchacha, atravesando varios pasillos del edificio; algunos ya los habían visto durante la primera caminata, otros eran nuevos a sus ojos.
Mike hacía un gran esfuerzo por seguirle el paso a los demás. Annabelle lo notaba, le dijo a Mike que la dejara correr sola; pero él se negó y volvió a correr a nivel de los otros, para demostrarle que aun podía continuar.
Al poco rato, se oyeron unos pasos. Se imaginaron lo peor.
—Están aquí —una voz masculina habló, los pasos se dirigieron hacia los fugitivos —. ¡Deténganse!
—Maldición, ¿que hacemos? —dijo Mike.
Arlene miró hacia atrás, había varios agentes persiguiéndoles, casi veinte, según logró calcular la muchacha; iban armados hasta los dientes. Debía pensar en algo o serían capturados sin remedio.
—Sólo siganme y no se detengan. ¿Me oyeron? —contestó la ingeniera.
—¡Alto, o nos veremos obligados a disparar! —la amenazante voz masculina se hizo oír de nuevo.
Ninguno del grupo hizo caso a la amenaza, sólo continuaron corriendo tal como Arlene les había dicho.
Como resultado, las balas comenzaron a pasar rozando por sobre sus cabezas y al costado de sus cuerpos.
Arlene dobló en una esquina del corredor y con gran velocidad abrió una puerta que allí se encontraba.
El grupo entró junto a Arlene y ella cerró la puerta.
Los pasos de sus perseguidores se escucharon, pero seguían de largo.
Todos suspiraron aliviados.
Arlene se afirmó en la puerta, su corazón, de todos, era el más acelerado.
—Aquí estaremos seguros —dijo—. Al menos por un rato. ¿Están todos bien?
Los jóvenes asintieron.
Mike bajó a Annabelle, por pedido de la joven. Ella ya lo notaba cansado y no quería seguir siendo una carga.
—¿Que hacemos ahora? —preguntó Mike.
La ingeniera dejó escapar un largo suspiro y dijo:— Van a seguir ustedes solos. Yo debo quedarme.
Todos la miraron con incredulidad, pero en especial Annabelle.
—Debe ser así —continuó—, no podremos escapar de aquí todos. Yo podré lidiar con ellos. Sólo sigan al final de este corredor, doblen a la derecha y encontraran la salida —Arlene metió la mano en su bolsillo y sacó unas llaves, las cuales lanzó a Brad, que las atrapó al instante—. Llevense mi auto, está estacionado cercano a la salida.
Brad iba a protestar, no quería dejarla allí a su suerte; pero alguien se le adelantó.
—¿Acaso estás loca? —Annabelle habló con un extraño tono, parecía preocupada pero a la vez furiosa. Tenía ambas manos en su cintura e intentaba mantenerse lo más erguida posible—. ¡No puedes quedarte aquí! —ella dio torpes pasos y se acercó a la chica—. Sabes perfectamente que esos tipos pueden matarte por ayudarme. ¿Por qué lo haces? Ni siquiera me conoces, ni a ellos. No tienes porque hacerlo.
—Tal vez, es posible. Pero estoy harta de las injusticias que se cometen aquí, no he podido hacer nada. Y ahora tengo oportunidad de hacerlo y no la voy a desperdiciar.
Arlene recordaba aquello; desde su llegada a la agencia, había visto a montones de personas e incluso animales caer allí; solo para ser objeto de horribles experimentos y torturas. Era humillante, para ella, el no poder hacer nada solo verlos vivir un agónico sufrimiento hasta morir. Arlene no se sentía mejor que ellos, se sentía una cómplice, por callar todo, o por no ser capaz de imponer alguna protesta, no ella no era mejor. Y lo hacía solo por su beneficio para seguir viva e intacta.
Arlene sabía que en pocas horas Annabelle iba a pasar por lo mismo, una muerte tortuosa sólo por la ciencia. Pero esta vez no iba a permitirlo. Ya no seria más una cómplice.
—Corrección: No estás loca, estas demente —dijo Annabelle —. ¿Sabes que en verdad no soy de este mundo? ¿Verdad? —concluyó, creyendo que quizá la haría desistir de ayudarla.
Arlene sonrió tiernamente y asintió con la cabeza.
Siempre lo había sabido, ella había estado presente el día que descubrieron la anomalía. También durante su búsqueda, aunque al principio no lo creía. Luego, Mike se lo había confirmado mientras elaboraban el plan.
Unos pasos acercándose cortaron la conversación.
