C8: Hermanos celosos.
—¿Quién era él?—preguntó Christopher pasando su brazo derecho por encima de los hombros de la chica sin apartar la mirada del chico que los contemplaba casi con la boca abierta.
—Un vecino, supongo—respondió ella, evitando mirarlos a ambos.
—No puedo creerlo, es la primera vez que sales sola de casa y ya un tipo te está acosando...—se indignó fulminando al muchacho con la mirada.—¿Te hizo algo? ¡Puedo partirle la cara en un segundo! ¡Sólo tienes que decírmelo!
—¡No seas exagerado, Christopher!—se quejó la chica.
—¡CHRIS! ¿Me tengo que poner de rodillas frente a ti para que me digas Chris?—ella rio.
—Sí te pones de rodillas frente a mí, te voy a patear—lo amenazó, sus ojos se concentraron en la menuda muchacha y una carcajada se escapó de sus labios.
—¡Eres igual de tierna que Renato! ¡Padre e hija, definitivamente!
—¿Solamente viniste para ser sarcástico conmigo y tratar de amedrentar a cualquiera que se me acerque a diez metros a la redonda?—se mofó la castaña tratando de apartar la mano de Christopher.
—No. Joel y Richard fueron a buscarte a tu habitación para avisarte que el desayuno estaba listo, pero no te encontraron. Después Zabdiel se puso histérico diciendo que Renato iba a matarnos por haber perdido a su hija, Erick estuvo a punto de llorar hasta que su madre y la mía dijeron que te habían visto salir de la casa con los patines en mano. Yo me ofrecí a buscarte—le sonrió.
—Guau. Que gran historia—se rio—Sí escribieras un libro, yo lo compraría—le informó una vez que empezaron a caminar para entrar a la casa.
—¿Quién es la sarcástica ahora, eh?—preguntó ofendido.
—¿¡En donde estabas!?—le gritó Erick en cuanto entraron en la casa. Sus ojos verdes están estáticos en ella, su corazón latió muy de prisa cuándo su cerebro terminó de procesar la imagen del muchacho. ¡Estaba enojado!
—Patinando...—murmuró simplemente.
—¡Casi se me sale el corazón cuando entramos a tu habitación! Como no respondías, pensamos que te había pasado algo malo, luego entramos y no estabas—explicó Joel lo más calmado que pudo.
—¡Pensamos que alguien te había raptado!—expresó Zabdiel.
—¿En serio, Zabdiel?—se burló Christopher.—¿Y cómo se supone que la habían sacado de aquí?—cruzó sus brazos esperando por la respuesta de su amigo.
—¡Por la ventana!—comentó Joel cuando se percató que la mente del boricua había quedado en blanco.
—¡No inventes!—se rio Chris.
—¡Ese no es el punto!—estalló Erick.
—¿Por qué hacen tanto drama? Le dije a Noah que iría a patinar, después me encontré a tu mamá y a la de Chris, las saludé y les comenté que saldría—explicó la pobre muchacha bajo la fulminante mirada del cubano.
—¡Pudiste habernos dicho a alguno de nosotros!—se quejó Erick.
—¡Ya basta los cinco!—protestó Richard atrayendo la atención de sus cinco acompañantes—Puede que Danna haya salido sola de casa, pero estaba dentro del fraccionamiento, no hay lugar más seguro que el fraccionamiento...
—¡Excepto tal vez Hogwarts!—se rio Christopher.
—¡No estamos para bromas, Vélez!—lo calló Joel.
—¡Me pierden!
—Lo lamento, no era mi intención asustarlos.—se disculpó y cuándo los ojos de Erick se posaron de nuevo en ella, ya no parecía tan enojado como antes.
—¡Chicos el desayuno está listo!—anunció la madre de Erick con una bonita sonrisa en los labios.
—¡Olvidémoslo ya! Ella está bien y es todo lo que importa—sentenció Richard. El resto estuvo de acuerdo y comenzaron a caminar al comedor.
—Y eso que todavía no les digo que un chico estaba muy platicador con ella.
Los muchachos dejaron de caminar y se giraron de manera sincronizada para observarla fijamente con sus cejas enarcadas. Daban miedo cuando hacían eso a la vez.
—¡DANNA!
