C69: La competencia.

—¿Cómo se te ocurre llegar a la competencia sin patines, Dan?—preguntó Cindy mirándola totalmente desesperada.

—No voy a patinar—decidió.

—¿Qué?

—Cindy...de verdad te agradezco todo lo que has hecho por mi desde el primer día que te conocí, eres, fuiste y siempre serás la mejor entrenadora que yo y ellos pudieron tener...—explicó señalando a su equipo reunido detrás de la entrenadora—...pero no tengo ni patines ni gafete, la membresía...bueno, supongo que Renato te contó todo lo que ha pasado últimamente. Espero...de verdad que me entiendas—Cindy negó de inmediato.

—No, no te entiendo—inquirió cruzándose de brazos.—No me pidas que te entienda porque simplemente no puedo hacerlo, Danna. Me estás diciendo que no vas a patinar, que vas a tirar todo tu esfuerzo y tu trabajo a la basura. No puedes fallarme, no puedes fallarle a la pista y no puedes fallarle a ellos—sentenció señalando a los chicos.—son tu equipo Danna, son tus amigos. Cuándo eres miembro de un equipo tomas todas las responsabilidad y afrontas las consecuencias—suspiró—tu responsabilidad es patinar, y si no lo haces, entonces ninguno lo hará.

—¿Qué?—exclamó asustada.—No puedes hacer eso, no puedes dejarlos sin patinar por mi culpa...

—Claro que puedo, por eso soy su entrenadora.—decidió enarcando una de sus cejas de manera determinada.

Danna la miró con el corazón galopante y negó de inmediato.

—Cindy...

—Danna, el gafete es lo de menos. Yo te consigo uno—anunció Evan antes de echarse a andar lejos de ahí.

—Ahí lo tienes—sonrió Cindy.

—Pero no tengo patines de todos modos. Y dudo mucho que Evan o cualquier otro chico pueda conseguir unos....—Cindy suspiró.

—¿Recuerdas cuándo te dije que había intentado conseguir tu nueva dirección para visitarte?—Danna asintió automáticamente—Era porque tenía un regalo especial para tu cumpleaños—sonrió—pero apenas me enteré que Renato Francis era tu padre decidí no dártelo porque pensé que con él ibas a tener todo, y no me equivoqué, Dan. Pero no contaba con que algo como lo que pasó podía ocurrir, acompáñame por favor...—pidió guiándola fuera de la pista.

—¿A dónde vamos?—preguntó la castaña con el corazón desbocado.

—A mi casa, iremos por tu regalo de cumpleaños.

—Pero Cindy...

—Escucha...—Danna la miró con los ojos cristalizados y ella lo entendió todo. Tenía que hacerlo una vez más. Por los viejos tiempos.—...tienes razón, es realmente una tontería de mi parte pedirte que patines en estas condiciones cuándo es más que claro que no puedes hacerlo...—los ojos marrones de Danna se abrieron con sorpresa y la adrenalina se disparó por todo su torrente sanguíneo.

¡Claro que podía patinar!

—¡Puedo hacerlo!—sentenció mirándola.

—No, no puedes. No voy a dejarte salir a la pista de patinaje con patines nuevos, ¿te volviste loca? ¡Puedes lastimarte y Renato va a matarme si se entera!—explicó rápidamente la entrenadora.

—¡Cindy por favor! Confía en mí. No entiendo tu actitud, primero me dices que no puedo fallarle a mi equipo y después me prohíbes patinar—masculló confundida.—pero supongo que si me conoces bien, sabes que lo haré de todos modos.—agregó cruzándose de brazos.

—¡Son patines nuevos! Ni siquiera los has amoldado y no hay tiempo de hacerlo, Danna. La pista está siendo decorada para la competencia, todavía tienes que arreglarte y no creo que nos alcance el tiempo—Danna negó.

—Yo me quedo con las chicas para arreglarme y tú vas por los patines—Cindy sonrió.