—Vayanse —murmuró la chica—. No hay tiempo que perder. Ah... Y esperó que encuentren a ese científico.
Annabelle iba a hablar, pero Chester, quien ya estaba afuera, la jaloneo.
"Gracias" alcanzó a decir.
Corrieron por todo el pasillo y siguiendo las indicaciones de la ingeniera llegaron a la salida, sin complicaciones.
Mike recordó el mapa que había visto en la entrada, esa salida era la entrada que estaba al lado del estacionamiento.
Fue él quien los guió hasta el auto de la joven. Éste no le fue difícil de reconocer, el modelo del mismo estaba grabada en las llaves y solo había uno identificado con el mismo.
Cuando estaban por subir, Brad y Annabelle plantearon la idea de volver por la joven, pero Mike y los demás se negaron. Pues era muy tarde para intentar algo; si lo hacían, sólo conseguirían ser atrapados y terminar corriendo el mismo destino que ella.
Ya no pudieron hablar, Mike los hizo a subir a todos al auto. Aunque estaban algo apretujados, lograron arrancar y salir de allí.
(...)
— Se escaparon Jefe —Informa uno de los oficiales a Ruffman, quien se encontraba mirando uno de los computadores del sector 23—. Lo siento. Ellos eran seis y uno de los nuestros los ayudó.
— Lo sé. Fue Arlene ¿verdad?
— Sí.
Una sonrisa se dibuja en el rostro del hombre— Mira —él indica a la pantalla, allí se reproducía una grabación en la cual se veía a 6 muchachos conversando con Arlene ¿Esos son los que estaban con el espécimen 6978 el día que la capturaron? ¿No?
— Así es, no los capturamos porque pensé que no serían problema. Lo lamento —el hombre agacha la cabeza, compungido, en espera de alguna reprimenda.
— Fue exceso de confianza. También pensé lo mismo de esa tontarrona de Arlene.
— Lo sé, pero continuaremos con la búsqueda de ellos. Tenemos a la Ingeniera Arlene y de seguro hablará.
— Vean que sea castigada severamente, también.
///
Annabelle observa por el espejo retrovisor. Nadie los seguía, al parecer Arlene había logrado su objetivo.
Mike, quién conducía, los lleva de regreso al estadio.
— ¿Por qué volvemos aquí? —Pregunta Annabelle viendo el estadio vacío.
— Mi auto quedo aquí ¿Recuerdas?
El clima se empieza a poner extraño y Annabelle creía saber el porqué. En cuanto estacionan sus sospechas se confirman, frente a el auto estaba su contraparte parada junto a sus compañeros de banda.
— ¿Que hacemos aqui? ¿Que hace ella aquí? —pregunta asustada Annabelle sabiendo lo que podía pasar.
— No lo sé —responde Mike que también estaba bastante asombrado—. Pensé que se había ido. Es mejor que bajemos para saber que quiere.
Todos salen del auto a confrontarlos.
— ¿Annabelle que haces aun aquí? —pregunta Joe.
— Quiero respuestas - Dice ella sin dejar de mirar a su contraparte, al igual que las personas que la acompañaban.- Temprano me obligaron a regresar asi sin más. Ahora si no les dejaré ir, hasta que me cuenten absolutamente todo.
Entre ellos deciden dárselas, ya que no tenían tiempo para pensar si hacerlo o no.
Ella, entonces, los lleva hasta su camerino. Su contraparte se dedica a explicarle claramente y con detalles su llegada a su mundo y toda la locura que había vivido desde ese entonces y también parte de su vida antes de esos sucesos.
— Entonces ¿tú eres yo? —dice la vocalista y obseva minuciosamente a su "gemela". Salvo por algunos detalles, aquella chica era idéntica a ella.
— Eso parece —le responde ella—. Básicamente, soy paralela a ti. Como te dije caí aquí a través de un agujero negro. Ya sé que esto parece de ciencia ficción pero es así. También hay versiones paralelas de ellos —indica a los otros tres.
— ¿De nosotros? —preguntan ellos al mismo tiempo.
— ¡Ja! Sí. Hay una Emma y una Lucy y un Isaac, aunque son estudiantes no estrellas de rock, como ustedes —dice ella y su compañero vuelve a su mente— Isaac —dice suspirando.
— ¿Que sucedió con él?
— Él y yo estábamos juntos ese día pero no lo he vuelto a saber de mi amigo. Verlo a él me hizo recordarlo. Solo quisiera saber si esta bien.
— No te preocupes si él es yo creo que esta perfectamente —Dice Isaac—. Debe ser muy listo
— Sí, como no —Dicen las muchachas riendo.