—¡Auch!—se quejó el ecuatoriano cuando la mano de la chica se estrelló en su brazo derecho.
(...)
—¿Están todos listos para viajar mañana?—preguntó Renato entrando en el comedor, donde todos estaban reunidos. La charla entre las madres de los muchachos era lo único que se escuchaba en la habitación. ¡Eso era raro! Esos chicos jamás se callaban y el hecho de que los cinco estuviesen en un sepulcral silencio era algo verdaderamente aterrador. De Danna no le extrañaba tanto, ella tímida por naturaleza—¿Pasa algo?—cuestionó sin apartar la vista de ellos.
—Nada—respondió Richard. Christopher lo miro un segundo y una pequeña sonrisa brotó de sus labios.
—¡Están celosos porque un chico se acercó a Dan mientras ella patinaba!—explicó Chris antes de darle una pequeña mordida a su pan tostado. Las mejillas de la muchacha se tiñeron de rojo automáticamente cuándo los ojos del hombre estuvieron sobre ella.
—¿Y quién era él?—murmuró cruzándose de brazos.—Espero por una respuesta, Dan...
—¿Tú también estás celoso, Renato?—preguntó Christopher con gracia.
—¡Se llama Axel, creo que es un vecino o algo parecido!—se encogió de hombros.
—¿Crees? ¡Es un extraño, Danna!—protestó su tutor.
—¿De verdad están todos celosos solamente porque accidentalmente choqué contra un chico y este quiso ser amable conmigo porque se sentía culpable por tirarme al suelo?—cuestionó lo suficientemente alto para que todos los presentes la miraran fijamente.
—Sí vas vivir con ellos; ya deberías acostumbrarte a sus dramas, cariño—le dijo la mamá de Erick con una maternal sonrisa.
—Renato es como nuestro padre y legalmente, tú eres su hija. ¡Eso te convierte en nuestra hermana!—objetó Zabdiel.
—¡Es nuestro deber sentir celos de los tipos que se te acercan!—sentenció Joel.
—¿Qué? ¿Qué les pasa chicos?—preguntó indignada. Se puso de pie y aunque sabía que más tarde se arrepentiría, se marchó dejándolos a todos literalmente con la boca abierta.
Se sentó en el jardín en una de las sillas de playa, cerró sus ojos y dejó que el sol chocara contra su piel, que el viento algo caliente la acariciara y que su cuerpo se relajara absolutamente.
¿De verdad iba a tener un padre y cinco hermanos celosos?
—¿Puedo sentarme?—abrió sus ojos de golpe y se encontró con Joel de pie a su lado.
—Claro—respondió y lo observó tomar asiento en la silla contigua a la suya.
—Escucha Dan, ya sé que a veces podemos llegar a ser unos completos idiotas, pero bueno...nos sale natural. Nunca quisimos hacerte enfadar ni nada, solamente nos preocupamos por ti.—explicó jugueteando con uno de sus anillos.
—Es un poco extraño que de repente cinco muchachos se preocupen por mí, ¿sabes?—le sonrió un poco.—Nunca nadie se ha preocupado tanto por mí y no sé cómo manejarlo—confesó en medio de un suspiro.
—Para nosotros también es un poco extraño tenerte aquí, en todo el tiempo que llevamos juntos siempre hemos sido sólo los cinco, tener una chica viviendo con nosotros veinticuatro por siete es extraño—sonrió—¡Pero es lindo!—agregó inmediatamente.
—Supongo que si...
—Vamos a tener mucho tiempo para conocernos mejor, Dan. Mañana nos vamos de tour—el corazón de la chica latió con demasiada fuerza ante la mención del tour. ¡Lo había olvidado!
—¿Estás nervioso?—preguntó mirándole fijamente.
— Un poco—le sonrió.—¿Volvemos a desayunar?—cuestionó Joel.
—Ve tú, yo necesito empacar mis cosas. Sí Renato se entera que no lo he hecho, va a enfadarse—él rio.
—¡Eres igual que Chris! Siempre dejando todo para el último momento—la chica rio también y él se puso de pie—te veo más tarde—anunció antes de inclinarse un poco para poder besar la mejilla de la muchacha y luego marcharse.
(...)
—¡Voy a extrañarte mi bebé!—escuchó Dana decir a la madre de Chris cuándo llegó al pie de la escalera, ellos estaba despidiéndose.