—¡Sabía que funcionaría!—la muchacha la miró confundida y parpadeó un par de veces sin entender a lo que su entrenadora se refería.

—¿Qué? Espera, ¿de nuevo usaste la psicología inversa conmigo, no? Tal y como lo hacías en el orfanato para desafiarme—suspiró y Cindy sonrió.

—Sí. Y funcionó. Ahora por favor, ve con las chicas. No tardaré, lo prometo.—anunció antes de girarse para comenzar a alejarse.

—Cindy espera...gracias por todo lo que estás haciendo por mí, en serio. Te lo agradezco de corazón.—la mujer la envolvió en un pequeño abrazo y luego asintió.

—Tu equipo, Danna. Mi equipo.—Danna sonrió—ahora en serio, ve a arreglarte.

(...)

—¿Por qué crees que ella va a estar ahí como si nada?—preguntó Joel subiendo al auto. Zabdiel lo miró mal y luego volvió a llevar su mirada a la pantalla de su teléfono.

—Porque el patinaje es importante para Danna—respondió Erick desde el asiento del copiloto.

—¡Pero no tiene patines!—contradijo Joel.

—Yo lo que aún no puedo terminar de creer es que Axel te haya llamado para decirte que Danna estaba en la pista, Christopher—murmuró Richard cruzándose de brazos.—¿Eso no es bastante raro?

—A Axel le gusta Danna—les informó el ecuatoriano.

—¿Y estás así de tranquilo?—lo retó Zabdiel.

—No, pero no puedo hacer nada de todos modos. Danna debe seguir herida y furiosa con nosotros, dudo mucho que nos escuche pero por lo menos tenemos que intentarlo—explicó en medio de un suspiro.

—¿Crees que quiera vernos después de la competencia?—preguntó el cubano jugueteando con sus manos.

—Tiene que hacerlo, realmente Danna no va a tener otra opción—respondió Renato desde el asiento del conductor.

No pensaba decirlo en voz alta pero iba a estarle eternamente agradecido a Axel Evenson por traicionar la confianza de Danna y llamar a Christopher para decirle que la había encontrado.

Echó el auto a andar y con él; los nervios de los cinco chicos a bordo. Esperaban realmente que Danna se hubiese calmado un poco y estuviese dispuesta a escucharlos porque tenían demasiado para decir, comenzando por Renato que tenía que confesar la verdad más importante de su vida. Ellos aún no se lo podían creer, primero se habían molestado un poco porque se sintieron usados por su manager, luego comprendieron que Danna Silvetti se sentía de la misma manera y terminaron entendiéndolo.

Danna tenía que hacer lo mismo, y sí ella no lo hacía por voluntad propia y así tuvieran que sacarla cargando como un costal de papas para que no volviera a huir de ellos, eso harían.

Pero de que Danna volvía a casa con ellos, volvía.

(...)

Danna se miró en el espejo de cuerpo completo y soltó un suspiro. Pensándolo mejor y más detenidamente si era una completa locura salir a la pista con patines nuevos. ¿Qué es lo que había pasado la última vez que había usado unos patines nuevos? Terminó usando una espantosa bota ortopédica y muletas. Tenía que concentrarse en lo importante, la competencia.

Volvió a posar sus ojos en su reflejo en el espejo y parpadeó varias veces. La Danna que vestía una vaporosa falda negra de velo que le llegaba un poco arriba de las rodillas, una blusa blanca con muchas lentejuelas plateadas y que tenía sus ojos  maquillados cuidadosamente. Su cabello castaño estaba divido en cinco trenzas que llegaban a la mitad del cráneo y el resto perfectamente planchado por obra de Melanie. Esa Danna no se parecía en nada a la Danna que había llegado una hora antes con el cabello revuelto y unas ojeras que casi le cubrían el rostro por completo.