Ambas Annabelle sonríen - Son unos creídos - Dicen al mismo tiempo
— Chicas, no es por interrumpirlas... —Dice Mike. Él venía notando el mal estado del clima desde hace rato— Pero creo que es mejor irnos —les sugiere, pero ninguna les escucha— ¿Annabelle..? ¿Annabelle? —vuelve a insistir y ambas voltean.
— ¿Sí? —preguntan ellas al unísono y voltean a mirarlo.
— Le hablaba a Annabelle. Bueno a esta Annabelle. Aghh...- Dice Mike rascándose la cabeza. Ambas se sonríen y lanzan una risita al ver tan cómica escena.
— Yo creo que es mejor diferenciarlas de alguna manera o a Mike le explotara la cabeza —Sugiere divertido Brad.
— ¡Ya sé! —Dice Joe— Las dos lo miran— ya que vienen de mundos paralelos, hay que diferenciarlas con una letra o un numero o algo asi como en las películas.
— Tiene sentido —Dicen ellas en perfetcta sincronización.
— Bien tu serás Annabelle A —indica a Annabelle la estudiante y tu Annabelle B, él indica a la vocalista.
— ¿Annabelle B? Eso me recuerda a algui..
— ¿A quién? —Le pregunta Annabelle, ahora identificada con la letra A.
— ¿Eh? No a nadie. Cosas mías, olvídenlo —le responde su contraparte—. Sabes creo que deberías sacarte esa bata.
— ¡Oh! Este... sí. No habia notado que aun la traía puesta.
— Mira, ahí hay ropa mía supongo que te debe de entrar somos, básicamente, la misma persona.
Annabelle asiente y la vocalista le tira algo de su vestuario. Ella en un acto de malabarismo, atrapa las prendas en el aire.
Aunque un poco dudosa, ella se mete en el baño de su contraparte regresando con una sudadera color roja y unos jeans ajustados. Annabelle estaba un poco incomoda con esa ropa, pero no tenía más.
Los demás le observan asombrados. Ahora ella se veía idéntica a su contraparte, ellas lo notaron también.
La vocalista extiende su mano y como si fuera un espejo, su contraparte copia su movimiento, haciendo que las puntas de sus dedos índices se toquen, en ese instante un fuerte trueno hace temblar el lugar entero.
Ambas se alejan al instante— Creo que no volveremos a hacer eso —dice la vocalista.
— No, no lo haremos mas. También creo que ya debemos irnos.
— Nosotros también, habia olvidado que tenemos un show en menos de una hora.
— Oh, fue un gusto conocerte.. conocerme... —dice Annabelle a la vocalista—. Creo que debo volver a la búsqueda Henrik
— Suerte con eso. Adiós chicos —dice dirijiendose a Brad, Rob y Dave—, genial haber compartido el escenario con ustedes.
— Igual Annabelle... B —Dicen los tres al mismo tiempo
— Adios Joe, ¿Chester? ¿era tu nombre? Y... Mike.
Chester asiente y se despide de ellos tres, también.
— Ah y Mike —Dice ella acercándose a él y mirandole coquetamente- Fue muy impresionante lo que hiciste por ella, nunca pensé ver a un hombre actuar con tanta determinación.- Mike solo la mira sin responderle.
Annabelle observa la escena de reojo, unos inexplicables sentimientos comienzan a salir de ella, rabia, enojo, ganas de ir e interponerse entre ellos. Sí, estaba celosa. Ese sentimiento iba muy bien acompañado por los truenos y relámpagos, que se hacían sentir desde afuera.
Isaac carraspea— Es hora de irnos o el universo... adiós...
— Este... Sí... Adios —dice ella de nuevo y abandona el lugar, sus compañeros se despiden también y siguen a Annabelle, Mike y los demás los observan irse.
- Bien, hora de irnos a busca a Henrik- Dice Annabelle a Mike con seriedad, bueno eso si aun quieres ir.
— ¿Eh? Claro nos iremos ahora.
Brad se queda pensativo por unos momentos y finalmente pregunta— ¿Cómo dijeron que se llamaba ese científico?
— Hubert Henrik —responde Annabelle—. ¿Por qué?
— Creo que sé donde está.
— Pero como... ¿Donde?
— Él esta en nuestra ciudad, Mike, en Agoura, California.
— ¿Qué?
------------------------------------////////////////////////////-------------------------
Notas: En las multimedias Arlene y un video de Mike leyendo en japonés
Voten y comenten :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top