Capítulo 14: ¡Hay que huir! (Parte 1)
"...Solo soy una grieta en este castillo de cristal. Difícilmente haya algo para que veas." (Linkin Park- Castle of glass)
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"Espécimen 6978"
Annabelle comenzó a abrir lentamente los ojos, pero una brillante luz le hizo mantenerlos entrecerrados por algunos momentos, hasta que por fin logró adaptarlos a esa fuerte iluminación. En frente a ella estaba un un foco, similar al de los consultorios de odontología, que iluminaba de lleno su cara. ¿En donde estaba?, se preguntó. Su memoria estaba verdaderamente en blanco y su cabeza aún le daba vueltas, y le era difícil mantener la concentración.
Fue entonces, cuando sus ojos empezaron vagar por su nuevo entorno; estaba rodeada por cuatro paredes blancas. No había nada más, excepto por ese molesto foco.
Paredes blancas, lugar vacío; sí, ella habia visto un lugar así.
Claro, en algún momento tenía que pasar. Estaba en un manicomio. Era obvio, sus ideas nunca habían sido del todo cuerdas, o bueno, quizá había sido porque estuvo diciendo a todo el mundo que venía de un mundo paralelo. Sí, eso era. Si alguien venía y le decía algo similar, ella también lo hubiera mandado a encerrar.
Intentó levantarse, para recorrer la habitación, pero no pudo; sus brazos y piernas estaban amarrados, fuertemente, a la silla en la que estaba sentada. Annabelle observó con sorpresa esto, ni siquiera lo había notado; ella estaba muy aturdida y sentía todo el cuerpo adormecido.
La idea del manicomio ahora ya no parecía tan factible, como hace un rato.
Miró de nuevo a su alrededor, en busca de una respuesta. Esta vez, notó algo nuevo. En una de las paredes, había una máquina de tamaño mediano, similar a una computadora antigua, tenía unos cuantos focos de colores que titilaban como estrellas.
Annabelle ladeó la cabeza, era una máquina bastante curiosa y estaba bien camuflada pues era del mismo color blancuzco de las paredes. Sin embargo, algo más interesante llamó su atención: una puerta. Sí, había una allí, de color grisáceo y de metal -según lo que Annabelle alcanzaba a ver-. Su inspección le había mostrado cosas nuevas, pero no le daba respuesta a ninguna de sus preguntas.
Su mente parecía ya más despejada ahora, así que intentó hacer memoria. Recordaba varias cosas como estado en el concierto de Relative Degree, pero todo, después de eso, estaba nebuloso. Tenía breves imágenes guardadas: ella por hablar con Brad y los demás, el inicio del show de Annabelle... ¿y después? ¿Después qué...? "Haz memoria Annabelle" se dijo a si misma. La joven cerró y apretó los ojos y, de alguna manera, su memoria comenzó a regresar.
"—Mike, ayúdame —gritó desesperada, mientras era arrastrada por el uniformado. Aunque sabía que Mike poco y nada podía hacer. Él estaba siendo apuntado por una pistola e inmovilizado.
—¡Annabelle! —ella oyó gritar a Mike; pero ya ni siquiera podía verlo. La imagen de Mike se había perdido entre la gente. Annabelle se lamentó por su suerte y por la de él.
— ¡Suélteme! No he hecho nada Por favor, déjeme ir. —volvió a rogar ella a su captor, pero el hombre ni se inmuto ante su lastimero pedido.
En esos momentos, un helicóptero hizo su su arribo en frente de ellos. El hombre presiono con fuerza el brazo de Annabelle.
Un hombre vestido con un uniforme similar al de su captor, apareció del interior y preguntó:— Tienes listo el "espécimen"?
¿Espécimen? Otra vez esa palabra. ¿Eso era ella? Debía huir de esos locos. Como pudo intentó safarse del agarré del uniformado, sin embargo no logró más que dejarle unos rasguños en la cara y, como consecuencia, el ser lanzada en al interior de la aeronave como un saco de papas. Allí de inmediato la atrapan otros dos hombres, igual de uniformados.
—¡Déjenme!
— Hay que inyectarla o nos dará problemas —propuso su anterior captor, ingresando al helicóptero.
