Convivencia
El jueves había llegado demasiado rápido para el disgusto de Camila. Aún seguía debatiéndose entre asistir al evento al que la invitó Lauren o simplemente hacer como si nunca la hubiese invitado y quedarse en casa lamentándose en su habitación mientras observaba uno de los tantos anuarios que tenía del colegio.
- ¿Deberíamos ir Ty? - el perro blanco ladró en respuesta y luego comenzó a dar vueltas en busca de su cola
Un poco frustrada por hacerle caso a un perro, la castaña fue hasta el baño y tomó una ducha. Después de un rato de relajación bajo el agua, fue directo a su armario con la intención de ponerse algo fácilmente y verse cool, pero sus intentos fallaron y prácticamente vacío todo su armario indecisa sobre lo que se pondría.
Llamó a su vecina y amiga, Dinah, para que la ayudará a escoger su ropa - sintiéndose igual de patética que cuando tenía dieciséis y su madre le escogía los atuendos para ir al colegio - y al final terminó poniéndose unos pantalones entallados blancos un poco rasgados de las piernas, un top blanco y una chaqueta negra. Se colocó unos zapatos altos y tomó su bolso favorito. Estaba lista.
Colocó las correas de sus perros en el asiento del copiloto y subió a Murphy y Tyler en los asientos traseros. Después, rápidamente encendió su auto y comenzó a conducir hacia su destino.
Al llegar al hospital pudo visualizar como muchas personas iban y venían con sus perros; en la entrada habían dos personas vestidas de blanco dando la bienvenida y entregando unos cuantos folletos.
- No debería estar aquí. - golpeó su cabeza contra el volante y suspiró. Estaba tan malditamente nerviosa. Se supone que ya había olvidado a Lauren, o eso quería aparentar, pero estaba segura que si entraba ahí haría el ridículo más grande del siglo, al igual que hace años cuando la bruja oxigenada de Sarah leyó su diario.
Dos golpes en la ventana de su auto la hicieron salir de sus pensamientos, y un poco asustada volteo y bajo el cristal.
- Hey, tú debes ser Camila ¿cierto? - dijo animada una mujer de cabello rubio - Soy Allyson, un gusto. - extendió su mano
- Camila Cabello.
- Pero qué preciosidades de perros tienes aquí - como si supieran que hablaban de ellos, ambos perros empezaron a aullar emocionados - Hey, el es Murphy, el amiguitos que accidentalmente conoció el auto de Laur.
- Uhmmm, sí, es el.
- ¡Es excelente, se ve fantástico!
- Sin un rasguño. - trato de bromear
- Bien. - ignoró la broma - ¿No enterarás? Lauren me ha mandado prácticamente para cerciorarme de que este es tu auto.
Abrió los ojos como platos, ¿Lauren en verdad la había mandado ahí? Mierda y más mierda, comenzó a sentir como sus piernas temblaban y en su estómago revoloteaban las muy famosas mariposas.
- ¿E- ella?
- Sí, le ha comentado a todos que una amiga suya vendría hoy y está muy ansiosa por tenerte ahí dentro con estos dos Ángeles.
- S- sí, yo, estacionaré mi auto e iré.
Ally asintió y desapareció dentro del hospital, dejando a una Camila aún más nerviosa de lo que estaba antes. ¿Lauren quería verla? ¡Ella había dicho que eran amigas! O Jesús, podría morir.
Hace seis años ella abría matado por oír esas sencillas palabras y ahora que no las esperaba, creía que moriría de felicidad. Lauren Jauregui había dicho que eran amigas y nunca jamás se habían hablado en la escuela secundaria.
Estacionó su auto una calle lejos del hospital porque habían demasiados autos al rededor y camino alegremente junto con sus dos perros, quienes también se veían emocionados - ya que no sabían que los inyectarían - por llegar.
Al entrar saludo amablemente a los hombres de blanco, quienes le dieron un folleto del hospital, en el cual indicaba los cuidados que se tenían que tener con las mascotas y también marcaba fechas de las brigadas que hacían año con año.
La parte central del hospital era prácticamente un jardín - bien cuidado, por cierto - y en el estaban uno que otro representante de marcas conocidas a nivel mundial de comida, ropa y juguetes para perros, gatos, o cualquier tipo de mascota. También habían unas cabinas en las cuales estaban los doctores - veterinarios - quienes revisaban y luego con la ayuda de los enfermeros, inyectaban a los animales.
Camila a lo lejos entre tantas cabinas pudo divisar en la que estaba la ojiverde y de repente todo en su alrededor dejo de existir - al igual que cuando la veía por los pasillos, en el salón o incluso en la cafetería del colegio -. Seguía igual de hermosa que hace seis años atrás.
Lauren llevaba un vestido azul con flores y arriba de el tenía puesta su bata. Llevaba amarrado el cabello en una coleta y su maquillaje era a simple vista, impecable.