—Dan...—la llamó Ady. Apartó la mirada del espejo y la miró a ella, que vestía un poco parecido, pero con colores más llamativos.—...Cindy llegó con tus patines—anunció y por consecuencia el corazón de la muchacha se aceleró en menos de un segundo.

Se puso de pie y la siguió de inmediato. Podía escuchar el bullicio provocado por los espectadores que ya habían arribado a la pista, su piel se estremeció y sus nervios aumentaron. Cindy le ofreció una pequeña sonrisa y luego le tendió una caja con los nuevos patines apenas llegó hasta ella.

La tomó con manos temblorosas y la abrió de inmediato. Quiso llorar cuándo encontró unos patines color azul cielo con cintas blancas dentro de la caja de cartón.

—Póntelos, Danna y por favor rueda por ahí tratando de acostumbrarte a ellos—Danna asintió de inmediato y volvió al vestidor del que había salido unos minutos antes. Evan y los mellizos –Juls y Uri- la siguieron y entraron juntos en el pequeño lugar.

—¿Estás segura de querer patinar así, Danna?—cuestionó Uri mirándola atarse lentamente el primer patín.

—Sí. Tengo que hacerlo, Cindy confía en mí—respondió de inmediato.

—Sí, pero primero está tu seguridad, Dan—le aseguró Evan.

—No has estado en los últimos cuatro entrenamientos, Danna. Y Cindy confía en ti, pero la práctica hace al maestro, no la confianza—Danna sonrió.

—De verdad chicos, sé la coreografía al derecho y al revés. Los patines son nuevos pero voy a estar bien...no es la primera vez—respondió poniéndose el otro patín.

—No olvides los guantes, Danna—le recordó Juls ofreciéndole media sonrisa y sus guantes negros.

—Sal a la pista y rómpete una pierna, Dan.—Danna rio y los tomó con gracia.

—Lo mismo para ti, Evan.—se puso de pie lentamente y sonrió.

—¡Aquí están Cindy!—anunció Lucy. Luego entraron a la habitación Axel, Lucy, Melanie, Cindy y Ady.

—Bien, chicos. No les voy a decir que tienen que ganar, porque eso sería demasiado injusto de mi parte—sonrió—lo que yo voy a decirles es que le pongan todas las ganas del mundo, disfrútenlo y hagan suya esa pista. Vayan y rómpanla como ustedes dicen, y recuerden siempre que todo lo que tienen que hacer es disfrutar. ¿Quieren que la coreografía les salga bien? Pues entonces disfruten haciéndola.—explicó con entusiasmo y miró a Danna—Olvídate de los problemas, todos los problemas que tengas los quiero fuera de la pista Danna, te quiero ver con esa sonrisa tan increíble que tienes, te quiero ver volar ahí dentro. Haz de cuenta que el espacio de la pista es un campo de fuerza impenetrable que no va a dejar que nada de lo que haya afuera te alcance, sólo estás tú y están ellos. Nadie más—Danna asintió de inmediato.—También sé que debo ser la peor entrenadora del universo por mandarte a patinar con patines nuevos, pero...

—Pero fue mi decisión, Cindy. La responsabilidad es mía y asumo las consecuencias—Axel sonrió.

—Bien, entonces...vamos todos a nuestro lugar. Y recuerden chicos, ganen o pierdan el día de hoy, el equipo de los Wheels de Super Wheels son los mejores—sonrió.—¿Hay equipo?—preguntó poniendo su mano al centro.

Uno a uno fueron poniendo sus manos enguantas encima de las otras.—¡Hay equipo!—respondieron al unísono y luego uno a uno fueron saliendo del vestuario.

(...)

El corazón de Christopher Vélez iba a explotar en cualquier segundo. Era tanta la emoción que sentía que estaba casi seguro que en cualquier momento iba a desmayarse. Solamente habían pasado cuatro días desde que Danna se había marchado de casa pero para él era como si en realidad hubiesen sido cuatro milenios. ¡Quería verla! Quería ir hasta donde ella estuviese, abrazarla y besarla como si de eso dependiera su vida.