— Se te puso difícil —comentó uno de ellos, con tono de burla. El otro uniformado hizo una mueca de enfado en respuesta. Otro de ellos, mientras, sacó una jeringa y luego la clavó en un frasco y comenzó a extraer el liquido de él.
— ¿Inyectar? N-no por favor —suplicó Annabelle con ojos llorosos, e intentó zafarse.
— Quieta, no dolerá. —el hombre sonrió con algo de malicia.
Y dicho esto clavó la aguja en la pierna derecha de la muchacha, sin dejar ni un poco del líquido en el interior de la jeringa; luego de eso, todo se volvió negro alrededor de la joven.
Ahora todo tenía sentido. Había sido secuestrada esa era la verdad. Pero... ¿Por qué? ¿Por quién? ¿Con que intenciones? ¿Y Mike y los demás que había pasado con ellos? Esa y más interrogantes atravesaban su mente.
El miedo se apoderó de ella, no importaba quién o porqué, solo importaba una cosa y era salir de allí lo mas rápido posible y. Sea lo que quisieran no se quedaría averiguarlo. También necesitaba saber que habia sucedido con Mike.
Debía huir, huir de allí; huir lo más lejos posible, luego buscaría a Mike y los demás, debían de estar bien; tenían que estarlo. Intentó liberar sus manos, pero fue inútil; la cinta estaba bien adherida a sus manos, también la de sus pies. Continuó intentado por largo rato sin obtener resultados. Finalmente se rindió y decidió optar por la opción que parecía más viable en ese momento, al menos en su cabeza: girar y pedir ayuda.
— ¡AUXILIO! ¡ALGUIEN QUE ME AYUDE! ¡¡POR FAVOR SÁQUENME DE AQUÍ!! ¡Por favor! ¡Por fav...
La voz de Annabelle se apagó; la puerta se había abierto, un temor repentino la invadió. Un hombre extraño ingresó a la "habitación". Annabelle lo inspeccionó con la mirada; el hombre tenía un aspecto lúgubre que la hizo estremecer. Tenía el cabello cano, su rostro ya era poseedor de varias arrugas y de una espesa barba grisácea, aparentaba tener unos 50 o 60 años, según el calculo de Annabelle. Traía además puesto una bata de laboratorio, sus lentes colgaban de su cuello. Parecía ser un científico. Aquel hombre no dejaba de mirarla, no como se miraría a cualquier persona, sino como si fuera un hada, un unicornio, o un alíen o algún otro ser fantástico. Ella había visto esa mirada antes en los familiares de Mike y en cada persona que se enteraba de su real procendencia. ¿Acaso ese hombre sabía algo?
Luego de varios minutos de examinarla con la mirada, el anciano habló finalmente:— Buenos días. Parece que ya al fin ha despertado de su largo sueño. Pensé que no lo haría, mis hombres no supieron administrar la dosis bien. ¡Son un inútiles con ese tipo de cosas! Son buenos para matar, pero en otras situaciones dejan mucho que desear.
"Matar", la joven repitió, para sus adentros, eso hombres tenían la capacidad de Matar. Recordó con horror, que mientras se la llevaban, varios de esos mismos hombres tenían rodeados a Mike y sus amigos; y apuntaban a matar, según ella recordaba, justo a sus frentes. Se imaginó lo peor, pero nada podía hacer. Cerró los ojos por cortos segundos, deseando que ellos estuvieran bien y a salvo y que todo sus malos pensamientos, fueran eso: malos pensamientos.
Luego, se armó de valor y preguntó:
— ¿Q-quién es usted? ¿Por qué me trajeron aquí? ¿Que es este lugar? —Annabelle no pudo evitar un leve temblor en su voz, mientras redactaba las preguntas.
— No estoy aquí para darle explicaciones, pero... —el hombre hizo una pausa, su rostro se tornó pensativo por unos instantes y luego dijo:— Sí, creo poder responder algunas de sus preguntas, después de todo no pasará mucho tiempo aquí. Esta en los laboratorios secretos de la C.I.A. y yo soy el jefe de dichos laboratorios. Soy el ingeniero Bruffman. Aquí nos encargamos de analizar cualquier anomalía u cualquier otro tipo de actividad paranormal que suceda, tal como usted. Espero haber respondido sus preguntas "Espécimen 6978".
— ¿Paranormal? ¿Espécimen? ¿Qué? Yo no... ¡Tiene que haber un error!