—¡Y yo voy a extrañarte más!—anunció él antes de envolverla en un fuerte abrazo.
Se arrepintió de bajar cuándo se percató que los chicos estaban despidiéndose de sus madres. ¿No se suponía que tenía que ser un momento íntimo? Divisó a Renato parado en el umbral de la sala, cuándo sus ojos se toparon con los de él, le hizo una seña para que se acercara a él.
Pasó su brazo derecho por encima de sus hombros y depositó un pequeño beso en su frente en un acto cariñoso. Después de todo, ¿era su hija, no?
—Danna, cariño...—la llamó la mamá de Joel acercándose a ella para envolverla en un fuerte abrazo.—...fue un placer conocerte—le sonrió dulcemente.
—El placer fue mío—respondió la chica.
—¡Espero que te hayan gustado los regalos!—comentó la mamá de Chris cuándo fue su turno de despedirse de ella.
—¡Me encantaron!—dijo sincera.—Muchas gracias a todas, en serio—añadió con las mejillas sonrojadas.
Luego se despidió de las madres del resto de los chicos, hasta que solamente quedaron ellos en la sala.
—Bien, ¿Quién empieza?—cuestionó Joel cruzándose de brazos.
—Debemos...no, necesitamos pedirte una disculpa—comenzó Erick poniéndose de pie para acercarse a ella.
—Sabemos que no nos comportamos de la mejor manera posible contigo durante el desayuno—Zabdiel también se puso de pie, sin embargo él no se movió de su lugar.
—Pimentel nos hizo ver que tu reacción fue normal, porque bueno...no estás acostumbrada a tener a cinco hermanos celosos que se preocupen por ti....—comentó Richard.
—Ni un papá con el cuál discutir porque el vecino se acercó a ti mientras patinabas. Ninguno de nosotros estuvo bien, Dan.—inquirió Renato a su lado.
—Necesitamos tu perdón—masculló Joel en voz baja.—Sí prefieres que nos pongamos de rodillas frente a ti, lo haremos—Christopher se rio.
—¡Ella va a patearlos sí lo hacen!—sentenció cruzándose de brazos.
—Bien, podemos cantarte mejor—Ofreció el mexicano. Ella rio.
—Entonces, muñeca. ¿Nos perdonas?—las mejillas de la muchacha no podían estar más rojas.
—¡Nunca me imaginé tener un hermano celoso!—murmuró en un hilo de voz.—¡Mucho menos cinco! Ni un papá con quién discutir por el vecino—se rio.—¡Claro que sí, chicos!—agregó sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas. Renato y los muchachos la envolvieron en un gran abrazo.
(...)
—¡Danna despierta!—gritó Zabdiel del otro lado de la puerta. La chica abrió la puerta y sus mejillas se sonrojaron cuándo lo encontró de nuevo con el torso desnudo.—¿Ya estás lista?—cuestionó observándola de arriba abajo.
—Sí. Desperté desde hace un rato—anunció.
—¡Renato nos quiere en la sala en diez minutos!—anunció—Te veo en unos minutos que aún no termino de arreglarme—agregó ofreciéndole una pequeña sonrisa antes de marcharse.
—¡Lo he notado!—murmuró y cerró la puerta para terminar de colocar sus cosas personales dentro de su bolso.
Sus maletas estaban en la sala con resto del montón de maletas de los chicos, así que en su habitación solamente tenía las cosas que necesitaría para arreglarse decentemente.
Se aseguró de tener sus papeles para el viaje, el cargador del teléfono y el pase que Renato le había dado un par de días antes en su bolso y bajó las escaleras a paso lento.
—¡Buenos días!—saludó la muchacha en voz baja cuando estuvo con los chicos y la madre de Erick en la sala. Corearon un: Buenos días, Dan y luego siguieron con las vistas clavas en sus teléfonos.
—¡Qué bien que ya están todos aquí!—comentó Renato observándolos a todos.—¿Lista para el viaje, Danna?—preguntó con media sonrisa.
Las piernas de la muchacha temblaron cuando todas las miradas se posaron en ella. Sus manos comenzaron a sudar y soltó un pequeño suspiro.
—¡No!
—Estupendo.
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