Con un beso quería hacerla entender que era lo mejor que le había pasado en la vida, que era la chica con la que quería estar por el resto de su vida, que su promesa de cuidarla, protegerla y amarla seguía en pie, quería que ella entendiera que la amaba con su vida entera y que no podía seguir apartado de ella.

Se sentó en la grada y esperó pacientemente a que la competencia empezara. Y entonces la vio. Ella estaba ahí. Era como si estuviese flotando, no sabía si era su imaginación pero la veía un poco más delgada y más frágil que nunca. Ella no podía verlo porque era tanta la gente que se aglomeraba a su alrededor que estaba seguro que si los veía durante la competencia iba a ser un milagro.

Luego vio a Axel andar detrás de Danna pero a diferencia de su chica, él si sabía de su presencia, llevó su mirada disimuladamente hasta ellos y les ofreció una pequeña sonrisa que Christopher no pudo distinguir sí era de triunfo o una sonrisa sincera.

Los tres equipos fueron anunciados y él ni siquiera fue capaz de prestar atención porque estaba demasiado ocupado mirando a la pequeña chica que se movía inquietan encima de los patines.

—¡Chris!—chilló Erick a su lado—No sé si es mi imaginación, ¿o en verdad Danna está usando patines nuevos?—preguntó el cubano también mirando a la chica.

—Está usando patines nuevos...

—Confíen en Danna, chicos.—pidió Zabdiel buscando con la mirada a Camila.—Además, dudo mucho que si su entrenadora no supiera que ella puede hacerlo, la dejara salir así—Christopher suspiró. Zabdiel tenía razón.

Esperó pacientemente hasta que fue el turno de los Wheels. La miró dedicarle una enorme sonrisa a Axel y su corazón se oprimió dentro de su pecho.

Danna chocó palmas con una chica pelinegra y sonrió. La música suave comenzó a sonar lentamente y el par de chicas comenzaron a balacearse suavemente. Luego la música comenzó a cambiar y con ella los pasos de baile. Danna patinó entre los chicos y los tomó de las manos, su cuerpo se suspendió en el aire y giró completamente, ella sonrió y cuándo sus pies volvieron a tocar el suelo continuó patinando.

La rubia abrió sus brazos y piernas mientras un chico de cabello negro la tomaba por la cintura y la hacía girar completamente. Erick silbó a su lado y Christopher sonrió.

Él no pudo evitar sentir celos cuándo Axel la tomó de la cintura y la hizo literalmente serpentear por su cuerpo. Danna lo abrazó y luego la lanzó al aire. Su corazón latió muy de prisa y se relajó apenas los pies de la chica tocaron el suelo. Volvió a chocar palmas con la rubia y sonrió. Abrazó por la cintura a un chico que no reconocía y luego él comenzó a girar con ella.

Estaba tan perdido en los movimiento de la muchacha que lo único que podía hacer era respirar correctamente mientras esperaba. Los observó patinar al ritmo de la música, ella lo hizo. Tomó impulso, saltó, hizo su cuerpo girar un par veces y luego aterrizó impecablemente y cuándo finalmente Danna quedó de frente a las gradas sintió su corazón derretirse.

¡Ella los estaba mirando! Estaba ahí, con la mirada fija en ellos. Su corazón se encogió tan pronto como la sonrisa de la chica se esfumó.

El campo de fuerza del que Cindy había hablado no era tan impenetrable después de todo, pensó amargamente la castaña. Escuchaba la música en la distancia pero lo que en realidad escuchaba con bastante claridad era el latido de su corazón.

Reaccionó cuándo las manos de Evan se envolvieron en su cintura, ella lo abrazó por el cuello y en menos de lo que esperaba, él ya la había lazando al aire.