— No hay error, usted es el espécimen 6978.
— No soy un estúpido espécimen soy humana, H-U-M-A-N-A. Como usted. Solo míreme.
— Tal vez se vea bastante parecida a nosotros pero usted y yo sabemos que es falso.
— ¿Qué?
— Sé perfectamente que proviene de otro universo.
— E-eso es falso. No tiene pruebas de ello —mintio. Debía hacerlo o de seguro le traería graves consecuencias. Su intuición se lo decía.
El hombre negó con la cabeza— Es tedioso tener que explicarle algo que usted y yo sabemos muy bien. Pero lo haré... No hay punto de error, yo mismo lo vi. Mientras mis científicos y yo estábamos en nuestras rondas habituales de investigación paranormal, nuestras máquinas detectaron algo inusual, una ruptura en el espacio-tiempo, para nuestra sorpresa, descubrimos que se trataba de un agujero de gusano que se habia abierto en algún punto de la ciudad de Chicago. Esto sirvió como puente entre nuestro universo y otro universo, el suyo. Sin embargo, descubrimos que algún compuesto orgánico lo había usado, un humanoide, por lo que mostró la máquina, o una humanoide es decir usted. Así que no es necesario que finja. Yo sé lo que usted es y también lo que no es.
Su procedencia había sido descubierta y Annabelle no tenía ninguna coartada preparada para ello. Le aterró el pensar lo que harían con ella. Semanas atrás Annabelle, junto a Isaac, había visto películas de ciencia ficción, en donde se mostraban lo que sucedía con gente e incluso animales extraños capturados por agencias gubernamentales como esa. Y no terminaban nada bien. Pues los consideraban como peligrosos y amenazas para la Tierra. Pero, claro, era una película. Esto podría ser diferente ¿o no? Sin embargo, sucediera lo que sucediera aun tenía mas preguntas; su lado curioso había despertado y debía apaciguarlo.
— Tiene razón, no soy de este mundo —aceptó ella, bajando la mirada. Ya no había motivos para mentir, el anciano tenía pruebas de sobra.
— Qué bien que acepte su condición real.
— Pero aun no me responde: ¿Por qué me trajeron aquí?
— Con que aún no le queda claro ¿Eh? —Annabelle negó con la cabeza. El hombre curvo sus labios en una sonrisa, un tanto escalofriante, y comenzó a caminar alrededor de la muchacha, mientras explicaba:— Pues como mencioné esta usted en la C.I.A. Nuestra organización se encarga de proteger la tierra de cualquier amenza ya sea planetaria o extraplanetaria que intente acabar con la paz y el equilibrio de nuestro bien amado mundo. Para ello los retenemos aquí antes de que eso suceda.
— ¿Eso que tiene que ver conmigo? Yo no he venido a acabar con nada. Soy solo una muchacha. Una simple muchacha.
— Eso puede ser cierto, o tal vez no. Lo cierto es que mientras investigábamos al humanoide notamos que algo desestabilizaba el equilibrio de este planeta, y luego descubrimos el motivo en este mundo había otra muchacha igual a ti y el universo intentaba acabar con la paradoja es decir con la muchacha extra o sea tú, y al universo no le importaba si para ello debía llevar acabar con este planeta. Al principio era una teoría que teníamos, sin embargo, la comprobamos el dia del concierto de la que sería tu contraparte, tú cometiste la estupidez de ir hasta allí, provocando la aceleración de la destrucción de este planeta, en ese momento me di cuenta de lo peligrosa que eras y envíe a varios hombres a buscarte, pues no sabia con que me hallaría realmente. Pero ahora ya te tenemos aquí, podremos examinarte y hacerte pruebas. No todos los días nos aparece alguien de otro universo.
— ¿Pruebas? ¿Examinarme? ¡Están dementes! No dejare que me conviertan en su conejilllo de indias... humano. —protestó Annabelle, elevando el tono de su voz.
— Vaya, no es tan callada como aparenta. —comentó el ingeniero y Annabelle se sorprendió ante ello, ni siquiera habia notado el momento en que subió el tono de su voz. Nunca lo había hecho su timidez siempre se lo había impedido. Sin embargo la situación parecía haberle hecho sacar algo de valentía repentina—. Mire puede protestar cuanto quieras, pero no saldrá de aquí. No puedes evitar tu destino, de hecho en estos momentos estas siendo monitoreada. Él indicó hacia las blancas paredes que los rodeaban.