Como si de un imán se tratara, Camila se acercó lentamente hacia ella, disfrutando de la vista. Fácilmente la ojiverde podría ser considerada la octava maravilla del mundo entero ante los ojos de Camila. Tantas veces en el pasado soñó con estar junto a ella y ahora incluso la había invitado personalmente a un evento donde ella trabaja.
Sonaría horrible, pero, maldita sea, ella realmente estaba agradecida de que Murphy se haya zafado de la correa y Lauren lo lastimara.
- Camilla. - dijo sonriente - Si eras tú.
- Y- y- yo... sí. - nervios al orden del día - Hola.
- Hola. - la castaña simplemente podría tomar una foto de aquella sonrisa que le regalaba Lauren y con ella iluminar las calles de ciudades como Nueva York o Las Vegas. Su sonrisa era preciosa.
La ojiverde le pidió amablemente que la esperará un poco hasta que se pudiera desocupar y Camila sólo asintió y bobamente camino hasta una parte del enorme jardín y se sento en una banca en compañía de sus fieles perros, quienes ahora estaban enojados con ella por permitir que los inyectara.
Los minutos pasaban y poco a poco se veía el cambio drástico en el hospital, el cual paso de tener cientos de personas a limitarse en un solo grupo de máximo unas treinta personas y perros.
Lauren suspiró feliz tras cerrar su cabina y fue en busca de la chica de ojos café a la cual se moría por ver nuevamente. Diablos, ella en verdad quería verla. Necesitaban solucionar las cosas de hace seis años que al desaparecer la morena, no pudieron resolver para pesar de la ojiverde.
- Camila, ahí estás. - encontró a la castaña mirando juguetes para perros con la intensión de comprarlos - Te estuve buscando, creí que estabas en la banca.
- Uh, bueno, Tyler estaba un poco estresado de estar sentado y los puse a caminar un rato mientras veía algunas cosas.
- Vale. - contestó y espero a que la castaña pagará las cosas que ya tenían el el pequeño mostrador - Así que, ¿te ha gustado? - cuestionó al caminar de regreso a la banca
- Es magnífico. Llevo tres años viviendo aquí y jamás me había enterado que hacían este tipo de cosas.
- ¿En serio?
- Sí. Normalmente cuando Ty o Murphy enferman los llevó a una veterinaria pequeña que está por mi departamento.
- Nunca habías venido aquí. - afirmó
- Nunca, hasta que pasó lo de Murphy.
- Camila yo...
- No te disculpes, no otra vez. - interrumpió
- Es qué en verdad estoy apenada.
- Le salvaste la vida. Fácilmente pudiste irte de largo pero paraste y trajiste a Murphy al hospital rápidamente. - se sentó en la pequeña banca color blanca
- Jamás lo habría dejado tirado. Soy médico veterinario, no podría lastimar a ningún animal cuando mi profesión es para cuidarlos y ver por su bienestar.
- Nunca creí que estudiarías esto. - dijo Camila de repente
- ¿Por?
Era verdad, ella jamás se imaginó a Lauren como médico veterinario o para cualquier otra rama de la salud. Siempre pensó que terminaría estudiando algo como negocios internacionales o - en sus sueños - modelaje.
Una de las fantasías más grandes que tenía la Camila hormonal de diecisiete años era ver a Lauren Jauregui modelando lencería de Victoria Secret en una pasarela donde el público fuera solamente ella. Mentiría si dijera que ya no fantaseaba con eso.
- Te imaginaba estudiando negocios y trabajando en la empresa de tu padre.
- ¿Trabajar en la joyería? Jamás. Chris está a cargo de ella desde que papá murió.
- ¿Murió? - preguntó sorprendida
- Sí, el tenía cáncer, y murió antes de mi graduación. Desde entonces, Chris se hizo cargo del negocio.
- Lo siento, Lauren.
- Sí, fue triste, pero venga, se que el grandulón me cuida desde arriba. - volvió a sonreír y la castaña se enamoro un poquito más de la ojiverde
Y así pasaron los minutos, hablando de cosas vagamente hasta que prácticamente el evento llegó a su fin. Todos estaban recogiendo y Camila tuvo que despedirse porque tenía que cenar con Patrick - ese hombre ya era un dolor de cabeza para la ojiverde - así que Lauren la acompañó hasta su auto, en dónde aún seguían sin despedirse por continuar mirándose.
- Entonces... - rompió el silencio la castaña
- ¿Estarás ocupada está semana?
- ¿Qué?
- ¿Estarás ocupada está semana? - repitió
- Bueno, el lunes tengo que ir a EPIC para entregar unas canciones, pero de ahí en fuera no tengo nada que hacer hasta el próximo viernes que tengo una cena.
- ¿Quieres ir por un café el martes?
- S- sí, claro.
- Perfecto. - beso su mejilla sin previo aviso dejando a la morena estupefacta - Nos vemos el martes, Camila.
- Y- y- yo. - no alcanzó a decir nada coherente y para cuando salió de su estupefacción la ojiverde ya estaba fuera de su campo de visión - ¿Vieron eso? - preguntó a sus perros - Ella me beso.
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