Christopher se puso de pie con el corazón desbocado apenas la vio salir disparada de los brazos del chico, jugueteó con sus manos nerviosamente. Observó el cuerpo de Danna girar en el aire y luego volver a caer en los brazos del muchacho. Ella le sonrió ampliamente cuándo la dejó en el suelo, giró un par de veces sobre sí misma y con la ayuda de otro chico que tampoco reconocía llegó el final.

La rubia descansaba sobre los hombros de Axel y el muchacho castaño que había lanzado a Danna, la castaña y la pelinegra a los lados de los muchachos como si fuesen dos modelos, un par de muchachos bastante parecidos en una posición extraña a los costados y Danna en el suelo con las piernas extendidas a ambos lados y una enorme sonrisa en los labios.

El lugar estalló en aplausos y silbidos mientras el corazón del chico volvía a latir muy de prisa, Axel le tendió la mano a su chica para ayudarla a levantarse y él volvió a sentir celos.

—¡Esos fueron los Wheels, señores!—gritó Evan bastante entusiasmado antes de envolver a su equipo en un abrazo grupal. Escucharon la voz del maestro de ceremonias pedirles que salieran de la pista y casi a regañadientes lo hicieron mientras seguían festejando por su presentación.

Danna se sentó en el borde de la valla de seguridad e hizo una mueca de dolor. ¡Sus pies la estaban matando!

—¡Eso es todo, Danna!—chilló Axel muy emocionado. Ella rio y chocaron palmas.

—Eso es todo—respondió con media sonrisa.

—¡Felicidades, chicos!—les dijo Cindy acercándose a ellos—¡Ay por Dios! Es mejor que vayas a los vestidores y te saques los patines, Danna. Ve tranquila, cariño—le aconsejó mirando la mueca de dolor que tenía pintada en el rostro.

Ella no protestó, simplemente se puso de pie y comenzó a andar en dirección a los vestidores. Apenas entró el aroma a flores inundó sus fosas nasales. Encontró seis enormes ramos de peonias, se acercó lentamente a las flores en busca de las tarjetas y negó de inmediato cuándo se percató que todas eran para ella y cada ramo tenía una remitente diferente.

Soltó una carcajada y negó con diversión.—De verdad esperamos que te encanten mucho—se giró de inmediato y su corazón dejó de latir—porque eso va ser lo último que vas a ver—su piel se erizó apenas los vio.

La sonrisa maliciosa de Azul y la mirada escalofriante de Marcus.—Espero te haya gustado tu última presentación querida, Danna...

—Camila siempre tuvo razón, no eras una buena persona...—masculló totalmente furiosa.—fuiste capaz de mentirme descaradamente, de jugar conmigo...eres la peor persona que conozco. ¡Estoy muy segura que fuiste tú quién me envió ese estúpido audio!

—Que inteligente eres, Danna—se burló la pelirroja—lástima que te diste cuenta un poco tarde, ¿no?

—Eres de lo peor...—murmuró ofendida.

—¿Cómo quieres terminar con la chica que hizo que tu familia se destruyera, Marcus? Para que veas que soy una buena persona te dejaré elegir el método—anunció sonriendo.

Danna negó de inmediato y dio un paso al frente.—¿De verdad crees que te tengo miedo? Ya no soy la niña tonta que intentaste matar hace doce años—él rio y la piel de la chica volvió a erizarse. —Yo jamás te hice nada. Lo que pasó con Sebastián fue un accidente y lo de mamá...no fue mi culpa—murmuró sintiendo sus ojos picar. Pero no iba a llorar. Ya no.—¿Quieres acabar conmigo? Anda, hazlo—exigió y luego hizo la cosa más estúpida o más valiente del mundo.

Caminó lentamente y se quedó quieta frente a él. Las idénticas miradas se retaron y el corazón de la chica latió muy de prisa. Marcus Silvetti le ofreció una escalofriante sonrisa y luego envolvió sus manos en el cuello de la muchacha.

—Vas a morir—anunció el hombre sin perder la sonrisa.

—Ya no me importa, hazlo de una vez...

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