Annabelle miró hacia ahí y notó que era verdad, las paredes no eran tan sólidas como aparentaban, en realidad eran traslúcidas. Aunque no muy claramente, detrás de las falsas paredes logra ver a varias personas tomando notas o solamente observandole.
Por un momento sintió que era un animal exótico enjaulado en un circo o un zoológico, quizá, y que aquella gente eran los morbosos espectadores que pagaban por verla.
Saliendo de su estupefacción, la joven replicó con tono desafiante:
— No pueden retenerme aqui, para siempre. Usted lo dijo es un peligro que yo continúe aqui, soy una bomba de tiempo, si me quedo aquí podría poner fin al planeta entero. Esto sólo acabará si regreso a mi mundo.
El hombre sonrió, no estaba ni un poco alterado por las palabras de la joven cautiva. Y con toda tranquilidad, dijo:— Eso lo tengo claro, pero estas equivocada en algo, regresarte no es el único método.
— ¿C-como?
— Como tú misma lo dijiste eres como una bomba y haremos lo contigo lo mismo que se hacen con las bombas que amanenazan destruir, te "desactivaremos" para siempre. No se si me entiendes.
Annabelle escuchó todas y cada una de aquellas palabras y el terror regresó; claro que lo entendía.
— N-no querrá decir... ¿Matar...me? —preguntó, aunque, para la aterrada joven, la respuesta era obvia.
— Si prefiere llamarlo así. Pero hay una buena noticia.
— ¿Cuál?
— Que aún después de su deceso, podremos seguir realizando investigaciones contigo.— una mueca de terror se hizo presente en el rostro de la muchacha. Bruffman se vió satisfecho, logró el efecto que quería con sus palabras y agregó:— No dije que fuera buena para ti.
— Están locos. —murmuró. Cualquier ápice de valentía en Annabelle había desaparecido. Bruffman había hablado con tal frialdad de una muerte, de su muerte que ni siquiera era capaz de protestar otra vez.
El sadismo en ese tipo era escalofriante.
— Suficiente de charlas. Es hora de los exámenes. Muchachos... —el ingeniero hizo un ademán hacia las personas que observaban el espectáculo desde las falsas paredes, indicándoles que vinieran.
Al poco tiempo, dos personas vestidas de sexo masculinos con batas blancas iguales a la de Henrik entraron. Ellos eran bastante menores que Henrik, pero también tenían esa misma mirada fría y estremecedora que la del anciano.
Annabelle notó que uno de ellos traía en su mano derecha una jeringa igual a la de aquel agente que la había capturado, aunque, a diferencia del otro, el líquido en su interior era de un color verdoso.
El hombre se acercó y Annabelle hizo hacia atrás ambos brazos todo lo que pudo, para evitar aquella aguja; pero, al estar atada, nada consiguió. Él tomó el brazo izquierdo de la muchacha y con cuidado la inyectó, luego procedió a desatarla.
En cuanto se vio libre de las ataduras de sus pies, Annabelle, hizo un nuevo amague por escapar, pero en cuanto dio el primer paso cayó pesadamente al suelo.
— ¿Que me pusieron? —murmuró Annabelle. Intentó ponerse de pie, pero cayó al suelo otra vez. Había perdido sus capacidades motrices. A los pocos segundos ya no podía mover nada del cuello para abajo, sólo pestañear. Quiso protestar, pero ya tampoco podía emitir sonido.
— Es solo un narcótico, similar al anterior; pero, como habrá notado, solo imposibilita su movimiento. El efecto pasará en unas horas. No podrá moverse pero estará despierta. Necesito que esté consciente para los exámenes — respondió el anciano y luego hace un ademán a los otros— Ya saben a donde hay que llevarla.
Ambos asienten con la cabeza y uno de ellos procede a cargarla, Annabelle intenta luchar pero es en vano, su cuerpo no le responde. El narcótico era bastante efectivo, la había vuelto igual a una muñeca de trapo y la dejó a merced de ellos.
— Señor ¿No cree que esto es demasiado? Es solo una muchacha y...—la timida voz de una muchacha se hizo oír.
Annabelle escuchó la voz femenina a sus espaldas. Pero no lograba verla. ¿En que momento entró? Se preguntó, ya que no recordaba haber visto entrar alguna persona más. «Quizá entro cuando me estaban inyectando», se respondió a sí misma.
— No es una simple muchacha. —Bruffman le interrumpió—. Anda acompañala y no hagas más preguntas.
El hombre que llevaba cargando a Annabelle, comenzó a caminar. La joven podía sentir los pasos de la otra chica caminando tras de ellos. Pero, realmente no le importaba. Lo que importaba era hallar una manera de salir de allí y lo más pronto posible.
Asi que, de reojo, se dedicó observar a su alrededor. Aunque, no muy bien, fue capaz de notar que, iban por un largo y angosto pasillo, el color era igual al de su habitación: blanco.
A cada costado, del mismo, había puertas, del mismo color que la suya, todas señaladas con números romanos, pero sin ningún cartel que indique algo. Ninguna se hallaba abierta o siquiera entreabierta; ella prefirió ni imaginarse que habría en ellas para estar tan resguardadas.
Luego de varios minutos de caminata por los laberínticos pasillos, el hombre se detuvo frente a una habitación, ésta estaba bastante separada de las demás y tenía una puerta de extraña forma y con una cerradura electrónica. Como pudo, él sacó una tarjeta azulada y la deslizó por su marco, haciendo un sonido.
La puerta se elevó hasta desaparecer en el interior de su marco. El joven científico ingresó, luego la otra muchacha también lo hizo y el sonido de la puerta cerrándose se hizo oír.
La habitación era de considerable tamaño, alrededor había más máquinas como la del cuarto de Annabelle. En medio tenía una especie de máquina similar a la que se usan para hacer tomografías, de hecho ese era el objetivo de la máquina, pero era aun más potente que cualquier tomógrafo. En cuanto el hombre deslizó hacia fuera una pequeña mesa del interior del "tomógrafo", una pequeña gota de sudor frío empieza a recorrer la frente de Annabelle.
El científico la depósito allí.
— Arlene —dijo él. Ese era el nombre de la mujer que los seguía, Annabelle dedujo—. Cambiala y luego te encargas de meterla allí.
— ¿Y-yo?
— Sí, tú —gruñó el hombre. La personalidad inocentona de la ingeniera le irritaba—. ¿O es que hay alguien más? Luego vas para allá con nosotros, Harry se encarga del resto del examen.
Arlene se acercó a la muchacha y procedió a cambiar la ropa de Annabelle por una bata, que llevaba cargada en el brazo izquierdo.
Annabelle por fin logró verle el rostro a la muchacha, se trataba de una joven de cabello rubio, atado en una trenza fina, y rostro dulce cubierto con unas gruesas gafas de marco rojo; aparentaba tener la misma edad que ella. Aunque no la conocía, Annabelle notó que ella era bastante tímida, si en efecto, lo notó por lo encorvado de su espalda, por el tono fino de su voz y sus tartamudeos al hablar con Bruffman. Para Annabelle no era difícil reconocer este comportamiento, ella misma lo había tenido durante años, aunque con el paso de los años había ido aminorando, al menos lo suficiente como para que ella pudiera comunicarse con le gente,sin tartamudear como lo hacía Arlene.
"No es posible que Arlene pertenezca a una organización tan terrible y sádica», pensó ella. «Debo pedirle ayuda. Es la única persona que podía hacerlo.»
— Estas lista. —dijo Arlene con voz amable, y luego la volvió a ubicar sobre la incómoda mesada.
Era el momento. Annabelle intentó mover los labios, decirle que no quería ser metida allí, que la ayude. Pero lo unico que consigue es hacer una mirada lastimera.
Arlene la miró con compasión.
— No te preocupes no dolerá. —dijo ella con voz muy poco audible, luego empujó la mesa hasta el interior de la máquina.
La oscuridad cubrió por completo a Annabelle; el dolor en su espalda, provocado por estar en una mesa de madera, se siente con mas fuerza. Esa máquina era un verdadero instrumento de tortura.
Annabelle cerró los ojos, en ese instante, y deseó que algo mágico e inesperado como en las películas sucediera; como descubrir que tiene algún poder mágico, como el de teletransportarse por ejemplo, y aparecería en otro lugar muy lejano de ese infierno, sí como ese chico de Jumper que a punto de ahogarse descubrió que tenía ese poder. O quizá no, quizá aparecería un superheroe, de esos que tienen brillantes ojos azules, un cabello y rostro perfecto, un traje apretado, denotando su musculoso cuerpo y una brillante capa cubriendo sus hombros.
— Iniciamos —dijo una voz masculina desde afuera.
Nada sucedió; no despertó ningún poder oculto y nadie vino a rescatarla. Ésta no era una película o una historia de cuentos; era la vida real y en ella no existe la magia ni los poderes, ni así, tampoco, los superheroes, que rescatan a damiselas en peligro.
Lo único real era, lo más fantasioso, que estaba en otro universo a punto de ser examinada y exterminada por unos tipos de una organización.
Suspiró y afrontó la maldita realidad, su maldita realidad, mientras la máquina comenzaba a funcionar.
///
— Dr Bruffman, quizá deberíamos evitar este examen. La chica se ve muy nerviosa —pidió Arlene, tímidamente, mientras observaba los monitores. Era eso, quizá, lo máximo que podía hacer por ella. Además, no era una mentira, en verdad estaba nerviosa y aun mas que eso. Desde el monitor claramente podía verla temblar y también podía apreciar, por el medidor de latidos cardiacos -ubicado al costado lateral de la pantalla-, que los latidos de su corazón estaban acelerados— Arlene, Arlene, Arlene dice el anciano— Deberías de ser tan compasiva, es lo primordial si quieres mantenerte aquí. Entiende ella no es como nosotros. No pertenece aquí.
— Aún así no me parece...
— Arlene si no quieres que te eche mejor guarda silencio. Recuerda que estas aquí por que eres muy buena con estas máquinas, pero como tú hay montones más. Asi que déjame observar bien esto —ordenó el científico, en un bramido, sin dejarle terminar la frase y luego regresó la mirada a los monitores.
Arlene agachó la mirada y obedeció; el científico tenía razón: Ingenieros en informática como ella habia miles y él si quería podría haber elegido a cualquier otro. Pero la eligió a ella, no podía perder ese trabajo. Ese trabajo que era el orgullo de su familia, pero tampoco podía perder los valores que sus padres le habían enseñado y sabia que lo que Bruffman hacía estaba mal, que esa muchacha no se lo merecía, y no le importaría perder su trabajo para ayudarla. Tampoco podía borrar esa mirada suplicante de su mente, esa mirada que le pedía a gritos ayuda, pero no sabía como; era demasiado tímida y cobarde como para siquiera pensar en intentarlo.
— Arlene ¡deja de volar! —Gruñó con malhumor el anciano— Y cambia la imagen del monitor por la que controla la actividad cerebral —Arlene se acercó y con dos simples clicks en el mouse, el monitor muestra la imagen de la tomografía.
Esa joven ingeniera era una persona desesperante y demasiado sentimental; Bruffman había creído eso de ella desde que la había conocido; de hecho tenía un cierto aire a una persona de su pasado; pero, aún así, no podía negar que, en asuntos tecnológicos, ella era una verdadera genio y de alguna manera era muy prescindible para su trabajo o al menos hasta que alguien mejor apareciera.
— Vaya, vaya. Muy buena actividad cerebral. Raya la humana promedio —comentó, mientras se dibujaba una sonrisa en el rostro del viejo—. Continua con el resto del cuerpo. Quiero verlo todo órganos internos, todo.
Arlene obedeció.
— ¿Que opinan muchachos? —preguntó Bruffman, dirigiéndose a los demás científicos en el cuarto.
— Es fantástico. Es como ver la tomografía de una humana —comentó un joven científico, con algo de efusividad.
«Es que es humana» dijo Arlene para si misma.
— Cualquiera diría que es una simple humana, si no fuera por la radiación del agujero de gusano que aun tiene impregnado. —comentó otro, alzando la mirada de su monitor.
— Este descubrimiento es fantástico Doctor. —Le alabó otro de los científicos— Le aseguro que los miembros de la CIA le premiaran de nuevo.
— Aun no lo sé. Pero tal vez sea verdad y esta muchacha, sea la llave para consagrarme como el mejor científico aquí. Pensar que yo... —murmuró esta última frase para si mismo.
— ¿Usted que...? —le preguntó Arlene, que al estar a su lado lo había oído.
— ¿Eh? Nada, nada trabaja niña. Diles que ya la pueden sacar de allí y llevarla a su "cuarto". El resto de la investigación lo termináramos con la autopsia.
— ¿Aún planea seguir con... eso? —preguntó Arlene. Inocentemente, ella había llegado a creer que Bruffman, tendría un ataque de racionalidad y cambiaría de opinión. Pero, ahora, era obvio que no lo haría— Es completamente inhumano. No puede acabar con su vida solo...
— ¿...Sólo por qué puede acabar con el mundo? Es preferible nosotros antes que ella. No entiendo que sucede con usted hoy. Está muy altanera.
Arlene guardó silencio por unos instantes y después bajando la mirada, respondió, con su timidez habitual:— Nada... S-solo quería expresar mi opinión. N-nada más —luego tomó el pequeño micrófono de la computadora y habló a través de él, con la voz mas fuerte que pudo:— Ya pueden sacarla.
Bruffman la miró y enarco una de sus velludas y grises cejas, no creía en las palabras de la ingeniera; pero Arlene era inofensiva para él. Decidió no prestarle atención. Y regresó su mirada al monitor que estaba conectado a el interior de la habitación. Annabelle era retirada allí. Él tomó el micrófono y habló—: Llevala a donde estaba, al sector 23 y átala de nuevo, el efecto de los narcóticos pasara en cualquier momento y puede intentar huir.
El científico en el cuarto asintió con la cabeza, luego cargó a Annabelle y salió de ahí.
Bruffman, entonces, apagó ese monitor y avisó a todo el cuerpo científico que le acompañaba:— Esto es todo por hoy. Mañana en la mañana, terminaremos los exámenes con la autopsia, que le será practicada. Por hoy están libres.
Los científicos asintieron y se retiraron, de a uno, de la habitación.
Arlene salió tras ellos pero, en la puerta, Bruffman la detuvo— Arlene lamento informarte que deberás quedarte. Necesito que en un rato te encargues del monitoreo a la "muchacha"; cada computadora debe seguir vigilando cada movimiento que ella realice, necesito ver como interactúa con su medio. También encargate de las cámaras de seguridad. No quiero pensar en lo que sucedería si huye. De igual manera dejaré a dos guardias vigilando la entrada hasta mañana. ¿Entendiste?
La ingeniera asintió, suavemente, con la cabeza y abandonó el lugar.
Ruffman tomó asiento frente a una de las computadoras, la imagen clara de la tomografía de la cabeza de Annabelle estaba en el monitor. El científico observó la imagen con detenimiento. De algo serviría su título en medicina, carrera que también hizo pero jamás llego a ejercer, pues su pasión por la ciencia pudo más.
Debía que haber algo diferente en aquella imagen, algo que desencaje. Aquel científico loco, que había mandado a encerrar, no podía tener la razón.
Lóbulo parietal, lóbulo temporal, central y occipital; separados tal cual un humano normal, cada parte ubicada en el lugar que correspondía. Siguió con las demás partes del cuerpo, órganos corazón, pulmones. Todo en su lugar no había diferencia. Exceptuando por el cúmulo de radiación a su alrededor, producido por el agujero negro.
— Henrik, tenía razón —murmuró al monitor y una maliciosa sonrisa se formó en su rostro—. Pensar que lo traté de loco cuando expuso su teoría...Es irónico, pero creo que después de todo si me consagraré en la comunidad científica y con SU propia teoría
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Notas de la autora:
1) El capitulo se dividió en dos partes porque mientras lo editaba agregue varias cosas y quedo mucho mas largo de lo que yo pensé y creo que hubiera sido demasiado tedioso leer todo eso. En todo caso la continuación de este capítulo la publicaré este viernes.
2) Lo que esta en cursiva es un Flashback espero que haya quedado claro, estoy probando una mejor manera de insertar Flashback sin tener que usar la palabra Flashback
3) El de multimedia es Bruffman, la próxima subire una de Arlene. De igual manera he editado las imágenes correspondientes al elenco completo de esta novela y serán publicados la semana que viene en mi cuenta de pinterest
Saludos Annie.
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